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Poesía de España

Poemas de Ana María Moix

Ana María Moix Meseguer (12 de abril de 1947 – 28 de febrero de 2014) fue una destacada poeta, novelista, cuentista, traductora y editora española. Su legado literario se entrelaza con su biografía marcada por la pasión por la palabra y una contribución significativa al panorama literario contemporáneo.

Nacida en Barcelona, Ana María Moix fue la hermana menor del reconocido escritor Terenci Moix, y dedicó los últimos años de su vida a reivindicar la profundidad de la obra de su hermano. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona, destacando rápidamente como una de las figuras prominentes entre los «nueve novísimos poetas españoles«.

Su notoriedad se consolidó en 1968 cuando, siendo la única mujer, fue incluida por José María Castellet en la influyente antología «Nueve novísimos poetas españoles«. Este hito marcó el inicio de una prolífica carrera literaria que abarcó diversos géneros. Moix publicó tres poemarios, dos novelas, un libro de relatos, un libro infantil, y una notable traducción de la obra «La Semana Santa» de Louis Aragon, consolidándose como una autora versátil y talentosa.

Durante la década de 1970, se destacó por sus agudas entrevistas a escritores en TeleXpres, contribuyendo significativamente al panorama periodístico de la época. Moix también se distinguió como traductora, vertiendo al español obras de autores franceses como Aragon, Samuel Beckett y Marguerite Duras.

A pesar de un período de pausa en la publicación de ficción propia, reapareció con fuerza en los años 80, ganando el Premio Ciudad de Barcelona en 1985 por su libro de cuentos «Las virtudes peligrosas«. Posteriormente, fue galardonada nuevamente con el mismo premio por su novela «Vals negro«. Su incansable labor editorial incluyó la dirección de colecciones de poesía y relatos para editoriales prominentes.

Ana María Moix falleció en Barcelona a los 66 años, víctima de un cáncer, dejando un legado literario rico y diverso. En 2016, se estrenó el documental «Ana Maria Moix, passió per la paraula«, resaltando la pasión que caracterizó su vida dedicada a la literatura.

Andando el tiempo se verán las caras…

Andando el tiempo se verán las caras, esos que gritan por las esquinas viva la revolución. Degeneramos, compañeros. Preguntad al mozo de telégrafos si le gusta la historia de Rossy Brown.

Rossy partió bajo la luna, una noche de fiesta en casa de Míster Brown. Un caballero la envolvió en su capa y a sus sueños la llevó.

Regresó luego, triste y perdida, y a los pies de la mamá sollozó: Yo no sabía qué me decía aquella noche, verbena de San Juan, cuando dije estoy cansada y tengo sueño, mañana ya os veré. Tengo una herida y un hijo muerto. Sólo su capa Jim me dejó. Era mi dueño, y aunque lo digan, Jim nunca fue salteador.

Lo saben Rossy y la cocinera que en el ajo estuvo en la ocasión: Jim vuelve siempre. De madrugada su canción canta a las muchachas de negros ojos y dulce voz:

Un amor tiene cualquiera
pero Dulce Jim, no.

Y es que el mozo de telégrafos está enamorado, y no sabe qué hacer para que la hija de la portera entienda que no es muchacho del montón.

El asesinato se produjo a mediodía…

El asesinato se produjo a mediodía, en plena calle y bajo el sol. De la otra acera empezaron a disparar y caí en redondo, tratando de imaginar que clase de pájaro saldría de mi pecho cuando se acercara un compañero para recibir mi último mensaje: que el muchacho que vendía periódicos en la esquina llegaría a ser rey en Nueva York.

Un hombre triste su barco…

Un hombre triste su barco: Alegre, ése fue Jim. Dulce conmigo, mas no risueño; qué corazón.

Jim en el parque, y sin sombrero. Ay dios, qué miedo si es un matón. Ay dios qué pena, si un día parte como llegó.

