Poetas

Poesía de Perú

Poemas de Enrique Bustamante y Ballivián

Enrique Bustamante y Ballivián, nacido el 20 de noviembre de 1883 en Lima, Perú, fue un destacado poeta que brilló en el panorama literario de su época. Descrito por Luis Alberto Sánchez como uno de los poetas más finos e intelectuales del país, Bustamante y Ballivián dejó un legado poético inigualable que marcó la transición hacia el vanguardismo.

Bustamante y Ballivián, hijo de Enrique Bustamante Salazar y María Josefa Ballivián y Jaimes, recibió su educación en prestigiosas instituciones limeñas como el Colegio de La Inmaculada y el Colegio Granda. Aunque inicialmente se inclinó por la ingeniería, su verdadera pasión lo llevó al periodismo, donde destacó como colaborador en diversos diarios y revistas limeñas, propagando y defendiendo el modernismo literario.

A lo largo de su vida, Bustamante y Ballivián incursionó en el periodismo y la diplomacia, viajando por varios países latinoamericanos y dejando huella con su talento poético. Su gira artística junto al compositor Daniel Alomía Robles lo llevó desde el norte peruano hasta La Habana, donde ganó renombre al obtener los tres premios de un concurso poético auspiciado por un diario cubano.

Su trayectoria diplomática lo llevó a desempeñar importantes cargos en legaciones peruanas en países como Cuba, Bolivia, y Brasil, destacándose por su labor como jefe de propaganda y ministro plenipotenciario. Sin embargo, su verdadera pasión siempre fue la poesía, y a lo largo de su vida publicó una serie de obras poéticas que reflejan su sensibilidad y su profundo conocimiento de la realidad latinoamericana.

Entre sus obras más destacadas se encuentran «Elogios» (1910), «Arias de silencio» (1915), «Autóctonas» (1920), «Antipoemas» (1926), «Odas vulgares» (1927) y «Junín» (1930). Además, incursionó en la prosa con la novela poemática «La evocadora» (1913). A través de su poesía, Bustamante y Ballivián dejó un legado eterno que sigue inspirando a generaciones de poetas y lectores en toda América Latina.

VUELO

La libélula
acerada
sube
baja
piruetea.

Caída de hoja,
tirabuzón,
looping.

De pronto
la telaraña de las nubes
le atrapa la hélice,
la detiene un momento,
la succiona.

Después
bamboleando
deshecha
la libélula acerada
c
a
e.

EL BASURERO

Tras las flacas mulas en la noche
rueda el carro
donde todos los cadáveres de las cosas
van hacia el descanso.

Es una orgánica descomposición
que marcha hacia el futuro
y que las alas de las moscas
llevarán a una pobredumbre
o al cielo azul.

El basurero,
urga con su pala
todos los desperdicios
donde sobre la muerte
se va renovando la vida.

El es lo único
Donde la descomposición se ha detenido
él es lo único que conserva
su anacrónica forma,
es la obra suprema
que engendraron los siglos.
El basurero.

SUEÑO

Piensa profundidades
negras el tintero
y miran los buhos cristales
de los lentes
mientras la mesa está dormida

Cuando ella despierte
tandrá que sacudir al hombre
para que extraiga las ideas del tintero
y recoja todo
lo que vieron los cristales,
mientras los ojos abiertos
estaban cerrados.

NOCTURNO DEL AUTO

A 150 kilómetros
el 200 H.P.
va empujando en la noche
el triángulo de luz
cuyo vértice se incrusta
en el radiador.

Trepida isócrono
el anhelo de distancias
que agitan los émbolos
y tiembla todo el acero.
Un vapor de aceites
y de gasolina
y una sed de inmensidad.
Planeando sobre el camino
como un ave
de alas rodantes de caucho,
fue un vértigo toda la noche
empujar la luz hacia occidente.

Y cuando vino la aurora
en las espaldas
teníamos al sol.

JAZZ-BAND

En un vértigo cafre
bambolea el piano
sus pletóricas caderas nubias
mordiendo con sus dientes
largos de hambres
los epilépticos dedos del fox.

Un cornetín nos clava
su estridente metal,
los violines
electrizan las médulas
en copulescas danzas
y el bombo
bosteza estruendosamente
y golpea la tersura
de su barriga chata,
marcando el compás
con su gorro chinesco.

Si el piso encerado
no hiciera danzar a las parejas,
todas se revolcarían
en esta sala
que huele a axilas, a sexo y a fox.