Poetas

Poesía de Francia

Poemas de Benjamin Fondane

Benjamin Fondane, cuyo nombre de nacimiento era Benjamin Wechsler (o Wexler), (Iași, 14 de noviembre de 1898-campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, 2 o 3 de octubre de 1944) fue un filósofo, poeta, dramaturgo, ensayista, cineasta y traductor judío ateo rumano que adoptó la nacionalidad francesa en 1938. Escribió principalmente en francés.

Nació en 1898, en una familia de intelectuales judíos. En 1924 se instaló en París, donde se casó con Geneviève Tissier. Consiguió la nacionalidad francesa en 1938. Comenzó escribiendo en rumano con el seudónimo de B. Fundoianu y más tarde, pasó a hacerlo en francés, idioma en el que se encuentra la mayor parte de su obra. Se relacionó con los artistas dadaístas, surrealistas y de otros movimientos. Conoció a Man Ray, que le hizo un retrato dadá. Fundó una compañía de teatro, dirigió la película surrealista Tararira en Argentina, también fue crítico de cine, director de una revista de literatura y traductor. Se interesó por la filosofía y su encuentro con el filósofo ruso Lev Shestov, del que se convirtió en discípulo,1​ fue determinante para su obra. Muerió en una cámara de gas del campo de concentración de Auschwitz en 1944.

PERO EL HOMBRE, DÓNDE ESTÁ EL HOMBRE?

…pero el hombre, dónde está el hombre?
el hombre ríe- y saluda el mediodía de la sangre
y se sorprende por haber llegado tarde a su propio encuentro.
los intestinos de la ruta le hinchan el corazón
dónde irás? dónde irá?
los niños le arrancan los riñones hoja por hoja
lo toman como blanco de las nuevas palabras
quieren devorar hombre
pero él se oculta bajo los párpados de sus músculos
desnudo como aquellos peces de los cuales sólo se pesca el brillo
se zambulle en el sueño
helo aquí lleno de sueño fosforescente
el silencio lo sigue con su lámpara
el espíritu con una mancha de grasa
pero un alba irreal
allí peina el mar su cabellera
el hombre se desboca como un lebrel de caza
y es siempre más profundo
acaricia las mejillas de la fuerza que desata
signos y jugos
con su ausencia lo asusta esta riqueza
arroja a plenas manos los pájaros
soledad donde los barcos se retiran a morir
quién eres tú, quietud, cuál es el olvido
que debe sentarse sobre nuestras rodillas
qué gran trozo de tierra sumergir en silencio
qué escogeremos de la vida malvada o de la muerte
a quién matar?
deseo deja libre mi pie de tu trampa de lobos
basta de esos espejos donde se envilece el desnudo
la fresa no es más que la vena abierta de la piedra
las fuentes se verifican por la fe
la Primavera también vendrá para hablar a las masas
-dadme, dadme otra cosa-
tanto objeto imprevisto y mineral
a los cuales colocar nombres suficientemente oscuros
nacientes crecientes nuevos
dadme dadme otra cosa
por ejemplo
una fe nueva simple y ferruginosa
una lengua nueva dentífrica y mineral
una nueva muerte es lo que os digo.

RECUERDA

Recuerda sólo que yo era inocente
y, igual que tú, mortal en ese día,
yo, también, había tenido un rostro marcado por la ira,
[por la compasión y la dicha,
bastante simple, ¡un rostro humano!

EL VIAJERO

Cuando el viajero que escapó del naufragio
llegó por fin a la isla, habiendo salvado de las olas
su cepillo de dientes, su pipa, su trastorno hepático y su
vieja inhabilidad para creer en los milagros
el tiempo se derritió de repente como un montón de nieve
el silencio, de pronto, se quebró por todas partes
la sangre del viajero se volvió ligera y ebria
tan ligera y tan ebria
que él entró en las cosas y las cosas entraron
en él, en una sed de combustión tan entusiasta
que su vista tropezó entre distintas visiones,
atravesó estados de displacer, alucinaciones
tan fuertes, éxtasis y revelaciones
tan claras, que tuvo miedo de convertirse
en una araña. o sino en una frutilla silvestre-
temió tanto que se hincó sobre sus rodillas, rezó
a su dios demasiado excelso como para hacer milagros,
y se dejó caer desde una roca al mar
justo un momento antes
de que le fuese conferido el don de la profecía.

OTROS PAISAJES

A la orilla del camino los pantanos se han tendido como
[búfalos negros:
la llanura partida trepa por la colina gris
pesada por la opulencia del trigo sembrado.

Las sandías han hecho correr su jugo rojo sobre la tierra,
las semillas aguardan la lluvia, esperan el viento,
pero es el silencio el que acudirá pronto.

Y la luz que puede caer
sobre el pantano en calma,
sobre los frutos jugosos:
es la misma luz que puede caer sobre ti.

Si vienes a conducir esta tarde los bueyes mojados,
hazme madurar, Dios mío, en el campo como una sandía,
y párteme en el Otoño próximo.

Versión de Pablo Neruda

Cólera de la visión

I

Y a mi visión le dije: «¿Qué es entonces el Exodo?
¿Qué cosa es Babilonia? ¿Qué cosa es Jerusalén?
Si en el mundo no hay y sobre el mundo un río
invisible y que fluya debajo de la aparente paz,
si nadie se preocupa de las innumerables hojas
del bosque,
si los gritos de los humanos caen como castañas
en la tierra, según de donde sople el viento,
sin alterar la paz de los Ángeles,
¿Qué es entonces el Éxodo?
Si no es algo eterno ciertamente
— ¿qué cosa es entonces?»
Y bruscamente fui arrojado en los campos de Francia.