Tiene los ojos rojos y on the sea mira como un traidor. ¿Serás payaso?, dije, y sobre el césped se revolcó. Y eso que no soy niña que con desconocidos antes hablara yo.

Cortaste lirios en las praderas y a Johnny mataste en Nueva York. Fue por amor: bailaba en Broadway Nancy Flor.

Ah, Dulce Jim qué consuelo cuando los adolescentes se enamoran y de esquina en esquina les nace en el pecho un corazón.

Dulce Jim vendrá mañana
y nos trae la ilusión.

Un amor tiene cualquiera
pero Dulce Jim, no.

Una ilusión es la quimera de su roto corazón: que, con la primavera a puerto su barco arribará y, en los parques de las ciudades, historias a las muchachas cantará: la del príncipe y la chica fea, la flor de Nancy, la habanera, y Johnny el Prometedor.

Un amor tiene cualquiera
mas Dulce Jim, jamás.

¿Si muere Jim, llorarás tú? Va preguntando a las mujeres, arrabaleras, niñeras, quinceañeras.

Parte su barco, rojo por dentro, antes de oír el sí o el no. Ya las respuestas no Je interesan. Ya nunca baila en Broadway Nancy Flor.

Es Dulce Jim un alma en pena,
mi gran amor,
es un farsante,
un caminante,
un peripuesto hablador,
un traficante de corazones,
un triste amante de Nancy Flor.

Y tiene un perro que ladra fuerte cuando regresa de madrugada al barco que fue de Johnny y de su amor.

Baladas del dulce Jim (Fragmentos)

Lo descubrí con la frente apoyada en el escaparate de la pastelería y en los ojos blancos, increíbles, le reconocí: era Dios y estuve a punto de decírselo: Te ves más viejo desde la última vez. Pero me pareció tan triste que hice como si no lo conociera.

*

Un pájaro azul y el horizonte lejos. El mar que regresaba despacio a mis espaldas, sin alcanzarme nunca. Recogeré las flores en la arena como si fuera la primera vez que sueño sobre la playa.

*

Las gaviotas volvieron al mediodía y bajo el sol nos asesinaron con razón: habíamos echado a perder la playa con tantos sueños.

*

Tembló el mar como una golondrina cuando por fin comprendimos que no podíamos hacer otra cosa que vivir. Pero las ciudades estaban lejos y, como si una gran heladería hubiera caído a mis espaldas y me fuera imposible regresar, no puedo decir cuántos días tardé en averiguar que todas las calles desembocan en los muelles y qué triste es tener que abandonar las casas para que las paredes y los libros no nos ven llorar.

*

Ay madre, ya soy como la España; ni chicha ni limoná, loquita del corazón y dura como la caña.

Nancy Flor bailará siempre…

Nancy Flor bailará siempre
porque Johnny ya murió.
Un bribón le dio la muerte,
nadie sabe a dónde huyó.

Fue testigo un pistolero
rey en los bares de New York,
pasado luego a carcelero
contó la historia en un block.

Jim, Johnny y Nancy Flor
tres personajes de antología,
de apología,
extraña historia del terror.

Ella tenía los ojos grises,
Johnny pintaba flores de azahar,
Jim era dulce, un soñador.

Ella bailaba todas las noches,
Jim la soñaba en un bazar
rodeada de otros muñecos
que la adoraban por su candor.

Eran hermanos los dos adoradores de Nancy Flor.

Por la calle caminaban
los tres en silencio,
mas el corazón no calla, traidor.
Y Jim lo supo.
Daban las doce en el cuco.

Caía el sol en la acera
y Dulce Jim vio un gran amor
en las dos sombras de Johnny y Nancy Flor
unidas a ras de tierra.

El dolor apenas quema
cuando nada queda en el hueco
de un antiguo corazón.

El asesino huyó de la justicia
pero le persigue el eco
de una loca ilusión
que con diabólica malicia
persiste en tener razón.

Una flor era Nancy para Jim,
mas una flor pintada antaño
por un solo enamorado
que no fue Jim, sino John.