Poetas

Poesía de Chile

Poemas de Carlos Geywitz

Carlos Geywitz (Santiago de Chile, 22 de agosto de 1948 – Estocolmo, 17 de agosto de 2008), poeta chileno residente en Suecia desde 1977, miembro fundador del Grupo Taller de Estocolmo.

DESDE SIEMPRE INCRÉDULO

Una luz se me resbala por la infancia:
estoy yo, niño, sentado
sobre mis abismos días, nombrando,
hacia las doce de la noche
a un Santa Claus
que lucha por librarse
de su paracaídas.

EMBLEMÁTICA

¡Mira!
La muerte se desnuda
en tu ventana,
Y eso
de la osamenta y la guadaña
apenas era un chiste,
un chisme del más acá,
el último susurro
de un mal fabulador.

DE LA GRACIA DES

esta es una caída desde la gracia

deambular por esa canción silenciosa
donde tu voz yace entumecida
con la boca abierta de par en par

“es la nueva vida” te musita pálida de labios

entonces te aferras al susurro y perpetúas
en unas gotas la nostalgia de lo que nunca regresa
mientras la corona de espinas hurga en tu sollozo

y ya Rey Tinta sangras más de alguna huella en el papel

CARACOLA CRASH

recógeme
apégame a tu oído
no te hagas el sordo

ahora que puedes escucharme
te juego la paciencia
la obscenidad de estas monedas

te apuesto que esos labios
al que protector laceras
también te pueden besar a desamor

AMOR CIEGO COMO PIEDRA

rodando por aquí he visto demasiado
por eso sólo creo en la mitad del infinito

ocupado en robar aire he soñado un tanto poco
de ahí que desconfíe de la otra porción

mi vida llegó quizá agitando demasiadas ropas
y yo tenía escaso cuerpo que ofrecerle

más decidida se sacó la falda y me dijo
“lo sé todo pero aún tengo sorpresas

escoge de mi cuerpo lo que quieras
gáname para siempre

sostén firme mis caderas” farfulló
“mira que mañana el labio cambia de discurso”

en ese despuntar me apuré en nacer
para ganarle tiempo al tiempo

mas lo que hice, hago o dejo de hacer
muy pronto me enseñó que el tiempo nada cura

(dicho sea de paso,
tarjeta postal aparte,
en el armatoste del pecho
enloquece una reminiscencia minúscula:
a diestra-dicha otorgando,
a siniestra prometiendo,
la entusiasmada abulia del anciano de arriba
aterrizaba relojes en la solapa de mi mundo
y en el interior de cada hora finos alfileres
prestos al embate gracias a hombrecitos dedicados)

rápido pasé del impulso al primer llanto
del llanto a la chifladura de la leche
y de la leche a un cuchillo taciturno…

no joya y sin durezas intermedias
tuve que volverme canto suave

para rodar, protegerme y mantenerme
a prudente distancia del sudario…

mas, vida, en lo remoto de tus húmedas junturas
trato y trato de nacer y renacer

para apuntarle al día y sus designios
y mantenerme calmo en la fuga que me atrapa
porque olvidarme de tu olvido sería doble muerte

LOS CELOS DEL DESHEREDADO

“no te hagas el enigma
el único
el frágil”
dijiste arrimada al vaho de mi boca
“tan solo sucede…algún corto pasado se incendia”

y te duermes…

la superficie del sueño te ha domado
el vuelo ácido del vientre

vuelvo a ti el lado azuldolido del alma
vigilia ciega de la pupila
las noches de estos días
unos días sin presagios

un alcatraz ciego cruza el indeciso amanecer
la sonrisa resurge de la escarcha
vuelve a mostrarme sus fauces generosas

vuelve a domesticarme la angustia hasta ma
ñana…

SIR FRANCIS DRAKE ATISBA ARICA

Nos vemos hacia el Nos,
yo, el que dará la vuelta al mundo
y este pez varado y seco, olvidado de alarifes,
a la que real ciudad de San Marcos
con pompa los desvaríos califican.

¡Ah!, si pudiera toser sin asustarme de los buitres…
¿Debería, después de soportar la malaria,
el escorbuto, a la mismísima reina de Inglaterra,
reponerme con aceitunas de Azapa?

¡Despertadme!, malalepra tengo,
un Guaterí atravesado en la garganta tengo!

Angostad el cajón si queréis,
pues ya no me quedan carnes.
Venid a visitarme,
apostad y pedidme favores
como los estudiantes en apuros,
porque las pestes no me han bajado la barbilla…

¡Clara como una brújula sedienta!

LA EXCELENCIA DE ESTE DÍA

Un funeral pasa a la siesta despoblado.

Alguien canturrea una satoma para sostener el sudor
o para agradecer el sagital desprecio de la muerte.

Nada pagaremos por esta ceremonia,
salvo gestos que aprendimos,
y tras el bostezo que deja éste áspero desfile
engañaremos a quien intente adivinarnos.

