Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Gabriel Jaime Caro

Gabriel Jaime Caro, también conocido por su seudónimo «Gajaka», nació en la ciudad de Medellín en 1949, marcando el inicio de una trayectoria artística y literaria que trascendería fronteras y géneros. Este poeta, editor, crítico de cine y pintor colombiano se convirtió en una figura clave en el panorama cultural latinoamericano y más allá. Su contribución se extiende desde la fundación de revistas literarias y festivales de poesía hasta la producción de una obra literaria distintiva y la exploración de diversas formas de expresión artística.

La influencia de Gabriel Jaime Caro en la literatura y el arte es profundamente significativa. Como cofundador de revistas literarias emblemáticas como «Siglótica», «Cine y debates», «Realidad Aparte» y «Crucimes in Usa», Caro se erigió como un promotor incansable de la creatividad literaria y cultural. Sin embargo, es en el ámbito de la poesía donde su impacto resuena con mayor fuerza. Co-fundador del prestigioso Festival Internacional de Poesía de Medellín en 1991, Caro jugó un papel fundamental en la promoción y celebración de la poesía en todas sus formas y colores.

La obra poética de Caro es una danza elocuente en el reino del Neobarroco latinoamericano. Su enfoque en la expresión hermética del lenguaje le permite trascender los límites de la comunicación convencional, sumergiéndose en una dimensión rica en simbolismo y ambigüedad. A medida que su obra evoluciona, Caro co-crea el movimiento «Neoberraco», una variante del Neobarroco que se impregna con un humor ácido y una ironía profunda, como se manifiesta en su «Manifiesto del Neoberraco» plasmado en su obra «La risa de Demóstenes, rara, III».

Aunque la poesía es su corazón creativo, Caro también se aventura en otras formas de expresión artística. Su faceta como crítico de cine en publicaciones como Viceversa y el Diario la Prensa en Manhattan (1999-2002) refleja su capacidad para apreciar y analizar las diferentes manifestaciones culturales. Además, no contento con solo escribir obras poéticas, Caro las trae a la vida a través de representaciones teatrales, como en «Marylin Monroe en el cielo del Morocco», «La mecánica enlagunda» y «La Mosquita muerta contra la pulga hampona».

Entre las piedras angulares de su legado artístico se encuentra su blog de poesía, «Churrunguis Tunguis», donde el mundo puede adentrarse en la mente creativa y el pensamiento provocativo de Caro.

En cuanto a su producción literaria, la bibliografía de Gabriel Jaime Caro es un testimonio vivo de su habilidad para tejer palabras en obras inmortales. Desde su primer poemario «21 poemas» (1983) publicado en Nueva York, hasta «La muerte es ese ballet» (2021) que fusiona poesía y ensayo, cada libro es un viaje íntimo a través de su mente creativa. «El libro de los seres inútiles» (1989) y «El eco de este ardid» (1999) son solo dos ejemplos de cómo Caro explora la profundidad del lenguaje y las emociones humanas.

Su contribución a la literatura colombiana también se refleja en antologías como «Disidencia del limbo, 11 poetas colombianos» (1981) y «Antología de la poesía colombiana» (1997), donde su voz se une a un coro de talentosos escritores de su país.

La figura de Gabriel Jaime Caro trasciende las páginas de sus libros. Su legado se encuentra en cada verso que compuso, en cada escenario que iluminó con su teatro poético y en cada palabra que compartió como crítico y promotor cultural. Su nombre quedará grabado en la historia de la literatura y el arte latinoamericano como un explorador intrépido del Neobarroco y un artista polifacético que desafió las convenciones para dar vida a nuevas formas de expresión.

Donde habitó el amor

Hay una bicicleta traviesa,
un jardín de pájaros gigantes.
Un lago en tu vientre cestón.
—Rosado de amistad, antiguo alambique—
¿Qué más?
Salvedades.

Belleza de medias blancas

A Jorge Mario Mejía T.

A quién creerle.
El espíritu joven de la música
en un país valiente.
Siempre pensando en las flautas, una era
amorosa cada que se puede, ese otro viento.
Cada mente en blanco, es posible para un vidente.
Los harapos de la iconoclastia.
Porque no es posible la muerte del amor,
la dispersión total del espíritu agorero.
He visto trenes desfondados,
al decir de la madre locura.
Pero el amor a primera vista es nuestra dicha.

La poesía

Uno

Es la brujería de estos años de lucha libre.
El río que invita al baño.
La senda cerrada de los Montes Apalaches.
Todas las formas de paseo.
El problema fijo: el vacío de la humanidad
en primera plana.
La cabeza del engendrador, el último
en la proyección de los sentidos participantes.

