Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Augusto Pinilla

Augusto Pinilla, nacido en Socorro, Santander, en 1946, es una figura destacada en el panorama literario colombiano. Poeta, ensayista, narrador y crítico literario, es reconocido como miembro fundador de la Generación sin nombre, un movimiento que revivió la poesía colombiana. Durante la década de 1980, Pinilla fue aclamado como uno de los escritores jóvenes más talentosos del país.

Su vida literaria comenzó tras trasladarse a Bogotá en 1967 para estudiar teatro, aunque pronto se inclinó hacia la literatura y filosofía. Tras obtener su título en Literatura en 1970, se desempeñó como profesor en la Pontificia Universidad Javeriana y asesor del Ministerio de Educación Nacional.

Pinilla, además de sus contribuciones académicas, dejó una marca indeleble en la literatura con ensayos críticos sobre Cortázar y Lezama. Su carrera literaria abarca novelas como «La Casa Infinita» (1979) y «El Fénix de Oro» (1982), así como compilaciones poéticas notables como «Fábrica de Sombras» (1987) y «La Vida Revivirá» (1997). Su última obra, «Pandemonium«, vio la luz en 2021.

La Generación sin nombre, fundada por Pinilla en 1968, renovó la narrativa colombiana, construyendo puentes entre el Nadaísmo y la nueva generación. Su influencia perdura, y en 2014, el Jardín Botánico de Bogotá y el programa nacional de Poesía sin Fronteras homenajearon su destacada obra.

Augusto Pinilla, con una pluma versátil y profunda, ha forjado un legado literario que trasciende géneros, desde ensayos hasta novelas y poesía. Su exploración crítica y su compromiso con la renovación literaria lo convierten en una figura imprescindible en el panorama cultural de Colombia.

Poema filosófico

Siempre creí que fue
en conversaciones con Sócrates
o en paseos con Hölderlin
por las ruinas de soles sin olvido
donde surgió el oráculo
de que puede pensar lo más profundo
quien ama lo más vital,
pero ahí está tu trenza
que hace más imposible
la existencia de la muerte
y nada diré de tu mirada
perdida en la pradera de la juventud,
nada de tu color,
sólo tu paso
extrañamente superior a la vida
idéntico a la belleza.

El diluvio

Hizo correr el agua por la tierra
como un poeta hace correr el fuego
por sus viejos poemas.
Pero hubo uno
–un hombre o un poema–
y viendo que era bueno
lo presentó en el arca
para empezar de nuevo,
como un viejo poeta
que no logró librarse
de su invento.

Plegaria

Bendito rey;
Ensaya ante el espejo
un levantar la mano
en forma de sonrisa
y cuida
de que no se conviertan en verdades
los malos sueños de la reina
Hincha de vinos y órdenes
la aorta
y así tu cuello cántaro
pondrá en el dia contado
mejor tapiz
para los que
—se sabe—
han de venir

Autorretrato

Un poeta camina por los prados
hacia la cima de la niebla
Quiere atrapar el día
a la hora de su nacimiento
y darle una palmada
y que rompa a llorar
—por la primera vez—
entre sus manos

Un poeta se pasó la vida
en el umbral de niebla de los amaneceres
tratando de atraparlo.
Al final,
todo el mundo lo vio aparecer
al extremo del bosque,
llorando,
con los zapatos llenos de rocío
y la primera luz
sonriendo entre los árboles.

Ulises

Ya estoy aquí.
No importa desde ahora el temor, ni la gloria,
ni la infinita oscuridad del porvenir
que tanto me burlara en mi pasado viaje
detrás de éste que ahora creo que soy.
La reina juega con mi piel y llora de alegría.
La dejo hacer. Dejo fluir en mí todo el amor,
pero estoy escuchando
cómo rodea mi reino el rumor de las lanzas
con las que deberé luchar mañana.

No comprendo esta fe que me sostiene
de combate en combate,
con la seguridad de que otro que soy yo
bajo otras lunas
al fin vendrá por mí,
conducido por otro que seré,
a darme dulce muerte.

