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Poesía de Estados Unidos

Poemas de William Cullen Bryant

William Cullen Bryant (1794-1878) fue un poeta, periodista, traductor y editor estadounidense, considerado uno de los fundadores de la poesía norteamericana y uno de los representantes del naturalismo religioso. Nació en Cummington, Massachusetts, en el seno de una familia culta y acomodada. Su padre, médico y legislador, le enseñó latín y griego y le animó a leer a los clásicos y a los poetas ingleses. Bryant escribió sus primeros versos a los nueve años y publicó su primera obra, una sátira política titulada The Embargo, a los trece.

Su poema más famoso, Thanatopsis, lo compuso a los diecisiete años y lo publicó en 1817 en la revista North American Review. En este poema, Bryant reflexiona sobre la muerte y la naturaleza con un tono solemne y una visión panteísta. Otros poemas destacados de su primera etapa son To a Waterfowl, Inscription for the Entrance to a Wood y The Yellow Violet. En ellos, Bryant muestra su admiración por el paisaje americano y su sensibilidad hacia las criaturas vivas.

En 1815 se graduó en leyes y ejerció como abogado hasta 1825. Ese año se trasladó a Nueva York y se dedicó al periodismo. Fue editor asociado del New York Evening Post desde 1826 y editor principal desde 1829 hasta su muerte. Desde este periódico defendió causas liberales como la abolición de la esclavitud, el libre comercio, los derechos humanos y la reforma agraria. También apoyó al partido republicano y al presidente Abraham Lincoln.

Bryant continuó escribiendo poesía a lo largo de su vida, aunque con menos frecuencia que en su juventud. Algunos de sus poemas posteriores son The Death of the Flowers, To the Fringed Gentian, The Battle-Field y The Planting of the Apple-Tree. También tradujo al inglés la Ilíada y la Odisea de Homero en verso blanco. Su obra poética se caracteriza por su sencillez, su elegancia y su moralidad.

Bryant fue un crítico literario influyente y un teórico de la poesía. En sus Lectures on Poetry (1825) y otros ensayos valoró la imaginación original, la simplicidad y la expresión nacional. Fue miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias y recibió varios honores por su contribución a la cultura americana. Murió en Nueva York en 1878 a causa de una caída.

El sol de Mayo

El sol de Mayo envuelve en esplendores
Prado y selva, de nuevo floreciente;
Mas la que a honrar venía estos verdores
Con sonrisa aún más pura y más fulgente,
En soledad reposa
Bajo la helada losa.

En larga copia blancas flores bellas
Asoman del camino en las orillas;
La que con mano que envidiaban ellas,
Cogiendo iba y juntando florecillas,
En soledad reposa
Bajo la helada losa.

Los pájaros al aura brillad ora
Esparcen sus concentos matutinos;
La que con voz más dulce y más canora
Convidome tal vez a oír sus trinos,
En soledad reposa
Bajo la helada losa.

La música del año que amanece,
La florida estación me causa enojos;
Mi espíritu se anubla y entristece,
Las lágrimas asoman a mis ojos;
Que ella ¡ay de mí! reposa
Bajo la helada losa.

Himno de la ciudad

No sólo en yermo llano,
Ni allá en selvoso apartamiento esquivo,
El pensamiento humano
Puede a Dios contemplar presente y vivo;
Ni sólo oye su acento
Donde la onda retumba y silba el viento.

También aquí presente
Yo te adoro ¡Señor!, aquí te miro,
Donde bulle la gente
Con vasta resonancia y vario giro
Entre muros, do ufana
Puso su sello audaz la industria humana.

Tu luz, vertida a mares
Del combo cielo, la ciudad inunda,
Penetra los hogares,
Espacio lleno de aire nos circunda;
Por ti el mar sus tributos
Nos da, y las costas sus preñados frutos.

Goza vital aliento
Tanto agrupado ser, y a ti lo debe;
Y el sordo movimiento
De inmensa multitud que habla y se mueve,
Tu alto poder proclama
Cual tormenta que zumba o mar que brama.

Y a la hora del descanso,
Cual duerme la alta mar, cesa el tumulto;
Y aquel silencio manso,
Obra tuya también, te ofrece culto;
Tú, soberano dueño,
De la inerte ciudad guardas el sueño.

La voz del otoño

Murmurando a la contina
Sopla alada ventolina,
Y retostadas y rojas
Cual copos de luz, las hojas
Remolina.

Ya mustia campiña rasa,
Ya el árbol que el sol abrasa
Roza en blando movimiento;
Doquier de otoño el aliento
Corre y pasa.

Sobre el musgoso arroyuelo
Susurra, y saluda, al vuelo,
La última desierta flor
Que lánguida y sin color
Mira al cielo.

Y a rapaces bullidores
Llega, y besos voladores
Les da en ojos y mejillas,
Y deja atrás sus cuadrillas
Y clamores.

Y a lago y selva remota
Va triscando, y alborota
El más recóndito nido,
Do entre peñas escondido
Raudal brota.

Ni en la granja se guarece
Que alegre ninfa embellece,
Ni en concavidad repuesta;
Huye, y la cima traspuesta,
Desparece.

Di, ¿no te causa pesar,
Nunca haber de reposar,
Blanda brisa, ni en laderas
De los montes, ni en riberas
De la mar?

Perenne inquietud te asiste,
Para agitarte naciste,
Sin cesar, de Oriente a Ocaso;
Aura que detiene el paso,
Ya no existe.

Pienso que dejando lloras,
Mil formas encantadoras
Que, doquiera que resbalas,
Con tus levísimas alas
Mal desfloras.