Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Beatriz Vanegas Athías

Beatriz Vanegas Athías (Majagual, 1970) emerge como una figura destacada en el panorama literario colombiano contemporáneo. Esta escritora y poeta multifacética ha contribuido de manera significativa tanto al ámbito de la literatura como a la educación y el periodismo en su país natal.

Vanegas Athías, nacida en el idílico municipio de Majagual, en el departamento de Sucre, demostró su pasión por las letras desde temprana edad. Su formación académica es impresionante, con una Licenciatura en Lingüística y Literatura de la Universidad de Pamplona en 1993, seguida de una Especialización en Pedagogía y Semiótica en la Universidad Industrial de Santander en 2006, y una Maestría en Semiótica en la misma institución al año siguiente. Su búsqueda de conocimiento culminó con un Doctorado en Letras de la Universidad de La Plata en 2016.

La carrera de Vanegas Athías está marcada por sus logros literarios notables. En 1993, ganó el prestigioso Premio Nacional de Poesía otorgado por la Universidad Externado de Colombia con su libro «Abriendo las piernas a la carne.» Este reconocimiento fue solo el comienzo de una serie de triunfos literarios, ya que en el año 2000 obtuvo el Premio Departamental de Poesía del Fondo Mixto del Departamento de Sucre con su obra «Galería de perdedores.» Su contribución literaria también incluye «Los lugares comunes» (2006), una colección de poesía que refleja su profunda exploración de las experiencias humanas y su habilidad para tejer palabras con maestría.

Además de su carrera como escritora, Vanegas Athías ha desempeñado un papel fundamental como docente en instituciones educativas destacadas como la Universidad Industrial de Santander y la Universidad Santo Tomás. No contenta con limitarse a la enseñanza y la escritura, ha ampliado su influencia como columnista en periódicos de renombre en Colombia, incluyendo «El Espectador,» «Vanguardia Liberal» y «El Meridiano de Sucre.»

Su obra literaria abarca una amplia gama de géneros, desde poesía hasta crónicas y cuentos. Algunas de sus obras más destacadas incluyen «Galería de perdedores» (2000), «Los lugares comunes» (2006), y «Festejar la ausencia» (2015). Su poesía es apreciada por su profundidad emocional y su capacidad para explorar la psicología humana con sutileza y sensibilidad.

En resumen, Beatriz Vanegas Athías es una figura literaria polifacética y talentosa que ha dejado una huella indeleble en la literatura colombiana. Su capacidad para transmitir emociones y experiencias a través de la palabra escrita, combinada con su pasión por la enseñanza y la expresión artística, la convierte en una autora excepcionalmente valiosa en el panorama literario actual. Su legado perdurará como un faro de inspiración para las generaciones futuras de escritores y amantes de la literatura en Colombia y más allá.

Saga de los desterrados

1

No intentes habitar este añico del mundo
porque aquí el fuego se extinguió.
Es este un lugar oscuro
donde el fuego fatuo fundó su morada
y crecieron ciudades con rostro de carbón.
No intentes habitar este pedazo del mundo
el fuego fatuo se aposentó en la montaña
y crecieron desiertos con oasis púrpura
y ríos cárdenos de peces purulentos.
No intentes asomarte, Prometeo,
no hay coro para tu gesta.
No intentes asomarte
el fuego fatuo puede ser tu perdición.

2

Ahora mi patria es tu cuerpo.
Luce vano el trono
del rey de las miserias
ante el poder de mi dolor.
La ley es ese cuervo
que pugna por saciar su hambre.
La ley es el lazo que amordaza
mis lágrimas.
País de cuervos ahítos
y de lágrimas prohibidas.
Ahora mi patria es tu cuerpo.

Privilegios

Ayer durante la cena
Dijeron muerte
y la sorda entendió suerte.
Después pronunciaron dolor
y ella creyó escuchar amor.
Alguien habló de maldad
y enredada en los inútiles
laberintos del oído, la palabra
alcanzó a llegar como lealtad.
Al final de la tarde
alguien dijo que era largo el camino
y la sorda sonreída
levantó la copa
para que no faltara el vino

Noción del cerdo

Insolente y sinvergüenza
emerge cual Dios lustros de fango
y agradece a los santos
la lluvia propiciadora de los charcos.
El cerdo ríe hocico arriba
de la inercia pueblerina
incapaz de impedir
el avance de la podredumbre.
Hay días que siente piedad
y se retira a tomar el sol,
luego vuelve a su chiquero
que se le antoja un fragmento de calle
cercada y a la sombra
y se deleita con la servidumbre del ama
que acude a la mendicidad para engordarlo.
Pero aparece el día
el día que le toca
gruñir más de la cuenta
porque lo acecha
—insolente y sinvergüenza—
el reluciente metal del hacha.

Thelma y Louise

(A la manera de Ítaca, de C. p. Kavafis)

Cuando partas hacia tu abismo
pide que el asfalto arda
con soles candentes sobre la herida
que llevas en carne viva
en tu ultrajado corazón.

