Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Óscar Delgado

Óscar Delgado (1910-1937) fue un destacado poeta, periodista y político colombiano que dejó una huella perdurable en la literatura de su país. Nacido en Santa Ana, Magdalena, Delgado creció inmerso en el entorno político y cultural de la Colombia de principios del siglo XX. Su educación lo llevó desde la aldea de Santa Ana hasta la vibrante Barranquilla, donde sus primeros escritos literarios comenzaron a florecer.

A medida que los años 30 avanzaban, Delgado se estableció en Bogotá, estudiando derecho en El Externado y consolidándose como periodista en el influyente diario El Tiempo. Su conexión con figuras literarias y su compromiso político marcaron una etapa crucial en su carrera. Aunque inicialmente encaminado hacia la abogacía, su pasión por el periodismo lo llevó a renunciar y a dedicarse por completo a esta profesión.

La vida política también ocupó un lugar importante en el trayecto de Delgado. Desde su cargo como Representante a la Cámara y su rol en la Gobernación del Magdalena, defendió fervientemente los intereses de las provincias del sur de la región. Su participación activa en la política refleja su compromiso con la justicia social y el desarrollo de su tierra natal.

Trágicamente, la vida de Óscar Delgado llegó a un abrupto final en 1937, durante un tumultuoso evento político en Santa Ana. Su legado, sin embargo, perdura a través de su obra literaria. Influenciado por el movimiento piedracielista y la Generación del 27, Delgado exploró en su poesía temas como la naturaleza, el amor y la música, utilizando un estilo caracterizado por el verso libre y una rica musicalidad.

Aunque su libro de poemas, originalmente titulado «Canciones falsas», vio la luz póstumamente bajo el nombre de «Campanas encendidas», su impacto en la poesía colombiana es innegable. La brevedad y la intensidad emocional son sellos distintivos de su estilo, lo que lo diferencia dentro del contexto literario de su tiempo.

Óscar Delgado dejó un legado perdurable en la literatura colombiana, su influencia y aportes a la poesía siguen siendo reconocidos y valorados en la actualidad. Su vida y obra se entrelazan en una narrativa apasionante y conmovedora que captura la esencia de un talentoso poeta y un comprometido ciudadano.

​Canción lunática​

La luna nueva de octubre
fragmenta en el pentagrama
gris y trémulo del río
la canción de su reflejo.

¡Canción de luna viajera
en cascabeles de infancia!

La media luna decora
la vernácula balada
de las palomas dormidas
en los aleros del invierno.

¡Lentas palomas de luna
volaron hacia mi alma!

La luna llena de octubre
toca la flor desvelada
del recuerdo con sus manos
enjoyadas de leyenda.

¡Cansadas manos de luna
deshojaron mi nostalgia!

La luna menguante moja
en aguas de madrugada
su red de canas azules
olorosas a luceros.

¡Su red de canas azules
la luna peina en las palmas!

Mañana

Feliz orilla del día:
desnuda brisa del agua.

La luz enreda en la playa
la sombra de las palmeras.

Marinera voz de sol
para cantar en las barcas.

El aire pinta jardines
en la piel de la mañana.

Feliz orilla del día:
Edad celeste del agua.

Preludio en sol​

Sol
de abril:
siete flechas
de música en los arcos
de los caminos trémulos de viajes.

Brisas recién nacidas juegan a la niñez
en los retoños cálidos del agua.

Los pétalos del aire se maduran
de sol.

Y sobre el agua polirrítmica
ríen el sol elástico
los retoños
del agua.

Flauta de sol inicia la lectura
de las livianas claves que aligeran
el moreno cuadrante del estío.

Largo retorno de horizontes lentos
en cristalino rumbo de alas limpias
multiplica los ángulos
del sol.

¡Flauta de sol licuada en claves gárrulas!
¡Angulo fiel del ágil sol de abril!

Waldteufel

Tañía el río estrellas navegantes,
dorado son de estrellas afiladas,
estrellas en el río de la luna.

Luna de los violines: amarilla
voz infantil sobre la memoriosa
fronda de los violines de la luna.

Y pasaban las islas en el sueño
de un viento de violines donde el río
tañía las estrellas y la luna.

Azorín

Aldea.
Gris. Blanco en azul.
Nubes hilando y deshilando
en las ventanas el color
del tiempo.

Aldea: novia con paisaje.
Luna felíz.
Tarde en azul.
Flauta olvidando y recordando
sobre las rosas el olor
del tiempo.

Esquema de diciembre​

Ante los espejos del alba
la aldea
gris
se perfuma
con el agua de oro
de las campanas.

Pulveriza
vidrios de frío
el sol nuevo.

Va
la neblina
teñida en cantos de pájaros.

El río
falsifica
estatuas de nubes.

De extremo a extremo
de la mañana
el trópico
cuelga
sus hamacas de colores.

Vieja Canción​

Los jazmines encienden su perfume de
Luna
y apagan las guitarras.

Fin
de la honda canción de alguna noche.

La lenta sombra de las hojas mide
las distancias del tiempo y de la música.

Mujer,
vieja canción de alguna noche:

apaga la memoria lunar de los jazmines
Y enciende las guitarras.

​Luna para piano​

Oye
la luna de la alberca.

(El agua
toca la luna escrita para piano
por Claudio Debussy).

Oye
la luna de la alberca…

Tarde

Nos lleva el río a la tarde
narradora de luciérnagas.

La tarde viento de oro
alarga estrellas fluviales
en el color de tus ojos.

Tus manos guían estrellas
en el río de la tarde.

Jardín

Sobre la noche ondulante
inclina el viento de la luna
su canción de hojas.

El brillo de los perfumes alarga
la memoria vegetal
de la sombra.

Sobre la noche ondulante
de las hojas
el agua flautista
extravía en el tiempo de la luna
su música indescifrable.

Breves canciones de antes​

I

Yo vi crecer tu nombre
como una flor de ausencia y de silencio
bajo la madrugada de tus ojos.

(Yo vi crecer tu nombre…)

Los espejos nocturnos del silencio
cantan su líquida caligrafía,
y el hilo trágico de la distancia
va enhebrando sus gotas,
lloradas al amparo
de un recuerdo sola donde diciembre
abre sus abanicos
de pájaros
azules.

Yo vi crecer tu nombre
Como una flor de ausencia y de silencio
Bajo la madrugada de tus ojos.

II

Abramos la ventana de tu ausencia.

Y la brisa miriágona de un sueño
se plegará a la forma
celeste de los días
que me vieron sorber en tus cabellos
el perfume del sol.

Abramos la ventana de tu ausencia.

Y hacia la lontananza de tu nombre
como un ritmo de nubes
partirán
los pájaros alegres de la infancia
tras el acorde azul de tus pupilas.