Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Gustavo Tatis Guerra

Gustavo Tatis Guerra, poeta, ensayista y periodista colombiano, nació en la vibrante tierra de Sahagún en 1961, pero su corazón literario halló su hogar en las calles empedradas de Cartagena. Allí, como redactor cultural del diario El Universal, ha forjado un legado literario que trasciende las páginas de sus libros y se anida en el alma del Caribe.

Con una pluma dotada de la magia de las leyendas, Guerra ha sido galardonado con prestigiosos premios, entre ellos el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar y el Gran Premio de Periodismo Distrital Antonio J. Olier. Su talento multifacético lo ha llevado a incursionar en diversos géneros literarios, desde la crónica hasta la poesía, dejando una estela luminosa en cada palabra escrita.

Sus versos, como hilos de oro entrelazados en el tapiz de la literatura colombiana, han encontrado eco más allá de las fronteras, resonando en antologías internacionales y siendo traducidos a múltiples idiomas. Sus obras trascienden el tiempo y el espacio, llevando consigo la esencia misma del Caribe, sus mitos y su gente.

Guerra nos invita a un viaje por la imaginación, guiándonos entre las calles de la Cartagena amurallada, tejiendo historias que nos transportan a mundos donde la realidad se entrelaza con la fantasía. Su pluma es un faro en la oscuridad, iluminando los rincones más profundos del alma humana con una sensibilidad que solo un verdadero poeta puede poseer.

Entre sus obras más destacadas se encuentran «Conjuros del Navegante«, «El Edén Encendido» y «Bailaré sobre las piedras incendiadas«, cada una una joya literaria que revela la profundidad de su talento creativo. Además, su incansable labor como biógrafo nos ha brindado obras como «Lucho Bermúdez: un clarinete suena en la eternidad» y «Alejandro Obregón, delirio de luz y sombra«, donde ilumina la vida y obra de destacados personajes de la cultura colombiana.

Gustavo Tatis Guerra, con su pluma evocadora y su pasión por las letras, ha dejado una huella indeleble en el panorama literario colombiano, consolidándose como uno de los más grandes exponentes de la literatura caribeña contemporánea.

EMILY CUIDA EL JARDÍN

¿Quién soy yo para contar el bello secreto de la mariposa?
Emily Dickinson

No puedo estar sola
Me visitan huestes.
Pájaros que han perdido su casa.
Lluvias inmensamente solas
que vienen a refugiarse en mi cabello
Ha perdido las hojas ese árbol
donde yo veía los ojos de un ángel.
Mi alma quiere apostar al cielo.
No seré fiel sino al misterio.

HISTORIA DE UNAS ALAS

Cada uno de nosotros tiene la sombra de las alas que perdió.
Está claro y comprobado que todo hombre al principio, era un pájaro.
No hay testimonios del día en que perdió para siempre sus alas.

Algunos creen que fue un castigo
Por creerse más pájaro que todos los pájaros.
Una desgracia para que vagara

y arrastrara por la tierra como un lagarto.

Cuando el hombre ve a un pájaro
En pleno vuelo le aletea el recuerdo
De cuando era pájaro y compra jaulas
Para aprisionar el recuerdo
Del día en que perdió el cielo.

EL NIÑO CIEGO BUSCA LA LUZ EN LAS MANOS DE SU MADRE

Dame la luz de tus manos que cruzaré el aire
del patio detrás de un grillo que canta
después te diré en qué patio
nacen mis oscuridades sublimes
mis noches de agua que tienen sílabas amarillas
y alumbran el bosque por donde viajo
a través de la música.

Dame la lámpara de tus manos
que aún no he encontrado
la puerta de salida
el cielo claro que se
derrama sobre mis párpados
luego me iré solo
y mi alma mirará al infinito.

