Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Roberto Mac-Douall

Roberto Mac-Douall (1850-1921), poeta y político colombiano, dejó una huella perdurable en la literatura de su época. Miembro destacado de la sociedad literaria Liceo Hidalgo y del círculo artístico fundado por el poeta mexicano Manuel Acuña, Mac-Douall fue un prodigio intelectual desde sus años de estudiante en los colegios Santamaria y el Colegio del Rosario. En 1890, se unió a la Universidad Republicana, hoy conocida como la Universidad Libre de Colombia, junto a destacados contemporáneos.

Hijo de la santandereana Rosa Durán Azuero Guapotá y el comerciante escocés Alexander Mac-Douall Wallace, su vida política incluyó roles como diputado, Secretario de la Gobernación y Secretario del Banco de Crédito Hipotecario. Participó en la guerra civil de 1876 y en 1879 ejerció como vicecónsul de México en Bogotá. Su legado literario abarca novelas como «El Joven Arturo» (1883) y «Luisa«, un poema lírico-sentimental que aborda la guerra civil. Entre sus obras poéticas célebres se encuentran «La Conquista«, «El Bárbula» y «Colón en Jamaica«. Mac-Douall también prologó en verso el libro de poemas «Dolores» (1906) de Julián Páez Mateus.

La trascendencia de su vida y obra se refleja en el reconocimiento de su ciudad natal, Zipaquirá, que en 1935 honró su memoria al nombrar el teatro municipal en su honor. La casona histórica donde vivió alberga hoy el Museo Guillermo Quevedo Zornoza, un testimonio tangible de su legado perdurable en la rica tradición literaria colombiana.

A mis lectoras

Yo soy muy liberal, como es sabido,
Y como todo liberal me afano
Porque el pueblo ignorante y abatido
Pueda llamarse pueblo soberano.
No es, pues, un necio móvil de partido
Lo que pone la péñola en mi mano:
Si contra las Normales muestro encono,
No se vaya á pensar que evoluciono.

Me encantan las escuelas, porque veo
Que de la libertad son el origen;
Pero, lectoras, francamente creo
Que una reforma sustancial exigen.
Que venga esa reforma es mi deseo,
Pues sé que si sus males se corrigen,
Las escuelas serán dentro de poco
De paz y libertad brillante foco.

II

Sé muy bien que la Clara de mi cuento
No es un tipo obligado en las Normales:
Chicas conozco yo de gran talento,
De muy buenas costumbres y modales,
Que son de sus maridos el contento
Y que educan familias patriarcales;
Pero de años acá se está notando
Que van las excepciones minorando.

Que haya escuelas es justo y muy bien hecho,
Mas como las escuelas son tan caras,
Hagamos de ellas algo de provecho
Y no eduquemos solamente Claras;
Pues con estas escuelas en barbecho
Las buenas pedagogas serán raras
Y tendremos después de mil afanes
Una generación de charlatanes.

Por escribir mi cuento, cierta gente
Me declara, sin duda, excomulgado:
Me meto á redentor, y es muy corriente
Que muera, como tal, crucificado.
No faltará una lengua maldiciente
Que asegure que me han apaciguado;
Y, aunque es la acusación bastante seria,
Voy á entrar, sin escrúpulo, en materia.

El joven Arturo

Canto I

Os contaré, carísimas lectoras,
Un caso que si bien no es nada extraño,
Tuvo á muchas personas habladoras
Haciendo comentarios más de un año.
Hay muchos caballeros y señoras
Que pueden declarar que no hay engaño
En esta narración: yo no la invento;
Como me consta que es, así la cuento.

Todas vosotras conocéis a Clara,
Aquella chica de mirada ardiente,
De negros ojos, de risueña cara,
Labios de rosa, despejada frente;
La que exhibiendo su belleza rara,
Dió tantos sinsabores á la gente,
Puesto que á muchos trastornó los sesos,
Y el autor de esta historia estuvo entre ésos.

Tenéis que conocerla; si, iba á misa,
Sin perder en el año ni una fiesta;
Al último repique entraba aprisa
A pasito menudo y muy compuesta;
Lanzaba al de una nave una sonrisa,
Otra sonrisa al de la nave opuesta,
Unas dos vueltas á la iglesia daba,
Y cerca del cancel se arrodillaba.

El público juzgaba caviloso
(Siempre el público juzga á su manera)
Que por mostrar su talle tan airoso
Daba esas vueltas a la iglesia entera;
Pero este es un concepto calumnioso,
Y mi pluma imparcial y justiciera
Afirma que si obraba de tal modo,
Era sólo buscando su acomodo.

Y que era bueno el puesto que elegía
Queda completamente demostrado
Con decir que no lejos se ponía
Un cierto jovencito bien plantado.
Cómodo, pues, el puesto aquel sería,
Cuando era por los dos solicitado;
Pero el público vil siempre murmura
Y halla delito en la intención más pura.

Pues bien, lectoras, la citada chica,
A pesar de ser buena y hechicera,
Y de sus diez y ocho años, no era rica,
Y por este motivo era soltera.
Ni quien lo extrañe habrá, pues bien se explica
Que no es fácil coger hoy á cualquiera;
Un hombre de razón va siempre al peso,
Ya busque una mujer, ya compre un queso.

Y es cosa natural que así suceda,
Pues hoy son las mujeres muy costosas:
En cabellos postizos, guantes, seda,
Esencias de jazmín, y nardo y rosas,
Y los polvos que vende Chaguaceda,
Las botas, los sombreros y otras cosas,
Se agotan los recursos del casado
Como en una elección los del Estado.

Y no extrañéis el símil, que es exacto;
Es muy caro el sufragio en esta tierra.
¿Se acerca una elección? Pues en el acto
Sale á lucir cuanto el Tesoro encierra.
Con un distrito amigo se hace pacto,
A un distrito enemigo se hace guerra,
Y en cumplir pactos y pagar raciones
Se gastan del Erario los doblones.

Dije ya que soltera estaba Clara,
Y no muy bien provista de reales.
Su mamá, que era vieja un poco avara,
Y que vió sus talentos naturales,
Quiso que esos talentos aplicara
A recoger la luz en las Normales:
Hizo su petición, se la acordaron,
Y en la Normal á Clara acomodaron.

Ella en los diez y ocho años que tenia
Conocía del mundo sólo un lado;
Pues su buena mamá la consentía,
Y por nada le hubiera rehusado
Una flor ó cualquiera fruslería
Que pudiera servir para el tocado;
Y viendo su toilette completa y rara,
Era dichosa la divina Clara.

