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Poesía de España

Poemas de Margarita Arroyo

Margarita Arroyo, nacida en 1947 en Madrid, es una poetisa española cuya vida se entrelaza con las melodías de la música y los misterios de la farmacia. Su fascinación por ambos mundos la llevó a explorar las profundidades de la lírica, fusionando la poesía con la cadencia de las notas musicales y el conocimiento científico.

Graduada en música y posteriormente en farmacia por la Universidad Complutense de Madrid, Arroyo supo amalgamar sus dos pasiones en una danza de palabras y ritmos, creando un estilo poético único y cautivador. Su sensibilidad lírica se nutrió de la riqueza de ambas disciplinas, dando lugar a una obra exquisita y emotiva.

En la actualidad, Margarita Arroyo ejerce como directora de la revista Pliegos de Rebotica, donde despliega su talento no solo como poeta, sino también como gestora cultural. Además, colabora con diversas publicaciones literarias, enriqueciendo el panorama poético español con su presencia y su voz distintiva.

Entre sus obras más destacadas se encuentran «Reducida a palabra«, «Sin mirar a los lados«, «Trilogía de la palabra» y «El yelmo y sus adornos«, donde demuestra su maestría en el arte de la poesía. Sus creaciones han sido merecedoras de prestigiosos premios, como el primer premio de poesía AEFLA, el Clarín y el Francisco de Quevedo, entre otros reconocimientos.

Aunque la poesía es su principal medio de expresión, Arroyo también incursiona en la prosa con obras como «El albarelo de la cruz lisiada: la Real Botica y la farmacia madrileña«, un extenso ensayo que revela su profundo conocimiento del mundo farmacéutico y su habilidad para explorar diversos géneros literarios con maestría.

En la web, se puede sumergir en el universo poético de Margarita Arroyo a través de obras como «Como una línea atada al corazón«, «Con esta brida» y «Arte mayor«, donde sus versos envuelven al lector en un viaje emocional y reflexivo, dejando una huella indeleble en el corazón y la mente de quienes se aventuran en su poesía.

Con esta brida

Con esta brida me despojas
de más de en cuanto creo,
me seduces
y rompes para siempre en dos mitades.
Callas con cuanto sé,
con cuanto sé destruyes mi certeza
y parte alguna de mi casa queda a salvo
de este tiempo de ruido,
columnario de dios,
tormenta dulce.
Tan sólo tarayal,
que no olmeda me contiene.
Astucias de aire fijo ni refugio
servirán
para fingir sabiduría.
Voy sólo serpiente ciega
que sospecha otro limbo,
calle rota
con que salir a pedir consejo y nombres
cuando suenas proximidad,
celada,
y vuelves victorioso
aunque sé —acaso—
que un tiempo inadivinable
tira de mí
como una lágrima salvadora.

Arte mayor (V)

Te necesito, amor
con tus metales.
Agrio tu aliento
de tabaco y cerveza.
Tu pecho por mi espalda
tobogán que madura
en húmedos carbones.
Te necesito a trancos
galopando en mi nuca.

Arte mayor (VI)

Estos fluidos nocturnos
quisieran ser cardumen
para en tu cuerpo mar
chuparle sus naranjos
al árbol de tus poros.
Menguar tu flacidez
con mis labios en punta
hasta extraer el sol
entre tus pliegues.

El raspar de mis hélitros
se vacía en suavidades
cargadas de tijeras
entrecortan mi pulso
en espejos filosos.
Siempre quise morir
entre los restos
de miliciano polen.
Me blanquea las retinas
tu hemorragia de peces.

Como una línea atada al corazón

Si tanto nacimiento aún aguarda,
cómo cegar las puertas,
someter cauces
o hacer un nudo en la camisa
por redimir el pecho y amansarlo.
Toda mi sien es sombra
que no quiere conocer
fuera de ti,
palabra suspendida,
verso de fuente,
trueno
que me tala sin fruto,
que suplico sin condición o fecha,
depuesta ya hace tiempo mi celada.
Esa herida que abre el fondo del misterio
ruega por mí
avivando las ascuas
que habrán de consumir
la ofrenda
que contengo como una línea atada al corazón,
a pesar de mi eco
y con su música.