Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Rafael del Castillo Matamoros

Rafael Del Castillo Matamoros, distinguido poeta, editor y ensayista colombiano, nació en la pintoresca ciudad de Tunja en 1962. Su contribución al panorama literario ha dejado una marca indeleble, destacándose como el fundador y director de la influyente revista de poesía Ulrika y del prestigioso Festival Internacional de Poesía de Bogotá. A lo largo de su trayectoria, ha desempeñado roles cruciales en la coordinación de talleres literarios en la Casa de Poesía Silva y diversas instituciones académicas, dejando una huella duradera en la formación de jóvenes talentos.

La poesía de Del Castillo Matamoros se caracteriza por su tono conversacional y urbano, impregnado de una esencia existencial que se desenvuelve en un lenguaje que invita a la intimidad. Su habilidad para tejer palabras en un tapiz de significados profundos y cercanos a la cotidianidad lo posiciona como una figura relevante en la escena poética contemporánea de Colombia.

Entre sus notables obras, se destacan títulos como «Canción desnuda» (1985), «El ojo del silencio» (1985) y «Animal de baldío» (1999), cada uno contribuyendo a consolidar su reputación como un maestro de la palabra. Además, ha participado en la curaduría y publicación de antologías poéticas que abarcan tanto la riqueza de la producción literaria colombiana como la española, consolidando así su rol como un mediador cultural de gran relevancia.

Reconocimientos como el Premio Babel de Poesía de la Universidad Nacional de Colombia en 2002 y la Beca de Creación Francisco de Paula Santander del Ministerio de Cultura en 2003 atestiguan la excepcional calidad de su obra y su impacto en el ámbito literario. Asimismo, el Premio Internacional Caza de Poesía otorgado por Moradalsur en 2008 consolida su posición como una figura destacada en la escena poética tanto a nivel nacional como internacional. Rafael Del Castillo Matamoros, con su prosa evocadora y su dedicación incansable a la promoción de la poesía, se erige como un pilar fundamental en el panorama literario de Colombia y más allá. Su legado perdurará como un faro que guía a las generaciones futuras de poetas y amantes de la literatura.

Canción nocturna

La casa es, más aún que paisaje, un estado del alma
Gastón Bachelard

I

Mi casa está en la infancia
en ese barrio viejo
y no la encuentro.
Nadie me toma de la mano
o me dice
mírala
aquí está
Aquí ha estado siempre

II

En las noches de soledad y de embriaguez
me pierdo
como un niño
en la ciudad

Cuando a la madrugada
escuches a un borracho llamar a sus hermanos
no te inquietes
soy yo
buscando la casa de mis padres,
el corazón en bicicleta,
el corazón jugando entre recuerdos y fantasmas
a la lumbre amorosa del alcohol

III

Todas las noches llueve sobre mi casa
allá e n la infancia
y yo me asomo a la ventana:
un ebrio canta en la calle como un loco
el poema de amor del extraviado.
Mi madre
al descubrir quién es aquel que canta,
me abraza y llora
en silencio
allá en la infancia…

Cóctel

Como el cantante de una orquesta pobre
que achispado y alegre
quiere mezclarse con los dueños de la fiesta
bailar
reír con ellos
y es rechazado fríamente con un
“Usted a lo que vino fue a cantar”

Así el poeta en la fiesta del mundo

Para mis anfitriones pasados y futuros,
a manera de desagravio

Recreo

El olor de aquellos libros que en la infancia
guardábamos en un pupitre oscuro
entre cáscaras de naranja
y lápices quebrados
ha vuelto a mí
y ha revoloteado sobre mi mesa de trabajo
como un avión de papel que planease
en el aula
en la infancia
como una travesura

Épica

El poeta construye su casa con palabras
como el soldado que al regreso de la guerra
halla su patria devastada y
desnudo el torso
escribe el verso rudo
que la ha de proteger
ya para siempre
del sol
y de la lluvia…

Un verso
en el que los sueños sonarán a leña en el hogar
darán calor
y ganas de cerrar por un rato los ojos
mientras la casa crece
mientras crece el poema…

Anfitrión

No puedo huir de mis amigos
a toda hora entran en mi casa
y no hay rincón en ella
del que no puede aparecer alguno
de improviso

Beben de mi licor,
ríen a carcajadas
critican
sin miramiento alguno
el menor de mis gestos
mi forma de vestir
de llevarme la comida a la boca

Conocen
como el Que Más
los agujeros de mis calcetines
los agujeros de mis frases
los agujeros de mi corazón

Mis amigos auscultan con minucia mis papeles
leen los borradores de mi vida
saben lo que olvido
lo que quiero olvidar
mis pequeñas miserias

Y
sin embargo
¿A dónde diablos más podríamos acudir a estas horas del mundo
si no es a casa del amigo?
me repito con la cabeza entre las manos
mientras escucho llamar con insistencia a mi puerta…

Quiero guardar silencio
como si no hubiese nadie aquí
pero alguien se levanta detrás mío
a dar la bienvenida a los que llegan
todos queriendo hablar
todos hablando
todos
con ganas de cantar…

Y ésta es su voz

Abolengo

del polvo
de las cenizas turbias
de los huesos roídos por el tiempo
de la carne que se deslíe mordida por los venenos de la tierra
de esos versos que desmenuza Dios
yo vengo

En el camino

…Casa en las que la pobreza se acomoda
plácida
en lo oscuro
como ese perro viejo que se sabe bien querido por sus amos
Casa por las que deambula mi corazón
sostenido en la niebla que a estas horas se arrastra soñolienta por los cuartos

Cuatro paredes estrictamente hechas a mano
entre las que renquea silencioso el abuelo calor
mientras brillan
sutiles
las más humildes luces de los hombres:
un trozo de carbón encendido
una lámpara vieja
la siempre fiel vela de cera
o la voz de alguien
que canta
entredormido
en el cuarto de atrás

Casa
en las que la pobreza
es ese perro viejo
que al escuchar las voces de los hombres
mueve con languidez la cola
hasta quedar dormido