Poetas

Poesía de Cuba

Poemas de Cintio Vitier

Cintio Vitier fue un poeta, narrador, ensayista y crítico cubano, nacido en Cayo Hueso, Florida, el 25 de septiembre de 1921 y fallecido en La Habana el 1 de octubre de 2009. Se le considera una de las figuras más importantes de la literatura cubana del siglo XX, especialmente vinculado al grupo de la revista Orígenes, que fundó y dirigió junto con José Lezama Lima, Fina García Marruz (su esposa) y otros destacados escritores.

Su obra poética se caracteriza por una profunda reflexión sobre el lenguaje, la memoria, la identidad y la espiritualidad. Algunos de sus libros de poemas son: Experiencia de la poesía (1944), De mi provincia (1945), Vísperas (1953), Canto llano (1956), Testimonios (1968), La fecha al pie (1981) y Poemas de mayo a junio (1990). Su poesía se aleja del hermetismo inicial y se acerca al compromiso político y social a partir de los años 60, influenciado por el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal.

Como ensayista y crítico, Vitier se dedicó al estudio de la literatura cubana e hispanoamericana, con especial atención a la obra de José Martí, a quien dedicó varios libros, entre ellos: Ese sol del mundo moral (1975), Martí en el pensamiento cubano (1982) y El pensamiento vivo de Martí (1985). También escribió sobre otros autores como José Lezama Lima, Juan Ramón Jiménez, Rubén Darío y Gabriela Mistral. Entre sus obras críticas destacan: Cincuenta años de poesía cubana (1902-1952) (1952), Lo cubano en la poesía (1958) y La poesía hispanoamericana del siglo XX (1990).

Como narrador, Vitier escribió una novela histórica titulada Peña Pobre (1988), ambientada en el siglo XIX cubano y centrada en la figura del poeta José Jacinto Milanés. También publicó un libro de cuentos llamado Los caminos del mar (1997).

Vitier recibió numerosos premios y reconocimientos por su trayectoria literaria, entre ellos: el Premio Nacional de Literatura de Cuba en 1988, el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances en 2002, el título de Oficial de Artes y Letras de Francia y la medalla de la Academia de Ciencias de Cuba. Presidió el Centro de Estudios Martianos y recibió doctorados honoris causa por parte de la Universidad de La Habana, la Universidad Central de Las Villas y la Universidad Soka de Japón.

Cintio Vitier fue un hombre comprometido con su país y con su cultura, un intelectual que supo combinar la erudición con la sensibilidad, un creador que dejó una huella imborrable en las letras hispanas.

Ahora que empieza a caer, del cielo…

A mi esposa

Ahora que empieza a caer, del cielo
de nuestra vida, que sólo nosotros podemos ver,
profundo, estrellado, carne y alma nuestra,
ese polvillo sagaz en tu nocturno pelo,
ahora que el lápiz finísimo, grabando
una medida sagrada, una cantidad misteriosa
del vino que sube en la jarra de la ofrenda,
empieza a trazar, junto a tus ojos, vivos
como ciervos bebiendo en el agua extasiada,
junto a tus labios que han dicho todas las palabras que adoro,
las huellas del tránsito de nuestra juventud,
ahora, lleno de un fuego y de un peso de amor que desconocía
porque estábamos engendrándolo secretamente en nuestro corazón
y es algo mucho más terrible y precioso que el amor
que diariamente conocíamos,
ahora, mujer, ahora, destinada mía,
es cuando quiero hacerte un canto de amor, un homenaje,
que dice únicamente así:

Te amo, lo mismo
en el día de hoy que en la eternidad,
en el cuerpo que en el alma,
y en el alma del cuerpo
y en el cuerpo del alma,
lo mismo en el dolor
que en la bienaventuranza,
para siempre.

Algo le falta a la tarde…

Algo le falta a la tarde,
no están completos los pinos,
y yo mirando a las nubes
siento lo que no he sentido.

A cada instante pregunto
por el tesoro perdido
cuya sombra se desplaza
con melancólico frío.

Mirándome está el deseo,
nocturno, solo, infinito;
callada va la nostalgia
llameando eternos vestigios.