II

Del río Somme al Loira la desgracia
se arrojó sobre nuestras armas y el río Meuse gritaba: «¡Huid!»
Y de pronto huíamos como una lluvia rojiza
de otoño, agolpándonos en los canales vacíos
de las rutas,
viniendo de Arrás, viniendo de Amiens,
de Tourcoing, de Ruán,
En una pesada tormenta de furgones, de camiones,
durmiendo sobre los caballos como reyes de bronce
— un relámpago de cólera gastada en la mirada…

III

¡Desgañítate, oh puerta!
¡Grita, oh razón indómita!
Es el fuego que avanza,
todo lo quema a lo largo de la ruta, de nosotros hace
sombras,
todo lo hemos perdido, todo lo hemos perdido,
nada nos queda sino la ruta, la noche,
y esta sombra, que en lugar de destruir
la llama engendra.

IV

¿Qué cosa haremos si los ríos
nos abandonan uno por uno?
Dios mío, Dios mío, ¿qué cosa haremos, ?

El río Meuse, miserable, de nosotros huyó,
Y al Somme lo han secuestrado…
Si los ríos todos nos abandonan
¿qué cosa haremos?

Río Marne, tan astuto, tan bonito,
¿por qué en tu lecho aún permaneces?
Es una locura, ¡oh Sena!
¡Dios mío!

Queda el Loira que nos espera,
seguramente que nos espera,
entre sus juncos todo desnudo,
¿no es cierto, oh Loira?

Mas si él también nos abandona,
¿para qué entonces la leche, el pan,
si todavía existen sobre la tierra?
Si se nos va también el Loira,
Dios mío, Dios mío, ¿qué cosa haremos, ?

V

Os he contado a todos,
civiles de ayer, contadores, comerciantes, campesinos
y obreros de fábrica y mendigos cuyo nido
se halla bajo los puentes de Notre-Dame
y sacristanes e hijos de la Asistencia
Pública, franceses todos de Francia, con los ojos límpidos,
o del Congo, de los pueblos argelinos, de Anam
con palmeras flotando en la mirada
y franceses venidos del Caribe,
franceses por los derechos del hombre,
hijos de la barricada y de la guillotina,
sans-culottes, la frente incorruptible, libres,
y checos, y polacos, y eslovacos
y judíos de todos los guetos de este mundo,
que amaban esta tierra y sus sombras y sus ríos,
y que pusieron la simiente de su muerte en esta tierra
y que se han vuelto franceses por la muerte.

VI

El día acaba, viene la noche
un día aún, aún una noche
un siglo aún sin sueño
y sin parar la eternidad
delante nuestro.

El río humano pasa y se aleja.
Un río aún de insomnio
un río aún de rostros
en mi mirada pasa
también mi rostro
en la mirada de los otros pasa.

¿Terminará esta noche?
¡Ay, si fuese un espejo
podríamos romperlo,
si fuese una casa
podríamos quemarla,
si un vientre fuese
le arrancaríamos el niño
— enteramente rojo!

VII

Detrás nuestro dejamos París. ¡Ay, si yo alguna vez te olvido
Jerusalén!… Entonces no eras más una ciudad, sólo una antigua hostia
un pan de carne, de sangre
que allá quedó, pero que con nosotros
llevamos — en el cautiverio, el ultraje
en la angustia, el vómito y la afrenta. Río dulce, ¡oh Siloé!
¡Oh Sena! y tú París, muro de los lamentos reservado
para más tarde
cuando Asiria hinchada como una vejiga inmensa
reventará.
¡Cuántos judíos en esta tierra, Señor! y que quizás
te han olvidado, con la nuca rígida y la mente incrédula, Sí
y sin embargo hacia Ti nuestro grito se eleva. ¿Te acuerdas
del chivo que, antaño, la fuerte mano de Aarón
erigía y que echaba al desierto, cargado
con nuestras impurezas? Heme aquí Aarón.
Me pongo de rodillas y sollozo y grito
en una lengua que he olvidado, pero de la que
me acuerdo en las noches emocionadas de Tu Cólera:
«¡Adonai Eloshenu, Adonai Eshod!»

VIII

«¡Adonai Eloshenu, Adonai Eshod!»
¡Ten piedad, ten piedad de la tierra de Francia!
¡Qué hermosa es! ¡Tal como Tú la habías creado
de la nada, por medio de Tus manos sabias y amorosas,
con sus finos viñedos, sus catedrales y
sus caballos de labor y sus hombres límpidos!
¡Ten piedad, ten piedad, Señor,
de esta Francia que conocí en los libros,
pura y que me asquea, sucia y ensangretada,
el vientre abierto en el centro inmaculado de la oda
— «¡Adonai Eloshenu, Adonai Eshod!»
Tú sabes que cuando todo se haya calmado
en la tierra y en los cielos
Te olvidaremos. Tú ya sabes
que solamente el secreto recuerdo de mi plegaria
me llenará de vergüenza. Te guardaría rencor, sabes,
si la escuchases. Me guardaría rencor, también,
por haberla hecho. Tengo, Tú lo sabes, otros dioses
además de Ti, secretos, pérfidos.
Pero aquí en el camino, en el desastre y en
el caos, no existe otro Dios. ¡Sólo Tú existes!
¡Terrible, Igneo, Misericordioso, Unico!

Traducción de Miguel Ángel Frontán