Poetas

Poesía de Perú

Poemas de César Moro

Alfredo Quíspez-Asín Mas, cuyo seudónimo «César Moro» resonó como un eco poético, nació el 19 de agosto de 1903 en Lima, Perú. Pintor y poeta surrealista de renombre, su singularidad artística y su pasión por la creatividad lo convirtieron en una figura inolvidable en la escena literaria. A lo largo de su vida, Moro rompió esquemas, dejando una huella imborrable en el arte y la literatura de su país y más allá.

De formación autodidacta, Moro adoptó su icónico nombre artístico en 1921, inspirado en el personaje de una novela de Ramón Gómez de la Serna. Embrujado por el misterio y la libertad del surrealismo, este poeta se aventuró por senderos no convencionales desde temprano. Su presencia artística se manifestó tanto en la pintura como en la poesía, demostrando una maestría innata en ambas disciplinas.

El París de la década de 1920 fue el crisol en el que Moro fundió su creatividad y su pasión por el surrealismo. Sus conexiones con figuras influyentes como André Breton y Paul Éluard allanaron el camino para su inmersión en los círculos artísticos más vanguardistas de Europa. Mientras exploraba diversas formas de expresión, su poesía encontró un hogar en el idioma francés, tejiendo versos impregnados de pasión y misterio.

Moro retrató su búsqueda de la liberación individual y la revolución en sus poemas en los que el amor y la locura se entrelazan, creando un mundo en el que la imaginación y el sueño trascienden las limitaciones terrenales. Su vida personal también fue testigo de la pasión y el deseo inquebrantable, y sus relaciones amorosas e intensas influyeron en su obra. La obra cumbre de Moro, «La tortuga ecuestre», capturó la complejidad de sus emociones y perspectivas.

En 1935, Moro organizó junto a Emilio Adolfo Westphalen la primera exposición surrealista de América Latina, en Lima. Esta audaz declaración artística impulsó una polémica feroz con el poeta chileno Vicente Huidobro, evidenciando la pasión y la tenacidad de Moro por defender sus creencias artísticas.

Motivado por sus convicciones políticas, Moro dejó Perú en 1938 y se refugió en México durante una década. Allí continuó su exploración poética y pictórica, forjando nuevas conexiones y dejando una marca profunda en la escena artística mexicana. A pesar de los altibajos personales, Moro nunca dejó de ser fiel a su vocación y pasión por la creación.

Tras regresar a Lima en 1948, Moro siguió compartiendo su talento y sabiduría, desempeñando un papel como profesor en el Colegio Militar Leoncio Prado. Entre sus estudiantes se encontraba el futuro novelista Mario Vargas Llosa, quien absorbió la influencia del maestro en su formación literaria.

El 10 de enero de 1956, César Moro dejó este mundo, víctima de la leucemia. Sin embargo, su legado persiste. André Coyné, amigo cercano y amante de Moro, continuó recopilando y difundiendo sus obras, asegurando que la singularidad y la pasión de Moro no fueran olvidadas.

El estilo de César Moro se desenvolvió entre el amor y la locura, capturando la esencia de la experiencia humana en un mundo surrealista. Sus obras, tanto en poesía como en pintura, trascienden el tiempo y el espacio, resonando con una pasión que aún resuena en la imaginación de quienes las exploran. Su vida tumultuosa y apasionada se fusiona con su arte, creando un legado que desafía las convenciones y despierta la creatividad en generaciones futuras. César Moro, una estrella brillante en el firmamento de la vanguardia surrealista, continúa iluminando el camino de los soñadores y los rebeldes con su espíritu eternamente inquieto.

