Poetas

Poesía de Uruguay

Poemas de Esther de Cáceres

Esther de Cáceres, fue una escritora uruguaya reconocida por sus poemas, ensayos, críticas literarias y conferencias, además de ser doctora en Medicina y profesora de Literatura. Fue criada en una familia montevideana de clase media acomodada y tuvo que luchar contra los prejuicios de la época para continuar sus estudios y graduarse como la única mujer en su generación en la Facultad de Medicina. Se casó con el Dr. Alfredo Cáceres y juntos apoyaron e impulsaron la carrera de artistas y escritores, convirtiendo su hogar en un punto de encuentro para tertulias con destacados intelectuales de la época. Además de su labor literaria, ejerció la medicina en diversos lugares y promovió principios sociales, políticos y religiosos. María Esther Correch divulgó ampliamente los planteos estéticos de su amigo Joaquín Torres García en ensayos y conferencias, fue miembro fundacional y directora del Taller Torres García e integró varios círculos culturales montevideanos. Dio numerosas conferencias sobre literatura, filosofía, arte y religión y ocupó la Cátedra de Estética y Composición Literaria en la Facultad.

Manos de amor

¡Qué cercanas, qué lejanas,
tu mano y mi mano juntas!
Me enloquezco cuando siento
que entre el amor de sus palmas
una mano taladrada
les separa los dos pulsos.

-Ya se acercan, ya están juntas,
como una flor con su tallo,
tu mano y mi mano juntas!
Quiero sentirles la sangre
junta;
¡las vivas raíces juntas!

¡Ay! Todavía las separa
el resplandor de una rosa
con su ser, que es, como el tuyo,
terrible, tierno, traslúcido!

Toda la noche tu mano,
convertida en una rosa,
fue sangre de sueño y flor
sobre el sueño de mi mano
silenciosa.

A una magnolia

Acércame los pétalos de fragante magnolia
con que, en horas de sueño,
el Amor poderoso ilumina mi sombra.
En la sien, en la palma, entre ébanos de noche
tus pétalos reposan.
No los turba el ardiente llamado de mi pulso,
ni del santo madero la grave y sorda música.
Hasta que alguna vez los clavo con mis ojos
en una cruz severa,
y una herida sin sangre les descubro.
-Es una saeta oculta
que atraviesa en verano el claroscuro
del agua Pura y quieta en los lagos nocturnos.-

Gime el ser en silencio. Con mi fuego dialoga
tu distante fragancia, tu impasible blancura.
De lejos nos contestan, en el aire nocturno
de jardines y selvas, las cítaras insomnes.
Me acerco a ti; te busco
la herida misteriosa que sólo yo conozco.

Todos mis huesos cantan despiertos, dolorosos,
el canto en que se queman,
sin quemarte, en la sombra.

Tú acércate; amortigua esta sedienta lumbre.
Acércame en el fuego tus frescos, apacibles
pétalos de magnolia.

acércate, magnolia!

Canto de las flores

Desde un rincón del día dorado
escondidas flores me llaman.
-¡Por tu amor sé escucharlas!-
Me recuerdan tu alma,
¡ay, sólo conocida por los ángeles!

Sólo flores,
las escondidas flores
cantan!

Sabemos sólo flores
sobre ellas,
apenas apoyadas
tu cara -y tu alma
y mi cara- y mi alma.

Desde un rincón del día dorado
escondidas flores me llaman.

Cristal de amor

Cuando te veo
tan solo entre los hombres y los árboles
quiero olvidarme de este Amor en sombra
que sonríe y que arde
para cantarte y dibujar tu imagen
en el aire!

Y tengo que volver a esta penumbra
en que el amor me hace
arder y sonreír para mostrarte
en cristal solitario
tu imagen -otra vez quilla de barco
que rompe el mar y el aire!

Ay! lúcido racimo de uvas frescas
en mis manos trocado
en rojo y silencioso coral lento
como el verano!

Ya te roba tu vértigo
al cristal solitario;
vuelves a ser apasionada marcha
entre libros, y árboles, y llantos.

Yo me quedo mirándote: sólo eres
un gran viento que corre, quema y canta
amor en todo árbol
y en todos los rincones de mi alma.

Un gran viento que corre, quema y canta
y que en profundos mares del verano
desgaja, silencioso, mil corales!

