Poetas

Poesía de Cuba

Poemas de Senén Orlando Pupo

Senén Orlando Pupo Rojas, reconocido poeta cubano, vio la luz por primera vez en 1973 en el pintoresco poblado de Fray Benito, Holguín. Desde temprana edad, su curiosidad por la geografía y las artes plásticas se entrelazaron con su pasión por la escritura poética. Influenciado por destacados escritores locales como Roberto Medardo Rodríguez y Raúl Batista Cabrera, Senén comenzó a tejer los hilos de sus primeros versos.

En 1991, ingresó a la prestigiosa carrera de Ingeniería Agrónoma en el Instituto Superior Agrícola de Ciego de Ávila (ISACA). Fue allí donde se sumergió en el movimiento literario liderado por Carmen Hernández Peña, fundadora de la revista Fidelia. Fue en ese ambiente propicio donde Senén publicó su primer libro, «Poemas descalzos» (1992), una recopilación de sus versos escritos durante su etapa preuniversitaria. Su talento poético floreció aún más, y posteriormente dio vida a otras cuatro obras: «Poemas para alcanzar a los halcones» (1995), «Palabras de vidrio» (1999), «Sin herir al cordero» (2002) y «Los árboles de la heredad» (2003). Además, sus poemas han sido seleccionados para diversas antologías tanto a nivel nacional como internacional.

La genialidad de Senén Orlando Pupo ha sido reconocida con varios premios y distinciones a lo largo de su carrera literaria. Entre ellos destacan el Premio Santiago de Cuba de Poesía en 1997, el Premio Juan Marinello de Poesía en 1999, el X Premio Internacional de Poesía Gastón Baquero en 2017 y el VI Concurso Internacional de Poesía «La palabra de mi voz» en 2019. Su poesía se caracteriza por su tono existencialista, conversacional y lírico, cautivando al lector con un lenguaje diáfano y preciso. En la actualidad, Senén Orlando Pupo reside en Melilla, Rafael Freyre, y es aclamado como uno de los poetas más destacados de su generación. Su legado poético perdurará en el corazón de aquellos que se sumergen en sus versos cargados de emoción y profundidad.

Venado

A Carmen Hernández Peña

Helado está mi pecho, Isla de escarcha
y en el rostro de Dios no cabe un beso
para ir por las monedas y el hoy preso
que ayer hurtó la luz que se nos marcha.

De tus costas he vuelto destrozado
por los peces que inhiben la otra orilla
distintamente al plato y a la silla
que nos diste al nacer. No se ha acabado

la fría oscuridad en tu despensa,
el hombre que desnudo sólo piensa
comerse su pedazo de agonía.

Helado está mi pecho ante el arquero
ingenuo de la luz y el aguacero,
venado de la Patria todavía.

La gran marcha

A Ronel González

Por el viejo camino que va al cielo
todos quieren seguir y nadie sabe
que lo ha cegado el polvo con la suave
eternidad ubicua de su velo.

Por el nuevo camino sin recelo
sólo va Dios perenne hasta que acabe
el polvo su agresión, pero la llave
es una cruz hiriente como el hielo.

Por el viejo camino cada tarde
la multitud de pobres almas arde
en las llamas terribles de la historia.

Por el nuevo camino día a día
Jesús encaramado a su alta gloria
lamenta qué verdad y qué agonía.

Casa flotante

Anaïs Nin

La casa por el Sena a la deriva
buscándote, Ciudad, teme perderte,
teme al polvo herrumbroso de la muerte
que ante Dios y el amor es efectiva.

La casa por el Sena a la deriva
sentencia ser el barco de la suerte
que alejando lo vivo de lo inerte
continúa en su cárcel intuitiva.

Sin embargo fatal hacia el olvido
arroja tabla a tabla su figura
y en el río es madera transparente.

Casa del Sena bosque convertido
en barco, laberinto y desmesura
paisaje de París tan diferente.

Tratado en la ciudad más húmeda de la memoria

Lo que menos duele es el agua
y entre las quietas bondades de la luz,
cuando amanece en la patria polvorienta de los sueños,
arribamos sangrantes al sitio del agua
y desnudos, esperanzados, poseídos
confiamos el dolor a la transparencia del agua
donde no se ven las horrendas heridas
del pensamiento y los deseos.
Porque es el agua una ciudad remota
en el cuerpo de los que abandonamos la fe
y detrás de sus muros es imposible celar
la deslealtad a los milagros.
Porque es el agua un sentimiento de Dios
ausente en las casas de los vagabundos,
la energía denodada
que devuelve el frío a las vasijas de barro.
Porque es el agua un privilegio de lo oscuro
donde abundan las estrellas refulgentes
y a través del agua no le condonamos a la lluvia
su deuda de humedad con nuestros ojos.
Porque nunca el imperio del agua se desvanece
como el cuerpo del hombre entre los siglos
fugándose a la ciudad más húmeda de la memoria.

Noche, como todos los días

No hagas ruido a ver
si no se va la tarde.
Angel Augier

Noche, como todos los días
bajo este cielo de tantísima grandeza
la tarde ha escapado delante de tus narices.
El rumor inevitable de tu rostro frío
ha impedido otra vez que pudieras atraparla.
De nuevo mañana intentarás romper su vuelo
con tu escandalosa oscuridad,
y volverás a fracasar,
volverás a asustarla con tanto amor a la fuerza.

Pero sabes que nadie te impedirá luchar por ella
y como un pez fuera del agua
te entregarás al fracaso continuo de alcanzarla,
porque para ti, Noche, nada es imposible.