Poetas

Poesía de Venezuela

Poemas de María Calcaño

María Calcaño (Maracaibo, 12 de diciembre de 1906-ibíd. 1956) fue una poeta venezolana.

A los 14 años fue entregada en matrimonio por sus padres. De ese primer matrimonio, con Juan Roncajolo, tuvo seis hijos. Posteriormente se casó con el escritor Héctor Araujo Ortega y crio a un sobrino de éste. La vida de provincia y las costumbres de su época, no impidieron que cultivara la escritura poética. El reconocimiento le llegó tarde y su obra fue conocida en su país por el trabajo de Cósimo Mandrillo en los ochenta, cuando publicó una antología sobre su obra. La temática de su obra poética está marcada por el erotismo. El eros se manifiesta en sus poemas de manera sencilla y directa, marcado por el deseo. Sus poemas eran subversivos para su época al enfrentarse a la moral de la época. Se le considera la primera poetisa venezolana que asumió la modernidad a través de la libertad y el goce de la expresión.

No perteneció a ningún grupo literario, pero coincidió con los integrantes del grupo Seremos, entre los que conoció a su segundo esposo.

Su primer poemario titulado Alas fatales fue mal visto por la sociedad de la época, también tildado de inmoral. Veintiún años después publicaría su segundo libro con el nombre Canciones que oyeron mis últimas muñecas (1956, mismo año de su fallecimiento).

Universo

Si yo soy un verso!
Las sienes ardidas,
y las venas trágicas,
y los pechos trémulos!

Bajo el cuello erguido
mi pecho es un ara,
mi cuerpo un sonido…

Si yo soy un verso!…
Completa, sin trabas,
soy del universo.

Tu

Desde que vives en mi
pensamiento
soy como de cristal.
Y siento uniforme y sediento
el corazón; música de lamento,
amasijo fatal.
Desde que vives en mi
pensamiento
soy un tormento de canción…

Recodo

En aquel rinconcito
me esperaba el amor.

Lámina de pradera:
por un hueco de luz,
la carretera
y un pedacito azul
de cielo…

Ansias. Nubes.
Me esperaba el amor,
con un gusto ignorado
en el beso completo
y en el cuerpo sin límites
un extraño temblor…

En aquel rinconcito
me esperaba el amor.
Y más tarde me sentía
tanto dentro del pecho
que el dolor me nacía…

El Sueño Vivo

¡Hombre! ¿qué me has hecho?
¿qué me diste a beber en un beso
que tengo en el pecho
alegría y dolor?

Soñar y soñar…:
pero estar despierta
y aturdida
de este hondo placer doloroso.

Y estoy de rodillas
con llanto
sobre las mejillas.
Salobre,
como un puerto nuevo
que golpea el mar!

La Toma

Me trepan las raíces
de tus manos amadas
y arropada en caricias
ya casi no me veo!

Me saltaste tan sólo
la blancura serena;
seguros de la noche
me moldearon tus brazos,
y fué un enredo fácil
la fiesta inagotable.

Hombre partido en cien
que me fuerzas la vida!,
en mis pechos desnudos
desata tu rudeza,
para que tengan ellos
ese duro barniz
que les falta de hombre.

Grito Indomable

Cómo van a verme buena
si me truena
la vida en las venas.
¡Si toda canción
se me enreda como una llamarada!,
y vengo sin Dios
y sin miedo…

¡Si tengo sangre insubordinada!
y no puedo mostrarme
dócil como una criada,
mientras tenga
un recuerdo de horizonte,
un retazo de cielo
y una cresta de monte!

Ni tú, ni el cielo
ni nada
podrán con mi grito indomable.

Miedo

Tengo miedo de darte la ambrosía
de mi cuerpo fatal.
Melancolía.
de mis horas sombrías,
de mis horas de soledad.

Miedo de estar bajo tus ojos,
presa de tu beso triunfal,
serpiente de cristal
enrollada en tu copa
de alegría
como el árbol del mal.

Tengo miedo…
de darte en la belleza
de mis anillos rojos
mi sangre,
perversa de ansiedad.