(Yo bien sé que toilette es voz extraña
Que Caro mirará con gran disgusto;
Mas ya la lengua de la vieja España
Va siendo relegada,y es muy justo.
Vosotras procedéis con tanta maña,
Que arregláis el idioma á vuestro gusto,
Y hoy sólo los palurdos ignorantes
Usan la jerigonza de Cervantes).

Mas volvamos á Clara. Entró á la escuela
Con ánimo de hacerse institutora;
Y aunque mucho al principio se desvela,
Porque hermosos recuerdos atesora,
Y le hace falta el baile y la novela,
Y su perdida independencia llora,
Se hizo al fin a las armas, y con brío
Del humano saber bebió en el río.

(Digo río, lectoras, y no fuente
Como suele decirse en casos tales,
Porque debéis saber que es sorprendente
La ciencia que se bebe en las Normales;
Si corriera un arroyo simplemente,
Se hubieran agotado sus raudales,
Porque bebe esa gente de tal modo,
Que en tres años no más lo aprende todo.)

Y no es esta aserción exagerada:
Allí se aprende todo: arquitectura,
Idiomas, canto, física aplicada,
Hermenéutica, química, pintura,
Historia natural, patria y sagrada,
Legislación, estética, escultura,
Náutica, natación, relojería,
Táctica militar y astronomía.

Y muchas cosas más que yo no cuento
Por ser empresa larga y trabajosa,
Y que no está de acuerdo con mi intento;
Mas sí debe constar aquí una cosa,
Y es que á veces dedican un momento
A la labor estéril y enojosa
De enseñarles la lengua castellana,
Algo de suma y la moral cristiana.

Se comprende muy bien que esta enseñanza
Va a formar muchos hombres y mujeres
Que serán de esta tierra la esperanza.
Hay sobre esto diversos pareceres;
Pero cualquiera á comprender alcanza
A dónde llegarán aquellos seres
Que salen en tres años no completos
De palabras cientificas repletos.

Dejemos, pues, a Clara entretenida
En aspirar la ciencia á pecho abierto,
Y en soñar con la escuela prometida,
Y vamos á otra cosa… Pero advierto
Que ya el sueño al descanso me convida,
Pues estoy de cansancio medio muerto.
Buenas noches, lectoras, aquí os digo,
Que durmáis mucho y que soñéis conmigo

Canto II

Tres años han pasado en raudo vuelo;
Por tres veces la tierra su camino
Recorrió por los ámbitos del cielo
Girando en torno al luminar divino;
Por tres veces fecundo nuestro suelo
Se cubrió de follaje peregrino;
Por… Me cansa el estilo rimbombante:
Han pasado tres años, y adelante!

Recordaréis, carísimas lectoras…
Perdonad si carísimas os llamo;
Siempre m e son muy caras las señoras
Y á mis paisanas con pasión las amo;
Todas á estimación son acreedoras:
Carísimas por eso las aclamo;
Mas si dais al vocablo otro sentido,
Digan vuestros esposos si he mentido;

Recordaréis, lectoras, aquel mozo
Que con Clara a las misas asistía.
Por aquel tiempo le apuntaba el bozo,
Y empezaba á estudiar ortografia;
Al año no cabal, lleno de gozo,
El grado de ahogado recibía,
Que en este siglo, del vapor llamado,
Se hace en un santiamén un abogado.

Si en tiempo de las misas ya se amaban,
No he podido saberlo claramente;
Yo sólo sé que en misa se miraban,
Pero el mirar en misa es muy corriente.
Las malas lenguas de esto murmuraban,
Porque siempre ha de murmurar la gente;
Y aunque sí se miraban, en el templo
Daban de devoción un santo ejemplo.

El hecho es que durante los tres años
Que estuvo Clara en la Normal metida,
Nunca ocupó su puesto en los escaños
El tal joven; y es cosa muy sabida
Que uno de esos caprichos tan extraños
Que suelen ser frecuentes en la vida,
Hizo que á aquella iglesia no volviera
Por ir á misa de once a la Tercera.

Pero hace rato que del joven hablo,
Y he olvidado decir cuál es su nombre:
Sabed que el chico se llamaba Pablo.
A misa á la Tercera iba el buen hombre,
Y á esa iglesia llevó sin duda el diablo
(Que en las iglesias anda, aunque os asombre)
A una joven muy guapa, muy bonita.
Que llevaba por nombre Margarita.

También la conocéis, bellas lectoras;
Mas por si alguna no se acuerda de ella,
Diré que tiene formas seductoras,
Ojos de limpio azul, boca muy bella,
Una sal y una gracia arrobadoras,
Y qué dulce mirar! qué voz aquélla!
Es capaz de vencer á San Antonio,
Quien, como lo sabéis, venció al demonio.

Vió Pablo á Margarita, y al momento
Sintió que el corazón se le abrasaba:
La vida para él era un tormento;
Jueces y litigantes olvidaba;
El pobre mozo se volvió un jumento;
No comía, y las noches las pasaba
Contando los suspiros de su pecho
Y dando volteretasen su lecho.

¡Oh amor! pasión violenta que los cielos
Como castigo mandan a la tierra!
Mezcla de calma y de furor y celos,
Que el infierno y la gloria á un tiempo encierra,
¿Quién podrá resistir á tus anhelos?
¿Quién ante tus estragos no se aterra,
Al ver cómo tus tiros han logrado
Herir el corazón de un abogado?

Y ella, la flor que al sol de la mañana
Entreabría su cándida corola,
Que en su tallo gentil se alzaba ufana,
Fresco botón de tímida amapola,
Nacida por la calle de Santa Ana,
Ella, que en el amor no daba bola,
Tiernas frases de amor oyó de Pablo,
Y su calma feliz se llevó el diablo.

Y se amaron los dos de tal manera,
Que ella de la ventana no bajaba;
Y él hizo monopolio de la aceera.
La vecindad entera se quejaba
De que aquello un escándalo ya era;
Pero esto a los amantes no importaba,
Y á despecho de quejas y razones
Siguieron ellos como dos pichones.

En ésas los tres años se pasaron
Y á Clarita, de ciencia bien henchida,
De maestra el diploma le otorgaron.
Estuvo la función muy concurrida;
Premios y peroratas prodigaron;
Clara estuvo muy lista y atrevida,
Y un tanto varonil en sus modales,
Pues la mujer se hace hombre en las Normales.