En memoria

Ya no eres la que aprende
paso a paso conmigo bajo el sol,
ni el deseo sonriente, ni la dulce fatiga.
Ya no estás deslumbrada por esa vida
que se te perdía,
y lo que más me asombra en éste lado,
es sentir que te vuelves cada vez más eterna
mientras de mí se borran tu calor
y tu voz.

La tinta de la mancha

Para Luis Lloreda Parra

A veces cae la noche sobre la España
donde un caballero cabalga
por el sueño de un hombre de pruebas graves
que sonríe y escribe a lo largo de todos los días
y la noche no cae sobre su memoria
y nunca más serán vencidos
en ninguna mancha terrestre ni marina
sus caballos ni sus naves,
porque al fin,
Miguel,
y al cabo de las cuentas aquellas
que te atormentaron la vida
¿Quién es el emperador
y cuál será la deuda de su imperio contigo
si sólo tus libros pueden combatir al mundo
y habitar la casa del hombre,
si sólo tu caballo cómico y tus valores
sobreviven la batalla?
Pero un destino imborrable
tiene el alto precio de las pruebas incesantes
y así
¡Cuánta pobreza para tanta riqueza!
y el abismo de un día de gloria en el mar
inolvidable de historia y sangre
y señalando con un brazo perdido
aquella gran victoria de la cruz
sobre la fe del desierto,
pero también el vientre de tinieblas
de todos los cautiverios donde surgió,
armado y con el flaco caballo de un sueño infantil
y su propia España de fantásticas y crónicas aventuras,
tu caballero,
como surgió Minerva de la mente del Dios
para agitar la lucha.

Consta en tu coloquio
que a pesar de pensamientos y sueños
sobre el Grial sagrado y San Jorge y el nuevo mundo
una de tus muchas vidas fue de perro,
pero nadie sabe si se vive peor que el perro
en las jaulas del poder
y las fiestas depresivas del esplendor
donde nunca llegaste,
sino para cobrar deudas
que al final pagaste tú sólo
como aquellos años de hambre y desnudez en Argel
en un presidio de las mil y una noches
suerte de perro sobre la que se construyó
la suerte del personaje fantástico más verdadero
que todo hombre.

A tus pies yacen los libros
nacidos antes que el tuyo
y varias causas que se creyeron las más nobles
y muchos guerreros abatidos,
como las armaduras de la historia
amontonadas en un gallinero,
para disfraz de los niños,
porque todas las gestas se detendrían
ante el misterio de la vida del hombre común,
como las cabalgatas de la prehistoria
ante las primeras hortalizas
y entonces,
Sancho,
se iniciaron las lecturas
y olvidaste tu hacienda
porque fue necesario arar las páginas de la tierra
con el signo de tu más noble sueño,
sin perder la resistencia del hombre irreductible
de Numancia sitiada hasta más allá de la vida
ni del guerrero de las galeras relampagueantes
en la borrasca de las espadas
entre el impasible mar y la locura de la tierra.

A un poeta contemporáneo

Pudo ser página del desasosiego ésta
sobre el enigma
donde entran y salen del espejo
tu libro y tu vida,
la cifra de los antecedentes de tu signo,
el exilio de tu reino original
que es la tierra donde la sombra de tu imagen
se dibuja con más línea.
Allí nacieron los paisajes míseros
que caminan hasta sitiar
el palacio de las decisiones
y hacen de ti
el presuntuoso Chamán de la soberanía de los pobres
escriba de la cifra guerrera
con espléndida caligrafía de sus misterios,
fascinado, como todos,
por el enigma del caballo
gran protagonista de nuestra historia
desde la conquista;
con la imaginación y los pasos
llenos del cobre, la pólvora
y las cananas del combate,
la poesía de las maldiciones,
la reyerta de los jefes
insomnes de su propia idea,
los capitanes naturales y sus cortejos
penetrando lo imposible
como videntes sonámbulos.
Pruebas allí tu alma,
construyes tu espejo de paciencia.

Pero también tu letra ha retado
la helada muerte y sus absurdos
y conoce los reductos
donde le prejuicio colectivo hecho Muerte
parece usurpar el papel del destino
y es también tuya la poesía del amor,
como en Neruda y Martí
padre y abuelo tuyos,
delicias de la plena luz.

