Poetas

Poesía de Chile

Poemas de Manuel Silva Acevedo

Manuel Silva Acevedo es uno de los poetas más destacados de la generación literaria de 1960 o generación dispersa en Chile. Nació en Santiago el 10 de febrero de 1942 y se formó en el Instituto Nacional, donde fue presidente de la Academia de Letras en 1959. Estudió literatura y periodismo en la Universidad de Chile y trabajó como creativo en publicidad durante 25 años.

Su primer libro de poemas, Perturbaciones, se publicó en 1967 y lo consagró como una voz original y provocadora dentro del panorama poético chileno. Su segundo libro, Lobos y ovejas, apareció en 1976 en una edición limitada que fue destruida por un incendio intencional en la galería donde se exhibía. Este libro se convirtió en un clásico clandestino que circuló por fotocopias y que fue traducido al inglés, alemán, francés y griego.

La obra de Silva Acevedo se caracteriza por su lenguaje preciso y sugerente, su tono irónico y crítico, su exploración de temas como la identidad, la memoria, el erotismo, la violencia y la ecología. Ha recibido varios reconocimientos, entre ellos el Premio Nacional de Literatura en 2016.

Actualmente vive en Santiago y colabora con la Editorial Universitaria, donde ha realizado ediciones de poetas chilenos como Ángel Cruchaga Santa María y Max Jara. Su último libro publicado es Día Quinto (2002), donde aborda la problemática ambiental desde una perspectiva poética.

Fausto

Perdí el pelo, perdí dientes y muelas.
Se me cayeron las alas una por una.
Se me desprendieron todas las escamas.
Quedé ciego ojo por ojo.
Me desmembré a brazo partido.
Se vaciaron todos mis humores.
Me refugié en la última cuenca
donde arde la lámpara votiva de Luzbel,
luz más que bella.

Carpe Diem

Muerde de una vez la manzana
que los cielos depositan en tu mano.
Agota este minuto inagotable.
Bébelo de una vez.
Contén esta hemorragia
antes que empalidezcan las mejillas
de una fenecida doncella.
Ya ves que la alondra va volando
y la saeta aún no sale despedida de tu verso.

Mejor no pensarlo

No hará falta que pase mucho tiempo
para que se cumpla esta profecía:
o todos de pie frente a la Puerta
o todos de cabeza al Abismo.
Ahora supongamos que no hay Puerta.
De pie ante qué entonces,
Peor aún, lanzados a qué Abismo.

Si todos los Abismos son espejos
mejor no pensarlo si llegan a quebrarse.

Pareja humana

El hombre pierde la cabeza
El hombre en cuatro pies busca su testa
La mujer llora por el hombre
El hombre llora con su propia cabeza
bajo el brazo
La mujer y el decapitado se abrazan,
se palpan
La mujer acuna la cabeza en su regazo
La mujer amamanta la cabeza de su compañero
El cuerpo del acéfalo se contorsiona
La multitud vocifera delirante
La fusta del empresario zumba amenazante
La mujer y el decapitado hacen una venia
bajo potentes reflectores.

Desgaje del oficio

Me muero de nostalgia de un algo y un lugar;
Seroso y desgajado de un cuerpo ya anónimo.

Me pulsan ondas doloras, la memoria latente,
el cáliz derramado. la hostia partida.

Sigo

No sé qué busco.
No sé dónde buscarlo.
No encuentro lo que busco.
pero sigo buscando.

Lunes negro

Algo que está por encima de nosotros
nos levanta en el momento más alto
del amor.
Toda amenaza cesa,
todo pánico se esfuma,
los valores de la Bolsa se van al suelo,
nuestros cuerpos suben a la Gloria.

Si así puede decirse

Vuelvo de un sueño fatuo.
tropiezo en otro sueño
casi perfectamente dibujado
por la mano de un niño feliz,
si así puede decirse.
Mis vacilantes trazos
no pueden alcanzar los de ese niño
que dibuja a sabiendas
una casa, un sol, un árbol y un camino.

Geminis

Tiene una cierta hiedra, una alimaña
Que en el pecho le parte, le rompe, le divide
el alma: ella es y no es
y cuando es
como un reloj pulsera taconea tras suyo
y es capaz como perra de comer
en tu mano
pero de pronto no es, y como si la dinamitaran
lanza todas sus cosas por el aire
y ella misma se niega y se desarma,
se expande como boa, se agiganta,
se pone a doscientos kilometros por hora,
se licúa y al final se la ve como
una pobre lágrima

El agua se arrepiente

Nací por la mañana,
a mediodía ya estaba blanco en canas,
por la tarde me doblé como un árbol
y en la noche crecí de mal agüero.
No tengo por costumbre abrir las alas.
Qué alas voy a abrir si están quebradas.
Apenas sé reptar por esta tierra,
el agua se arrepiente de tocarme.