Para hacer un discurso pidió tema,
Le dieron el amor, y en un momento
Sobre el amor expuso tal sistema,
Que la juzgaron todos un portento.
Lanzó con ronca voz un anatema
Contra el sétimo inicuo sacramento,
Y presentó tan sólidas razones,
Que a más de cuatro nos volvió mormones.

Su vasta ilustración, su gran despeja,
Arrancaron aplausos a la gente,
Y hasta á los mismos miembros del Consejo;
Y no vi allí más cara displicente
Que la de un ciudadano un tanto viejo
Que echó una bendición devotamente;
Ese era, a no dudarlo, algún bolonio
De esos que creen en Dios y en el demonio.

Tengo un defecto yo que me domina :
Una curiosidad que no me deja;
El saber cuanto pasa me fascina,
Y soy tan preguntón como una vieja;
Y por eso en mi vida peregrina
He podido reunir tanta conseja,
Y a esto debo, lectoras cariñosas,
El placer de contaros estas cosas.

Yo que vi, pues, al bueno de Don Bruno
(El viejo que se echaba bendiciones)
Hacer el gesto aquél, juzgué oportuno
Pedirle sobre el caso explicaciones;
A él me acerqué sin miramiento alguno,
Y le dije: “Señor, estas funciones
Son del progreso muestra verdadera;
¿Porqué no aplaude usted como cualquiera?

¿Progreso? dijo mi hombre; poco á poco:
A estas cosas no llamo yo progreso,
Pues no progresa quien se vuelve loco.
Y o soy bastante viejo, lo confieso;
De la existencia en el lindero toco;
Y mirando que el mundo pierde el seso,
Veré pronto, si Dios me da más vida,
La tierra en manicomio convertida.

Antes una muchacha se aplicaba
A aprender cosas de mayor provecho:
Cortaba con primor, pedaceaba,
Y dejaba un remiendo muy bien hecho;
Las cuentas del mercado examinaba
Sin saber logaritmos ni derecho,
Y sin gastar francés y hablando en prosa,
Era, llegado el caso, buena esposa.

Pero hoy ¿quién va a pensar en la costura,
Un oficio mecánico tan bajo?
¿Y en remendar la ropa? ¡qué locura!
Puede comprarse nueva sin trabajo.
Vale más dedicarse a la escultura,
O á decir disparates á destajo,
Que á cuidar á la prole y al marido:
¡Para eso las mujeres no han nacido!

Antes era apreciada la inocencia;
Hoy se admira la charla y el descoco;
Antes se reputaba por gran ciencia
El saber hacer bien dulce de coco;
Hoy las muchachas llevan su insolencia
Hasta á tener á Flammarión en poco;
No digo á Flammarión, que es un bendito,
¡A González Miranda (alias Benito)!

Non capit muscas aquila, y por eso
Desdeñan los quehaceres de la casa;
Al cacoetes loquendi dan acceso,
Y en perorar la vida se les pasa.
La ardentia verba les perturba el seso;
Su ciencia, fulmen brutum, es escasa.
Ne fronti crede! o témpora! o mores!
Alieni (bostezó) temporis flores!”

Así dijo Don Bruno, y sacudía
Con aire de congoja la cabeza;
Pablo estaba conmigo y esto oía
Mirando al viejo aquél con extrañeza;
La cólera que el pecho le roía
Estalló al fin, y dijo con rudeza:
Dejemos este viejo: está beodo,
O perdió la razón, ó es ultragodo.

Luégo acercóse á Clara muy afable,
A darle el parabién seguramente,
Por su grado tan bueno, tan notable;
La mano le estrechó muy cordialmente,
Y estuvo al parecer bastante amable,
Pues la chica, á despecho de la gente,
Le lanzó una sonrisa encantadora.
Propia de una moderna institutora.

Y por hoy lo bastante os he contado,
Y os calculo aburridas con mi historia.
Si charlo como charla un diputado.
Espor legar al mundo mi memoria.
¡Cuántos hablando mucho han alcanzado
Para Su nombre perdurable gloria!
Yo también en charlar mi gloria fundo,
Y aquí acaba el capítulo segundo.

Canto III

Una hermosa mañana de verano,
Cuando en Oriente el sol con sus fulgores
Bañaba el Monserrate soberano,
Cuando vagando el cénfiro entre flores
El beso matinal les daba ufano,
Y entonaban los pájaros cantores
Esos trinos de amor y de alegría
Con que saludan al naciente día;

Cuando aun estaba la feraz llanura
De niebla ligerísima cubierta,
Cuando sentía apenas la natura
El ósculo del sol que la despierta;
Cuando yo disfrutaba la ventura
De dormir á mis anchas, en la puerta
Dieron un aldabazo estrepitoso
Que interrumpió mi sueño delicioso.

Caramba! dije yo (por tal vocablo
Os pediré, lectoras, mil perdones;
Sabed que en tales términos no hablo
Sino en determinadas ocasiones).
¿Quién es? Traigo una carta de Don Pablo.
Dámela.Y al fijarme en sus renglones
Salté del blando lecho con presteza
Y á despecho del frío y la pereza.

Y a fe que aunque el billete no era largo,
Pues dos lineas apenas contenía,
Era muy alarmante, sin embargo,
Y por él claramente se veía
Que se hallaba su autor en trance amargo,
Aunque cuál era el trance no decía;
Helo aquí: “Ven, que la ansiedad me mata.
To be or not to bePablo Zapata.”

Qué será lo que pasa? santo cielo!
Pensaba yo al vestirme á la carrera.
Si será que lo llaman a algún duelo…
Bien puede ser, porque es un calavera;
Pero… muestra por verme tal anhelo,
Que no es posible… no, pues si tal fuera,
No á mi, sino al Alcalde del distrito,
Hubiera remitido el papelito.

Además, Pablo no es por el presente
Ni cónsul, ni ministro ó secretario;
Pues bien sabéis, lectoras, que esa gente
Ve en el duelo ejercicio necesario:
Por quítame esas pajas, ferozmente
Llaman a mortal riña á su contrario.
Por fortuna la atroz carnicería
Logra siempre evitar la Policía.

Recuerdo al fin que hay nuevo ministerio,
Y que á Pablo remueven me imagino;
Y viendo que es el caso más que serio,
A su casa ligero me encamino.
Qué es? exclamo al llegar, ¿qué es el misterio?
Qué te sucede, Pablo? tu destino…
Mi destino lo quiere!y dando un paso
Con voz de trueno, concluyó:Me caso!

