Poetas

Poesía de Guatemala

Poemas de Romelia Alarcón Folgar

Romelia Alarcón Folgar fue una destacada poeta, periodista y sufragista guatemalteca nacida en 1900 en Cobán, Alta Verapaz, Guatemala. A pesar de no tener una formación formal, tuvo una exitosa carrera en periodismo y poesía gracias a sus lazos con intelectuales y artistas. Es considerada una de las poetas más notables de Guatemala en el siglo XX.

Alarcón Folgar fue una defensora de los derechos de las mujeres y en 1945 se unió con otras mujeres para formar el Comité Pro-Ciudadanía para luchar por el sufragio de las mujeres guatemaltecas. A través de su obra, abordó temas relacionados con el entorno y los derechos de las mujeres, incluyendo la protección de la naturaleza, la lucha por crear y la posición de las mujeres en la sociedad.

Algunas de sus obras más tempranas se centraron en temas domésticos que no eran comunes en la poesía de su tiempo, mientras que sus obras más tardías denunciaban la posición de las mujeres en la sociedad y la falta de libertad. Su obra más conocida es el libro «Llamaradas», en el que habla como una ecologista precursora y la obligación de preservar la naturaleza como medios de proteger la población mestiza.

Alarcón Folgar falleció en 1971 y fue inhumada en el Cementerio General en Ciudad de Guatemala. Su legado como poeta y defensora de los derechos de las mujeres sigue siendo recordado en Guatemala y su obra continúa siendo una inspiración para las mujeres de todo el mundo.

Guatemala

Nadie te hiera amor, nadie te toque
ni el dardo envenenado ni la espina
ni la espada furtiva se aproxime
a lastimar la luz de tu epidermis,
nadie con ojos fieros se te acerque
nadie te toque amor, nadie te toque
si no es para besarte,
y que estallen en tus predios,
con la ternura de sus flores nuevas
y en el silencio de tu faz nocturna
y de tu faz silvestre
con el viento de aurora conmovidas
tu tráfico de alondras sorprendidas.

Nadie te hiera amor, nadie te nombre
con los labios blasfemos porque eres
el sabio acontecer de tus mayores;
el resumen traslúcido de ayeres
que ha dejado plasmada la armonía
en todos los contornos y parajes
que relucen al sol tu geografía
única en el planeta y amorosa
desde la más humilde florecilla.
Dioses mayas regresen y te amen,
fecunden tus entrañas maternales
y una raza de héroes te salve.

Nadie te toque amor, nadie te mire
si no es para volcarse en alabanzas
con júbilo de luces y con frutos
maduros de tu tierra y ramilletes
de las flores del alba.
Hincarse reverente y cuidadoso
poniéndote un dosel de hojas y pájaros
para que tu camines conmovida.

Nadie te toque amor, nadie te nombre
si no es para adorarte.
Voceríos aclamen tu hermosura
y el tacto de tu suelo ennoblecido;
tu cesto de jardines olorosos
en el verde espiral de tu cintura.

Epístola irreverente a Jesucristo

Cristo,
bájate ya de tu cruz y lávate las manos,
lava tus rodillas y tu costado,
peina tus cabellos,
calza tus sandalias
y confunde tus pasos
con todos los pasos que te buscan
por la cordilleras y el mar;
por las comarcas;
por el aire,
por las alambradas de los caminos.

Tú solucionas cualquier cosa,
para ti todo es fácil
y entonces
¿qué esperas?
¿Por qué no bajas de tu cruz ahora mismo?
Sin parábolas, con balas
y sueltos arrecifes vengativos
en las manos…

Y se llenen los pueblos de hombres liberados
y sol de mediodía,
huertos, palomas y rosas
de corolas intactas
y clarines anuncien
pacíficas mañanas.

Cristo,
baja ya de tu cruz
donde millares de hombres contigo
están crucificaos:
lava tus manos y sus manos,
tus rodillas y sus rodillas,
tu costado y el costado de ellos;
lava tu frente y la frente de ellos
coronada de espinas.

Que no prosiga tu martirio inmóvil:
muestra tu ira,
baja ya de cruz,
mézclate con los hombres que te aman.