Cabe la pregunta
de si serás el profeta del guerrero
o él o tú son la profecía,
escriba del laberinto
donde todavía se calza las botas el abuelo
y habla en oráculos.
¿Es nuestra solución este lenguaje?
¿Esa marcha?
Al menos en la memoria
los mejores de ella se han sostenido
más que otras leyendas
y se dirían los arcángeles de la clave
por el tamaño de los monstruos que podemos ver.

Eres también Olmedo el que en Juín
oía claro rodar los torbellinos
y veía arder los ejes
y algo el Rodríguez el soberano trotamundos
o Martín Luis Guzmán el alfabeto de la revolución.
El otro es Villa, Hidalgo, Bolívar.
Con los destinos como tú pregunto
si lo eterno es la secreta escritura
que cambia poco
o la razón está
con la evidente y muy cambiante espada.
No dudo que la letra tiene su parte
que la guerra demuestra su vacío
y tal vez sea lícita y entrañable
la leyenda de un rey secreto del mundo.

Las primeras palabras

Como por vivir crece
el sentido de la vida
No buscaremos ya saberlo todo
sobre el misterio y el peligro
Conocí el abedul
Dijiste que lo llaman lluvia de oro
y novia del jardín
Quise que nos tomaran una foto
con sus estrellas de fábula infantil
y amor naciente
Y cuando paso por la carrilera
pienso que ayer no más
El poco verde de hoy fue la pradera
donde aquella vez caminamos
La ciudad libre y sola para nosotros
como un parque de novios
soñado por un artista
Seremos aquella canción toda la vida
La eternidad nos vio
Pasará todo esto
Nunca será sino la verde pradera
de nuestro amor
Salmo de todos los sonidos
Ahora todo cambia
El tren casi no existe
como el amplio verdor hoy escondido
silba en la noche a veces
y pareciera retornar del pasado
para entrar en el día
Hay una tienda de pan alemán
donde me prometiste
que serías para mí
Estas máquinas perecerán
y mucho hay
que volverá a sus ruinas
Lo que iniciamos allí es
innumerables nacimientos y cumpleaños
No diremos de mieles
ni de rosas nocturnas
ni de los cuerpos
de incesantes dunas
renovándose siempre

Señora de mis horas
Mitad perfecta de mi vida
Quedarán flotando en el lugar
La verde pradera de aquellos pasos nuestros
El presentimiento del agua entre los pinos
El recuerdo del tren que ya no vuelve
La primera mañana de nuestro amor
dicho con palabras
El aliento de esas palabras
Para recomenzar.

Colibrí

Entre los pájaros eres tú
el consagrado amante de las flores
Siempre te veo con ellas entre besos y adioses
Escribiendo entero en sus corazones
el nombre del amor.

Retorno eterno

Vuelva la vida a suceder completa
Y con todo detalle y sus trabajos
Todas las veces
Si para siempre he de volver a verte
Siento que como eres
Y te encuentro
Y hablamos
Y los días se llevan tus perfiles
sin que pueda alcanzarlos
Y el necesario amor
Y el imposible
El universo volverá a este punto
de su tiempo y su espacio
Y la vida revivirá
otra y otra vez
Porque todo querrá volver a verte
Y volver a verte
en lo eterno

Luna creciente

El día que hablamos por primera vez
conocí un nombre

Certeza

Caminarías con ella
todas las tardes de la vida
por la calzada eterna
Tú que conoces el amor
y el fuego inextinguible
Conversarías con ella
cosa por cosa
y persona por persona
de la existencia
Aún entre lejanías
Aún cerca de los árboles
del pálido verano de la ausencia
Aún en el gran silencio
donde tu boca todavía no vuelve
y habla sólo el universo
y aún entonces
Estarás más seguro que la vida y la muerte
De que por ella
Por tu mujer
y por aquella que camina contigo
el infinito campo de la infancia
tu ceniza rescatará su diferencia de la tierra

Motivo principal

Muchacha
tu presencia me revela
el Arcano de Dios
y me pregunto
si el mundo se hizo
para conocerte
Así tuvo que ser
El viejo presintió tu aparición
quedó despierto
y empezaron a llegar
la luz
el día
las criaturas