Cómo ! Te casas? y con quién ?Con Clara.
Con Clara, que es tan pobre?Te equivocas,
Es finca productiva… Cosa rara!
Su cara y su instrucción no son bicocas,
Y con sus atractivos y su cara
Le darán una escuela como pocas;
Y sesenta por mes es mucho cuento:
Interés de tres mil al dos por ciento.

Era el cálculo aquél tan convincente,
Tan completo en detalles y en conjunto,
Que juzgné como cosa más prudente
No entablar discusión sobre el asunto.
Me quedaba una duda simplemente,
Y con el fin de esclarecer el punto,
Le dije:¿Y Margarita,que es tan bella?
¿Te gusta… ?Sí !Pues cásate con ella.

Hombre!¿Yo que soy todo un abogado,
Un hombre que sesenta pesos gana;
Yo que soy secretario de un juzgado
Y que talvez á juez llegue mañana,
He de unirme a una niña que ha pasado
Su vida por la calle de Santa Ana,
A una chica que nunca tuvo un peso,
Y no ha entrado en la senda del progreso?

Para que las conozcas plenamente
Y puedas apreciar la diferencia
Que hay entre Margarita, la inocente,
Y Clara, la mujer de mundo y ciencia,
Estas cartas compara atentamente.
Y así diciendo, puso en mi presencia
Dos cartas: una en letra muy cursada,
Y otra en letra redonda y apretada.

Como yo sé muy bien, lectoras bellas,
Que es la curiosidad vuestro pecado,
Las dos cartas de amor de mis doncellas
Os mostraré de un modo reservado;
Si alguna vez os encontráis con ellas,
No les digáis que yo las he mostrado,
Pues las mujeres lo perdonan todo,
Menos que las exhiban de este modo.

La carta de la pobre Margarita,
Que fué la que en mi afán abri primero,
En papel ordinario estaba escrita;
Y la letra, formada con esmero,
Era, como ya dije, menudita;
Fechada en Bogotá y a diez de Enero,
Decía encima de la fecha: Urgente,
Y el tenor de la carta era el siguiente:

“Mi muy querido Pablo: Hace diez días
Que no vienes a verme y ya lo extraño.
Antes, de nuestra cuadra no salías,
Y esto me ocasionó más de un regaño,
Pues tanto mi mamá como mis tías,
Que tienen un carácter muy huraño,
No vieron nunca bien que me asomara
A la ventana, y que contigo hablara.

“Yo entonces desdeñaba sus consejos,
Creyendo que sus quejas y razones
Eran puras chocheces de los viejos,
Y no me preocupaban sus sermones,
Porque confiaba en ti y estaba lejos
De temer tan amargas decepciones:
Hoy ya sé que perjuro me engañaste,
Y que de mi inocencia te burlaste.

“¡Gran triunfo conseguiste! grande hazaña
Es despertar una alma que inocente,
Al desengaño y al pesar extraña,
A sus sueños se entrega dulcemente,
Y arrancarle la fe que la acompaña,
Encendiendo un amor intenso, ardiente,
Y mintiéndole mundos de ventura,
Para hundirla después en la amargura!

“Yo te sabré olvidar cual me olvidaste,
Pagaré con desprecio tu falsía;
Mas si mi dulce fe me arrebataste,
¿Dónde hallaré la calma en que vivía?
Si la duda en mi espíritu sembraste,
¿En quién podrá creer el alma mía?
¿Podré volver a amar cuando la duda
Me rompe el alma con su espina aguda?

“Si alguna vez te sume en el despecho
De un ser a quien amaste, el abandono,
Comprenderás el mal que á mi me has hecho.
Adiós! al olvidarte te perdono,
Pues sabes que no cabe en este pecho
Ni por tan negra ingratitud encono.
Dispensa que ésta vaya mal escrita
Y no pienses jamás en Margarita.”

¡Qué chica, santo Dios! Hombre, Zapata,
Dije yo al terminar, eres un pillo!
Yo sé muy bien que mi desdén la mata,
Me dijo componiendo un cigarrillo,
Y arreglando los pliegues de su bata;
Pero si á Clara no le da al tobillo.
Antes de que pronuncies la sentencia
Lee su carta y verás la diferencia.

En un papel muy lleno de labores,
Que un Cupido llevaba en cada esquina,
Y por todo el contorno aves y flores
De forma caprichosa y peregrina
Y de variados tintes y colores,
Y escrita en una letra masculina,
Una epístola hallé que íntegramente
Transcribo en el capitulo siguiente.

Canto IV

“Mi carta, que es feliz, pues va á buscaros,
Cuarta os dará de la memoria mía,
De esta infeliz mortal que por amaros
Se escapó de una buena pulmonía.
La noche que al balcón salí a esperaros
Era una noche destemplada y fría,
Y como yo salí desabrigada,
Estoy con una tos endemoniada.

“Pero sufro con gusto mi tormento,
Y no maldigo mis terribles males,
Porque sufro por ti (lectoras, siento
Que así mezcle pronombres personales;
Pero á ser libres como el raudo viento
Aprenden las que van á las Normales,
Y si la libertad les es simpática
¿Porqué han de esclavizarse á la gramática?)

“Porque sufro por ti, mi dueño amado,
Y por ti fuera dulce hasta la muerte.
Si tus dulces palabras he escuchado,
Si al pie de mi balcón logré yo verte,
Bendigo este catarro que me ha dado,
Y bendiga mi tos constante y fuerte,
Pues si por ella en el sepulcro me hundo,
¿Que haya un cadáver más qué importa al mundo?

“Lejos de ti mi vida se consume
Sin tu amor, sin tu vida, sin tu aliento,
Cual la flor sin rocío, sin perfume,
Marchita deshojada por el viento;
Así, pues, fácilmente se presume
Lo desgraciada que sin ti me siento;
Ven á verme esta noche: tu tardanza
Marchitará la flor de mi esperanza.

“Yo te amo, sí, porque eres inocente,
Porque eres bello cual la flor temprana;
Venid, que nos veamos es urgente,
Porque tengo de hablarte mucha gana;
Y si no vienes hoy precisamente,
En sucio polvo dormirá mañana
Esta pobre mujer ¡ay! que te adora,
Y que en este momento por ti llora.

“Era mi vida el lóbrego vacío,
Era mi corazón la estéril nada;
Pero me viste tú, dulce amor mío,
Y creóme un universo tu mirada.
¿Porqué me pagas con desdén impío?
¡Ah! comprendo!… de ti no soy amada!
Me olvidaste!… Malditos veintiún años,
Funesta edad de amargos desengaños!