Prestigio del amor

El amor consagra al amor
Los días sin lluvia
Y como conviene los días bellos
Para el amor y sus preferencias
Al prestigio del más viejo amor
A la lluvia de la palabra amor
Al único amor sin pena sin dicha sin retorno
Al porvenir de los dementes
A los sepultureros a los alegres compañeros de presidio
Al punzante al ardiente recuerdo del tatuaje
A mi amada muerte
A quienes dudan todavía
A los tesoros de los ciegos
A las lágrimas
Al agua al viento al fuego al amor
A la esperanza de quien destroza su amor
Al tormento del fuego y del hielo
A los primeros sucesos que han de señalar la rebelión y la
sangre
A las sábanas de los crímenes pasionales
A las bellas sábanas de los suicidas
A la más tierna culata razón del revólver
A las partidas que hasta el aire soplan
Al plomo de las balas
Para que hasta los no alcanzados
Mueren como perros envenenados
A la congoja de quienes despiertan
A las noches vacías
A mi vida perdida
A la pérdida sin dolor sin retorno sin dicha de la vida
Para que quienes aman y se envilecen en su dicha
Se levanten y lancen las primeras maldiciones
Al huracán
A las mañanas más tristes que todo
Para mejor borrar mi nombre
Para sacudir el polvo y volver al polvo
Para maldecir los instantes al parecer felices
Para el despertador cargado de pólvora
A las estatuas desnudas de la noche
Al mármol perdido
Para carecer de sepulcro
A las señales ígneas del puñal
A los solos a los únicos recuerdos sexuales
A la boca de piedra del amor
Al frío del agua la noche
Para ya nunca volver a comenzar
Al más tierno amor

Viaje hacia la noche

Es mi morada suprema, de la que ya no se vuelve
Krishna, en el Bhagavad Gita

Como una madre sostenida por ramas fluviales
De espanto y de luz de origen
Como un caballo esquelético
Radiante de luz crepuscular
Tras el ramaje dense de árboles y árboles de angustia
Lleno de sol el sendero de estrellas marinas
El acopio fulgurante
De datos perdidos en la noche cabal del pasado
Como un jadear eterno si sales a la noche
Al viento calmar pasan los jabalíes
Las hienas hartas de rapiña
Hendido a lo largo el espectáculo muestra
Faces sangrientas de eclipse lunar
El cuerpo en llamarada oscila
Por el tiempo
Sin espacio cambiante
Pues el eterno es el inmóvil
Y todas las piedras arrojadas
Al vendaval a los cuatro puntos cardinales
Vuelven como pájaros señeros
Devorando lagunas de años derruidos
Insondables telarañas de tiempo caído y leñoso
Oquedades herrumbrosas
En el silencio piramidal
Mortecino parpadeante esplendor
Para decirme que aún vivo
Respondiendo por cada poro de mi cuerpo
Al poderío de tu nombre oh poesía

Abeja negra

Más bien buscar hacia el cisne
Y los blasones cruzados son espadas
Un puñal como almohada
Una lágrima eterna sobre la frente
Bajo el alto tocado
El silencio entre las flores que hacen signos
A la puesta del sol
Una golondrina cayendo verticalmente en un lago
La torre y las cortes de amor
El mar que irrumpe con espuma en los labios
El horizonte regular de una vida bajo la lámpara
Apagadas todas las luces es posible
Escuchar gemir el ave nocturna
En su oído

Batalla al borde de una catarata

Tener entre las manos largamente una sombra
De cara al sol
Tu recuerdo me persiga o me arrastre sin remedio
Sin salida sin freno sin refugio sin habla sin aire
El tiempo se transforma en casa de abandono
En cortes longitudinales de árboles donde tu imagen se disuelve en
humo
El sabor más amargo que la historia del hombre conozca
El mortecino fulgor y la sombra
El abrir y cerrarse de puertas que conducen al dominio encantado de
tu nombre
Donde todo perece
Un inmenso campo baldío de hierbas y de pedruscos interpretables
Una mano sobre una cabeza decapitada
Los pies
Tu frente
Tu espalda de diluvio
Tu vientre de aluvión un muslo de centellas
Una piedra que gira otra que se levanta y duerme en pie
Un caballo encantado un arbusto de piedra un lecho de piedra
Una boca de piedra y ese brillo que a veces me rodea
Para explicarme en letra muerta las prolongaciones misteriosas
de tus manos que vuelven con el aspecto amenazante de un
cuarto modesto con una cortina roja que se abre ante el infierno
Las sábanas el cielo de la noche
El sol el aire la lluvia el viento
Sólo el viento que trae tu nombre.

