Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de María Clara Ospina

María Clara Ospina Hernández, nacida en el Palacio de Nariño el 19 de agosto de 1949, es una poetisa, novelista y columnista colombiana cuyo verbo elocuente ha resonado en diversos rincones del mundo literario. Hija del presidente Mariano Ospina Pérez, su pluma se ha erigido como un faro que ilumina la historia y las emociones más profundas.

Como columnista, Ospina ha tejido sus palabras en diarios prestigiosos, desde El Nuevo Siglo hasta el Miami Herald, ampliando su voz a través de continentes. Su poesía, traducida al mandarín en «El vuelo del cóndor«, se ha erigido como un puente cultural, conectando mundos distantes con la magia de sus versos.

Nacida en medio de la agitación histórica, María Clara se erige como una testigo lírica de su tiempo. Contrario a la creencia popular, su nacimiento no coincidió con los sucesos de El Bogotazo en 1948, una aclaración que ella misma ha compartido en varias ocasiones.

Educada en Mount Saint Vincent, Tuxedo Park – New York, y graduada de la Universidad EAN en Bogotá, Ospina fusiona la sensibilidad poética con una sólida formación en administración de empresas.

La vida de María Clara ha estado marcada por la dualidad: la dicha del matrimonio con el publicista Francisco Lora de Paula en 1969 y la tragedia de su asesinato en 1991. Su familia, con tres hijos a la vanguardia, es un reflejo de la fortaleza que emana de la adversidad.

Como descendiente de una destacada estirpe, María Clara es heredera de un legado político y empresarial colombiano. Su abuelo, Mariano Ospina Rodríguez, fue presidente y cofundador del Partido Conservador, cuyas raíces se entrelazan con la historia de Colombia.

A lo largo de su carrera, Ospina ha forjado un camino literario con obras como «Caligrafía del Viento«, «El Sembrador de Mariposas«, y «Esta Raíz Sin Tierra«, esta última premiada en la Feria del Libro de Madrid en 2023. Su pluma, meticulosa y apasionada, es un testimonio de la resistencia humana ante el tiempo y la adversidad.

María Clara Ospina, una embajadora de las letras colombianas, ha erigido su legado con una poesía que trasciende las palabras, convirtiéndose en una voz atemporal que resuena en la esencia misma de la existencia.

A ti te tuve

rotundo entre mis brazos
en la alcoba que sonreía al mar,
en todos mis espacios,
la buhardilla, el balcón, la fuente de azulejos,
sobre el heno dorado del granero,
en el olvidado torreón de las torcazas.
Nos fundimos entre sombras y luces
de baúles germinados.
Mio, en todas las palabras,
tímido, sabio,
mentiroso, impredecible, apasionado.
Te tuve inagotable,
libre y enjaulado.
Te tuve… y te dejé ir
porque eras mío.

Las nubes se miraron

y comenzó el lloro,
se inundaron los lagos,
se anegaron los ríos y las ciénagas
y en los arrecifes, murieron los corales
era tanta la tristeza
de ver mares asfixiados por petróleo y plástico,
de ver selvas, manglares,
serranillas y guaduales arrasados.

Tu tristeza me amenaza

estas desnudo
estoy desnuda
ven
lloremos juntos.

Presiento brotes de amor

como chispazos de luz
nacidos en los pliegues
de una espiga de trigo.

Mi cuerpo

Parafraseando a Simone de Beauvoir

¡Mi cuerpo es mío!

Lo he amado siempre.

Cuando capullo
de besos.

Cuando claustro
de pasiones.

Pleno
de espejismos,
aljibes y desiertos.

Triángulo jugoso
y tranquilo.

Montaña de leche.

Es de mi gobierno
no se rinde a nadie.

Es mío
para enloquecer,
perdonar,
parir o gozar.

Sólo la muerte
derrotará su ternura.

Erótico letargo

Letargo de lagartija acalorada.
Brisa dormida.

Hamaca quieta.
Quietud extrema.

En este cenit detenido
las horas duermen,
la mente explora el erotismo,
el cuerpo despierta.

Deseos nocturnos a pleno sol.

Palpo una hambruna de placer
y el espejismo cercano
de un hermoso hombre.

Hamaca inquieta.
Vislumbro arroyo nuevo,
isla de juventud.

Vislumbro fuego verde.

Llueven,
a mis ojos entreabiertos,
azules cielos.

Letargo de lagartija acalorada.
Hamaca quieta.

Lenguaje de maderas talladas

Un poema,
habla con el parloteo
de los delfines rosados,
las lágrimas de las mujeres,
la risa de las cotorras.

Dice de saboreados encuentros
y
deliciosos orgasmos.

Es alumbramiento de sombras
o prisma cristalino.
Es lenguaje de maderas talladas.
¡Inesperado asombro!

Florida
palabra amada.