“El corazón del hombre es una lira
Dispuesto á producir cualquier sonido;
Me amaste? Nó!… Tu afecto fué mentira.
Me olvidas? Si!… M e hundiste en el olvido!
Ven esta noche,si piedad te inspira
Este mi pobre corazón herido;
Ven, y si nó la guerra te declara
Tu Safo que te adora Tuya Clara.”

Hombre! qué te parece? dijo Pablo
Con sonrisa de orgullo satisfecho.
Vaya! le dije: francamente te hablo:
Yo pensé que eras hombre de provecho,
Y hoy juzgo que mereces un establo,
A pesar de tu grado y tu derecho;
Tú jamás pasarás de Congresista,
Porque eres una bestia nunca vista.

Hizo una mueca de desdén horrible,
Me miró de los pies á la cabeza,
Y me dijo con lástima: ¿Es posible
Que llegue hasta tal grado tu torpeza?
¿Conque ese amor profundo, indescriptible,
Que insinúa con tal delicadeza,
Pedazo de animal, no prueba nada?
Sí: prueba que tu Safoes muy zafada.

Pues decidido estoy.Eres un bruto.
Yo opino que es mejor que reflexiones.
No te pido consejos, no disputo;
No me han de convencer tus opiniones.
A tu barbaridad pagas tributo.
Caballero… Zapata, mis razones
Debes oír… No tal. Sal al momento.
Conque… Estoy decidido.Pues lo siento.

Y para esto dejé mi blando lecho,
Pensaba yo bajando la escalera
¿Se casa? pues que le haga buen provecho;
Pero es negra la suerte que le espera.
En fin! resuelto está, y á lo hecho, pecho.
Tratar de convencerlo inútil fuera,
Que el que es del libre examen partidario,
Juzga el examen siempre innecesario.

Dos semanas después en La Reforma,
Que tiene un cronicón que nunca miente,
Y que de cuanto pasa nos informa,
Vi que estaban casados civilmente
Por un juez ó notario, en toda forma.
Clara se opuso decididamente
A que el Cura en el lance interviniera,
Porque habiendo notario, inútil era.

Una tarde, al salir de la oficina,
Vi á Pablo que, ligero como un gamo,
Cruzaba de la plaza por la esquina;
Corro al punto tras él, le grito, llamo,
Y mientras más lo llamo, más camina.
Atajen á ese hombre!al fin exclamo,
Y él, temiendo tal vez que se juzgara
Que es reo fugitivo, al fin se pára.

No es el Pablo, carísimas lectoras,
Que antes iba el domingo a la Tercera,
No es el de las miradas seductoras,
No es el de la capul tan hechicera;
Su faz antes risueña á todas horas,
Es hoy adusta, tétrica, severa;
Su traje antes tan pulcro, está mugriento.
¡Cómo transforma al hombre el casamiento!

¿Cómo te va, Pablito? ¿Qué tal Clara?
Le dije;á dónde vas tan afanado?
A casa, contestó con una cara
Cual la del reo a muerte condenado.
Perdóname que á gritos te llamara.
¿Qué es de tu vida?Estoy muy ocupado.
En gozar del edén del matrimonio?
Véte con tus edenes al demonio!

¿Qué tienes? ¿Qué desgracia ha sucedido?
Que voy á suicidarme!¡Qué locura !
¿La causa?No es bastante ser marido?
Cuéntame, pues, tu amarga desventura.
No puedes concebir lo que he sufrido.
Empieza, pues… Hoy no.¿Se te figura
Que puedo disponer de una hora entera?
Ya son las tres! ¡Adiós! Clara me espera.

Y salió disparado calle abajo;
Corrí á alcanzarlo, pero inútilmente;
Y juzgando perdido mi trabajo,
Me fuí para mi casa lentamente,
Meditando con aire cabizbajo
En el pobre Zapata y su presente,
Y…. basta ya: de octavas estoy harto.
Aquí le pongo punto al canto cuarto.

Canto V

¡Cómo pasan las horas de alegría
Que nuestra mente juvenil halagan!
¡Cómo forja la ardiente fantasía
Sueños de gloria que al nacer se apagan
Cual los celajes que al venir el día
Por el azul del firmamento vagan!
Así exclamaba yo pensando en Pablo,
Y viendo ya su dicha dada al diablo.

Aquellas ilusiones de ventura,
Aquel tranquilo hogar de sus amores,
Aquella esposa tan gentil, tan pura,
Que iba á regar en su sendero flores,
Que iba á alejar de su alma la amargura;
Que iba á llenar su cielo de fulgores,
Todo eso fué mentira; no hubo nada,
Pues salió la Clarita endemoniada.

Para que no digáis que yo exagero,
Y que tengo por Clara antipatía,
Yo que soy con las damas justiciero,
Como más de úna declarar podría,
Íntegramente transcribiros quiero
La epístola en que Pablo describía
Su vida miserable y enojosa,
Y las mil perfecciones de su esposa.

“A referirte voy mis amarguras,
¡Porque yo sé muy bien que eres mi amigo,
Y que a pesar de las palabras duras
Que sin justa razón usé contigo,
Hoy, olvidando todas mis locuras,
Y mis tontos caprichos que maldigo,
Verás con interés mi amargo duelo,
Y acaso m e darás algún consuelo.

“A pesar de tus justas reflexiones,
Con Clara me casé: yo suponía
Que una mujer con tantas perfecciones
Felicidad y calma me daría;
Ella me hizo promesas a montones,
Me hablaba de lo dulce que sería
Nuestro futuro hogar, nido sagrado,
Por nuestro mutuo afecto iluminado.

“Formó quinientos planes excelentes
Para hacer deliciosa mi existencia;
En discursos floridos y elocuentes
Prometió respetar mi independencia.
Hizo lo que los hombres eminentes
Que quieren atrapar la presidencia;
Presentó su programa de gobierno,
Me atrapó, y el programa echó al infierno.

“Apenas vió ligada nuestra suerte,
Cuando olvidando todo compromiso,
Las riendas empuñó con mano fuerte.
Yo nada puedo hacer sin su permiso;
Y ella entra y sale, y baila, y se divierte,
Y juzga innecesario darme aviso.
Y así tiene que ser, que en las Normales
Hay libertades ultraliberales.

