Poetas

Poesía de Chile

Poemas de Tulio Mendoza Belio

Tulio Mendoza Belio (Rancagua, 24 de agosto de 1957) es un poeta chileno, miembro de la Academia Chilena de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española1. Mendoza es presidente de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH), filial Concepción y presidente-fundador del Centro Cultural Fernando González-Urízar de Concepción, ciudad en la que reside desde 1976.

Mendoza ha publicado varios libros de poesía, entre ellos “La casa del viento” (1984), “El libro de los días” (1990), “El libro de las sombras” (1995), “El libro de los espejos” (2000), “El libro de las horas” (2005), “El libro de los nombres” (2010) y “El libro de las lluvias” (2015).

Arte poética

Cuerpo el poema, cuerpo la palabra
cuerpo, cuerpo la noche del sentido
en que llegan a mi cuerpo sonidos
como por obra de un abracadabra.

Allí aguardas en espera que se abra
la puerta del vocablo que conmueva,
das caza a toda pieza que se mueva
y desechas aquella que no ladra.

Te empeñas en buscar la buena nueva
que anuncie de algun modo ese destello
que destape el oído de los sordos.

Te pasas sin dormir la noche entera
mientras pones tu sangre como sello
y bebes el poema sorbo a sorbo.

MAGNIFICENCIA

Habrá de ser como de amanecida,
como llegando, indisciplinados,
del antro oscuro ése, después de haber
imantado las estrellas con olor a cuerpo,
y haber sentido el sudor
con nuestras lenguas bajo la bella esfera luminosa;
o si prefieres (el deseo ya me quema las ansias),
será después de la liviana cena y la bebida,
tomando el ascensor, demorando su llegada,
como si hubiéramos perdido en el trayecto
llaves y cordura, elegancia y distinción
(aunque eso nunca del todo, ya lo sabes)
o, en fin, ya metidos en la cama
cuando la carne es puro encomio, divina joya
y resplandece, sólo para nosotros,
el sagrado vínculo de lo bello con lo bello,
la chispa de su filo, el roce de su encanto.
Que sea como sea, pero con toda magnificencia,
que es un lujo estar contigo siempre.

PIERCING

Un aro en cada oreja, en cada dedo un sueño,
alfileres y clavos, tetillas perforadas,
ombligos bajo llave, puntas,
un Príncipe Alberto, prepucios imantados
por un metal que no es de este mundo;
orificios, expansiones, el catéter y la sonda,
todo un río de gótico perforar;
cejas cortadas, púas que brillan
cuando el ojo de vidrio recibe fósforo;
un clip de oro anunciando un pubis azul,
un prendedor, un gancho, una cadena,
el corazón traspasado de delicia, dicen,
de sado, de maso, de esquizo;
un candado sobre el cuero negro, frío,
brillando su ocio puro, su olor a piel;
en la lengua un botón metálico, el roce
de otra lengua en un juego de saliva y sonido,
el crótalo del deseo, el imán de la dicha;
una cadena reluciente sobre la tibieza
y tus ojos,
tus finos ojos maquillados…

CUESTIÓN DE FE

Creo en el cuerpo
y en la resurrección áurea de su carne,
materia herida que de putrefacción
será ilusión, como afirma el poeta*;

creo en la sangre
que alimenta su templo, en el semen
fluvial de la lluvia que moja su pelo,
en la herida nocturna
y sus labios hambrientos, en el beso
de luz de sus ojos cerrados, perfectos;

creo en el cuerpo,
en la presencia amada
de músculos y nervios y noches
que no acaban, de días que vendrán;

creo en la música, en su lava transparente,
en la cítara blanca
que despierta entre tus piernas,
en las cuerdas tensadas y en el arco violento;

creo en el cuerpo y su espejo que brilla, en el vuelo
de su pacto secreto, en la fiesta
de su tacto terrible;

creo en el instante, en su fósforo
repentino, en su temblor, en sus varillas
y en sus alas de cera y en el fuego
que levanta mi cuerpo
cuando estoy contigo.