Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Julián Polanía Pérez

Julián Polanía Pérez, el renombrado poeta colombiano y cofundador del influyente grupo literario «Los Papelípolas«, nació el 28 de agosto de 1933 en Palermo, Huila. Su obra, marcada por una profunda conexión con la tierra, refleja la influencia de la sangre patria y la naturaleza, como se manifiesta en su poema inmortalizado en la galería de Palermo.

A pesar de ser huérfano desde joven, Julián forjó su camino en el mundo literario. Inició su educación en el Colegio Seráfico de los Franciscanos de Cali y, aunque sus estudios formales se vieron interrumpidos, su deseo por la expresión artística lo llevó a participar activamente en la creación de un periódico literario en su pueblo, Palermo.

La trayectoria de Polanía Pérez no se limitó a la escritura. Tras su servicio militar, se mudó a Bogotá en la década de 1950 para explorar sus inquietudes literarias. Allí, se sumergió en la escena literaria y participó en tertulias, como la del célebre Café Automático, estableciendo contacto con el Grupo de Barranquilla.

Su incursión en la política marcó una nueva etapa en su vida. Retornó a Neiva en 1962, donde rápidamente se convirtió en diputado de la Asamblea Departamental. Además de sus roles políticos, Polanía Pérez dejó una huella imborrable como personero de Neiva y gerente de las Empresas Públicas, abordando temas sociales cruciales, como la construcción del barrio Santa Isabel para resolver los cinturones de miseria.

Julián Polanía Pérez no solo fue un hombre de acción sino también un destacado poeta. Participó en diversas antologías y publicó su primer libro, «Noción de Pesadumbre«, en 1958. Su obra se perpetúa en la memoria literaria colombiana, siendo recordado por su contribución al movimiento Los Papelípolas y su impacto en la poesía huilense. Su fallecimiento en 1965, tras un trágico accidente automovilístico, dejó un vacío en la escena literaria, pero su legado perdura a través de sus versos y su compromiso con la palabra y la acción.

Elogio de la Fantasía

Este libro. Este austero pedazo de germen!
Este girar en redor de tu cuerpo, y mi cuerpo
-hermano de carne y de sangre,
espíritu y fuerza y avance-
Este Libro amalgama placeres del alma,
rebeldes girones de espuma,
resortes de encaje liviano,
procesión de estrellas y de almas!
Escrito con plumas de gansos heridos,
con alma de gérmenes natos…!
Nació en la esquina del arado
y al vuelo de la Fantasía…
Llevarónlo al aire las garzas
y lo abandonaron, quiero, en la lejanía…
Tomarónlo republicanos
henchido de melancolía
y me lo ofrendaron. Te lo obsequio, hermano,
como un regalo de la Fantasía…!

NARRACIÓN DE LOS ROSTROS VIVIENTES

I

Escupid los rostros de los hombres;
-¿He de escupir mi propio rostro?-
No,escupid los rostros vivientes
para que otros más alegres os vigilen.

II

¿Dónde están los rostros que aviven la
vocación del viento?
Nuestros pasos están hechos para atisbar
los sueños de las plantas; para cancelar
el destino de los párpados rudos.
De dónde vinieron los rostros vivientes
que se alzaron como espiga ojival
sobre los tiempos del hombre; esos rostros
que aún viven fatigados, abajo muy abajo,
abajo en la máscara muda.
Viajen a la holgura del día todas las figuras
del hombre que aún vive; ¡viajen!
No hacia los dioses únicos, ¡sino a la única
Divinidad!¡Hacia el día viajen los rostros vivientes!

III

Los hombres sembrando el oro que se espiga
sobre la faz amordazada por el viento,
por la estación del aire que quiebra su ternura
con las alas del ave migratoria.

IV

Por las calles íbamos los rostros en la lluvia
buscando la aparcería del sexo.
El aliento buscaba el alcohol para la fuga
con los cuerpos deshechos, golpeados;
y asqueados nos brindábamos la furia.

Éramos los hombres con rostros apenas
Expectantes
que urdían la comedia
para evitar el huracán inevitable;
eran las figuras asesinando la ruda tempestad
de frágiles pieles y epidermis…
eran las ligeras soledades que perdieron
sus rostros luchando contra el mundo;
eran las móviles caricaturas estéticas
empujadas por el viento hasta los lechos;
eran también las sórdidas flechas
forjadas a golpes en la soledad.

Éramos todos los inconmovibles hombres
olvidando sus rostros. Buscábamos la noche
de uva y anís
Untábamos de vino las cabelleras vulgares,
y en los desnudos cuerpos destapados
volcábamos los cuerpos ebrios.
Las alcobas ocultaban nuestra búsqueda
y olvidábamos los rostros chasqueados en los
labios.

V

Las corporaciones públicas
especulando los acontecimientos públicos.
Y he aquí que un hombre de la barra
Como un gran cóndor de la más grande altura
de los Andes
hinca el pico en la cabeza de los aburridos ediles,
y les dice:

Se inventan privilegios de piedra y honores de bronce
otorgados en el hirsuto goce de la gran papelería;
y las palabras van de manos a blasones de falsa
alfarería
como hermosas prostitutas lanzándose al sosiego.

