Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Álvaro Miranda

Álvaro Miranda Hernández (Santa Marta, 6 de abril de 1945 – Bogotá, 9 de octubre de 2020) dejó una impronta literaria única en el panorama colombiano. Su viaje intelectual comenzó con la exploración de la filosofía en la Universidad de la Salle, sembrando las semillas de un pensamiento profundo que se reflejaría más tarde en sus obras.

En 1971, dio sus primeros pasos poéticos con «Indiada«, un testimonio lírico que marcó el inicio de una travesía literaria. Su habilidad para tejer versos le valió el reconocimiento, materializado en el Premio Nacional de Poesía en 1982. Aquel año, la Universidad de Antioquia dio luz a «Los Escritos de don Sancho Jimeno«, una obra que revela la maestría de Miranda en la palabra escrita.

La pluma de Miranda no se limitó a la poesía; en 1983, engalanó la narrativa con «La Risa del Cuervo«, galardonada en Buenos Aires y posteriormente reconocida por Colcultura con el premio «Pedro Gómez Valderrama» en 1992. Su compromiso con la palabra se extendió a la reescritura constante, evidente en la edición revisada de esta obra publicada por su editorial Thomas de Quincey.

«Simulación de un reino» (1996) se erige como un compendio poético que abarca la producción de Miranda desde 1966 hasta 1995, un testimonio lírico de su evolución artística. Su inconfundible voz literaria trascendió fronteras, siendo traducido al inglés, ruso y catalán.

El laureado «La Otra épica del Cid» (2007), reconocido en el Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Cultura de Colombia, confirma la habilidad de Miranda para explorar los sucesos y el lenguaje ligados a la conquista española y el Caribe.

Álvaro Miranda legó un vasto repertorio literario, que incluye obras como «El libro blanco de los muertos» (2017), publicado por la Universidad Externado de Colombia. Su exploración de temas colombianos, como en «Colombia la senda dorada del trigo» (2000) y «León de Greiff en el país de Bolombolo» (2004), demuestra su profundo compromiso con la identidad y la historia.

Falleció en Bogotá el 9 de octubre de 2020, dejando un legado literario que trasciende el tiempo, enriqueciendo el acervo cultural colombiano con su visión única y su maestría en la palabra escrita.

Un día Madre dijo:
Ven hijo te regalo este muerto.
Era un muerto culto que en medio de la noche gritaba:
“…Qué dolor me inspira el magnánimo Eneas el cual
vencido por Aquiles va a descender a los infiernos por
haber dado crédito a las palabras del Flechador Apolo”.
–Llévatelo al colegio –prosiguió Madre– siéntalo a tu lado
entónale tus canciones
regálale la piel de gato que guardas como tesoro
préstale tus abedules llenos de vientos
báilale tu trompo de cedro
muéstrale el agua que bebemos
el horno donde se asa el pan al caer los sueños.
Todo iba bien. El muerto izaba bandera
escribía con tinta china las vocales que saltaban de las
palabras para bajar del tren que las
llevaba sobre las líneas dobles del cuaderno.
Un día llegó el aguafiestas del Maestro y dijo:
“Joven: ¿Qué hace usted con ese muerto en el colegio?”
Madre tomó cartas en el asunto. Recogió el muerto
lo llevó al cementerio y lo enterró en la tumba al lado
de los crisantemos.

***

Una palabra repetida que está a punto de sangrar sus vocales
no debe salir de tu lengua ni entrar a tus oídos. Las palabras
son agujas que los hombres lanzan al aire para ver a quien
pinchan con su filo en los viajes sin destino.
Ante ello –Señor Juez– me dije: ¿Por qué no he de disparar a un
muerto que todas las noches llega a nuestra conciencia nocturna
para repetir a nuestros oídos la bruma de sus sueños?

***

Muerto rompió en llanto ante las palabras de Madre.
Algo de ganso algo de trompeta. Lejos de sus compañeros
se sentó a orillas del mar.
“Estoy muerto” dijo Muerto. Lo sé porque en mi boca florece
una rosa de los vientos con pétalos y con espinas.
Mi país es un país de papel con sellos de juzgados
con notarios que cargan caspa y olvido sobre hombros
y una hipoteca para embargar el cielo.
Mi país es un país con dos mares donde vivos como muertos
carecen de agua potable o espuma de luz que brote de los
grifos.
Mi país lleno de aguas y cascadas gusta oír el estruendo que
produce el orinar de las yeguas al final de los combates.

