Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Martín Salas Ávila

Martín Enrique Salas Ávila, nacido el 19 de diciembre de 1964 en Montería, Córdoba, se erige como una figura multifacética: abogado, escritor, poeta y gestor cultural afrocolombiano. Su vinculación con la literatura se entrelaza con la dirección del antiguo Festival Internacional de Poesía en Cartagena de Indias, un evento que bajo su liderazgo ha alcanzado 24 ediciones, consolidándose como uno de los festivales más longevos de la ciudad.

Originario de la Región Caribe de Colombia, Salas Ávila dejó su huella en la Universidad de Cartagena, donde se graduó como abogado de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas. Su devoción por la cultura y las letras se materializó en la fundación de la revista Siembra en 1984, evolucionando posteriormente en una fundación homónima que, desde 1995, ha nutrido jóvenes talentos mediante talleres de poesía.

El poeta, de ideología política de izquierda, extendió su compromiso social al ámbito político, postulándose como candidato al concejo de Cartagena de Indias en las Elecciones regionales de Colombia en 2011. Aunque no obtuvo el respaldo esperado, su dedicación a la cultura y la poesía permanece inquebrantable.

Salas Ávila, comprometido con la difusión de la poesía, ha participado en numerosos eventos y festivales en América Latina y el Caribe. Su legado literario se refleja en obras como «Datos del Infeliz» (2009), «Marrón» (2003), y «Pelegrino Inmóvil» (2012), entre otras. Su poesía, profundamente arraigada en la experiencia afrocolombiana, resuena como un testimonio vivo y vibrante en la escena literaria contemporánea.

Poemas del libro Marrón

Esta es la noche. La que anda en el rostro de taxistas
y vendedores. La que siento fría en las verjas de las
casas y quieta en los árboles de mango.

Cuando la luna baja, juega con los moribundos
y si hay ron, rompe techos y ventanas.

Se requiere una dosis de vacío, un alma
y cuerpo dispuestos a partirse en dos
y resucitar en la brisa, en los que se cabecean
y luchan con el sueño; los constructores
de este paisaje de luces, donde la fiesta acaba
y comienza la demencia, el lugar exacto del que no cabe
del que se sabe en la calle,
fuera de todo hogar y de todo paraíso.

***

Descansa la isla bajo el cielo
También descansan las piernas,
los pechos y todos los sexos
Pero la isla es un ojo despierto
constatando las nubes:
«esto somos: un cielo azul
que para toda la vida será gris»

Y en mitad de lo que existe
la voz de un joven que canta champeta
Su voz también es la noche,
el olvido de las piernas,
los pechos y todos los sexos
que a esta hora descansan en la isla

Sólo queda el ruido del mar,
la oscuridad,
y una isla olvidada en el tiempo.

***

La lluvia palpa el espejo, lo penetra
La imagen futura, me hace retomar el alfabeto,
esa manera extraña de la belleza
Es un tiempo de agua (en el cielo)
Los niños correrán bajo la lluvia:
extraño esa alegría, la inocente carrera,
el grito bajo un chorro

Alguien ha volteado el espejo
La lluvia ha sido crucificada sobre la ceniza
Ningún silencio puede renunciar a este cielo nublado
Ningún silencio puede renunciar al vacío,
que la soledad implora.

AMÉRICA

El escritorio y un poco de calor
Llega la cumparsita y toda la tristeza
para quien habita la penumbra

Pero algo se alegra en
el corazón del hombre
Las voces que cantan,
son negros, indios, blancos
y vendrían a ser verdes, azules,
en el mar y la montaña

Algo fue sustraído del árbol y del agua
Y la piedra, testigo de todo silencio
nos trae la enseñanza del pez,
de aquel pájaro cansado en el crepúsculo

Eso somos en la América que respira,
en cada hombre y en cada mujer:
cumbia, candombe
o canto de niños muertos.

***

Ahorcarse
a las 4:20 a.m.
A las 7 a.m.
tu mujer lo descubre;
llama a tu hijo, él llora,
ella no se lamenta.
A las 7.5 a.m.
llaman por teléfono a tu madre.
A las 8.10 a.m.
todos los vecinos llenan la casa.
Alguien quiere saber a que hueles;
otros mirarán tus zapatos.
Por eso, para ahorcarse,
lo mejor es bañarse,
tener un vestido nuevo
y lustrar los zapatos

***

¿Dónde está el amor?
Esa droga que convierte la ciudad en un hermoso laberinto,
pero también hace que un medico mate
con un cuchillo de cocina a su mujer.

Mejor olvidar, y que los pequeños ojos de mi hijo
sean el talismán, el gnomo, que asuste a los dragones.

***

La emisora te recuerda Gilmour
También a morrison, en el centro de esta mañana
Soy un montuno en medio del dolor de la guitarra
Y nombro las estaciones
Pero de verdad lo que busco en esta ciudad fría, es el mar
Un punteo que dice:
Como desearía que estuvieras aquí
Qué decir de la batería cálida,
la voz del que habla de la muerte
¿Eres tú, Jim?
Sí, es él y también soy yo entre sus manos
Parecerá extraño, pero lo tuyo es la oración
Creer en tu corazón
en la sinceridad de tus palabras
Cómo decirlo
Es la misma estación y no es la misma
Tú cantas y no estallo, escribo
Que rápida esta batería, al final; sí, el final.

***

Mis amigos me han dicho: te damos música de the doors,
te dejamos solo, durante 5 minutos y nos escribes una canción.
Yo acepto y el primer tema que escucho es When the musics over.

Mis amigos mueren atropellados por un carro fantasma;
sus familiares culpan al rock. Un grupo de rokeros
descabezan a los familiares de mis amigos,
como una forma de protesta.

A los 5 minutos mis amigos regresan diciendo que vieron
a unos descabezados en la calle y me recuerdan,
que el gobierno ha prohibido, escribir canciones de rock.

CERRAREMOS LAS VENTANAS

— no le daremos tiempo a la muerte —
Qué nos podrá decir el viento
ahora que tan sólo somos penumbra
Nacer y no encontrar
el suficiente olvido
que nos permita abrir los ojos
No vienen las cosas al mundo
para ocultar el rostro de quien vive,
son las cosas las que permiten anunciarnos
en nuestra soledad
Cerraremos las ventanas:
Entonces, alguien se ocultará de dios…
y del mundo.

***

Hoy las noticias
intentan confundirme,
pero yo no me dejo.
Continúo esperando la rufa del sol.
Continúo creyendo en la salvación
que produce un abrazo o una carta de amor
Continúo con mi cuarzo entre mis manos,
celebrando la navidad todos los días
y deseando que mi rabia ceda
ante el golpe mortal de una flor.