Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Armando Romero

Armando Romero, nacido en Cali en 1944, emerge como una figura destacada del nadaísmo, un poeta multifacético, narrador, ensayista, traductor y profesor universitario en la Universidad de Cincinnati. Su vida y obra se entrelazan con la exploración de diferentes horizontes en Europa y América, estableciendo su hogar en Estados Unidos, un viajero inquieto en la vastedad de la literatura.

En la danza de sus palabras, la crítica resalta la calidad formal y temática que caracteriza la obra de Romero. Su escritura no solo se revela en la expresión literaria, sino también en la intrincada red de lo fantástico y un tratamiento imaginativo que siempre se mantiene en la vanguardia del lenguaje.

Entre sus creaciones, destaca el microcuento «Azúcar en los labios«, donde la cotidianidad se convierte en un lienzo para lo insólito. Romero teje narrativas que desafían lo convencional, como un terrón de azúcar en los labios de todos, un secreto compartido entre los que se besaron por la mañana.

La bibliografía de Romero se despliega como un vasto jardín literario. En el terreno del cuento, obras como «El demonio y su mano» y «La raíz de las bestias» se erigen como monumentos narrativos. En el reino de la poesía, títulos como «Los móviles del sueño» y «El árbol digital y otros poemas» reflejan la diversidad de su expresión lírica. Su incursión en el ensayo, con obras como «Las palabras están en situación» y «El nadaísmo colombiano«, revela una mente analítica que se sumerge en la reflexión crítica.

La prosa de Romero es una sinfonía de mundos, desde el poeta de vidrio hasta las combinaciones debidas. Sus letras construyen puentes entre lo real y lo onírico, invitando a los lectores a explorar los recovecos de la existencia. En la pluma de este maestro de la palabra, cada obra es una invitación a sumergirse en la profundidad de su imaginario literario.

Vagabundo

Con la cabeza a pájaros
Ruedo por el mundo
Y así consigo el doble cielo
De la hoja y su contorno
No detengo mi camino
Cuando en el mar
Se perfilan los obenques
De contrario sigo
Y mis pies se llevan huellas
De la arena
Es el viento entonces
Tan metido en la piel
Y en los cabellos
Es el jugo de las frutas
Al abrirse eterno
El paraíso de su carne
Con la cabeza a pájaros
Ruedo por el mundo

Detener la historia

A Alfonso

El emperador de turno se ha levantado
hoy de su catre imperial
a detener la historia con la manos,
con los pies.
Así lo hace a diario pues ésa es su misión.
Lo fue de sus antepasados,
lo será de sus herederos.
Extraña realidad y trabajo para este hombre
por un rato omnipotente:
La historia empujó con fuerza antes
y ahora está cansada,
como piedra en el camino.
Pero el emperador de turno no quiere
que retroceda ni se dé por vencida,
porque su misión es detenerla.
Sin ella él tampoco tendría presente o futuro.
Cada mañana el emperador de turno
sonríe y hace gestos de gozo
frente a la multitud adherida al televisor,
mientras la historia detenida se lamenta,
y haciendo un esfuerzo, puja,
atendiendo el clamor de sus intestinos.

No por histórico y egipcio

No por histórico y egipcio
el griego Konstantino Cavafis
olvidó que la historia
empieza el día que vivimos,
y que Alejandría es arena
como mar y viento.
En el rostro bizantino de un efebo
vio el dios escondido de los antiguos,
y en los meandros del tiempo
se abrió para él
la misma luz que nos ilumina.
Sabía que su griego era lengua
de palabras que se crean en el mar,
las cuales al emerger devienen islas,
y por sus ojos vimos cómo se disolvió
el gozo, el placer de la vida misma
en esta tierra de milenios,
gracias al advenir del dios único,
el de los ojos al cielo
para ascesis y tormentos.

Al parecer de la huída

Huye de la ciudad que no se queda en las uñas;
de la ciudad que duerme sin ruido y esconde un cuchillo
debajo de la almohada;
corazón en blanco y negro como bandera al agite de los carros;
escapa de la belleza de sus días,
del terciopelo en las tardes;
dile al guardia que no han florecido los geranios
ni los tulipanes;
lanza tu risa de aguja fina por los callejones,
y huye, huye para huir
de la bocina sin aliento que aceita la máquina;
del polvo rucio que se pega a los zapatos;
del viento que pasea los semáforos;
tírate avenida abajo y arriba al pie de las locomotoras,
de las hélices, de la bencina.
Huye de la ciudad que hace llorar ojos
sin reír el alma.
Huye y huye hasta que huir sea sentido de recuerdo,
y allá, al borde de los desaguaderos,
espera que vuelva hacia ti,
para seguir huyendo.