AQUÍ SE DICE COMO ESTABA DOLIENTE DON SANCHO JIMENO PORQUE NADIE VENÍA DE CARTAGENA A AYUDARLO

Canta la rana, cojea la lluvia,
la mar es zozobra que salva el rocío,
preludio de nada que prende en el tiempo,
crueldad del asombro que queda en el grito,
cadáver, cadáver del día que muere perdido.
La noche se orilla,
borda el lucero la voz del arrullo,
estatua de un sueño que crece en el mármol,
piratas sin figado que viandan la historia,
malvados sin facha,
se suenan las ñatas,
se dan puntapiés,
se comen los mangos, chorrean las patillas,
el zumo es esmalte que prueba la sangre,
perfume que sube chirriando a los montes,
canción que se pierde en la boca más agria,
saliva que espesa con velos la tarde.

AQUÍ SE DICE COMO LOS BRUJOS NO ACONTECEN MILAGROS POR MUCHAS PALABRAS QUE JUNTEN, PUES LOS DE ZAMBA Y LOS DE TURBACO CONVIDARON SOLO A RISAS Y NO AL VENCER DE DON SANCHO

Barroco el bruñido se acuesta en el suelo,
es bulla de sombra o búho ramplero,
hierve el sancocho en medio del fuego,
el fuego de estrellas desova sus chispas,
rasura la palma los pelos del día,
se ramba la tarde, se ramban las brujas,
los mangos cascorvan saltando,
vienen chamanes a ver el combate,
unos de Zamba, otros de Turbaco,
negra es la escoba, azul la bandada,
sacando la lengua al fuego la meten,
se besan los diablos,
se invoca la muerte, se riega con sales
el grito de zarpa, relumbra la espera,
adulan las parcas, palabra y palabra
por dinero fazen paga D´omenaje,
luzientes los mundos semejan el verso,
cumplidos muy buenos hacen salvedades,
la magia, la dicha, chanciones, las cuitas
fermoso cantar, tañer o tocar,
las risas en orza, sutil o loada,
el opio, los sueños, tan sólo palabras,
relevo de dioses,
afrechos del verso,
la tiorba parlada.

AQUÍ SE HABLA DE COMO LOS QUE VEN LOS OJOS DE LOS VENCEDORES NO ES SÓLO LUZ, SINO ESCARNIO Y PORQUERÍA

El vuelo de halcones la urraca le teme,
capullo de sangre que tejen los vinos,
la vida resurrecta, la garra, el espino,
la fuerza que amara la noche del aura,
fondeo de estrellas en medio del agua,
el ancla, los fierros del rayo,
la chispa del cielo al mar remojada, la ráfaga asida,
allende de oscuro el mundo se marcha,
el ocio, el viento, la brisa perdida,
la mar en su hamaca,
el arco de un vuelo, las alas del aire,
turbada la encina, el pájaro duerme,
sólo la luna fablando en la selva,
la muerte que asoma,
aquende los labios de cardos
la lepra los belfa,
la costra podrida,
sanguaza la herida floreada,
la carne que afloja su hermosa ternura.

El altar de los alcatraces

Cuando los lugares se empenachaban de árboles bembones
rezo ante ti, mi minina infernal de ocho vidas, para
que los caballitos del diablo duermen conmigo el más
patriarcal de los silencios.

Cuando los días se hollinan por las tardes,
cuando las casonas crujen sus clavos oxidados;
sueño ante ti, mi calabacita jactanciosa.

En el instante de ese instante, cuando las lagartijas de
ojos metálicos se hacen participe del rapto de la distancia;
aúllo ante ti, mi almidón intocable, para que sobre nuestras
tortugas gorgojeadas emprendamos la caminata hacia la luz
que en Selene habita más allá de los recuerdos, más allá de
la chusma de estrellas celestiales.

Cuando los silencios germinan de par en par, invoco ante ti,
ante los alambres de púas, para que las cucarachas
imperiales nos preparen la noche sobre el ente insomne del
espacio.

En los medios amaneceres, cuando los cuadros torcidos nos
sonríen con su mejor sonrisa, sueño ante ti amor mío, para
que la orquestación de la brisa sea siempre mi primer
instante, mi primer idioma, en el primer otoño de mi vida.

Ahora, amor mío, cuando tu recuerdo me penetra por
los ojos como una lagrima encendida; lloro ante
El Altar de los Alcatraces,
porque nuestros búhos mensajeros, porque nuestras
oraciones paganas, están vegetando con el viejo Jehová,
sobre las aéreas cumbres de los cóndores enloquecidos.

Lloro hondo mi oropéndola.
¡Oh mi minina infernal de ocho vidas!
¡Oh mi amor, mi blanda hamaca,
mi mosca de alas remendadas!