El erial de los Presidentes
sirve de silencio al agrio perfume
que preside en las alcobas de sus campañas
de conquista de conciencias
con su labor de brujos;
la muchedumbre les rinde soberbia
como al dios de las cosechas en oriente
la borrachera de los vendimiadores…
pero allí sobre la plaza pública
el canto de las gentes se abulta
-¡oh Zaratustra!- cebado con su propia sangre.
Entre especies humanas sitiadas de sospechas
el fraile en abstracción de materias populares;
y en el estuario de las hojas palpitantes
sobre el piso apuñalado de arados
los elementales hombres ateridos de ignorancia
abominan del poder.

VI

Con el sembrado del invierno han venido
los rostros con la orquídea.
Han venido olvidados.Pero todos
disfrutan su ribera de oro.

Simultáneamente con el beso
depositan la vida sobre el cuerpo de la esposa.
Y así mismo buscan sustancia nunca hallada¡
requerida por los pasos de la sangre!

VII

Volveré, mañana, a sufrir la gloria de haber vivido,
y sentado en la hierba
llamaré a mis invitados a la orilla del camino
y beberemos el mejor vino, después del esfuerzo
sin copas ni manteles.

VIII

Vino como una luz liviana
con el viento matinal,
y al día rindió tributo con el héroe:
su padre,
que había ganado un poema
caminando por los parques infantiles.

Vino sutilmente con el rostro olvidado por el odio
hasta el encuentro
de la piedra verde sobre el césped
que sirvió de altar.
Un dios dejó sobre la Tierra
la ofrenda leve
una mañana jugando por la calle.

Un día perdió los juegos y perdió los árboles,
perdió el río buscándolo en las nubes;
y se fue con el paisaje
en su caja de cristal.

El actor ilustra la comedia humana
con los gestos excitantes;
y atrapa en la quietud de las caras expectantes
la pasión del alma.

¡Los rostros de los hombres se alzan por encima
de los cuerpos!,¡miran por encima de las almas!,
¡ríen debajo de los puentes
en ríos de llanto inmesurable!;
los rostros de los hombres avanzan
al impulso de la sangre,
y el alma de los dioses se agiganta.
Los dioses piensan detrás
de los rostros de los hombres
y la figura de los mitos
surge atada en las palabras.
Los dioses hicieron nuestras caras
Para nacer allí las alegrías,
pero es del mundo
que surge la maravilla de la hierba.

Los gestos y las caras, esclavos son
de los labios y la risa;
esclavos son de los rostros y las máscaras.

X

Deberíamos envidiar la tierra
por sus ríos;
pero ¿qué hay más allá de las aguas?
Las aguas de la lluvia
he visto, huyendo de las fértiles raíces
porque temen asirse a la simiente.
Alrededor de todo están los rostros
como huellas del viento,
forjando la vida suavemente.

Y la humilde servidumbre de la brisa
con las hojas y la espuma
reciben la poción del fuego
que dejan los actos de los hombres,
porque nada nos hace más tristes
que el esplendor de la mirada.

XI

Como un pez fuera del agua, repelido por el musgo,
buscando el viento,
agarrado del amor y de la luz urdida por los poros,
un dios me sacude con las sílabas
mojadas junto de las algas;
un gran dios estremeciéndose
por encima de las aves y las plantas.
La dádiva salobre de los vientos
me encumbra con sus alas en la sangre
sobre el pliego amurallado de rostros
y serpientes

Como un pez fuera del agua
tallado de hierro en las escamas
se me rompe la piel en las vertientes.
Dibujado. Pintado apenas.
Tatuado sobre el alma de los dioses
estoy por encima de la espuma.
Y amando más a la arcilla que al musgo
me someto más a la quiebra del alma
que al sonido del mundo.
Los errores y el prodigio de las lágrimas
no tienen vecindad debajo de las aguas
sino el sabor de azufre de las playas.

La querella y la impaciencia
son la ribera de los vientos;
y la arcilla recibe en sus grabados
el erotismo de la tempestad.
Yo me quedo adherido al viejo relicario
de los senos
ardientes de doncellas,
triscando en sus labios
el agrio escándalo del oro.
Para olvidar el rito de las vírgenes
todos los insignes combatientes de las plazas
públicas
me dan la hilaridad que necesito.

Aquí fuera del agua se suscita
la aventura de Ariadna
en los bosques dispersos por el mundo;
en el lecho que se anexa a la conciencia añosa,
en las crecientes purísimas del aire;
en el descanso que despierta las promesas;
en las migraciones judías
de las grandes firmas comerciales
habitando el desacuerdo
de las grandes muchedumbres venideras

Todo este final de la prudencia
me fomenta la náusea,
me vitaliza el abismo.
Fuera del agua un pez necio al contacto
de los actos
que embalsaman, que guardan
en los cofres violentados
las fuentes futuras,
las nuevas alegrías de los dioses.
Necios los actos de los hombres
alborotados en el inevitable bullicio de las corporaciones públicas
que se premian con oro en los lechos
de alquiler.
Como todos los hombres del mundo
estoy fuera del agua, en la versión de la
mañana,
en la imagen del mundo, insinuando el tiempo,
alienado,con ardid de fuerza
por fuera de la gracia