El aguacero edificable

La música cambia nuestras paredes
Las retuerce hacia dentro
—Se desmide por las extremidades de las sillas
Y se saluda a sí misma
Dando tiros de gracias
Con trompeta

(Sí, Armstrong, tienes razón,
hizo la noche demasiado larga,
nos dio vida con amor)

Trompeta que enreda la cuerda de mi cabeza
Que se desgrana en este momento
Para hablar
Des cuidadamente
Con el balanceíto aquél

(Ray, llévanos con tu vara ciega
por la Zona Peligrosa de la Mente
y sorpréndenos otra vez)

Nena yo lo oigo por ti
Caigo como un cigarrillo en mis manos
Encendidas
Se dice que estoy en trance
Como si estuviera entrando a tu guarida

(I’m walking through heaven with you,
repitió Jimmie con los pies listos a danzar)

Sordina
con
Limbo
y
Sonido
de
Nada

(Todavía predicas como un sermonero, Bubber)

Se la traga entera
El que no crea
Que estoy chiflando melodía
Con Thelonious Monk
Y Charlie Parker
Y todos los muchachos que vinieron esta noche
A mi habitación con la cuenta del alumbrado como serenata
What do you say?
Silencio
Ellos cantan

AZÚCAR EN LOS LABIOS

Desde la mujer del tendero hasta Conchita la pelirroja, y desde
Jesús el zapatero hasta Roberto que dirigía la escuela, todos, sin
excepción, amanecieron con un terrón de azúcar en la punta de los labios. Sin embargo, los únicos en enterarse de lo sucedido
fueron los que se besaron por la mañana.

EL ÁRBOL DIGITAL

Era un hombre al que le habían enterrado su mano derecha
Pasaba sus días metido en una pieza vacía
Donde se sentaba
Los pies contra el ángulo superior de la ventana
Y su mano izquierda sosteniendo un ojo de buey
Por el cual los rinocerontes
Ensartaban su cuerno
Y hacían brillar su corteza metálica

Le había dado por ser poeta
Y se pasaba todo el tiempo hablando de la guerra
De tal manera
Que había descuidado su mano derecha
Esta creció lenta y furiosamente
Y sin que él se diera cuenta
Atravesó el mundo de lado a lado

Cuando los niños de la parte norte de Sumatra
Vieron aparecer un árbol sin hojas y sin frutos
Corrieron espantados a llamar a sus padres
Estos vinieron con sus gruesas espadas
Y cortaron el árbol de raíz
Un líquido blanco lechoso salió de la corteza tronchada

Desde ese entonces
El hombre como un poeta
Siente un dolor terrible
Agudo
En un sitio del cuerpo que no puede determinar

EL COLOR DEL EGEO

Es de todos el mar y de ninguno
el rastro exacto de sus colores.
Bien al fondo
es una franja como nieve,
y a su lado,
azulado se perfila de un golpe
el sol que lo transforma.
Tanto color como palabras
en verso y prosa.
Todas precisas, desde la más obvia
a la más peregrina.
Vino tinto, dijo Homero,
pero otros fueron más allá
de la paleta.
Es de todos el color y de ninguno
el que atrapa para siempre el mar,
su faz definitiva,
cuerpo desnudo del deseo.

LA RISA DE DIOS

A Carlos Gutiérrez

Dice Quevedo que de tiempo en tiempo
Dios viene a reírse con nosotros.
Planta su boca abierta contra los malvados,
y deja alegría en las penas de los inocentes.

No habla el poeta de truenos y tempestades
cuando es hora de su presencia,
o si al oírla recogeremos el eco
que despierta el cencerro de los dientes.

Ya sea en arameo, griego, latino o hebreo,
su cadencia debería respirar como los cometas,
alambicarse de vapores en las estrellas
y untar de todo gozo el universo.

Dado es que esperemos en silencio
que un día llegue hasta nosotros,
y rogar que sus lapsos no sean eternos
como los hilos invisibles de nuestra paciencia.

LAS PIEDRAS

Las piedras…siguen hablando a
los que las escuchan.

André Breton

No eran camino largo o encrucijada
huellas de senderos que se van a pasos
eran luz desde el canto de la tierra
polvo vuelto a más y detenido

El sol las ve hasta el corazón escrito
sabe que precisan su historia a todo momento
y en la fila de agua que marca su salida
ellas son el color y la sustancia

Sus formas muerden al mundo para sembrarlo
y lo cargan del placer de las imágenes
al ser pájaros en el nudo de la planta
cielo y nube en amor estacionario

No dejan allí su barro sino el misterio
de por cuando vienen las cosas y los murmullos
y pintan una flor de auxilios por el suelo
en esa su piel azotada de silencios

A meterse entre los ojos dicen
y ya son caballo inmóvil sobre el desierto
mirada fija en el círculo del valle
reflejo y desnudez del indicio de los tiempos

En el mar de su búsqueda desciende
como inútil la pregunta y la respuesta
así en ellas se graba el signo que estremece
y permite leer todo el comienzo