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Poesía de Colombia

Poemas de Olga Elena Mattei

Olga Elena Mattei es una de las poetas más reconocidas de Colombia y del mundo hispano. Nació en Puerto Rico en 1933, pero se trasladó a Medellín con su familia cuando era niña, donde desarrolló su pasión por la literatura, el arte y la cultura. Estudió Filosofía, Letras, Arte y Decoración en la Universidad Pontificia Bolivariana, y desde entonces ha publicado más de 20 libros de poesía, algunos de ellos premiados a nivel nacional e internacional.

La obra de Olga Elena Mattei se caracteriza por su originalidad, profundidad y diversidad temática, que abarca desde lo cotidiano hasta lo cósmico, desde lo personal hasta lo universal. Sus poemas han sido traducidos a varios idiomas y presentados en diversos escenarios del mundo, como planetarios, universidades, museos y festivales. Además de su labor poética, Olga Elena Mattei ha destacado como crítica de arte, música y literatura, periodista cultural, conferencista, actriz, bailarina y modelo.

En este artículo queremos rendir homenaje a esta gran mujer que ha dedicado su vida a la creación y difusión de la belleza, la sabiduría y la sensibilidad. A continuación, presentamos una breve biografía de Olga Elena Mattei, basada en la información disponible en su página de Wikipedia, junto con algunos fragmentos de sus poemas más emblemáticos.

Otra realidad

Soy un yo compuesto de
tus enigmas y mi ego.
Vivo el tiempo
como una vida paralela
en donde eres protagonista
central de la otra
realidad que me duplica.
Y mientras vivo en dualidad
con un ser fantasmal,
ya no percibo cuál
es la verdad:
si mi realidad es esta trama cotidiana
en la que se ubica mi humanidad corpórea,
o es este transcurrir mental de tu presencia,
donde transita mi alma.

Beber agua

Animalito arisco,
felino
salvaje:
no pretendí
domesticarte.
Sólo quería que supieras
que junto a mí hallarías
una fuente
siempre
abierta.
Yo no estaba planeando
atarte a ella.
Es lástima que huyas,
que te encabrites
y me hieras.
Volcán en erupción,
no podrás vivir de lava:
todo ser vivo
necesita
beber agua.

Yo soy una señora burguesa

Yo soy una señora burguesa
con la barriga inflada
y escribo poesías
con dolor de garganta.
He sido
niña prodigio
muchachita insoportable
mala estudiante
reina de belleza
modelo
de esas que anuncian
sopas, o telas o artículos diversos…
Me metí en este lío
inevitable
de enamorarme
y sacrificar a un pobre hombre
hasta convertirlo en un marido
(sin mencionar de paso
en qué
me he convertido)
y cometí el abuso social
imperdonable
de tener cinco hijos.
He fracasado como madre
como esposa
como amante
como lectora
como filósofa.
Lo único que puedo hacer
mediocremente bien
es ser
señora burguesa y despreciable
imperdonablemente inútil.
Y eso
es precisamente lo que me infla
la barriga
y me hace escribir poesías
con el dolor de garganta
que me saca la rabia.
Porque todos los días me acuerdo
de la guerra y el hambre
que son tan reales como las señoras
a la misma hora
en que estoy aquí sentada
como una pendeja (1970).

La Gente

No soy una;
Soy los otros,
Los otros, que anidan
En mi propio cansancio.
Los que alzaron mi llanto,
Los que han heredado.
Y los que en su camino
Lo olvidaron.

La gente son los otros.
Pero jamás olvides
Que tú frente a ellos,
Eres “gente”.
Recuérdalo,
Tan solo
Con mirar desde tu espejo
Tu propio rostro.

La gente
Es alguien como tú
Que anda
Pensando en el almuerzo
Que pisa sobre piedras
Y excrementos
Y trafica
En promesas y en dinero.
La gente,
Esa selva inconclusa
Que se mueve
Esa incógnita humana
Esotérica
Y a veces transparente.

RECIPIENTE

Estupefacta,
como ser terrenal
que se encuentra cara a cara
con un dios zenital
que baja y lo acompaña.

Atónita e incrédula
como novicia incauta
que adivina
la voz de un ángel
que canta
junto a ella…

Quieta,
como un cántaro
preñado
por el sabor del agua,
sorprendida
como una copa
herida
en su cristal profundo
por el paso
de una onda
de música que se alza
y que penetra con su ritmo
a la interior estancia
de lo íntimo…
Iridiscente,
como vasija traspasada
por el rayo
de una luz recién
creada.

Así,
en este estado
de elación me dejas
tras el paso
de tu hálito.
Ser alado, ángel,
hombre hecho de ojos
sin medida, de mirada sin prisa,
de aliento eterno,
de melodías sin peso,
espejo frente a espejo
revertido
en el encuentro
de tu rostro y mi rostro
y tus pupilas en las mías;
de pieles electrizadas y efervescentes,
bajo los dedos mojados
en tu música
inaudita.

Soy recipiente de tu fuente
medular e intensa,
de tu fuero integral,
de tu vivencia.
Tu mente que se abre
bajo la greda de mi frente…
Tu pensamiento involucral
que me acaricia
y me rodea…

Y te irás… te irás cuando los ecos
de tus arpegios
se me pierdan,
mundo abajo del tiempo,
por el grito del recuerdo…
Tu palabra tonal,
tu palabra escalar,
tu palabra musical
engastada en mi cerebro,
incrustada en mi pecho,
grabada
en la memoria
dolorosa
de tus besos.

Porque te irás…
y yo
me quedaré en silencio…

Pero…
aún seré continente,
continente
de tus aguas,
del río de tu música
y
del de mis lágrimas,
ribera de los ecos de tu aliento,
huella impregnada por tu cuerpo,
patria del recuerdo
y monumento
para tu alma.