“¡Y mi vida de hogar si que es sabrosa!
Yo tengo que coser mis pantalones,
Porque Clara, ni riesgo que los cosa:
Yo pego á mi levita los botones,
Y hasta las mismas medias de mi esposa
He remendado en varias ocasiones.
¡Yo, que soy secretario de un juzgado,
Me he visto á tales cosas obligado!

“Es en casa la escoba mueble extraño:
Clara su utilidad no ha comprendido;
Hace que nos casamos medio año, .
Y en seis meses la casa no ha barrido!
Y yo que entre la mugre no me amado,
Estoy entre la mugre consumido.
¿Pero qué? Clara habita el quinto cielo,
Y no fija sus ojos en el suelo.

“Las criadas son poderes soberanos
Que gozan de completa autonomía;
La cocina y despensa son arcanos
Que Clara no conoce todavía;
Ella no emplea sus preciosas manos
Sino en acicalarse todo el día,
Y en escribirle cartas á Teodora,
Que es una vecinita á quien adora.

“¡Y qué cartas, gran Dios! Voy á contarte
Una historia terrible, escandalosa;
El recordarla el corazón me parte,
Porque, á pesar de todo, amo á mi esposa;
Pero he querido mi dolor mostrarte,
Porque conozco tu alma generosa:
Cuando yo era feliz, fuiste mi amigo,
Ahora que lloro, llorarás conmigo.

“Dos semanas hacía que notaba
Que no era mi mujer la misma de antes,
Ya poco del vestido se cuidaba,
Y llegó hasta á salir sin calzar guantes.
De día, como siempre, me celaba;
Mas de noche, con voces insinuantes,
Me decía ser justo que saliera,
Y á hacer visitas ó al tresillo fuera.

“Yo vi en todo esto un cambio favorable.
La regeneración se estaba usando,
Y juzgué como cosa muy probable
Que Clara se iba ya regenerando.
Como era en sus instancias muy afable,
Yo comencé a salir de cuando en cuando,
Y como por salir no hubo reproches,
Acabó por salir todas las noches.

“Mas la ingrata burlaba mi inocencia;
Yo la creía ya regenerada,
Y vino a demostrarme la experiencia
Que eran sólo un ardid de la taimada
Aquella no común condescendencia
Y aquella confianza ilimitada;
La regeneración que vi en mi esposa
Fué sólo una catástrofe espantosa.

“ Una noche, al salir para el tresillo,
Con una criada tropecé en la puerta,
Y a la pálida luz del cigarrillo
Vi que la susodicha era una tuerta,
Criada de Teodorita de Rosillo.
Qué quieres?dije yo con voz incierta,
Y ella me contestó:Doña Teodora
Esta carta le manda á la señora.

“Yo, como es natural, saber quería
Qué asunto tan secreto y tan urgente
Era el que entre las dos se debatía,
Pues, como dije ya, constantemente
Clara á su amiga cartas escribía
Que ésta le contestaba diariamente.
Tomé la carta, me la eché al bolsillo,
Hice que entraba, y me largué al tresillo.

“A la luz del farol de la escalera
Leí aquel billete de Teodora,
Y al fijarme, en la página primera,
¡Maldición! dije en voz atronadora;
Al oírme salió la cantinera,
¿ Qué fué?dijoLa pena me devora.
Le ha dado á usté algún mal? ¿Qué es lo que siente?
¡Mil cuernos!dije, y me cogí la frente.

“Y sin querer oírle más razones,
Salgo con tal carrera, que por poco
Me desnuco al bajar los escalones;
Las calles atravieso como un loco,
Repartiendo codazos y empellones;
A casa llego, la campana toco,
Y después de tocar una hora entera,
Sale por fin á abrir la cocinera.

“¿Dónde está mi mujer? ¿Dónde está Clara?
¡Responde! que la furia me devora…
La cocinera me miró a la cara,
Y contestó con calma matadora:
Yo no sé, me llamó pa que trancara,
Y como siempre sale mi señora
Sin decir onde va, toy ínorante
De onde pueda incontarse en este estante.

“¿Sale todas las noches?Al momento
Que su merce se va, coge camino.
No hay duda, entiendo ya su fingimiento:
Para eso me despacha á mi al Casino…
Y el billete que causa mi tormento
Leo otra vez; que sueño me imagino:
Dice: ‘Ven esta noche, pues te juro
Que podrás, á tus anchas,ver á Arturo.

“ ¡Arturo! este es el nombre… ” Pero basta;
Este canto va siendo interminable,
Y aunque tengáis, lectoras, buena pasta,
Al fin esta mi charla perdurable
Vuestra paciencia sin remedio gasta.
En el canto siguiente es muy probable
Que acaben de Zapata las querellas.
¡Hasta mañana, pues, lectoras bellas!

Canto VI

Dejamos á Zapata sepultado
En hondas y penosas reflexiones.
Creo que había el infeliz llorado
Al trazar de su carta los renglones;
Pues con huellas de llanto he tropezado;
Pero éstas sólo son suposiciones.
Vamos ahora a ver cómo seguía
La carta en que sus penas describía:

“¡Arturo! este es el nombre maldecido
Que lleva mi rival; por él la ingrata
Sus promesas de amor echa en olvido;
Por él mis bellas esperanzas mata;
Por él está mi honor escarnecido;
El lo que me es más caro me arrebata:
Honra, calma y amor, todo me quita.
¡Voy á morir! ¡mi suerte está maldita!

“¿Y pude yo contar con la ternura
De una mujer que ha estado en las Normales,
Y que se ha ejercitado en la escultura,
Copiando de modelos naturales,
Que cree que es el alma una impostura
Que el orgullo inventó de los mortales,
Y que es el corazón sencillamente
Una bomba aspirante é impelente?

“¿Puede sentir afecto quien opina
Que el padre de los hombres es el mono,
Y siguiendo de Dárwin la doctrina
Contempla con desprecio y con encono
A aquél que tales cosas no imagina,
O de origen más alto se da tono?
¿Aquella á quien el hombre importa un nabo
Si no le encuentra gérmenes de rabo?

“¡Arturo!… ¿Quién es él? ¿Quién así mata
La más dulce visión del alma mía?
¿Quién por vano capricho me arrebata
Los dulces sueños que forjaba un día?
¿Quién me roba el afecto de la ingrata
que amarme eternamente prometía?
He de saber quién es, y entonces, juro
Que se ha de arrepentir el tal Arturo.”

