Magia

Resumen del libro: "Magia" de

«Magia», la pieza teatral que G. K. Chesterton forjó a partir de un relato perdido en el tiempo, emerge como una joya literaria en el repertorio del autor inglés. Esta obra, estrenada en el Little Theatre de Londres en noviembre de 1913 y aplaudida con 165 representaciones, revela un lado fascinante del genio de Chesterton que pocos esperaban: su incursión en el mundo del teatro.

El influjo de George Bernard Shaw, un amigo y mentor literario de Chesterton, fue esencial en la transición del autor hacia el teatro. Shaw no solo instó a Chesterton a explorar este nuevo territorio creativo sino que también lo elevó, con merecidos elogios, al panteón de la tradición prestigiosa de Shakespeare. En «Magia», según las palabras de Felipe Benítez Reyes, encontramos a Chesterton en su máxima pureza creativa. La trama se desenvuelve con maestría, siguiendo un patrón que se ha vuelto emblemático del autor: un enigma inicial que gradualmente desvela su verdadera naturaleza, una aparentemente mundana situación que se transforma en un viaje especulativo y paradójico. En este viaje, Chesterton teje una maraña verbal que atrapa sofismas, tergiversaciones, sinsentidos y axiomas paradójicos, todo ello de una manera que es intrínsecamente suya y única.

La narrativa de «Magia» se aparta de la linealidad convencional y se sumerge en una espiral de reflexión donde los dogmas y las dudas, la esencia y la apariencia, lo real y lo extraordinario se entrelazan en una danza fascinante. El discurso, orgulloso de su propia potencia, se ensalza a sí mismo, revelando la maestría de Chesterton en la exploración de las dimensiones más profundas de la paradoja y la filosofía. La pieza se convierte en un terreno fértil para la mente del espectador, donde se desafían las convenciones y se invitan a contemplar las verdades ocultas detrás de la apariencia cotidiana.

En resumen, «Magia» de G. K. Chesterton es una obra teatral que trasciende las fronteras del tiempo y la convención. Es un testimonio del talento excepcional de Chesterton para tejer palabras en una red de significado profundo y misterioso, donde lo inesperado y lo asombroso se entrelazan en una danza intelectual que sigue deslumbrando a los amantes de la literatura y el teatro. Chesterton, a través de «Magia», nos invita a explorar la magia intrínseca de la palabra escrita y a sumergirnos en un mundo donde las paradojas se convierten en el camino hacia la verdad.

Libro Impreso

Preludio y Acto I

En escena:

Plantación de árboles jóvenes de tronco fino, en un crepúsculo de lluvia y niebla. Por entre algunas ramas en flor se distingue la tierra.

Aparece el DESCONOCIDO, figura ataviada con capa de capucha puntiaguda. Sus ropas pueden pertenecer a la época moderna o a cualquier otra, y la capucha le oculta el rostro casi por completo.

Se oye una voz distante de mujer que, cantándolas a medias, entonándolas a medias, pronuncia unas palabras ininteligibles. La figura oculta bajo la capa alza la frente y escucha con interés. La canción se hace más audible y entra PATRICIA CARLEON. Morena y delgada, su gesto expresa ensoñación. Aunque su atuendo es elegante, va algo despeinada. Sostiene en la mano la rama rota de algún árbol en flor. No se percata de la presencia del DESCONOCIDO, y aunque él la ha observado con atención, no le hace ninguna seña. De pronto ella lo ve y, asustada, retrocede.

PATRICIA: ¡Oh! ¿Quién es usted?

DESCONOCIDO: ¡Ah! ¿Quién soy?

(Empieza a murmurar para sus adentros, y traza marcas en el suelo con una vara.)

Sombrero llevo, mas con él no me toco,

espada tengo, mas con ella no mato,

y una baraja de cartas,

cargo siempre en el zurrón,

mas con ellas no juego.

PATRICIA: ¿Qué es usted? ¿Qué está diciendo?

DESCONOCIDO: Hablo en la lengua de los duendes, oh, hija de Eva.

PATRICIA: Nunca hubiera dicho que los duendes fueran así. Pero si es más alto que yo…

DESCONOCIDO: Somos de la estatura que más nos place. Pero los elfos no sólo no crecen, sino que menguan cuando se mezclan con los mortales.

PATRICIA: Quiere decir que son seres superiores a nosotros.

