Poetas

Poesía de México

Poemas de Elman Trevizo

Elman Trevizo (Chihuahua, 1981) es poeta y dramaturgo. Mención Honorífica en el Premio Nacional de Dramaturgia Manuel Herrera 2004, y Primer Lugar en los Juegos Florales 2006 de la Universidad de San Luis Potosí. Ha publicado los libros Monólogos sin Eco (Poemario. Aster Ediciones-Conaculta, 2005), Los muertos no tienen memoria (Obra de teatro. Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Querétaro, 2005), y El último ciego en salir que apague la luz (Poemario. Universidad Autónoma de San Luis Potosí, 2007).

Masoquismo

No importa si el látigo se mueve como un gusano flojo.
Caerá la tarde y se despojará de lluvias este viento terco.
Se pronunciarán nombres de antiguos discípulos del agua,
y en la ciudad se reinventará otra vez la moda arcaica.
Allá afuera, junto a los puestos de baratijas,
no sabremos si esta canción simula un poema,
o el discurso de un hombre que vende más boletos apócrifos al cielo.

El látigo seguirá cayendo sobre la espalda brisa
que alguna vez supo los nombres de este cuarto con calles marcadas.

¿Sorda será la cara que cierra sus ojos? ¿La mía?
Solariego podrá versarse un nudo en la garganta, si tú no estás, aquí, sacrificándome.
Dándome motivos para sentir dolor,
para tocar las sonajas de mis senos,
con las que llamo así, a mis blancos oriundos.
Los lechones rollizos del alba.

Muerte

Basta con sentirla para regresar a la infancia
dejar caer el grito y recoger la herida
la grieta que le da forma al dolor
el badajo que tercamente golpea la secuencia del pretérito:
el aletear enmohecido del recuerdo.

Basta con oír el crujir de la puerta
el ojo de la cerradura parpadeando en su miedo
para ver a la noche que pasea a la oscuridad para hacerla más negra.

Huracán petrificado
la muerte
dolor umbilical
lamento sujetado al cuerpo.

Quiero escapar para no existirte
Para no mirar cuando tú me hagas cerrar los ojos
Para no buscar hacia adentro el pincel que trae consigo la desmemoria
Y no gritar que eres la grieta que la tarde necesita para abrir sus alas
para romperse como un cántaro arrojado desde el vacío de un ventanal.

Aturdidos

Dejamos que el tiempo y sus contingentes manecillas corran
Dejamos que los ciegos finjan un desfile de imágenes:
Un río que fornica cada tarde con el puente
Un fantasma que baja escaleras
Una escalera que sube sobre los pálidos pies de un fantasma.

Una parodia del miedo
Un adversario que calla y cae, como por accidente.
Una sombra inventando la forma negativa del encandilamiento.

Pabellón de locos es el instante.
Una obra de teatro que dura sólo un acto: la muerte.

Corazón

De latidos silvestres
imprevisto
no daltónico
Aferrado a un maniático tararear de suspiros
alegatos.
Mordedura no de serpiente donde la sangre fluye.
Único lugar donde el rojo no se desboca
Se deslabia
Cangrejo acorta-vidas
Semáforo en stop.
Mármol rojo
Puño abriéndose y cerrándose con una seña obscena.
Danzarín sin orgía
Ritmo circular volviendo a donde mismo:
De latidos silvestres
imprevisto
no daltónico.

Clandestinidad

Llevo lentes ciegos para no ver lo que hago
Por dentro me ilumino
en sueños ojerosos cada noche me desbordo
extravío el remordimiento en el vago boceto de mi alma.

Te encuentro
mujer
Intacta
Con un grifo abierto entre tus piernas
Un fogonazo que es una llama sin sombra
un aguijón que penetra el monótono rumbo de esta llaga: deseo.

La oscuridad se cierra lentamente la bragueta.
Y la luz no se hace.
Nace el deseo.
La apócrifa mañana gatea: muere la noche con una cínica carcajada.

Te encuentro ahí
En mi cuarto
y me haces olvidar que el reino de la mañana también existe
que no hay poder que detenga el persistente bastidor de la noche.

Diosa imperfecta bordada húmedamente en el lomo de la noche
Eres
Un mensaje en una botella que en una noche de insomnio yo mismo escribí
Pero ya lo olvidé

Creación

Quedaron gotas de agua en el cristal que Dios formó de lluvia
Quedaron jaulas encerradas en su propio hermetismo
Quedé yo enfrentando a mi otro yo y al tú del espejo repetidas veces
Afilando colmillos de azogue
Multiplicando al ser en el declive de las sombras.
En la transición del abismo
Formando nubes sin dejar gotas de cristal sobre el agua.
Sin dejar que caminen los muros del encierro
y las aristas se entierren en los bordes sagrados de mi reflejo solo.
Mientras cae la noche y las sombras son una
Y arriba y abajo no existen junto al cincel de la luz
junto a la noche que se imagina sucia, negra,
y lo es
como yo
que me imagino solo.
Torpe
incomprendido
en la acuosa divinidad de mi reflejo.

Paisaje de un grito

Si este transcurrir no sólo fuera un obraje de mitos.
Violentos
demoníacos.
Devoramientos de la memoria por la memoria
vahos de dolor marcando un trazo indefinido
circunstancias que nos llegan al cuello no como el agua.

Si no se entumieran las lágrimas porque nadie se va
no me verías aquí
anunciando con el puño creciente de este punzante grito mi presencia
tu presencia.