“Así pensaba yo, y al fin el sueño,
Que es el consolador del afligido,
Me empezó á consolar con tal empeño,
Que á poco rato me quedé dormido;
Y olvidado del nombre y de su dueño,
Ronqué como un lirón; pero el rüido
De una persona que en el cuarto hablaba,
Me arrancó del placer que disfrutaba.

“Tú que has leído a Byron con frecuencia,
Te acordarás de aquella Parisina
Que de un sueño fatal bajo la influencia,
Le cuenta el loco amor que la domina,
A su marido, un hombre sin conciencia,
Quien, por esa su charla peregrina.
La entrega sin más fórmula al verdugo,
Y muere con su amante, un tal Don Hugo.

“Pues bien, como el marido de mi cuento,
Escuché yo á mi esposa que decía,
Hablando en sueños y con dulce acento:
‘¡Arturo! ¡hermoso Arturo! ¡estrella mía!’
¡Oh! yo te juro que en aquel momento
Sentí no haber nacido en la Turquía,
Para poder coger á la culpada
Y hacerla picadillo con mi espada.

“Al otro día, estando en el juzgado,
Vi llegar á un sujeto muy panzudo,
Metido en un gabán bastante usado,
Con un sombrero que tiraba á embudo,
Y de un paraguas formidable armado.
Se acercó a mi, y en tono campanudo
Me dijo:¿Me permite mi expediente?
¿Cuál ?El de Don Arturo Sanclemente.

“Arturo !bramé yo¡Sangre de Cristo !
¿Porqué se admira usted ? Yo no… por nada.
¿ En dónde vive usted?Qué! ¿no me ha visto?
Si mi casa a la suya está pegada.
Él es!exclamoél es!y al punto embisto
Contra aquel hombre, quien, con voz pausada,
Me dice: Caballero, poco a poco:
¿Porqué me ataca usted? ¿Se ha vuelto loco?

“Y enristrando el paraguas que tenía,
Para los golpes que le asesto en vano.
Vil ladrón de mi calma y mi alegría
Gritaba yodefiéndete, villano.
Y él siempre su paraguas esgrimía.
Al fin sobre su rostro dió mi mano,
Y él descargó tal golpe en mis costillas,
Que me hizo ver quinientas candelillas.

“Item más: aquel golpe inesperado
Mi equilibrio rompió de tal manera,
Que al pie del vencedor quedé postrado,
Víctima triste de su saña fiera.
Y de allí, con un ojo magullado,
Roto el gabán y la camisa afuera,
Me alzaron entre el juez y el escribiente
En medio de las risas de la gente.

“Y yo lleno de polvo, medio muerto,
Con tres ó más costillas fracturadas,
Un chichón en la frente, casi tuerto,
Y con las faldas sucias y rasgadas,
Salí de la oficina… ¡ay! y te advierto
Que están sus puertas para mi cerradas,
Pues enfadado el juez, ha decidido
Que quede sin demora removido.

“Y sufriendo dolores infernales,
Aguantando las pullas de la gente,
Que siempre goza en los ajenos males,
Atravesé las calles lentamente,
Y al pisar de mi casa los umbrales
Vi a Clara que salía alegremente,
Y me dijo al mirarme tuerto y cojo:
¿Has tenido algún lance con Perojo?

“¡Infiel !exclamé yo con voz terrible
Ven á gozarte en tu obra, maldecidal
Tú, sólo tú, con tu traición horrible,
Has hecho un duro infierno de mi vida.
¡Y de mi mal te burlas! ¿Y es posible
Que goces con mis males, fementida?
No hay dudadijoha andado este muchacho
Con la Créme de la Créme y está borracho.

“No finjas, no pretendas engañarme;
Conozco tu traición perfectamente.
Pero ¡hombre! si quisieras explicarme…
¿No conoces a Arturo Sanclemente?
Sí, hasta suele á veces saludarme;
Pero eso no me explica… ¡Qué impudente!
Es tu amante.¡ Mi amante! ¡Mientes, Pablo!
Calla, calla mujer, ó vive el diablo!…

“Esto dije, y di un paso; ella, indignada,
Retrocedió buscando cualquier cosa;
Pero yo le piqué la retirada;
A] fin en un rincón mi santa esposa
Encontró aquella escoba rezagada
Que te dije que en casa estaba ociosa.
Por la primera vez la vi en su mano,
Y me dió un escobazo soberano.

“Aprendedijoá usar con tu señora
Ese lenguaje vil y esos modales;
Busca donde vivir; dentro de una hora
Pasarás de esta casa los umbrales;
Ya no soy tu mujer; pues sin demora
Voy á que nuestros justos tribunales
Me liberten de ti. Seré soltera,
Y mañana me caso con cualquiera.

“Y me echó de mi casa hace dos días.
En el Hotel Francés me he refugiado;
Y en medio de mis muchas agonías,
Me consuelo al mirarme descasado.
Esta es la historia de las penas mas:
No sé bien si he perdido ó he ganado:
Mirarme sin destino es triste cosa,
Pero es muy dulce verme sin esposa.”

Canto VII

Al dar las tres pensé que era corriente
Ir á Ver á Zapata; entré a su alcoba,
Y lo encontré ocupado asiduamente
Con tuétanos y vino soba y soba
Unos cuantos chichones que en la frente
Le hizo salir su Clara… con la escoba.
¿Conque es cierto?le dije ¡pobre Pablo!
¡Atrás! ¡atrás!gritó ¡mujer del diablo!

Y aquí caben los puntos consabidos
En las nuevas novelas tan usados,
Esos puntos que son tan socorridos,
Sobre todo en los casos apurados.
Haced cuenta, lectoras, que seguidos
Halláis quinientos puntos salpicados
Con veinte admiraciones (y aun es poco)
Y continuad después. ¡¡¡Estaba loco!!!…

¡Loco! ¡loco! lectoras. Me horripilo
Al pensar que así puedan las Normales
Hacer que un ciudadano tan tranquilo,
De tan buenas costumbres y modales,
Vaya á acabar su vida en el Asilo,
Sin que pueda volver a sus cabales,
Pues se sabe muy bien que la locura
De la Escuela Normal no tiene cura.

Me fui a buscar a Clara prontamente
Para darle noticia tan ingrata,
Y meditaba el modo más prudente
De decirle el estado de Zapata;
Pues (yo pensé); si lisa y llanamente
Le cuento el caso, la aflicción la mata;
Es bueno prepararla de algún modo,
Y con cautela referirle todo.

