Poetas

Poesía de México

Poemas de José Juan Tablada

José Juan Tablada Acuña (Coyoacán, México, 3 de abril de 1871 – Nueva York, Estados Unidos, 2 de agosto de 1945) fue un poeta, periodista y diplomático mexicano, reconocido como el iniciador de la poesía moderna mexicana, y se le atribuye la introducción del haikú en la literatura hispana. En sus escritos hizo uso indiscriminado de metáforas, como luego lo harían los ultraístas. Además escribió caligramas al mismo tiempo que Guillaume Apollinaire. Estudió el arte hispanoamericano, el precolombino y el arte contemporáneo. Influyó y apoyó a artistas como Ramón López Velarde, José Clemente Orozco y Diego Rivera entre otros.

LOS SAPOS

Trozos de barro,
por la senda en penumbra
saltan los sapos.

SONETO WATTEAU

Manón, la erbúrnea frente,
la de cabello empolvado
y vestidura crujiente,
¡tus ojos me han cautivado!

Eco de mi amor ardiente,
el clavicordio ha cantado
la serenata doliente
y el rondel enamorado…

¡Ven! el amor que aletea
lanza su flecha dorada
y en el mar que azul ondea,

surge ya la empavesada
galera flordelisada
¡que conduce a la Citerea!

MARIPOSA NOCTURNA

Devuelve a la desnuda rama,
nocturna mariposa,
las hojas secas de tus alas.

LA LUNA

Es mar la noche negra;
la nube es una concha;
la luna es una perla…

LIBÉLULA

Porfía la libélula
por emprender su cruz transparente
en la rama desnuda y trémula…

LA TORTUGA

Aunque jamás se muda,
a tumbos, como carro de mudanzas,
va por la senda la tortuga.

JAPÓN

¡Áureo espejismo, sueño de opio,
fuente de todos mis ideales!
¡Jardín que un raro kaleidoscopio
borda en mi mente con sus cristales!

Tus teogonías me han exaltado
y amo ferviente tus glorias todas;
¡yo soy el siervo de tu Mikado!
¡Yo soy el bonzo de tos pagodas!

Por ti mi dicha renace ahora
y en mi alma escéptica se derrama
como los rayos de un sol de aurora
sobre la nieve del Fusiyama.

Tú eres el opio que narcotiza,
y al ver que aduermes todas mis penas
mi sangre – roja sacerdotisa –
tus alabanzas canta en mis venas.

¡Canta! En sus causes corre y se estrella
mi tumultuosa sangre de Oriente,
y ése es el canto de tu epopeya,
mágico Imperio del Sol Naciente.

En tu arte mágico – raro edificio –
viven los monstruos, surgen las flores,
es el poema del Artificio
en la Obertura de los colores.

¡Rían los blancos con risa vana!
Que al fin contemplas indiferente
desde los cielos de tu Nirvana
a las Naciones de Occidente.

Distingue mi alma cuando en ti sueña

cuando sombrío y aterrador –
la inmóvil sombra de la cigüeña
sobre un sepulcro de emperador.

Templos grandiosos y seculares
y en su pesado silencio ignoto,
Budhas que duermen en los altares
entre las áureas flores de loto.

De tus princesas y tus señores
pasa el cortejo dorado y rico,
y en ese canto de mil colores
es una estrofa cada abanico.

Se van abriendo si reverbera
el sol y lanza sus tibias olas
los parasoles, cual Primavera
de crisantemas y de amapolas.

Amo tus ríos y tus lagunas,
tus ciervos blancos y tus faisanes
y el campo triste con que tus lunas
bañan la cumbre de tus volcanes.

Amo tu extraña mitología,
los raros monstruos, las claras flores
que hay en tus biombos de seda umbría
y en el esmalte de tus tibores.

¡Japón! Tus ritos me han exaltado
y amo ferviente tus glorias todas;
¡yo soy el ciervo de tu Mikado!
¡Yo soy el bonzo de tus pagodas!

Y así quisiera mi ser que te ama,
mi loco espíritu que te adora,
ser ese astro de viva llama
que tierno besa y ardiente dora
¡la blanca nieve del Fusiyama!

La mujer tatuada

Las huellas de los pies de sus amantes
han cubierto su alcoba
con un tapiz de peregrinaciones.

La arcilla de su seno
está llena de huellas digitales,
y todo su cuerpo de jeroglíficos
de colibríes, besos
de sus amantes niños…

El vuelo de sus cejas
en su frente admirable
posa un perfil de zopilote
sobre los cráneos del zompantli,
que echa a volar cuando sus ojos
luminosos se abren…

Espejo de obsidiana
del brujo Tezcatlipoca;
yugo de granito;
¡cóncavo
vaso de sacrificios!

Cuerpo macerado de inciensos
como las paredes de los templos.
Un pasajero amante
dejó escrito su nombre en un tatuaje
sobre su carne.

Su esencial orquídea,
como las de Mitla,
surge entre las piedras del templo
promulgando sangre de víctimas,
imán de mariposa ilusión
que flota en claros de luna o tiembla
en un verde rayo de sol.

La teoyamique sonríe en sus dientes
y el jaguar de su ardor abre las fauces
al través de una enagua de serpientes

y, hélice del Calendario ancestral,
su misterio sobre nuestras escamas
riza elásticas plumas de quetzal.

De su alma llena de sepulcros
suben hasta sus ojos
espectros y vislumbres de tesoros

y tanta pasión suprimida;
momias que emparedó el Santo Oficio
¡y hoy implacables resucitan…!

Mientras su carne de cera
arde con flama de pasión
como gran cirio de la Inquisición.

Se siente Emperatriz en las verbenas
y en la profunda ergástula de sus amantes, Reina,
y aspira como ídolo copales y alhucemas.

Caen los besos, de sus ojeras a la sombra,
en el ávido surco de su boca
y sus senos se hinchan
como si fueran a brotar dos rosas…

En su vientre está la equino-cáctea,
en su vientre infecundo
¡tan blanco como la Vía Láctea
llena de mundos…!

Sus pésames aúllan con los coyotes de la sierra
y su máscara estampada de flores
cubre una sonrisa de hiena.

Como submarinas medusas
en espejismos de Atlántidas
ruedan sus ojos en blanco

cuando entre blasfemias roncas
su hombre se rinde entre sus brazos
como un ahorcado en una horca.

Nada hay
tan semejante a una chinampa florida
como su carne escondida
bajo tápalos de Catay…

Y a ella toda, como la gran curva de luz
del cohete que en silencio vuela
y suspende, doblado en festón de saúz,
un jardín milagroso en la plazuela

a tiempo que a la vera de la vieja casona
esquiva la Llorona
su fluido cuerpo de lémur
y su quejido doliente y vano

como de flauta hecha en un fémur
humano…

Las prostitutas…

Las prostitutas
Ángeles de la Guarda
de las tímidas vírgenes;
ellas detienen la embestida
de los demonios y sobre el burdel
se levantan las casas de cristal
donde sueñan las niñas…