Carta a Antonio

Te quiero con tu gran crueldad, porque apareces en medio
de mi sueño y me levantas y como un dios, como un autentico dios,
como el único y verdadero, con la injusticia de los dioses, todo negro dios nocturno, todo de obsidiana
con tu cabeza de diamante, como un potro salvaje, con tus manos salvajes y tus pies de oro que sostienen tu cuerpo negro,
me arrastras y me arrojas al mar de las torturas y de las suposiciones.
Nada existe fuera de ti, sólo el silencio y el espacio. Pero tu eres
el espacio y la noche, el aire y el agua que bebo, el silencioso veneno y el volcán en cuyo abismo caí hace tiempo,
hace siglos, desde antes de nacer, para que de los cabellos me arrastres hasta mi muerte.
Inútilmente me debato, inútilmente pregunto. Los dioses son mudos;
como un muro que se aleja, así respondes a mis preguntas, a la sed
quemante de mi vida.
¿Para qué resistir a tu poder? Para qué luchar con tu fuerza de
rayo, contra tus brazos de torrente; si así ha de ser, si eres el punto,
el polo que imanta mi vida.
Tu historia es la historia del hombre. El gran drama en que mi existencia es el zarzal ardiendo, el objeto
de tu venganza cósmica, de tu rencor de acero.
Todo sexo y todo fuego, así eres. Todo hielo y todo sombra, así eres:
hermoso demonio de la noche, tigre implacable de testículos de estrella,
gran tigre negro de semen inagotable de nubes inundando el mundo.
Guárdame junto a ti, cerca de tu ombligo en que principia el aire;
cerca de tus axilas donde se acaba el aire. Cerca de tus pies y cerca de
tu manos. Guárdame junto a ti.
Seré tu sombra y el agua de tu sed, con ojos; en tu sueño seré aquel
punto luminoso que se agranda y lo convierte todo en lumbre; en tu
lecho al dormir oirás como un murmullo y un calor a tus pies se anudará
e irá subiendo y lentamente se apoderará de tus miembros y un gran descanso tomará tu cuerpo y al extender tu mano
sentirás un cuerpo extraño, helado: seré yo. Me llevas en tu sangre y en tu aliento, nada podrá borrarme.
Es inútil tu fuerza para ahuyentarme, tu rabia es menos fuerte
que mi amor; ya tú y yo unidos para siempre, a pesar tuyo, vamos juntos.
En el placer que tomas lejos de mi hay un sollozo y tu nombre.
Frente a tus ojos el fuego inextinguible.

Carta de amor

Pienso en las holoturias angustiosas que a menudo nos circundaban al
acercarse el alba
cuando tus pies más cálidos que nidos
llameaban en la noche
con una luz azul y tachonada de lentejuelas

Pienso en tu cuerpo que hacía del lecho el cielo y las supremas montañas
de la única realidad
con sus valles y sus sombras
con la humedad y los mármoles y el agua negra reflejando todas las
estrellas
en cada ojo

¿No era tu sonrisa el bosque retumbante de mi infancia
no eras tú la fuente
la piedra desde hace siglos escogida para recostar mi cabeza?
Pienso tu rostro
brasa inmóvil de donde proceden la vía láctea
y esta inmensa desazón que me torna más loco que una lámpara bellísima
balanceada sobre el mar
Intratable a tu recuerdo la voz humana me es odiosa
siempre el rumor vegetal de tus palabras me aísla en la noche total
donde resplandeces con una negrura más negra que la noche
Toda idea de lo negro es endeble para expresar la vasta ululación de lo
negro sobre negro esplendiendo ardientemente

Ya nunca olvidaré
Pero quién habla de olvido
en la prisión en que tu ausencia me deja
en la soledad en que este poema me abandona
en el destierro en que me encuentra cada hora

Ya nunca despertaré
Ya no resistiré el asalto de las inmensas olas
que vienen del dichoso paisaje que tú habitas
Demorándome afuera bajo el frío nocturno me paseo
sobre esta encumbrada tabla de donde se cae de golpe

Yerto bajo el espanto de sueños sucesivos y agitado en el viento
de años de ensueño
prevenido de aquello que termina por encontrarse muerto
en el umbral de castillos abandonados
en el lugar y a la hora convenidos pero inhallables
en las llanuras fértiles del paroxismo
y del único objetivo
este nombre antes adorado
en el cual pongo toda mi destreza en deletrear
siguiendo sus transformaciones alucinatorias
Así una espada atraviesa de parte a parte una bestia
o bien una ensangrentada paloma cae a mis pies
convertidos en roca de coral sustento de despojos
de aves carnívoras

Un grito repetido en cada teatro vacío a la hora del inefable espectáculo
Un hilo de agua que danza ante el telón de terciopelo rojo
en las llamas de las candilejas
Desaparecidos los bancos de la platea
acumulo tesoros de madera muerta y de vivas hojas de plata
corrosiva
No se contenta ya con aplaudir se aúlla mil familias momificadas
tornan innoble el paso de una ardilla