DESCONOCIDO: Hija de los hombres, si quieres ver a un duende como es, busca su cabeza más allá de las estrellas, y sus pies entre los lechos marinos. Las ancianas te han contado que los duendes son tan pequeños que no se ven. Pero yo te digo que si son invisibles es porque son demasiado poderosos. Pues son aquellos antiguos dioses que veían como pigmeos a los gigantes. Son los Espíritus Elementales, y cualquiera de ellos es mayor que el mundo. Y tú los buscas en las bellotas y en las setas, y te preguntas por qué nunca los ves.

PATRICIA: Pero tiene usted forma y tamaño de hombre…

DESCONOCIDO: Eso es porque iba a hablar con una mujer.

PATRICIA: (Retrocediendo, presa del asombro.) Se diría que crece mientras habla.

(La escena parece difuminarse, y deja paso al lugar en que se desarrolla el PRIMER ACTO: el salón del Duque, una estancia con grandes ventanales o aberturas lo bastante amplias como para mostrar un jardín, y una casa en las inmediaciones. Ha anochecido, y en la vivienda que aparece en la distancia se observa una luz roja encendida. El reverendo CYRIL SMITH está sentado con el sombrero y el paraguas junto a él, lo que delata su condición de visitante. Se trata de un joven que luce el más distinguido alzacuellos de la Alta Iglesia Anglicana, así como todas las características de un fanático reprimido. Es socialista cristiano, y se toma en serio su sacerdocio. Se trata de un hombre honrado, y nada necio.)

(Entra el señor HASTINGS con unos papeles en la mano.)

HASTINGS: Ah, buenas noches. Usted es el señor Smith. (Pausa.) El rector, creo.

SMITH: Sí, soy el rector.

HASTINGS: Yo soy el secretario del Duque. Su Excelencia me pide que le anuncie que espera estar muy pronto con usted. Pero ahora mismo se encuentra reunido con el doctor.

SMITH: ¿Se siente enfermo el Duque?

HASTINGS: (Riéndose.) Oh, no. El doctor ha venido a pedirle un donativo para cierta causa. El Duque no está nunca enfermo.

SMITH: ¿Está el médico con él en este momento?

HASTINGS: Bueno, no en sentido estricto. El doctor se ha desplazado hasta su casa, enfrente mismo, en busca de un papel relacionado con su propuesta. Pero no es lejos, como ve. Está ahí, donde ve esa luz roja, al final del jardín.

SMITH: SÍ, lo sé. Y muchas gracias. Esperaré lo que haga falta.

HASTINGS: (Con voz de ánimo.) Oh, no será mucho.

(Sale.)

(Por los ventanales del jardín entra el DOCTOR GRIMTHORPE, leyendo algo en un papel. Se trata de un médico anticuado, todo un caballero, vestido con gran pulcritud, aunque ligeramente trasnochado. Aparenta unos sesenta años, y podría haber sido amigo de Huxley.)

DOCTOR: (Doblando el papel.) Le pido disculpas, señor, no sabía que hubiera nadie más.

SMITH: (Amigablemente.) Y yo se las pido a usted. Un nuevo pastor no puede pretender que se espere su presencia. Sólo he venido para ver al Duque en relación con unos asuntos locales.

DOCTOR: (Sonriendo.) Lo mismo que yo, por extraño que parezca. Aunque supongo que a los dos nos interesa que nos atienda por separado.

SMITH: Oh, en mi caso no tengo nada que ocultar. Presto mi apoyo a una liga que defiende la apertura de un pub modelo en esta parroquia. Y, sencillamente, he venido a pedirle a Su Excelencia un donativo para la causa.

DOCTOR: (Seco.) Pues resulta que yo presto mi apoyo a la petición que se opone a la apertura de un pub en esta parroquia. La similitud de nuestra posición crece por momentos.

SMITH: SÍ, creo que debemos de ser gemelos.

DOCTOR: (Algo más divertido.) Y dígame, ¿qué es un pub modelo? ¿Se refiere a un pub de juguete?

SMITH: Me refiero a un lugar donde los ingleses puedan beber y comer decentemente. ¿Llamaría a eso «juguete»?

DOCTOR: No, lo llamaría «truco de magia». O, por respeto a sus hábitos, lo llamaría «milagro».

