Poetas

Poesía de España

Poemas de José Bergamín

José Bergamín Gutiérrez, nacido en Madrid en 1895, fue un polifacético escritor español que trascendió géneros y fronteras. Criado en el seno de una familia influyente, Bergamín heredó tanto la pasión por la política de su padre como la devoción religiosa de su madre, marcando así el camino de su vida entre dos mundos aparentemente opuestos pero inseparablemente entrelazados.

Estudió leyes en la Universidad Central de Madrid, pero su verdadera vocación lo llevó a las letras, donde encontraría su verdadero hogar. Su amistad con figuras literarias de renombre como Juan Ramón Jiménez y Miguel de Unamuno lo situó en el epicentro de la efervescencia intelectual de su tiempo, donde se gestó la denominada «Generación del 27«, aunque Bergamín prefería llamarla «Generación de la República«.

Dotado de una pluma incisiva y una mente inquisitiva, Bergamín desafió las convenciones literarias y políticas de su época. Sus escritos, que abarcaban desde el ensayo hasta el teatro y la poesía, reflejaban su profundo compromiso con la verdad y la libertad, así como su inquebrantable búsqueda de la esencia de la condición humana.

Durante la Guerra Civil Española, Bergamín emergió como una figura destacada en la lucha cultural y política contra el fascismo. Presidió la Alianza de Intelectuales Antifascistas y desempeñó un papel crucial en la difusión de la causa republicana en el extranjero. Su exilio posterior lo llevó a México, Uruguay y Francia, donde continuó su labor incansable en la defensa de la libertad y la justicia.

Regresó a España en 1958, pero su espíritu inconformista lo mantuvo en conflicto con el régimen franquista. Sus escritos provocativos y su activismo político lo convirtieron en una figura controvertida, pero también en un símbolo de resistencia y disidencia.

La vasta obra de Bergamín abordó una amplia gama de temas, desde el teatro barroco hasta la tauromaquia, desde la poesía lírica hasta el análisis político. Su estilo único y su capacidad para desafiar las convenciones establecidas lo convierten en una figura indispensable en el panorama literario español del siglo XX.

José Bergamín falleció en Fuenterrabía en 1983, dejando tras de sí un legado perdurable que continúa inspirando a generaciones de lectores y pensadores. Su inquebrantable compromiso con la verdad y la justicia lo convierte en una voz eterna en la lucha por la libertad y la dignidad humana.

A Cristo Crucificado

Tú me ofreces la vida con tu muerte
y esa vida sin Ti yo no la quiero;
porque lo que yo espero, y desespero,
es otra vida en la que pueda verte.

Tú crees en mí. Yo a Ti, para creerte,
tendría que morirme lo primero;
morir en Ti, porque si en Ti no muero
no podría encontrarme sin perderte.

Que de tanto temer que te he perdido,
al cabo, ya no sé qué estoy temiendo:
porque de Ti y de mí me siento huido.

Mas con tanto dolor, que estoy sintiendo,
por ese amor con el que me has herido,
que vivo en Ti cuando me estoy muriendo.

La noche y el día (I)

A Delia, bailarina oscura

La música traiciona el sentimiento,
Delia, en tus ojos, tan divinamente
que hacen su noche oscura transparente
de sobrenatural entendimiento.

Los astros, que armonioso movimiento
rige, mintiendo amor, calladamente,
buscan en tu mirada el aparente
reflejo a su encendido pensamiento.

Nocturno afán no pudo a ti engañarte;
la luz que fue en tus pies, bailando, estrellas,
tus pasos, no tus ojos, la mintieron.

Te fuiste con la música a otra parte,
hurtando tus pisadas a sus huellas
con sombras que a la noche te volvieron.

La noche y el día (II)

A Carmela, bailarina clara

Carmela, más que nubes, más que nieves,
más que plumas, que espumas, más que albores,
tejen dorados hilos zurcidores
la aurora de tu frente en copos leves.

No separes tus ojos, no te lleves,
gacela huida a tantos resplandores,
sus dardos encendidos, heridores,
hebras de sol en cárceles tan breves.

Detén la catarata fugitiva,
el vuelo de tus pies, el de tus oros,
la risa de esas mágicas deidades.

Asómbrate de ser floresta viva,
incendio de sus ámbitos sonoros:
siembra luces, cosecha claridades.

La sombra y la muerte (I)

Ya con la sombra me asombra
Lope de Vega

Pienso que sigue al eco prolongado
del mar, en su sonora voz oscura,
«aquella voluntad honesta y pura»,
lumbre que enciende mi ámbito callado.

De luz y no de sombra estoy cercado,
como la noche; mi pasión apura
la tiniebla sutil que me procura
vivir de claridades rodeado.

Padezco por anhelo de ese fuego
que, invisible, me abrasa y no me prende,
volviéndome esqueleto, espectro, escombro.

Ni sombra soy cuando a mirarme llego;
pues cuando en tal figura me trasciende
mi sombra no es mi sombra que es mi asombro.

La sombra y la muerte (II)

En todo hay cierta, inevitable muerte
Cervantes

Siento que paso a paso se adelanta
al doloroso paso de mi vida
el ansia de morir que siento asida
como un nudo de llanto a la garganta.

Fue soledad, fue daño y pena, tanta
pasión que en sangre, en sombra detenida,
me hizo sentir la muerte como herida
por el vivo dolor que la quebranta.

Siento que paso a paso, poco a poco,
con un querer que quiero, y que no quiero,
se adentra en mí su decisión más fuerte:

sintiendo en cuanto miro, en cuanto toco,
con tan clara razón su afán postrero,
que en todo es cierta, inevitable muerte.