Quién se aparece

Voy a arrojar el cáliz contra el suelo.
Voy a regar la tierra con vinagre.
Voy a escupir el pan aunque me duela.
Esta misa la voy a cantar desgañitándome.
Aquí en estos versos soy el Amo,
me arranco la careta a ver qué queda,
a ver quién se para detrás de mi figura,
a ver quién se aparece en el espejo.

Qué dolor estos caminos
solitarios,
estos pastos hollados
por la nada,
estos jazmines que huelen
a cadáveres.

La promesa

Pongo la mano en el vientre
de una núbil doncella pueblerina
El viento trae lejanos gritos del campo
Los cazadores azuzan a las bestias
El sol alumbra
Sin quitarme la vista
ella bebe de un golpe
un vaso de fresco vino blanco
Pongo la mano y espero sin apuro:
vástago de los dorados ardores
yo sé que llegaremos con paso vacilante
como los forasteros

Nada más que virtual

En un lugar que nadie se imagina.
en un lugar que llamo así
para hablar de algún modo.
todo es virtual, nada más que virtual,
como estrellas que se descuentan.
como gotas de lluvia que se desprecipitan,
como palabras que retroceden a la mudez.

Hostil frontera

La velocidad de la palabra interior
versus
la velocidad de la palabra escrita.
Voraz línea de fuego.
hostil frontera erizada de púas.

Reclamo mi derecho

Llego al convencimiento
de mi total nulidad.

Reclamo mi derecho a la cruz,
único asidero.

Sin sonido

Yo, Señor, cernido de tu claroscuro
precipitado a tu Abismo,
extraviado en tu laberinto,
mordido por tu libertad,
izado a tus alturas,
sumergido en tus cuencas,
rendido de cansancio,
mutilado demonio de barbas en llamas,
ardido por tu amor de punta a rabo,
pendiente de tu hilo,
enredado en tus hebras,
hastiado de mis días,
clamando por Ti,
sollozando por Ti ,
solo bajo tu sombra,
acorralado en Ti nada más que en Ti,
puesto en tus manos,
oprimido en tu puño,
hijo sin gracia,
fruto mal temperado,
imploro tu perdón,
la muerte victoriosa,
el descanso del Verbo sin Sonido.

A la manera de Apollinaire

Así te quiero,
paridora como conejo ,
criminal como víbora,
tiránica como abeja,
inescrupulosa como hiena,
voraz como la rata de afilados dientes,
pequeña como el piojo de la harina,
impertinente como los cuervos de las fábulas,
sabia como la más necia de las criaturas,
obvia como el cielo,
rapaz como la garra de la buha,
ardiente como la loba en celo,
sigilosa como las bacterias,
venenosa como ciertos hongos,
impaciente como las cigarras,
rápida como la lengua del basilisco,
triste como la lluvia,
humilde como la cabeza entre las manos,
fugaz como las estrellas fugaces,
permanente como el silencio,
alba como las estrellas multitudinarias.
frágil como una moneda.
desnuda como las estatuas y más que las estatuas.
abierta como las flores, abierta hasta el delirio.
colmada como colmena en el verano.
profusa como las primeras letras.
confiada como las golondrinas.
en los cables eléctricos,
desconfiada como los sepultureros,
sagaz como las nutrias,
dramática como las manos del mudo,
sonora como la música
en la cabeza del sordo,
adorable como la costa para el náufrago,
increíble como las puertas abiertas
de una cárcel,
celestial como las llamas crepitantes,
infernal como la quemadura de la nieve,
cruel como yo,
te quiero con locura de sabio
empecinado en sus cálculos inútiles,
mi signo, mi dibujo, mi libro recién impreso,
pequeña ola de río,
quilla rompiendo mis espumas,
te quiero.

En el fondo del mar

Tú y yo estamos en el fondo del mar.
Apenas oigo lo que dices
(te ves lejana como un paisaje).
Hago un gran esfuerzo por oírte,
se interponen fragmentos de canciones
como campanadas,
doblan a maremoto, a cataclismo
y sin embargo pareces quieta
como una estatua blanca sumergida
como un naufragio de plumas.

Quién podría

Quién podría desear la inmortalidad
después de haberte hecho el amor,
Diosa de la tierra, abanico mudo.