Violín del diablo

Es sabido que el diablo tiene
un violín oculto.
Un violín que cruza el océano en
mitad de la noche.
Quien escuche la voz del agua, la
finura de esos violines
puede salvarse o perderse.
Giusepe Tartini escuchó el violín
y todo fue como la primera noche
del universo.
En duermevela deslizó sus manos
sobre la hoja en blanco como si
alguien le dictara la partitura de su
trino en sol menor.
Gracias al demonio la música sigue
allí fresca y bella en el tiempo.

Siempre habrá un ángel perverso,
un ángel provocador
con un violín en mitad de la
noche.

NIÑO IRAQUÍ VIENDO LA SOLEDAD DEL AGUA

Ahora
no tengo otra compañía
que la soledad del agua
busco entre los muros
la sombra del abuelo que abre una puerta
y la luz dorada me invade la cara
pero ya no está él
ni la casa donde jugábamos
ni la calle donde nos sentábamos
a ver llegar el invierno.

¿Adónde fueron las estrellas que vimos
juntos en las noches más solas
cuando aún no habían
bombardeado el cielo?

EPIFANÍA

Como una flor efímera,
como un relámpago,
en un jardín,
como una nube dorada
que ilumina la noche,

así la vida.

El cabalista

Cada vez que observo los caballos,
pienso que Dios descansó el séptimo día
y en su sueño se vio a sí mismo,
despertó, pero olvidó los rasgos y los pormenores.
Quedaba, eso sí, una vaga imagen del sueño:
¿Una constelación, una ecuación,
una bestia olvidada?

Entonces creó al caballo, a partir de su recuerdo,
y vio que era bueno y hermoso,
casi tanto como él mismo.

Marcelino Bertel

Qué puedo ofrecerte
Señor
yo que soy de la raza
de los que nada piden
y todo lo dan.
Hombre montuno
encantador de los silencios
sinuanos sobre la sabana dormida.
Yo que despierto a los dioses
guardados con un pito de caña de flecha
no aprendí a leer sino la música
de los pájaros y la mirada de las doncellas.
Yo que crucé las montañas
y los pueblos perdidos del mapa
con el solo sortilegio de la adivinanza.
No tuve otro tesoro que tu tierra baldía
la melodía de tu soledad
desperdigada en estas lejanías.

Tengo mi ombligo enterrado
en el caserío de El Cocuelo,
muy cerca de Montería,
y la voz de los ojos del agua
y el murmullo de los árboles más viejos
conocen el secreto de mi ofrenda.
No tengo nada que ofrecerte,
Señor,
sólo esta sinfonía de pájaros antiguos.

Una mujer entra al palenque

Dentro de mi pelo duro
como nido de pájaros
guardo estas semillas
de árboles que crecieron
conmigo en los días y las noches
de la esclavitud
de todo lo perdido
es lo único que pude traer
mientras huía de los hombres a caballo
y los perros de presa.

Ahora
sacudiré mi pelo sobre la tierra llovida.
Un bosque ha empezado a crecer dentro de mí.

Paraíso

¿Qué otro paraíso tengo
si no esta breve
temporada
en la tierra?
Tus manos me
recuerdan
que estoy vivo,
bendigo la flor
que me regalan
tus piernas.

¿Qué otro esplendor tengo?

Cada día me acuerdo
que también
la muerte es bella.

Oración

Dame, oh señor.
La inocencia de las bestias.
El corazón salvaje de las ballenas.
La mirada clara y antigua de
los caballos. La intuición de los
delfines. El amor de los tigres.

Soy demasiado pequeña
para que me toques
con la yema de tus dedos.

El pequeño tesoro
El pequeño tesoro
está debajo de las piedras
en mitad de la noche
en los restos de un naufragio
en la divinidad que alumbra
una tierra sola y amarilla
como una naranja
desolada
y flotante

El pequeño tesoro está
debajo de sus párpados
en la luna de un espejo
sin brillo
en el resplandor
que se desvanece
así el pequeño tesoro
que esplende
como una palabra perdida.