Pide hallar el engaño en cada sonrisa
de aquellos que te invitan
a libar la noche y las estrellas.
persigue tu abismo en todo príncipe
que, llegado el amanecer,
termina convertido en sapo.

Pide que el mapa que extiendes
en la cama del hotelito de paso
esté lleno de incertidumbres.
Y que la duda sea tu brújula.
No des crédito al amor:
él es sólo un pretexto
para que tu cabellera ondee libre
perseguida por el purísimo dolor.

Y cuando tengas ante ti el abismo,
amada Thelma,
sabrás entonces que desde el oscuro
país de los hombres
han venido a mirar consternados,
tu alto, desnudo y encumbrado vuelo.

A orillas del Río Grande

Salgo a la hora en que el sol
Todavía es una realidad ausente.
Camino de la orilla
Las mujeres barren los pretiles
Y afilan la lengua
Para la calumnia del día.
Ya en el puerto se respira algarabía:
pescadores y comerciantes
ofician de malabaristas
sobre el borde de las canoas.
Huele a aceite caliente
y montañas de empanadas
se derrumban ante la penumbra del hambre.
El bagre soporta la crueldad del cuchillo
hasta expirar para que otros respiren:
es la vida revuelta con la muerte.
Las manos sudorosas y ensangrentadas
se confunden en un cambalache
De dinero, doncellas
y eructos con sabor a ñeque.
Un perro levanta la pata
y satisfecho orina
sobre un balde repleto de bocachicos:
recibe como premio
la entrada de una cuchillada en las entrañas.
Cuando el sol tortura
los piojos de los niños
regreso con una mancorna de pescado
en la mano izquierda
y el alma quebrada en la derecha.

Cinema Paradiso

I

Fundaron el amor los dioses.
Y el amor fue
una muchedumbre de recuerdos
para sostener el día.

II

Luego ordenaron,
hágase el placer
y el placer emergió
como humareda sonora
de las fauces de un león.

III

Después dijeron:
Hágase la felicidad.
Entonces la felicidad fue
una antología de besos censurados.

Consejos del fracasado

“Sin nosotros, no serían excepcionales,
¡oh triunfadores! Sin nosotros, vuestro mundo
victorioso, resultaría monótono y frío”.

Germán Espinosa

Asegúrate siempre de ser el mejor perdedor.
Asegúrate
y nadie demandará tu sabiduría
ni reclaman urgidos tu amparo.
Asegúrate siempre de ser el mejor perdedor
y evitarás convertirte
en el ejemplo digno de imitar.

Si fracasas
Eludirás los incómodos escrúpulos.
Serás siempre falible
ahorrándote la excomunión del aprendiz.
Si fracasas no conocerás la máscara
ni la servil lisonja.

Cuestiona con escarnio,
Nunca fabriques ni siembres nada:
ni un cariño, ni una sonrisa,
ni un hijo, ni un árbol
mucho menos un libro.
Y no dejes de disfrutar descaradamente
si una gallina se traga en dos bocados
al gusano inerme.

Sé pusilánime.
Prostérnate ante éste
y también ante aquél.
Erige gesto a gesto
un monumento al ridículo.
Apuesta siempre al gallo tuerto y cojo
Al boxeador más desnutrido
Al jíbaro de saco y corbata
Al bacán que cambió su vida
Por un trago de aguardiente
A la puta vientre de llanta
Al desesperado que huye en la moto
Dejando a sus espaldas
un reguero de amargura
Al traficante de esperanzas
que nunca dice lo que piensa
Al sepulturero feliz entre los infelices
Al mercader de calificaciones
—él te garantiza la inutilidad humana—
Al ángel negro y aterido
guardián de la noche en los pretiles
Al desgraciado que aplaza
desde una sonrisa
Hasta una cópula con ternura.
Sácale el cuerpo a la alegría.
Que sea tu única ley la anarquía.
Nada más honesto
seguro y confortable que el fracaso.

Indiana Jones

Frente al desamparo del abismo,
la mano de garra protectora.
Ante la bala certera del enemigo,
el sombrero como yelmo impecable
y el salto imposible.
Dentro de la cueva asfixiante,
el hallazgo puntual de la ranura
que abre todas las puertas.
Ante los misterios insondables
la lógica simple y pura
de un rostro preocupado.
Frente a la superioridad del atacante
la complicidad del caballo
y del amigo resucitado.
Ante la traición del puente colgante
la voltereta mágica
la caída en picada
el río como colchón
la balsa desprevenida
pero cómplice.

Cuando mi madre me enseñaba
que para dios
no había nada imposible.
Yo pensaba en ti, Indi.

Solidaridad

Cuando el dueño de los objetos
permanece demasiado tiempo ausente
ellos se solidarizan con la esperanzada:
también la mesa, la cama y la biblioteca
mueren día a día de infinita tristeza.