Poetas

Poesía de Chile

Poemas de Paz Molina

Paz Molina es una poetisa chilena nacida en Santiago en 1945. Estudió pintura, teatro y literatura en distintos planteles de educación superior. Además de poesía, también cultiva la narrativa y el teatro.

En 1980 ganó el Premio Pedro de Oña con “Paradero 28”, una novela que se mantiene inédita. Su primera publicación fue “Memorias de un Pájaro Asustado” en 1980, un poemario al que le seguirían otros como “Noche Valleja” (1990), “Cantos de Ciega” (1994), “Neruda, aparta de mi esta sombra” (1996) y “La Boca del Miedo” (2002).

Molina ha sido incluida en numerosas antologías y ha colaborado en revistas especializadas en literatura y arte. También ha dirigido talleres literarios y ha trabajado para la Fundación Neruda de Isla Negra promoviendo la difusión de la poesía y buscando nuevas voces poéticas en su país.

Su obra se caracteriza por ser crítica con los valores sociales tradicionales y manifestarse en contra de los convencionalismos. Algunas de sus obras más conocidas son sus poemarios “Memorias de un Pájaro Asustado” (1980), “Noche Valleja” (1990), “Cantos de Ciega” (1994), “Neruda, aparta de mi esta sombra” (1996) y “La Boca del Miedo” (2002).

La rosa

Considera el perfume de la rosa
-me dijo un sabio- por su terciopelo.
No es cosa de ponerse tremebundo
y desterrar al sol de los jardines.

Yo quise hablarle de la rosa negra
de la rosa fundada en la sospecha
de la rosa revuelta en la ráfaga
de la rosa podrida en la conciencia.

Yo quise hablarle de la rosa ciega
de la rosa muñeca de madera
de la rosa ritual del calendario
de la rosa crema chantilly.

De la rosa. Yo quise hablarle de la rosa.
Pero estaba amortajado el caballero
en el perfume ambiguo de la rosa.

Vespertino

Qué pálido el reflejo de la conciencia
en el comedor de los otros
cuando anochece y no hay lumbre
cuando anochece y no hay madre.

Así apenas la canción
apenas el polvoriento afán
del verbo en su escondrijo múltiple

A qué controvertir ya tantos soles
A qué tanto amanecer y de rodillas

Sólo que me contuviese la alegría
Sólo que la alegría me fecundase.

Te arrepientes

No te bastó con verme agonizante.
Quisiste abrir aún más la honda llaga.
Tu espada insolente dividió mi sueño
en dos mitades imposibles.
Ahora busco la forma de reparar lo irreparable.
Un riesgo se define plácido en mi frente.
Acudo nuevamente a ti. Te nombro y huyes.
Acobardado por mi terrible afán.
Ahíto de sorpresas.
Absoluto de arrepentimiento.

Historias de ángeles II

Yo quiero una mujer para apagar mis ansias,
dijo el Ángel, y un gesto obsceno le oscureció el semblante.
Estoy harto de alas y miriñaques,
ahora quiero deshonrar mi estirpe entumecida.

Quiero unos pechos vastos, formidables,
en extensión incierta como pensamientos humanos;
que se hundan en ellos mis torpes manos pudibundas.
Mis antiguas plegarias han de ser besos y saliva.

Quiero una inconfesable lujuria.
Se subleva mi espíritu macilento,
mi espalda sudorosa se inclina sobre un cuerpo
que parece ardorosa convulsión del Infierno.

Quiero un goce satánico,
dos piernas que agonicen de estertor,
y dos manos que perturben mi agónico sentido.

No recuerden mis cánticos.
Mis alas están yertas.
tan sólo quiero una mujer
y su nefasta dulcedumbre.

Tan solamente

Yo rivalizo conmigo:
No estoy a la altura de mi condición.
Me topo con sorpresa contra mi propio yo.
Me sucede que no canto como quisiera.

Balbuceo y escucho una lejanía.
Tímidamente me alzo en lluvia.
Escojo, por no dejar, un nombre para darme.
Y no me siento interpretada.

Tan torpe como soy. Tan solamente.
Tan única y tan ella y tan dolida.
Y la gran carcajada que me gasto.
Y las ganas de ser y de quebrarme.

Rivalizo conmigo y esta pugna
vagamente grosera me invalida
las mejores gestiones amatorias.
Y mi propio amor, mi boca para el beso
mi discutible condición angélica
se me van convirtiendo en impostura.