Mas la encontré tan llena de alegria,
Que juzgué que aunque el golpe era muy duro,
Ella todo su mal resistirla…
Por otra parte, la cuestión de Arturo,
Enfadado con ella me tenía
Y resolví salir de aquel apuro
Diciéndole:Señora, se ha lucido:
Volvió loco, de atar, á su marido.

Yo? ¿Yo lo he vuelto loco? ¡Qué impostura!
El nunca tuvo su razón completa.
Sí; dice usted verdad, pues su locura
Probó con enlazarse á una coqueta.
¿Viene usted á insultarme? ¿Se figura
Que puedo tolerarlo?Vamos! ¡quieta!
Usted engañó á Pablo… ¡No; lo juro!
¿Qué eran, pues, sus delirios con Arturo?

¡ Ah! ¿No puede una niña que ha estudiado
En la Escuela Normal astronomía,
Cultivar esa ciencia con cuidado?
Pues sepa usted que estudio noche y día.
Y que al fin mis esfuerzos han logrado
Resolver una duda que tenía
Sobre Arturo y su órbita, pues ella…
¿Pero quién es Arturo?Es una estrella.

La estrella más brillante del Boyero,
Que es la constelación que queda al frente
Cuando usted mira… No,verla no quiero,
Que no estoy para estrellas al presente.
Sale usted por la noche, á lo que infiero;
¿A dónde diablos va?Frecuentemente
Me voy á manejar el astrolabio
Con un amigo reputado sabio.

Y como hoy los astrónomos de Europa
No saben si es esfera ó es embudo
Ese palio de azul que nos arropa,
A ese amigo, que es hombre muy sesudo,
Y que lleva la ciencia viento en popa,
Sometieron el caso, y él no pudo
Resolver la cuestión, y me ha llamado
A decidir el punto disputado.

Y después de prolijas discusiones,
Y de estudiar el punto noche y día,
Hoy sabemos que son unos chambones
Todos los que en cuestión de astronomía
Han formulado leyes y opiniones:
Newtón lo que es un astro no sabía,
Fué el pobre Galileo un majadero,
Herschell un bruto,y un patán Keplero.

Flammarión algo sabe, lo confieso,
Mas, como los demás, está engañado;
Juzga al cielo redondo como un queso,
Cuando en este hemisferio es prolongado.
Cita mil leyes; pero ¿qué hay con eso?
Si ya nosotros hemos demostrado
Que el cielo de Colombia es puntiagudo
En virtud de una ley.La del embudo.

¿Pero Arturo?Ya he dicho que es estrella.
Pablo creyó otra cosa… Lo deploro.
Y porqué hasta dormida hablaba de ella?
Porque su luz resplandeciente adoro.
¡Oh! si la viera usted cómo descuella
En su constelación… ¿ Es la del Toro?
Del Boyero.Es lo mismo. No hay remedio
En una ú otra hay astas de por medio.

Voy á explicarle a usted la diferencia
Que hay del Toro al Boyero… No, no; basta;
Y sintiendo ya escasa mipaciencia,
Aunque soy hombre de mediana pasta,
Me salí renegando de esa ciencia
Q u e en esta tierra sin piedad se gasta,
Y que hace un tinterillo de un muchacho
Y de una pobre niña un marimacho.

Epílogo

Es cosa muy usada y muy corriente
Poner á todo cuento corto ó largo
Un epílogo; así es que en el presente
No ha de faltar, lectoras; sin embargo,
Como está fatigada ya mi mente,
Y ya para escribir me veo amargo,
En pocos versos trataré el asunto,
Y á la historia presente pondré punto.

Pablo ha estado en SanDiego más de un año.
Don Bruno, aquel sujeto que miraba
A Clara con un gesto tan huraño,
Y que con voz dooliente se quejaba
De que se olvida la moral de antaño
Que, antes de haber Normales se enseñaba,
Es hoy en su moral menos severo,
Y es de Clara el sostén y consejero.

Clara vive en la calle del Hospicio,
En una tienda asaz desaseada;
No he podido saber cuál es su oficio,
Pues de día la tienda está cerrada;
Por las noches, sentada sobre el quicio,
Con pañolón azul arrebozada,
Y diciendo al que pasa: Adiós, mi gloria
Suelo ver a la niña de mi historia.

De las cinco personas de que hablo
En las estrofas del presente cuento,
Tenemos, pues, al infeliz de Pablo
Sin pizca de razón, hecho un jumento;
A su querida Clara, dada al diablo,
Debiéndole á Don Bruno su sustento,
Y de Don Bruno el público murmura
Que no es su santa caridad muy pura.

¡Oh lectoras queridas! ¡Cuántos males,
Cuántas desgracias han sobrevenido,
Sólo porque á una niña en las Normales
Le pervierten las ciencias el sentido!
Se le enseñan nociones generales
De todo cuanto existe ó ha existido,
Y al fin es su cabeza la petaca
Que contiene los bienes de la Urraca.

En cuanto á Margarita, flor hermosa
Que creció oculta en el hogar bendito,
Sin que su frente pura y candorosa
Empañara con su hálito maldito
El viento mundanal… Aquí una cosa
Que prometáis, lectoras, necesito,
Y es tener en sigilo el más completo
Lo que voy a contaros en secreto;

Pues es cosa que sabe el mundo entero
Que es uno por las damas atendido
Mientras tiene la fama de soltero,
A u n siendo tuerto, sordo y desabrido,
Pero que pasa á ser un majadero
Al momento que saben que es marido.
Con vosotras sucede de otra suerte
Por mil razones que cualquiera advierte.

Cuando Pablo por Clara cautivado
Se olvidó de la pobre Margarita,
Pensé que era muy justo y acertado
Que yo hiciera á la niña una visita.
A! ver su amor primero desdeñado,
¡Cuánto no habrá sufrido, pobrecita!
Iba yo repitiendo una mañana
Al subir por la calle de SantaAna.

Pero encontré a la víctima inocente
Con la cara de pascua más completa;
Habló de Pablo, de su unión reciente,
Y dije que era Clara una coqueta;
Margarita mostróse indiferente,
Me pareció muy digna, muy discreta,
Tocó dos valses y cantó “El Pirata,”
Y héme aqui de suplente de Zapata.

Me cautivó con su divino porte,
El alma me encendió con su mirada,
Y… Es tiempo ya de que la historia corte
Y voy a terminar de una plumada:
La hermosa Margarita es mi consorte,
Y en el número 3, Calle Tapada,
Vivimos muy felices á estas horas,
A la disposición de mis lectoras.