(Un dedo en alto, un vaticinio:
los ojos que no duermen dormirán.
Perdido el cuerpo
buscarán un balsero que les traslade el corazón
y, entonces, mordiendo el pestañear
con desesperación, bajarán a buscarte)

Ya más tarde-noche
Clarisa pare luciérnagas
al frotarse contra los postes de luz.

Me obliga al trasnoche
Desde que apareció su belleza canto,
pues debo fabularme, debo reponer algunas pérdidas,
debo mentir la melodía del alerta constante.

AÑOS ÁGILES

El hombre se arroja al río.
Nada, pide socorro hacia los puentes. Nada.

Se ahoga,
y se sacude la humedad como los perros.
Corre a los viaductos y se ve pasar
aleteando en las aguas que se alejan.

Ya más líquido,
baja y se espera en la desembocadura,
se toma de los pelos, se rescata.

Todo es un juego para recomenzar.
Tempranamente,
el invierno ha estacionado niños fríos.

Nubes pasan oficiando de aguadores.
Se cuelan lágrimas del trueno.

El verano
se va oyendo más
y más lejano
más…

ANCLAJE A LA DERIVA

I

Se hace necesario, a veces,
recoger su propio Lucifer de las aguas.
Uno puede anotar, entonces,
en la bitácora húmeda de la desesperación,
que es su presencia hirviente a bordo
lo que renueva la visión cristalizada
de esa lumbre que jadea allá en la playa.

II

Descifrando la tormenta la balsa se hunde al cielo
e incrusta sus remos en la mar sin dejar anillos.
Con el gusto de la piel escarbado por la lluvia,
los mortales agitan sus brazos como si saludaran.
Ese rito los hace, al parecer, más inocentes.

III

“Enciende de nuevo, mujer, esa luz que nunca vieron.
Somos sus abuelos, más se demoran en nacer.
Cada uno cuenta, una y otra vez, su naufragio y su rescate.”
“Volvamos a la cabaña, señor. El frío matinal
cuelga de mis dedos y estoy cansada de alinear
escritos ilegibles en la arena después de la resaca.”

IV

Demasiado grande para nosotros,
demasiado conocido, todo ha sido dicho:
“Quizá haya un relato nuestro entre sus velas.
La única nave que flota tras el diluvio
es el Enigma”, digo
y enciendo el aliento como estrella.

V

Anclada a su propia deriva
esta última frase es el cuerpo insepulto de un náufrago.
La mar golpea aquí, una vez más, e invade
la catacumba que empieza en la garganta,

baja atiborrando inútilmente esa oquedad
perforada por desilusiones de siglos
y exige el muelle exhausto de mi frente.
El escaso resuello es sólo un mascarón.
Sin querer, con el arrullo de su embestida,
el líquido elemento pone en alerta
el terror de murciélagos acuáticos
y desde esa gruta salpicada de ojos cerrados,
desde mí hacia el cielo, desde este cuerpo-agua
voy tosiendo gaviotas con plumas de papiro…

Y todas esas lenguas desesperadas que envío
se pierden en el fuego que alimentan mis abuelos
o en la sal de la champaña que levanto.

LO INATRAPABLE Y LO QUE MUERDE

el tiempo pasa fugaz entre mis labios y tus labios
y la múltiple rutina de sus ciegos incisivos
tatúa en mi pecho una escarcha que palpita

el tiempo pasa odiado mutante de piel
se acomoda en una silla sin respaldo
como perro que odia su rol de centinela

el tiempo pasa amado por ardientes reptiles
que acomodan galantes las sábanas carmesíes
que protegen ese beso tuyo que agobia mi nostalgia

la que siempre regresa con los flancos vacíos

DEL GRITO Y SU HUMEDAD

me volví hacia el oído como un sordo
que de pronto recibió ropajes nuevos

el tejido brumoso de las pasarelas
se da cabezazos contra la mañana soñolienta

la penumbra se va calma y la corriente remolca
la queja afónica de una garganta lucífuga

palidez de un cuadro irreversible
¿cuál es el nombre de ese nombre?

el infecundo alarido rasga o acaricia esa boca
que ya no tiene misterios con su lengua

un algo semejante a lo que es asco legítimo
o a un grito mudo postrero o soberano

QUE TE QUEDE BIEN

a P…

en días casi perfectos
jugabas a irritarme
a dejar señales que jamás agonizaban

me acusabas
parapetada en tus heridas
de que amaba cosas que no entiendo

hasta esa última vez
este desierto bebía de tu boca
pero emprendí la mar en busca de otra sed

¿Sabes?

hay un juego donde el suplicio es redención
entonces el hombre se recoge al centro
y uno con su sangre llora el incendio supremo

pero también hay una oscuridad
donde la cerrazón teme a las sombras
y es cuando el ojo retorna con su ira

y entonces

la noche es tan fuerte
que de nada vale la danza de tus fuegos
porque te vas deslizando
más abajo
del olvido…