Decoración amada donde veía equilibrarse una fina lluvia
encaminándose veloz hasta el armiño
de una pelliza abandonada en el calor de un fuego de alba
que intentaba dirigir sus quejas al rey
así abro por completo la ventana sobre las nubes vacías
reclamando a las tinieblas inundar mi rostro
borrar la tinta indeleble
el horror del ensueño
a través de los patios abandonados a las pálidas vegetaciones maniáticas

En vano exijo la sed al fuego
en vano hiero las murallas
a lo lejos caen los telones precarios del olvido
agostados
ante el paisaje retorcido en la tempestad

Como un piano de cola

A André Breton

Como un piano de cola de caballo de cauda de estrellas
Sobre el firmamento lúgubre
Pesado de sangre coagulada
Arremolinando nubes arco-iris falanges de planetas
(y miradas de aves
El fuego indeleble avanza
los cipreses arden los tigres las panteras y los animales
nobles se tornan incandescentes

El cuidado del alba ha sido abandonado
Y la noche se cierne sobre la tierra devastada

La comarca de tesoros guarda para siempre tu nombre

El agua lenta el camino lento…

El agua lenta el camino lento los accidentes lentos
Una caída suspendida en el aire el viento lento
El paso lento del tiempo lento
La noche no termina y el amor se hace lento
Las piernas se cruzan y se anudan lentas para echar raíces
la cabeza cae los brazos se levantan
El cielo de la cama la sombra cae lenta
tu cuerpo moreno como una catarata cae lento
En el abismo
Giramos lentamente por el aire caliente del cuarto caldeado
Las mariposas nocturnas parecen grandes carneros
Ahora sería fácil destrozarnos lentamente
tu cabeza gira tus piernas me envuelven
tus axilas brillan en la noche con todos tus pelos
tus piernas desnudas
En el ángulo preciso
El olor de tus piernas
La lentitud de percepción
El alcohol lentamente me levanta
El alcohol que brota de tus ojos y que más tarde
Hará crecer tu sombra
Mesándose el cabello lentamente subo
Hasta tus labios de bestia

El dominio encantado

Ni un dedo se alza sin que fluya la amargura
Lágrima a lágrima en un mundo de olvido
Sin que el ojo noche por noche cierre sus puertas al amor
Sin que una falsa embriaguez descorazonada abra su herida
Sin que un hilo se rompa por siempre jamás

Por un tiempo acostumbrado por un tiempo desierto
De la aventura no queda cuando deberían salvarse los restos
Sino polvo y sombra de polvo
Y sed de tierra barrida por el hastió
Para que una vez al fin se alce el reflejo sin encanto
De una muerte sin enigma.

La nieve es blanca

La nieve es blanca
la lana añosa la idea lanosa
mi amada hermana rencorosa
toda la sangre del mundo
hierve
en frío
Pese a la muerte mi hermana
por la blancura
con la edad
la idea se convierte en lana
soporte de nieve
de la sangre
Pero la luz vive
eterna
nada la detiene
ni la muerte ni la edad
ni la idea
Pero la nieve la refleja
y todo está dicho en la luz
el amor diverso divino
es sólo un acto de luz
si veo bebo
nadie podrá
agotar la luz ni la sed en mí
en el corazón de la luz
su hijo

El humo se disipa

A donde voraz y ciego
Es el Minotauro el fuego
Y es el laberinto el humo

Calderón de la Barca

Tu aliento es como la mejor mañana fresca de olor de aves y de mar un
velamen cruza veloz la foresta interdicta de tu aliento donde los
pájaros se columpian picoteando estrellas mientras un galope
tendido de gacelas transtorna las flores y las convierte en piedras
de luna y el silencio recorre la escala de tu aliento de fuente y de
montaña nevada.
Frente a frente tu aliento el soplo aterrador de la primavera en los
bosques de nieve eterna iniciando el desfile de los témpanos
coronados de osos polares flameantes
Tu aliento certero en medio del corazón una piedra que cae en el estanque
dormido y levanta geiseres de estrellas enloquecidas que buscan su
origen en tu boca
Tu aliento es un despeñadero en el que caen árboles enteros y el ruido se
tapiza y las frutas maduran y todo se volatiliza en una caída sin
término
La mañana perfila los cendales de tu aliento y la tormenta tiene olor de tu
saliva y tu saliva es el cráter de donde vuelan los peñascos
enfurecidos portadores de mensajes ilegibles.
Tu aliento de meteorito disparado desde el cielo cayendo en un bosque
ardiente chamuscando leopardos y provocando el alarido de los
elementos
Tu aliento es humareda de ignición de poemas obscenos tu aliento
precipitándose a mansalva sobre campos inmensos bajo la luna
Tu aliento en la mañana la nostalgia de la noche fulgurante de rayos que
bordan en el cielo las cataratas de tu aliento

