Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Luz Helena Cordero Villamizar

Luz Helena Cordero Villamizar, nacida en Bucaramanga en 1961, es una destacada poeta y narradora colombiana. Su vinculación con la literatura se remonta a la década de los ochenta, cuando sus primeros cuentos y poemas vieron la luz en la revista Vanguardia Dominical, suplemento literario del periódico Vanguardia Liberal de su ciudad natal.

Con una formación en psicología y especializaciones en Salud Ocupacional y Fisiología y Medicina del Sueño, ha logrado equilibrar su carrera en el campo de la psicología con una prolífica producción literaria. Su obra abarca una amplia gama de géneros, desde ensayos literarios y crónicas hasta cuentos y poesía.

Entre sus obras más recientes se encuentran «Todavía nos queda la insolencia» (2022), una colección de cuentos, y «Unas cuantas tiernas imprecisiones» (2022), una crónica que demuestra su versatilidad como escritora.

A lo largo de su trayectoria, ha logrado trascender fronteras lingüísticas con traducciones de sus poemas al inglés, portugués, italiano y chino. Además, su impacto en la escena literaria se refleja en su inclusión en diversas antologías que destacan la riqueza y diversidad de la poesía contemporánea colombiana.

La obra de Luz Helena Cordero Villamizar es una ventana a un universo poético profundo y conmovedor, donde la sensibilidad y la maestría lingüística se entrelazan para crear un legado literario de notable importancia en el panorama literario de Colombia y más allá.

ACERTIJO

Antes,
el miedo tenía muchos rostros
que me aterraban
porque en todos lo reconocía.
Ahora,
lo que me aterra
es que ya no lo reconozco
porque los tiene todos.

ÉL

Él ganó las batallas.
Su pelea fue cuerpo a cuerpo
con armaduras y sin ellas.
Se armó con flechas
pudo crear espadas
hizo alianzas con el veneno
logró esculpir el fuego
desnudó el alma de los químicos
supo afilar las palabras
y blandir los libros.
Él murió tantas veces
y fue vencedor muchas más,
peleó tanto y viene tan cansado.
Él ganó todas las batallas
menos una,
menos una con cara de mujer.

ARTE SIN POÉTICA

Hay cosas ajenas a la poesía:
los estantes de los supermercados,
el atoro de un centro comercial,
la avenida más escandalosa,
el insomnio estéril, sin ojos,
una tontería que teje los instantes,
las esquinas sin amantes,
el árbol que nadie ve,
la pregunta circular que va y viene,
yo misma ante la ficción del espejo
que manipulo a mis anchas;
todas las ventanas clausuradas
sin que alguien las redima,
un perro asesinado diez veces
por anónimas sombras que ruedan,
la culpa que alimentas cada noche
por hacer lo que quieres
cuando todo obliga al sacrificio,
la prisa y el corazón que no saben llegar
al sitio de su incendio,
el color amarillo de la melancolía,
una mano sola como un arma siniestra,
la palabra aburrimiento, tan larga
que no cabe en la línea del poema;
la soledad, si nada la contiene,
tu rostro, si no lo habito,
los números, si nadie los repasa,
tanta noche quebrada en la cabeza.
Hay cosas ajenas a la poesía
si no hay alguien que las nombre.

LAS ARMAS

Muchos se arman para la guerra.
Es necesario.
Otros se arman para el mundo.
Es preciso.
Algunos se arman para la muerte.
Es natural.
Tú te armas para el amor
y estás tan indefenso
para la guerra,
para el mundo,
para la muerte.

MANOS

A veces
las manos se me caen,
se desgajan como hojas,
se deslizan entre olvidos y ropas,
les nacen grietas por donde pierden
las ganas,
por donde lloran como niñas
mimadas
o como ancianas solas.
Antes,
mis manos y yo
solíamos tener discusiones
pero ya no les hago caso:
se empeñan en convencerme de que
vivir no equivale a hacer cosas.
Les recuerdo que trabajan para mí,
que viven gracias a mí,
pero entonces se ríen de sus grietas
y yo sé del dolor de su risa.
Ellas son tercas, como yo.
Con terror me pregunto
qué pasará el día en que mis manos
dejen de vivir para mí.

TAMBIÉN SUCEDE

Sucede que me canso de ser hombre…
Pablo Neruda

Sucede que me canso de ser mujer
ojal en el abrigo del tiempo
canoa en que viajan los deseos
aro en la oreja de la tierra
flor transitoria en la memoria
ola que amenaza y cae como niña
lengua que salpica la conciencia
mano ahíta de silencios
cuerpo sin énfasis en ángulos
jarra responsable del agua
del hambre que gotea en las ventanas
donde hay niños repentinos
y hombres con rostros elocuentes.
Sucede que no estoy cuando me buscan
ardo los anaqueles si es preciso
y para huir también uso silencios.
Rueda la confusión en las paredes.
Quisiera lavar las culpas de los muertos.
Soy esa palabra que no acaba de salir
y se resbala por los dedos
como una miel metafísica.
Sucede que me canso de ser mujer
jardín de adjetivos
menuda
tierna
quebradiza
con la única fuerza que llevo
con el único encargo que tengo
de sostener el mundo.