Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Samuel Vásquez

Samuel Vásquez, nacido en el vibrante corazón de Medellín en 1949, emerge como un faro luminoso en el panorama literario colombiano. Con una trayectoria multifacética, Vásquez trasciende los límites de la poesía para explorar y enriquecer diversas expresiones artísticas. Como fundador y director del Taller de Artes de Medellín, fusionó magistralmente teatro, música, danza y artes plásticas, estableciendo un espacio de encuentro y creación que dejó una huella perdurable en la escena cultural de su país.

Sus incursiones en el teatro son una sinfonía de emociones y reflexiones que han resonado en escenarios no solo en Colombia, sino también en tierras lejanas como España, Venezuela y Cuba. Dirigiendo 17 obras teatrales, Vásquez ha demostrado su destreza para narrar historias con profundidad y sensibilidad, capturando la esencia de la condición humana en cada escena.

Pero es en la poesía donde Samuel Vásquez despliega su alma más íntima y su voz más poderosa. Sus versos son puentes que nos conducen a territorios desconocidos, explorando las emociones, los sueños y las inquietudes del ser humano. Obras como «Las palabras son puentes que nos separan» y «Gestos para habitar el silencio» son testimonios de su habilidad para capturar la esencia de la existencia en palabras que resuenan en el corazón del lector.

Además de su prolífica labor creativa, Vásquez ha contribuido significativamente al engrandecimiento del panorama cultural de Medellín y de Colombia en su conjunto. Su participación en el comité organizador del Festival Internacional de Poesía de Medellín y su rol como cofundador de la revista Prometeo son testimonio de su compromiso con la difusión y promoción de la literatura.

Con una obra que trasciende fronteras lingüísticas, Samuel Vásquez ha llevado la poesía colombiana a nuevos horizontes, siendo traducido a múltiples idiomas como el rumano, portugués, francés e inglés. Su legado perdurará en el tiempo, como un faro que ilumina el camino de aquellos que buscan la belleza y la verdad a través de las palabras.

Ella

LLEGA A LA TIERRA PROMETIDA y no levanta allí
su casa; reconoce que dios la ha engañado de nuevo.
Llega a la belleza y quiebra su espejo; sabe que su
destino no es azogue sino epifanía. Llega a la verdad
y no se amaña allí: echa sobre sus hombros la pesada
carga y descubre un sendero hacia lo inefable con su
lámpara de oscuridad. Llega al domingo y no
descansa entonces; ama su pie errante. Adelantada a
sus propios pasos, invisible y silenciosa, no posee
luz propia pero sabe encender el fuego. Sin fe en el
camino, cuanto más se aleja más cerca está del
comienzo hasta alcanzarse a sí misma por la espalda,
pero no se reconoce. No mira hacia el horizonte que
la llama. No vuelve la cabeza para reconocer el
sendero de sal. Su rostro desaparece entre la bruma.
Su equívoco pie importa nada. Camina con zapatos
de felpa entre el simún, para que su rastro no pueda
ser seguido. Sólo el orden del polvo que ha
levantado en su errancia es lo que queda. Para evitar
explicaciones se defiende con olvido. La poesía.

LLEGA A LA TIERRA PROMETIDA

Llega a la tierra prometida y no levanta allí su casa;
reconoce que dios la ha engañado de nuevo. Llega a la
belleza y quiebra su espejo; sabe que ese no es su
destino. Llega a la verdad y no se amaña allí; echa sobre
sus hombros la pesada carga e inventa un sendero hacia
lo inefable con su lámpara de oscuridad. Llega al
domingo y no descansa entonces; ama su pie errante.
Adelantada a sus propios pasos, invisible y umbría, no
posee luz propia pero sabe encender el fuego. Sin fe en
el camino, cuanto más se aleja más cerca está del
comienzo, hasta alcanzarse a sí misma por la espalda,
pero no se reconoce. No mira hacia el horizonte que la
llama. No vuelve la cabeza para reconocer el sendero de
sal. Su rostro desaparece entre la bruma. Su equívoco
pie importa nada. Camina con zapatos de felpa entre el
simún, para que su rastro no pueda ser seguido. Sólo el
orden del polvo que ha levantado en su errancia
estremecida es lo que queda. Para evitar explicaciones se
defiende con olvido. La poesía.

