Poetas

Poesía de Argentina

Poemas de Manuela Fingueret

Manuela Fingueret nació en Buenos Aires el 9 de agosto de 1945, hija de inmigrantes lituanos. Estudió para ser maestra y periodista, y se especializó en literatura infantojuvenil y cultura judía. Colaboró con diversos medios gráficos, nacionales y latinoamericanos, y fue directora artística y de programación cultural de la emisora FM Jai, la primera radio judía de América Latina. También fue directora general de la Red de Bibliotecas Públicas de la Ciudad de Buenos Aires y creadora de la Noche de las Librerías.

Manuela Fingueret publicó varios libros de poesía, cuentos infantiles, ensayos y novelas. Su obra se caracteriza por una fuerte connotación porteña y judía, y por un compromiso con la memoria y la denuncia de la barbarie. Algunos de sus títulos más destacados son Blues de la calle Leiva (1995), una novela sobre el barrio de Villa Crespo y el club de fútbol Atlanta, del cual era hincha; Hija del silencio (2000), una novela sobre el Holocausto y la dictadura militar argentina; y Soberbias argentinas (2008), una colección de ensayos sobre la historia y la política del país.

Manuela Fingueret fue una escritora reconocida y premiada tanto en Argentina como en el extranjero. Recibió, entre otros galardones, el Premio Konex de Platino en 2004, el Premio Planeta Argentina en 2006 y el Premio Iberoamericano Planeta-Casa de América en 2007. También participó en numerosas antologías, jurados y congresos literarios.

Manuela Fingueret murió en Buenos Aires el 11 de marzo de 2013, a los 67 años, víctima de un cáncer. Dejó un legado cultural invaluable y una huella imborrable en la literatura argentina contemporánea.

Plaza de Mayo esquina Madres

Calesita sin sortija
de los jueves
pañuelo tatuado
Una vuelta, quiero, digo
y otra más
hasta amanecer
cachete en mano
redonda como la luna

Arrastran con pies y manos
rumbo fijo, NO
Una vuelta, quiero, digo,
una vuelta más
y otra más
creciente nunca
de sombras

Calesita sin sortija
menguante
el lado oscuro de la luna
Una vuelta quiero, digo,
una vuelta más
el pezón colgado
en cada nombre
derrama leche en la plaza
Mayo de Madres
pañuelo en el mástil
blanco de años
espera
dando vueltas y vueltas
Calesita sin sortija
llueva o truene
sin rumbo fijo
a las tres en punto
Quiero, digo
una vuelta más

Murmullo de nombres
Perder el rumbo, SI
Una vuelta, quiero, digo,
una vuelta más
La sortija en la calesita
menguante y creciente

RÉQUIEM

Algún día partiré
y no olvidaré mi infancia

El amor y el dolor se unen para nacer
allí donde el muro
es una sombra eterna

Algún día partiré
y será una línea
todo aquello que creí
porque el canto es misterio
y la vida
como la hierba
húmeda
desconocida

***

Me aburro de nosotros
que contamos personas
ordinales y cardinales
Números de la miseria
de nosotros
los que reímos con balazos en la espalda
Territorio o paisito
Ni República
ni Perdida
que supimos conseguir.
Con dolor ajeno
heridos de muerte propia
que sí
deshojando la miseria de ellos
sentada en un verde limón.

***

Verificar cada mañana
que nadie salió de adentro de sí mismo sin esfuerzo.
Protegerse de la pared amarilla
que apoya su paciencia vertical sobre las otras tres
— sin importarle, claro —
y se cae.
Invertir los polos del afecto
hacia las hojas del malvón
que satura su paciencia
en los viejos patios abandonados de candor.
Comprobar como hormiga laboriosa
las letras del propio abecedario
regresarlas a su origen de sonidos y estructuras.
Tararear hasta el cansancio
los acordes de la furia
— qué más da —
transformarlas en semilla agotadora
obstinada y sin raíces.
Dividir la nostalgia
en parcelas muy iguales
gozar cada una
— sin errores —
como presas a conquistar cada noche de insomnio.
Amarrarse a la locura trenzarla con esmero
— pelo a pelo —
a la historia verdadera de uno mismo
aquella sin epitáfios
que yace escondida y achechante
esperando la palabra de su amo
esa única que la incorporará
al espanto final de no poder con la ternura.