Dos

El venado muerto en la carretera.
La debilidad del zorro ante el gesto del que ya
es máscara suficiente.
Paisaje de la trampa, donde mueren
los protagonistas divinos.
Secreto hablado del corazón musical.
De mejorar la vida, con la copa del gozo,
Como señal del sacrificio.

Dolores del Río y Sarita

Dolores del Río y Sarita
tenían cada una un millón de dólares
en 1957.
Mientras mi padre pensaba
alimentarnos con amor.

Poema de Amor a su Medellín exultado

A Rocío Pineda, entre tanto imperativo categórico.

Estoy rodeado de tangos,
el estadio lleno, las fachas rojas y azules,
y verde y blanco, parecen felices.
Son las tres de la tarde de un domingo de suicidas (crucial conocido
por nuestros antepasados):
el arte de morir siempre seduce al lector.

Donde hay amor hay fuerza y asalto a posteriori; te dicen
con la mirada torva: después será hermanito.

Las ganas de parar el tiempo (de 3 a 6 de la tarde, de un domingo
Medallero).
Nos roe la fatalidad de una mala noticia de nuestros antípodas.
Sube el sol, el regalo para la cabeza.
“Nuestros estados sucesivos”.
Baja lo orgánico y letrinoso.

Las más bellas antioqueñas barroquisan una corte marcial.
Cualquiera se pega a sus ruedas. Cualquiera peca.
Mata por la peca.

1-1, ¿Quién ganará? Como siempre Nacional.
En las copas de los árboles, centelleando un fruto desencantado
de veranos ciegos.
Lapidario, 2-1, por un lado las fachas verdes y blancas ganadoras,
y por el otro extremo las fachas rojas y azules; que como mínimo
van a ver la novia después de los chorros (aguardienteros),

y a su mamá (la cucha que vive todavía): “No tema mijo, mañana se
le olvida en el frente de batalla”.

O sea los lunes de animal paupérrimo.
La mocita lava la camiseta, y la noche se fue en el turbión,
con tremendo aguacero polar.

Ahora manda la malignización celular.
“Medellín a solas contigo”
Soy un chiflado, pues creo cambiar el mundo con mis presencias,
mis críticas cochinas, cochinas, cochinas.
Y saco la lengua con placer; porqué con los orígenes se juega,
aunque el ser sea extranjero momificado.

Medellín se empieza a querer con la facha azul y roja, y
termina uno follando con el verde.

Abismo de Lila

Para Ricardo L. Peña Villa

Es fácil detenerse en el Lower East Side,
y más concretamente en Loisaida, la oveja negra
de Manhattan, en donde han muerto tantos amigos
a causa del desenfreno, de vivir la Gomorra con libertad.
Mejor dicho, olvidándose de todos y de sí mismos.
Todos llegan por el desarraigo
a la búsqueda de un ser sobrenatural
(Deus ex machina), que bendiga su nomadismo.
Desde allí se ven los rascacielos detestables, orgullo
del diseño y de la fotografía.
…Y si me quito los lentes, estoy en otro lugar.
Solo mueve el reato, la muchedumbre
del cuarto escénico.

Génesis en el Central Park

He llegado a una terraza de plata
He pensado: «estoy en una cárcel espiritual» y el
más diminuto de los creyentes me invita a pintar.
Yo miro desde arriba jardines…
Un carro azul de policía intenta atravesar
un follaje de ira y de relámpagos continuos.
Todo es una miseria, un cuento que va a comenzar:
África continente de un lobo, intenta descifrar.
El otro sale a gritar en su diminuto reino de sol
y
yo me quedo tranquilo con la seguridad de un pintor
de siete metros.

Círculo de La Paz

Todos escriben lo mismo
Nadie se atreve a sabotear el puente con una mirada
Quizá cerca de un casi, nada pasajero intenta pensar
— y el mismo universo en un lienzo de agua
sacudido por un vals —
Yo me aterro, y si todos volaran su instante de paz
interior que les queda, y la mía que no es ninguna paz
sonreiría atravesando choques de absurda dispersión

Se dicen preguntas a través de los lentes prismáticos
Bajan la bandera, y una nueva estrella toma posesión
de su cargo, e intenta acomodarse en un sofá Sin fibras… Sin miramientos…

La risa de Arafat

En su sueño una niña de Milwaukee dijo
a su madre: que había soñado que era
tan rica como Elton John!
Se tomaron todas las precauciones, tratando
de no definir la cosa soñada, daba pena.
Todo se volvió un día disparatado
Un pasado que apenas comenzaba o iba a ser
Un milagro de la cabeza.
Ganas de incluirlo en la página ciento veinte
a donde llegan dulces las metáforas redondas.

También había dibujado en el nuevo tablero verde:
Las treinta monedas de plata… que andaban dispersas