Poetas

Poesía de Estados Unidos

Poemas de Kenneth Rexroth

Kenneth Rexroth (22 de diciembre de 1905 – 6 de junio de 1982) fue un escritor, poeta y artista estadounidense nacido en Indiana. Criado en una familia de antiesclavistas, socialistas, anarquistas, feministas y librepensadores, Rexroth recibió una educación poco convencional y autodidacta. A los doce años, quedó huérfano y pasó gran parte de su adolescencia en Chicago, donde trabajó como reportero y se mezcló con artistas, escritores, músicos, radicales y excéntricos.

Rexroth tuvo una vida muy activa en la defensa de los derechos civiles y en contra de la guerra, llegando a declararse objetor de conciencia durante la Segunda Guerra Mundial. Durante los años treinta y cuarenta, desempeñó un papel muy activo en muchos grupos libertarios y fue el principal mentor del fermento cultural y literario que conduciría al «Renacimiento de San Francisco» después de la guerra.

En la década de 1950 y 1960, Rexroth escribió poemas, obras de teatro, ensayos y artículos de crítica social, y organizó lecturas de poemas acompañadas de jazz. También tradujo poesía de siete idiomas y presentó críticas de libros y programas en la radio independiente KPFA. En 1968, se trasladó a Santa Bárbara, en el sur de California, donde impartió cursos sobre poesía y música underground hasta su muerte en 1982.

Rexroth es considerado uno de los padres de la Contracultura norteamericana y su autobiografía es una fascinante evocación de la subcultura radical libertaria americana que desapareció a comienzos del siglo XX. Además, su obra poética es muy reconocida por su lenguaje directo, su preocupación por la justicia social y su estilo que mezcla influencias de la cultura japonesa y la poesía clásica china.

Han pasado los años. Es primavera otra
Vez. Pronto aparecerán Saturno
Y Marte por el Oeste, en el crepúsculo.
Ahora el sol del atardecer forma
Yácenas brumosas sobre Steep Ravine
Y las cascadas. Las aves llegadas
En el invierno de Oregón, petirrojos y
Diversos tordos, se ceban con
Las bayas maduras de toyón y madroño.
Los petirrojos cantan mientras cae
La densa luz.
Aquí se esparcieron tus cenizas.
Aquí te escribí un poema de despedida
Y hace mucho tiempo otro, un poema de paz y
Amor, de la fatiga de un largo atardecer
Primaveral en la juventud. Ahora hace ya casi
Diez años que viniste a morar aquí.
Una vez más los sauces que brotan después
De Año Nuevo en estas remotas tierras
Están en flor. Hay huellas de ciervos y mapaches
En los mismos lugares. Nuevos bancos de
Arena y lechos de cantos han aparecido donde la
Erosión ha roído a fondo las colinas.

Los ciclos de la vida son breves. Guerra y paz
Han pasado como espectros. La raza
Humana se hunde en el olvido. Un avetoro grita
desde los mismos juncos donde tú oíste
Uno en nuestro primer año en el Oeste y donde
Yo oí otro un año después de tu muerte.

El cometa Halley

Cuando en tu madurez
El gran cometa venga nuevamente
Recuérdame: un niño despierto
Una noche de verano,
Junto a mi pequeña cama
Mirando esa estrella de pelo largo
Hace ya muchos años.
Ve hacia la oscuridad y mira
Su penacho sobre el agua
Derramándose en la noche líquida,
Y piensa que la vida y la gloria
Se agitaron alguna vez en mi sangre,
Al igual que para los que se fueron
Antes que yo, pequeñas gotas
De ese río de billones de años de largo
Que fluye ahora por tus venas.

Confusión de los sentidos

La luz de la luna inunda los laureles
Como música. El aire iluminado por la luna
Está en calma. Tu blanca cara se acerca
A la mía. La pena voluptuosa nos abraza como
Una telaraña, una canción, un perfume,
Luz de luna. Tu pelo cae y nos envuelve la
Cara. Tus labios culebrean entre
Los míos. Tu lengua penetra en mi boca.
Un murciélago vuela a la luz de
La luna. La luz de la luna te inunda los
Ojos, que no tienen iris ni pupilas,
Son sólo globos de fuego frío como los
De los ciervos que pasan junto
A nosotros por el bosque desierto. Tu
Esbelto cuerpo se estremece y huele
A algas marinas. Yacemos y escuchamos
Nuestra respiración a la luz de
La luna. ¿Oyes? Respiramos. Estamos vivos.

Fugitiva

Traes destellos de lluvia en los cabellos
Brillantes que te cubren la frente;
Tienes húmedos los ojos, los labios mojados
Y gélidas y rígidas las mejillas del
Frío. ¿Por qué has estado ausente tanto tiempo?
¿Por qué no has venido a mí hasta las
Tantas de la noche, tras caminar durante horas
Contra viento y lluvia? Quítate el vestido
y las medias, siéntate en este sillón profundo
Junto al fuego. Te voy a calentar los
Pies en mis manos. Te voy a calentar senos y
Muslos a besos. Ojalá pudiese encender
Un fuego en tu interior que nunca se extinguiese.
Ojalá pudiera estar seguro de que llevas
Bien dentro un imán que siempre te traerá a casa.

Otras ventajas de la cultura

Un día en la biblioteca,
Perplejo y distraído,
Hojeando un libro tedioso, me
Encontré con una foto
De la vasija en que reposan
Los restos de Buda.
Sentí un escalofrío. Me desasosegó
Ese mínimo contacto con
Una calma que no puedo conocer,
La apertura a ese paraje
Recargado de un mundo mejor.

Tranquilamente

Tendido tranquilamente junto a ti,
Mi mejilla contra tu firme, quieto muslo,
La callada música de Boccherini
Bañándonos en la quietud,
Mientras el sol abandona los altos de la casa y se aleja
Por el Pacífico, en calma –
Tan calmado se mueve el sol sobre nosotros,
Tan calmado como siempre,
Tan calmados, nuestros cuerpos, agotados
Por el tiempo y las penitencias del amor, nuestros
Cerebros ovillados, quietos en sus conchas, adormecidos,
Nuestros corazones lentos, tranquilos, confiados
En sus ritmos entrelazados, el pulso
En tu muslo acariciando mi mejilla. Tranquilo.

Vacío solo

Tiempo como cristal
Espacio como cristal
Me siento en silencio
En cualquier parte cualquier cosa
Sucede
Muda sonora apacible turbulenta
La serpiente se enrosca
Sobre sí misma
Todas las cosas translúcidas
Después transparentes
Luego volátiles
Sólo vacío
Sin límites
Sólo la canción infinitamente
Apagada
De la mente enroscándose
Sólo

Un diálogo de observar

Permíteme celebrarte. Jamás
He conocido a nadie
Tan bella como tú. Yo,
Caminado a tu lado, observando
Cómo te acercas a mí, contemplando
La apacible gracia de tu mano y tu muslo,
Observando a tu rostro cambiar con aquello
Que callas, mirando tus
Ojos solemnes cuando se vuelven a mí
O hacia ellos mismos henchidos de conocimiento,
Lentos o veloces, observando tus labios
Rebosantes, partidos o meditabundos,
Observando tu delicada cintura,
Tus orgullosas nalgas llenas de gracia, como un
Cisne en travesía, un animal
Libre, tu ser más íntimo,
Indómito aunque
Abandonado, como yo lo estoy en ti,
Escuchando por casualidad el perfecto
Lenguaje de tu movimiento, amor
Confianza y seguridad mientras
Alimentas o juegas con nuestros hijos.
Jamás he conocido a nadie
Tan bella como tú.