Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Eduardo Cote Lamus

Eduardo Cote Lamus (1928-1964), el laureado poeta colombiano, es recordado por su talento que trasciende fronteras literarias y políticas. Originario de Cúcuta, Colombia, Cote Lamus destacó por su poesía de corte narrativo, imbuida de imágenes esenciales y una objetividad poética que exudaba un idealismo épico. Su pluma, sin embargo, siempre estaba en constante lucha con la inminencia de la muerte, una sombra que tejía la historia humana en su obra.

Después de estudios de bachillerato en el Colegio San José Provincial de Pamplona, Cote Lamus se adentró en el mundo del derecho en la Universidad Externado de Bogotá. Fue en 1950 cuando su primera obra, «Preparación para la muerte», vio la luz, coincidiendo con su estadía en la Universidad de Salamanca, España, donde profundizó en la filología hispánica gracias a una beca. En este contexto, floreció su amistad con notables figuras literarias como Vicente Aleixandre y los hermanos Goytisolo, cuyo influjo se percibe en su posterior producción.

El periplo de Cote Lamus incluyó una designación como cónsul auxiliar en Fráncfort, Alemania, entre 1954 y 1957, y una incursión en la política, siendo representante a la Cámara y posteriormente senador. Su obra «Diario del Alto San Juan y del Atrato» surgió de una expedición a Chocó en 1958 y se convertiría en un testimonio inolvidable de esa experiencia. Su legado culminó con «Estoraques» en 1963, poco antes de su prematura muerte en un trágico accidente automovilístico en 1964.

A pesar de su corta vida, el impacto de Cote Lamus perdura a través de sus obras. «La vida cotidiana», «Los sueños» y su influyente «Diario del Alto San Juan y del Atrato» siguen siendo celebrados en la literatura colombiana. Su legado se mantiene vivo gracias a ediciones posteriores y antologías que honran su genio poético y su valioso aporte al patrimonio cultural de Colombia.

EL VÉRTIGO

Para Alfonso Costafreda

Todo se va cayendo, todo es piedra,
molino que cambia aire por harina
como el hombre es igual a lo que anhela.
Todo se va cayendo, todo es plomo
que cae ceniciento por la piel.
Y todo va cayendo al miedo. Alguien
usa la voz como perfume: cae
sobre su sombra y la destruye, cae
envuelto de pasión sobre sus pasos:
los borra, los sepulta, los camina.
Todo se va cayendo, todo es sueño:
la luz para encenderla tiene un nombre,
otro para apagarla. Todo es sueño.
Alguien se fue quitando días, poco
a poco, hasta quedar sin años, para
meterse en tierra y embozarse en ella.

CANTO DE FUTURO

Si ésta, una palabra, de pronto se muriera,
y se le fuesen cayendo las letras
como las hojas de un árbol,
y quedase descarnada,
y solamente la sangre del sonido
produjera un murmullo.

Si éste, un poema en las angustias,
viajero de las sombras y la muerte
encontrara a las voces desangrándose.

Si yo, un hombre delirante,
hallase el fondo de mis manos
y fuese ahondando una mirada
hasta enterrar el tiempo.

Si después del verbo y de la carne
detuviera una fuerza fatigada
la caída del mundo y del sonido
y hallase, de pronto, las aldeas
donde se quejan los poemas.

Y si también viera el mismo
que fui entre los sueños,
cavaría la nostalgia hasta encontrar lo triste
porque después del fin está el silencio,
y el recuerdo, una mano levantada.

Cae tu palabra en la soledad como ramo de olivo
en la paz. Yo no sabía
que tu voz llegara con estrellas.
Eres mi grito de combate
contra la muerte.
Ahora un árbol crece donde el olvido
cierra los ojos.
Tú.

LA JUSTICIA

Yo padecía la luz, tenía la frente
igual que una mañana recién hecha;
luego vino la sombra y me sembró
sin darme cuenta la señal amarga:
las palabras serían desde entonces
una visión del mundo derribado
en sueños; uno tiene que cantar
porque un nuevo Caín es ser poeta.
Me vendí como esclavo para que
mi dueño manejara mis acciones;
resulta que el amor me hizo más solo
y mi amo no podía con sus culpas.
Liberto vago, sí, manumitido
de mí; la sombra soy de lo real;
pero tampoco puedo darme cuenta
de qué es lo que transcurre en mi contorno.
Lo malo es sentir que pasa el sueño
a través de los ojos y del pecho
y no poder decir lo que sucede.
Sí: por esta palabra que yo escribo
seré después juzgado, ajusticiado;
no me defenderán contra la muerte
mi labor de contar, de decir cosas,
el ir muriendo en cada letra, de
ver cenizas donde está la vida.

ESCRITO EN LA HOJA DE UNA ESPADA

Destino es trazar paz adonde gime el pecho
Crucé la vida hasta la empuñadura:
me emparedaron por reliquia, estar escrita:
la estirpe ha muerto y yo me conmemoro.

LA VIDA COTIDIANA

Hoy comienzo el día de ayer
con palabras y con deseos;
ya los zapatos tienen polvo
de mañana sin excepción
los actos se me vuelven huellas.

Vemos al ciervo y hasta a veces
llega a beber en nuestras manos,
pero la sed se le hace vieja
como un abuelo entre los labios.

Somos del hoy, mas lo que hacemos
pertenece al pasado, somos
la fuente que se queda: el agua,
quiero decir la vida, pasa.

A mi oído llegan las voces
que mañana diré, mañana:
la suerte mía de callar
con la palabra de otro día.

Si se lanzara el sueño al aire
como unos brazos, sí una red
-del ayer a lo que seremos-
nos circundara! Pero todo,
todo lo que hago es ya pasado.

Ahora yo que soy recuerdo
me miro adentro y huelo a solo,
y muy vagamente distingo
el abuelo que está en mi rostro.

DIBUJANDO LA FIEBRE

Algo bulle en mí: muy hondo siento el fuego
que no es luz, que no es voz, que no es el sueño.
pero es más tú, más yo, mucho más fuerte
que hacer de uno mismo o que morir
de ti, de mí, de aquello que hemos sido.
Esto no sé lo que es. Te digo, amor,
no sé qué pueda ser: Mírame tú
aunque no me oigas ni me veas, dime
si ha llegado el final, si la campana
acaba con la torre o con la aldea
cuando suena. Yo, amor, de tanto amarte
ya tengo el pecho rojo. Es el silencio
esta tarde de otoño. El movimiento
viene de aquí, de allí, de no sé dónde.

Cuántos pájaros negros en mis ojos
dibujando la sombra, pero el mundo
mantiene luminosas costas, sitios
por donde no he pasado y quedan lejos.
Amor, dame la mano, ven, me siento
tan solo, detenido entre mi cuerpo
y no puedo salir. Yo quiero decirte
que no tengo la culpa, que es de fuera,
de adentro, que mis pies se agrandan para
que pueda mantener el corazón.
El fuego es muy profundo, amor, lo es mucho:
es la vida, la muerte, la conciencia.

ESTO ES AMOR

Esto es el amor: llevar en la sangre
el impulso inefable de otra sangre,
buscarse el corazón dentro del pecho
y no encontrarlo hasta palpar su frente,
padecer la ansiedad de ser en otro
como grano de trigo germinando,
es trasladar el mar hasta sus ojos
y sumergirse en ellos hasta el alma,
sentir la eternidad entre las manos
al descubrir a Dios en su mirada,
árbol del bien que las horas traspasa.
Esto es amor: ser uno proyectado.