Salvaje

Quiero un amor salvaje.
Llama de besos fuertes
que me dejen rendida…
y un ardiente oleaje
que en los vasos inertes
me derrame la vida.

Esta locura extraña
forja un amor desnudo
con fuerza de tormenta
y sabor de montaña;
un golpe fuerte y rudo
en la carne sedienta.

Yo me siento en las venas
la sangre poderosa.
Y grito y espero ansiosa
quien me mate el veneno.

Zeta

Yo sé que he de morir,
que ha de venirme eso…
Pero no quiero llantos,
ni dobles de campanas
ni alborotos, ni rezos.

Déjame solamente
el calor de tu pecho
sin estorbo de gente…

Y ahora que nada me dices,
habla de cosas buenas,
alegres, de mentira.
Bésame intensamente…,
júrame que me quieres
y descíñeme este peso
de angustia.

Después…
¡qué importa!
Vendrán otras mujeres
a borrarte mis besos…

Pirueta

En más de cien caminos
le salgo a la vida:
alta en desatinos,
alegre y florida…

Con las manos cuajadas
de primavera,
le aviento mi risa
despierta,
sin freno…

¡Siempre bulliciosa
tremenda y chiquilla.
Soy pobre,
y a la vida
le cuesto tan cara
con mi lujo de ansias!

Grieta

Hay una pareja de amantes
que todas las tardes me tienta,
cuando en la nostalgia
bella de la tarde
mi boca que arde
ansía los besos locos y distantes.

Detrás del bordado
que tiembla en mis manos los miro sedienta…
y estoy sin remedio pegada al camino
de quienes acaso nunca me han mirado.
Cuando ayer pasaron
tan cerca, casi me tocaron
la mirada infinita y suspensa…

Acaso la sombra los tienda en lo negro
y les trence los cuerpos ansiosos.
Y en el pensamiento loco de pecado
yo siento el zarpazo del instinto suelto,
garra de tentación
que agrieta mi cuerpo vencido.

El pozo

En el camino de mi casa
hay un pozo
soberbiamente triste,
como un inválido
arrimado al camino.

Algunas tardes
alegre y ligera voy a sentarme
en el viejo brocal carcomido,
y es entonces,
al sentir su miseria,
cuando me vuelvo triste.

La pobre gente que pasa
se admira
de hallarme suspensa,
quebrada
en la sorda amenaza.

Quedo sola en la tarde,
blanco de la sombra,
buscando la pupila
cada vez más opaca
y más turbia…

Madrugada

De madrugada
la casa en sombra
me desespera,
y dejo el lecho
pesado y triste
y llego al patio
como una alondra.
Y es entonces
cuando la aurora
prende en mis hombros
su cabellera.

¡Me siento bella como ninguna!
con un aliento de primavera
sobre los labios,
sobre los senos
mal escondidos
bajo la túnica.

¡Qué de belleza!,
¡qué de frescura tiene mi cuerpo!
¡cuando la aurora llega y me toma
medio desnuda
sobre la yerba!

Horizonte

En trémulo anhelo
yo vivo de un sueño:
irme bajo el cielo
libre como el viento.

Risueño
me tienta el camino,
y no sé si puedo
decirlo sin miedo,
pero yo me siento
loca como un trino
subiendo la falda
de alguna montaña…

Y aguardo desde la ventana,
tendidas las manos
ante los lejanos
montes de esmeralda.
Y cada mañana perdida en anhelos,
es mi pensamiento:
firme bajo el cielo
libre… como el viento!

Mi casa

Mi casa es blanca
pequeñita, pobre;
alegre de blanca
en el vasto camino.

Arrimándose va por los contornos
la ciudad:
calofrío de la calle triste
Sin árboles
ni yerba.

Asombro atribulado del camino
que espera
la caída del campo,
la caída de esta buena quietud
y armonía
de la gente.

¡Mi casa!
Nunca podrá codearse
con casas de hombres ricos,
porque ella en su pobreza
tan sólo me guarda a mí
con mi belleza.
y mi ensueño…