No llega nunca mi gesto
a la tierra del destino;
la vida acaba inconclusa,
quedan los sueños en vilo.

Calendario

entra dice la ene de la nieve
que sólo existe para el calendario
si entre eros y héroe no se atreve
a prescindir del año imaginario

sigue la fe que nos sopló el primero
al segundo del canto gregoriano
miniatura del sol feble y ligero
que todavía el frío hace lejano

las lomas de su M dan a un mar
rizándose con oes jubilosas
anunciando entretiempos de soñar
zigzagueos de amor entre las cosas

abre la i lo que la ele lanza
con lucidez que a la mirada inunda
“oh luna cuánto abril” es su semblanza
la primavera en sí su reino funda

llega la lluvia sacudiendo el rayo
como una forma natural del arte
la tarde azul deja de ser ensayo
la flor toma el poder y lo reparte

ah junio amigo de la poesía
con tus letras no he de jugar («perdona
llamas al viento, nieve a la memoria»)
y si pudiera «clámide» diría

el ser solar avanza a los umbrales
de la maduración de los colores
en las umbrías úes coloniales
como en la plaza de los resplandores

agosto al gusto ya lo agosta intacto
en la encendida miel del fruto abierto
fosco el mirar de tan radiante tacto
dormido el corazón de tan despierto

empieza a dispersarse la dulzura
en las sierpes nubosas del ocaso
secreto tinte vagamente dura
la noche extiende de rocío el brazo

«escalando sereno las ventanas»
octubre encubre del ciclón el rosa
que lo circunda con extrañas ganas
de ser halo fatal o faz furiosa

no vi su nombre no sentí su sombra
sino de vuelo en tránsito en andenes
como aquél de mi infancia que se asombra
porque siguen silbando aquellos trenes

sensación de llegar -honda familia
callada eternidad cada momento
sabores del hogar en la vigilia-–
ya 2todo el tiempo» un solo nacimiento.

Canción

¡Oh dulcísimo callar
del ángel de mi sigilo!

¡Oh dulcísimo callar
del mundo en mi corazón!

¡Oh dulcísima miseria
de mis ojos en la flor,

de mi soñar en el ro,
de mi tacto por el cielo!

Donde la brisa…

Porque tal es el rostro del fracaso
que el espejo devuelve ciegamente
aun antes de llegar, dulce y demente,
el último rescoldo del ocaso:

frente de la obsesión y del rechazo,
ojos que sólo vieron lo renuente,
nariz que impide el aire, boca ausente
en su amargo sabor: extraño vaso

a punto de volverse puro hueso:
porque tal es el fin, tal la ceniza
cuyo suave huracán todo lo arrasa,

dejar de letras quise un ramo grueso
que ardiera un poco más donde la brisa
orea la aridez, sonríe y pasa.

El aire

Estoy despierto, sí, estoy mirando
fríamente algunas cosas
que van dejando ya de ser secretas.
Están ahí, como los árboles
en el desnudo aire. Sí, estoy despierto.
Hasta la casa de mi infancia es de los otros:
la han pintado de un color chillón,
entran y salen por los cuartos de mi alma,
hablando de otro asunto. La luz invade el patio
de mis ocultas nadas. También miro
con deseo ese rostro que es ninguno
y que viene como un ave malherida
de los que sufren y sonríen.
¡Oh pueblo innumerable! Estoy despierto.
Estoy mirando el polvo bañado por la luz,
las tinieblas disueltas en el aire
cuando empieza a dibujarse la verdad:
el árbol, la alegría, el sacrificio.
Y sé que aún tengo más recuerdos en la sangre
de los que puedo recordar, y más olvido
del que puede olvidarse en este mundo.
Pero qué importa, al fin, si la mitad
de aquella vida se me desprende y cae,
si tanto sueño, al fin, ha despertado,
si no hay sitio que no me esté mirando
ni instante en que el azar no me visite.
Quiero ser como tú, ¡oh rostro de los pobres!,
misterio del dolor y la sonrisa, porque el aire,
el simple aire límpido y vacío,
llenará nuestras voces y esperanzas.