El ángel del jardín

Cuando el verano sueña ardientes pausas
entre los árboles,
el ángel del jardín me acerca los jardines
y hace cantar el agua.

Las flores amanecen
porque aquel ángel pasa,
me acerca los jardines
ardientes pausas
pasa…

Él las mira; me mira…
¡todas las flores son una mirada
y ojos y rosas cruzan
su luz de alma!

Ángel, flores y yo sólo soñamos
el jardín de jardines
descendido hasta mí cuando en la tarde
este ángel canta.

El silencio

Los pájaros
desde el silencio
cantan.
Desde enjambres de amor y de tormento
cantan.
Desde prisiones y en la dilatada
casa del aire
cantan.
Entre cipreses de la muerte
cantan.
Pero un pájaro solo que ha atravesado el Fuego
solo en lo alto
solo y extático
en misteriosos cielos de silencio y alma
canta.

Nocturno herido

Mientras las nubes pasan sobre el tapiz antiguo
del tiempo herido
yo olvido el suave musgo y los pies vivos

porque tu ser tendido
yacente en mis rodillas
me atrae como la sed. Hacia tu muerte
como hacia el mar me inclino
y me busco en tu faz como en espejo
hasta que el día declina.

Duermo entre tus imágenes
redobladas y vivas
y la aurora sorprende un raro sueño:

Yo voy corriendo mi veloz carrera
sobre mármoles fríos.
Pasan las nubes… son veloces… miran
un ser yacente, un templo entre cipreses
por el agua del mar humedecidos.
Miran una gran fuente
plantada como un árbol
en medio de la tarde y el olvido…
Sola imagen tranquila
de tu muerte tendida en mis rodillas.

En fuente y ser de muertes yo me miro
y pasan nubes
sobre tu ser tendido,
sobre mi ser que el Tiempo no atraviesa,
sobre un tapiz de tiempo
que fuga y permanece;
sobre un césped de tiempo
donde la cruz de Amor se planta cada día
y mis pies silenciosos y desnudos caminan!

Huyes de mis manos…

Huyes de mis manos,
forma del vaso sencillo y seguro:
-¡pero desde el sueño te canto
como si tú también fueras sueño!

Huyes de mis manos
por caminos que ningún pájaro conoce;
y mi voz te persigue
heroica, como un secreto fino y terco.

¿Eres sólo una voz
callada y sin recuerdo?
¡Forma del vaso sencillo,
profunda como el sueño!…

La fuente

Entre árboles extáticos
y flores soñolientas,
cuando todos los astros del verano
caen sobre los jardines con ardiente cadencia
tus surtidores cantan
sobreviviendo!

Remotas aguas, columpiados barcos
descansan en tu dulce cara quieta.
Tus tranquilos mármoles
se dan al aire y sueñan
y la gran noche mágica
del jardín se levanta
para ver nuestro encuentro.

La muchedumbre de las fuentes canta
por esta sola boca tuya ¡Fuente!

Ya puedo amar sin vértigos
este espejo de sombras, este canto;
porque ciñes los mares de mi ser en la noche
y detienes el Tiempo!

La noche

I

Un alto mar de sombra ya invadió todo el Aire,
y en el gran sueño oscuro
relucen, solitarios,
los vastos ébanos con que el Amor talla
arcas insomnes de secretos pianos.

Bajo la noche
busco antiguas estatuas.
Exploro el hondo bosque donde el Recuerdo posa
su extraña mano de cautela y llama.
¿Son mis desconocidas gacelas ya dormidas
o son lentos follajes?
¿Es una cabellera perdida entre los tréboles
en la extensa morada de fragancias del Aire?

¡Soy yo, soy yo, yo misma
perdida entre los árboles,
sola entre oscuros árboles!

Soy yo, soy yo, yo misma
en cristal apagado
y dormidos esmaltes!

Dejo el bosque secreto, dejo el jardín sin cisnes;
atravieso los muros invisibles del Aire,
y ya estoy en el ámbito
de la gran noche sola!
-Alguna de mis muertes se ha quedado llorándome!

II

Vienen las Soledades y juntas contemplamos:
Ya no hay más que la Noche
¡una gran flor de sombra
quieta bajo el rocío!
¡La Noche y yo -¡su llanto!-

Hasta que se despierta
la oscura flor… ¡Ya se truecan las lámparas!
¡Ya un aire de gacelas
se acerca a despertarme!
¡Los mares del Día cantan!