SMITH: Le agradezco el respeto que profesa por mis hábitos. Me limito a cumplir con mi deber de sacerdote. ¿Con qué derecho va la Iglesia a obligar a los hombres al ayuno si no les permite el banquete?

DOCTOR: (Con acritud.) Y cuando haya terminado de cebarlos, me los enviará a mí para que los cure.

SMITH: Sí. Y cuando usted haya terminado de curarlos, me los enviará a mí para que los entierre.

DOCTOR: (Tras una larga pausa, riéndose.) Bueno, las viejas doctrinas son todas de su patrimonio. Es justo que también lo sean todos los chistes viejos.

SMITH: (Riéndose también.) Sí, claro. Por eso llama usted truco de magia a que los pobres puedan beber con moderación.

DOCTOR: Llamo descubrimiento químico al hecho de que el alcohol no sea un alimento.

SMITH: ¿Usted no bebe vino?

DOCTOR: (Algo desconcertado.) ¡Beber vino! ¿Y qué otra cosa se puede beber?

SMITH: De modo que beber decentemente es un truco de magia que, en todo caso, sí está a su alcance.

DOCTOR: (Sin abandonar el buen humor.) Bueno, bueno, esperemos que así sea. Y, hablando de magia, aquí mismo, esta noche, habrá trucos y muchas cosas más.

SMITH: ¿Magia? ¿De veras? ¿Y cómo es eso?

(Entra HASTINGS con una carta en cada mano.)

HASTINGS: Su Excelencia los recibirá ahora mismo. Pero ha pedido que, antes, me ocupe yo de los negocios.

(Les entrega un papel a cada uno.)

SMITH: (Volviéndose, ufano, hacia el DOCTOR.) Muy espléndido. El Duque contribuye con cincuenta libras a la apertura del nuevo pub.

HASTINGS: Es que el Duque es muy liberal.

(Recoge unos papeles.)

Magia: G. K. Chesterton

G. K. Chesterton. (Campden Hill, 1874 - Londres, 1936) Crítico, novelista y poeta inglés, cuya obra de ficción lo califica entre los narradores más brillantes e ingeniosos de la literatura de su lengua. El padre de Chesterton era un agente inmobiliario que envió a su hijo a la prestigiosa St. Paul School y luego a la Slade School of Art; poco después de graduarse se dedicó por completo al periodismo y llegó incluso a editar su propio semanario, G.Ks Weekly.

Desde joven se sintió atraído por el catolicismo, como su amigo el poeta Hilaire Belloc, y en 1922 abandonó el protestantismo en una ceremonia oficiada por su amigo el padre O´Connor, modelo de su detective Brown, un cura católico inventado años antes.

Además de poesía (El caballero salvaje, 1900) y excelentes y agudos estudios literarios (Robert Browning, Dickens o Bernard Shaw, entre 1903 y 1909), este conservador estetizante, similar al mismo Belloc o al gran novelista F. M. Ford, se dedicó a la narrativa detectivesca, con El hombre que fue Jueves, una de sus obras maestras, aparecida en 1908.

A partir de 1911 empezaron las series del padre Brown, inauguradas por El candor del padre Brown, novelas protagonizadas por ese brillante sacerdote-detective que, muy tempranamente traducidas al castellano por A. Reyes, consolidaron su fama. De hecho, Chesterton inventó, como lo haría un poco más tarde T. S. Eliot o E. Waugh, una suerte de nostalgia católica anglosajona que celebraba la jocundia medieval y la vida feudal, por ejemplo, en Chaucer (a quien dedicó un ensayo), mientras que abominaba de la Reforma protestante y, sobre todo, del puritanismo.

Maestro de la ironía y del juego de la paradoja lógica como motor de la narración, polígrafo, excéntrico, orfebre de sentencias de deslumbrante precisión, en su abundantísima obra (más de cien volúmenes) aparecen todos los géneros de la prosa, incluido el tratado de teología divulgativo y de gran poder de persuasión.

Los ya citados relatos del padre Brown siguen la línea de Arthur Conan Doyle, mientras que los dedicados a un investigador sedente, el gordo y plácido Mr. Pond (literalmente "estanque"), inauguraron la tradición de detectives que especulan sobre la conducta humana a través de fuentes indirectas, desde Nero Wolf hasta Bustos Domecq, el policía encarcelado que forjaron Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges, dos de los lectores más devotos que Chesterton ha tenido en el siglo XX.