No sé

No sé que una muchacha llora en su cuarto
cerca de mi casa. No sé que un niño cabalga en su
potro de madera y nos deja rezagados en la carrera
de su sueño. No sé que una mujer esconde un
cuchillo de temor bajo la almohada de su abandono.
No sé que un músico se ahorca en el sol temperado
de su contrabajo. No sé que alguien roe el muro que
divide la luna para conocer la justicia de sus manos.
No sé que un hombre resbala en su propio miedo.
No sé que otro es desarraigado de su tierra como un
árbol sin sombra. No sé que alguien apaga las luces
y choca contra su propio cuerpo. No sé que en un
atezado crisol se muta plomo en oro. No sé que el
asesino da de comer a las palomas. No sé que un
espejo miente. No sé que un taimado provoca un
derrumbe de rocas para ocultar el peñasco. No sé
que tú me deseas en un secreto que acrecienta mi
soledad. No sé que alguien calla en otra lengua
palabras hechas con la sustancia del sueño.
No sé que en una tarde que no llega, muere un sabio solo,
lejos. No sé que un poeta llega al misterio y huye
enajenado por su fulgor. No sé que usted lee ahora
estas palabras:

PEQUEÑA ALEJANDRÍA

“La muerte está hoy ante mis ojos
como el deseo de un hombre cautivo por ver su casa”

Antiguo Egipto

Pongo tempestad en mi corazón y fuego en las palabras.
Regreso delirante a la infancia y queda a salvo el papel
blanco. Cae indiferente la hoja del árbol, cae una
estrella húmeda sobre la hierba, cae un ángel loco en la
canoa del sueño y el cantor no se entera en su noche de
ébano y droga: Habla más fuerte el mundo su silencio.
La muerte está hoy ante mí, la miro a los ojos, mi
mirada incendia la escritura y doce soles se consumen
sembrando frío adentro: Queda a salvo el papel blanco.
Sólo sobreviven la fortaleza de mi infancia, el orgullo
risueño de mi madre y el miedo de tu amor. Ahora
habla más fuerte el mundo su silencio:

Como perros satisfechos

“Mirarás un país turbio entre mis ojos”
Aurelio Arturo

Como perros satisfechos esconden los huesos
entre la tierra árida. Con su pezuña de oro escarban
las cenizas de los no-restituidos. He visto llorar al
caballo del flamigerado que no derrama café en su
galope. Madres enloquecidas de amor, la cal en su
corazón, abrazan fémures ajenos. No hay luz en las
cosas ni por encima de ellas y lo que ayer era exacto
no encuentra ahora una forma mansa donde posarse.
Del terror de la noche guarda la mañana, solamente,
sus tenis blancos. La muerte nos da en adopción a
sus hijos. La piedra arde en palabras insondables,
hay orgías en la cárcel y ataúdes mordidos por
termitas entre las madres de la candela. El dolor es
la única brisa de la acacia. Doy gracias a mi ira y a
la insana lucidez del alcohol.

Los inquisidores no han podido tirar a la hoguera
las palabras de fuego que arden en sus ojos.

ALBA TARDÍA

Alba tardía de gallos asesinados. Las puertas que no
entraron en sus casas han huido. Un disparo de silencio
triza la pizarra que nada aprende. No a la vista de todos:
en el envés de la piedra una rúnica bella y muda es el
oráculo. Al hacerme víctima y testigo invalidan mi
palabra.

En el sueño del mundo
clava la noche sus cuchillos

Habitación del silencio

El único pasado que habito es el de estrellas
apagadas que repiten su luz en el ónix de esta noche.
Habito una luna que sueña todo el día en un bosque
de yarumos. Habito un astro viejo e insolente que lee
en voz alta mi cuaderno. Habito una guerra que me
ha herido sin dar en el blanco. Habito un miedo
que me obliga a oír lo que no veo. Habito un eco sordo
que desconoce mi llamado. Habito costumbres
ancestrales que ignoro y que subvierto sin saberlo.
Habito la alta barca del sol que singla en el río de mi
sangre. Habito un olvido que me llama por mi
nombre. Habito la fe ajena de un paraíso
desahuciado. Habito un paisaje donde dios ha
olvidado su máscara. Habito un amor antiguo que no
termina de posarse en ella. Habito un verbo sagrado
que me cerró la puerta de su génesis sin manzanas.
Habito una lengua que usa palabras hechas de la
materia del sueño.

Escribo en el viento

puente

y cruzo a salvo
el abismo que me separa de mí.