Poetas

Poesía de Chile

Poemas de Elvira Hernández

Elvira Hernández, seudónimo de Rosa María Teresa Adriasola Olave (Lebu, 2 de julio de 1951), es una poeta, ensayista y crítica literaria chilena.

Primavera

florecen las tinieblas más que nunca
y donde sea sabemos que es
la única luz

florece todo lo que tiene que florecer
son ciudades premeditadas y
sin salida

florecen una vez más nieves de antaño
para decir en nuestras caras
nada nos hacemos.

Restos

¿Encontraremos los pelos de la vergüenza
las escamas óseas de una verdad agrietada
la vértebra de nuestra historia?

¿Estará en algún lugar del territorio
la mano de la justicia o solo seremos pasto
y gente que escobilla sus trajes?

¿Algo de valientes plaquetas quedará
en la sangre fresca –algunas palabras–
o solo seremos pala de sepultureros?

Los niños corren en busca del Tesoro Escondido
de su Pasado.

¿Los detendremos?

Sí.

Los arrojaron al mar
Y no cayeron al mar
Cayeron sobre nosotros.

No todo lo que vuela

No todo lo que vuela
es pájaro.
A veces lo que piensas
alcanza una pequeña altura.

34,2º Celsius

Siento el chivateo de las gaviotas
como si las fueran a carnear
o como si se hubiesen robado
los efectos especiales de Hitchcock.

Son los espejismos.
No logro imaginar dónde
mapean su chapuzón
en esta tierra que se reseca.

Aves de paso

Sí. Eso somos
Pero nos hemos acostumbrado
a comportarnos como monumentos.
Y así nos va

Estoy sacando alas

Estoy sacando alas
que no es lo mismo que
estar criando patas.

Algo más que una sutileza.

Espero algún día
por el sueño de Ícaro.
En otra dirección
un vuelo nocturno.

Relámpago alado

Algo cruza
algo pasa por mi cabeza
algo está en algún lado

de aquello no queda nada
ni aire vibrando en el aire.

En una gota de agua

En una gota de agua
los pájaros se sacian
se refrescan
se miran.

Debemos transformarnos
se dicen.
Alguna vez fuimos dinosaurios.

¿Dónde vi ese rostro?

ese entramado espectacular de cejas alcohólicas
esas venas desaguando en la yugular como represas
ese gesto de ave con plumas de siquiátrico
díganme mandíbulas oxidadas de mi memoria
cual erupción nos arrojó juntos al lado izquierdo
dónde estuvimos cara a cara o regateando
dónde ese gran fragor de huesos bloqueados por muslos
en qué país chupando de mi labio leporino
cercanos a qué homicidio nos miramos con los ojos cerrados
al tiempo que el olvido blandía su cimitarra
y por los suelos rodaban las hidras del temor o el placer.