El mundo ilustrado

Igual que tu ventana que no existe
Como una sombra de mano en un instrumento fantasma
Igual que las venas y el recorrido intenso de tu sangre
Con la misma igualdad con la continuidad preciosa que me
asegura idealmente tu existencia
A una distancia
A la distancia
A pesar de la distancia
Con tu frente y tu rostro
Y toda tu presencia sin cerrar los ojos
Y el paisaje que brota de tu presencia cuando la ciudad no
era no podía ser sino el reflejo inútil de tu presencia de
hecatombe
Para mejor mojar las plumas de las aves
Cae esta lluvia de muy alto
Y me encierra dentro de ti a mí solo
Dentro y lejos de ti
Como un camino que se pierde en otro continente

El olor y la mirada

El olor fino solitario de tus axilas

Un hacinamiento de coronas de paja y heno fresco cortado con
dedos y asfódelos y piel fresca y galopes lejanos como perlas

Tu olor de cabellera bajo el agua azul con peces negros y estrellas de
mar y estrellas de cielo bajo la nieve incalculable de tu mirada

Tu mirada de holoturia de ballena de pedernal de lluvia de diarios de
suicidas húmedos los ojos de tu mirada de pie de madrépora

Esponja diurna a medida que el mar escupe ballenas enfermas y cada
escalera rechaza a su viandante como la bestia apestada que
puebla los sueños del viajero

Y golpes centelleantes sobre las sienes y la ola que borra las centellas
para dejar sobre el tapiz la eterna cuestión de tu mirada de objeto
muerto tu mirada podrida de flor

Vienes en la noche con el humo fabuloso de tu cabellera

Apareces
La vida es cierta
El olor de la lluvia es cierto
La lluvia te hace nacer
Y golpear a mi puerta
Oh árbol
Y la ciudad el mar que navegaste
Y la noche se abren a tu paso
Y el corazón vuelve de lejos a asomarse
Hasta llegar a tu frente
Y verte como la magia resplandeciente
Montaña de oro o de nieve
Con el humo fabuloso de tu cabellera
Con las bestias nocturnas en los ojos
Y tu cuerpo de rescoldo
Con la noche que riegas a pedazos
Con los bloques de noche que caen de tus manos
Con el silencio que prende a tu llegada
Con el trastorno y el oleaje
Con el vaivén de las casas
Y el oscilar de luces y la sombra más dura
Y tus palabras de avenida fluvial
Tan pronto llegas y te fuiste
Y quieres poner a flote mi vida
Y sólo preparas mi muerte
Y la muerte de esperar
Y el morir de verte lejos
Y los silencios y el esperar y el tiempo
Para vivir cuando llegas
Y me rodeas de sombra
Y me haces luminoso
Y me sumerges en el mar fosforescente donde acaece tu estar
Y donde sólo dialogamos tú y mi noción oscura y pavorosa de tu ser
Estrella desprendiéndose en el apocalipsis
Entre bramidos de tigres y lágrimas
De gozo y gemir eterno y eterno
Solazarse en el aire rarificado
En que quiero aprisionarte
Y rodar por la pendiente de tu cuerpo
Hasta tus pies centelleantes
Hasta tus pies de constelaciones gemelas
En la noche terrestre
Que te sigue encadenada y muda
Enredadera de tu sangre
Sosteniendo la flor de tu cabeza de cristal moreno
Acuario encerrando planetas y caudas
Y la potencia que hace que el mundo siga en pie y guarde el
equilibrio de los mares
Y tu cerebro de materia luminosa
Y mi adhesión sin fin y el amor que nace sin cesar
Y te envuelve
Y que tus pies transitan
Abriendo huellas indelebles
Donde puede leerse la historia del mundo
Y el porvenir del universo
Y ese ligarse luminoso de mi vida
A tu existencia