Poetas

Poesía de Perú

Poemas de Carlos Hugo Garrido Chalén

Carlos Hugo Garrido Chalén, nacido en el cálido distrito de Zorritos, en la exuberante provincia de Contralmirante Villar, Tumbes, el 16 de octubre de 1951, es un prodigio literario que ha cautivado al mundo con su pluma versátil y su profunda sensibilidad. Su vida y obra se entrelazan en una sinfonía de palabras que danzan entre la luz y la sombra, entre la realidad y la fantasía.

Formado en las aulas de la Universidad Nacional de Trujillo, donde estudió derecho y periodismo, Garrido Chalén emprendió un viaje de descubrimiento literario que lo llevó a explorar los rincones más profundos del alma humana. Reconocido como uno de los más destacados poetas y escritores del Perú, su genio creativo fue consagrado por el Instituto Nacional de Cultura, que lo declaró Patrimonio Cultural Vivo de la Nación junto a otros distinguidos artistas.

Su ascenso meteórico en el ámbito literario alcanzó su cúspide con la creación de la corriente literaria conocida como la Literatura de la Totalidad, una manifestación artística que busca abarcar la totalidad de la experiencia humana a través de la palabra escrita. Esta innovadora propuesta ha resonado en los corazones de lectores y críticos por igual, consolidando su posición como uno de los exponentes más destacados de la literatura contemporánea.

Los numerosos premios que ha recibido a lo largo de su carrera son testimonio de su excelencia y dedicación incansable al oficio literario. Desde el prestigioso premio mundial de Literatura «Andrés Bello» hasta el reconocimiento como «El mejor poeta del mundo» en diversos certámenes internacionales, Garrido Chalén ha sido aclamado en todas las esferas del arte y la cultura.

Como presidente ejecutivo fundador de la Unión Hispanomundial de Escritores, ha desempeñado un papel crucial en la promoción y difusión de la literatura hispanoamericana en todo el mundo, estableciendo lazos de fraternidad entre escritores de diversas latitudes y culturas.

Con una prolífica producción literaria que abarca más de 40 libros en géneros que van desde la poesía hasta la novela, el ensayo y el cuento, Garrido Chalén continúa desafiando los límites de la creatividad y la imaginación. Sus obras, impregnadas de una profunda humanidad y una riqueza lingüística única, han dejado una marca indeleble en el panorama literario contemporáneo y seguirán inspirando a generaciones futuras a través de las edades.

EL MEJOR POEMA DEL MUNDO

El mejor poema del mundo no lo escribí yo,
sino la vida que vive en mis pajares
que navega en la proa y la popa de todas mis pardillas:
justo en las aguas mansas y los bruscos estiajes
husmeando en los veleros.
Lo escribieron en realidad, los blenios y las anchoas,
en las entradas de todas mis bahías;
en las botavaras que aguantan las velas, las merluzas
y en las brújulas magnéticas con las que indican posiciones las rosas de los vientos.
Es el mejor poema del Planeta Tierra y lo escribió la aurora para llenarse de amanecer,
cabreando a las centollas
el día que el Creador hizo el Universo
desde el cáncamo de su embarcación y se hizo Hombre
y cuando en la Cruz del Calvario, lanzó su mejor proclama
destruyendo los edictos, vomitados con maldad por el infierno.
El mejor poema del mundo, no lo escribí yo jadeando entre las dunas.
Lo escribió Josué, hijo de Nun, sucesor de Moisés,
cuando en Gabaón le ordenó al sol que se detenga
y en Ajalòn hizo lo mismo con la luna.
El sol se paró en medio del cielo y no se apresuró a ponerse un día entero.
Y en las cuevas donde se escondió la noche, bramó la poesía

RESPUESTA DE LA TIERRA

Yo no sabía qué decirle al Planeta
ante tanta depredación y muerte en la quebrada.
Le había hablado bien del ser humano
sobre el pasaje ancestral de sus montañas.
No le había contado, cómo la tempestad
solía despeinar al tilo y la cucarda,
ni cómo el smog derivado
de la combustión vehicular y las emisiones industriales
llenaba de pronombres adversos el fondo de su alma.
Por eso, en el abucheo de los apotegmas,
sentí vergüenza ajena,
por la contaminación atmosférica y acústica
y el envenenamiento del agua potable;
por los desechos que, por toneladas,
malograban la hermosura del paisaje
y hasta del ozono troposférico
que dañaba el suelo fértil y las plantas.
Nadie conocía la jerarquía del residuo
ni se preocupaba por depurar la contaminación
del aire en los anclajes
De los 30 millones de animales y vegetales
que Dios había regalado
para superar la soledad de los bosques,
no quedaba nada.
Entonces, en las canteras de la musaraña,
se hizo meteoro el maremoto
y en la dinastía del crepúsculo
crecieron en las almenas del fuego
los volcanes.

CÓMO FORMÓ DIOS A LOS POETAS

Cuando Dios hizo la luz, se dio el primer baño de popularidad
mirando al alba;
y dicen que de su luz salían a su vez rayos luminosos
que le ponían colores insondables a los Cielos.
La tierra se cubrió de su esplendor
y al Gran Hacedor del Universo se le ocurrió algo magnífico:
“De esa luz que acabo de crear, que se baña en mi luz Omnipotente,
crearé el alma de los mejores corazones” – se prometió a si mismo
pletórico de relámpagos y de arándanos
Y entonces hizo las moléculas incendiarias
de la que están hechos los valientes
y los conquistadores.
Estaba satisfecho y se disponía entrar a su refugio de truenos y milagros
y reflexionó y dijo: “Y por qué no aprovecho este momento
para hacer el alma de los grandes y verdaderos gobernantes”
Cogió un pedazo de cielo y lo combinó con el aire inconfundible de la tierra.
Fórmese la luz del alma de los profetas y los guerreros – ordenó.
Háganse de esa luz majestuosa – anotó inmensamente satisfecho –
las moléculas del corazón de los precursores y los héroes,
de los combatientes y los ideólogos, de los pensadores y los jilgueros.
De esa misma inmensidad, del aroma de los vientos que no duermen,
fórmese el corazónde los que aman,
también el corazón de los que sufren ante el dolor de sus pueblos
y llevan a su estancia una esperanza,
escúlpase el alma y el corazón de los seres sinceros y magnánimos,
de los que se duelen del dolor de los demás
y sufren su infortunio.
Fórmese – acotó- el alma y el corazón de los líderes verdaderos
para que nunca les quiebre la voz, la desesperanza.
Y cuando –loco de amor – el alma de Dios se percató
que su inspiración se desbordaba,
creó el corazón de los poetas,
y lo armó con los colores de todos sus paisajes
y del dulce sin final de sus mangales.

PREPARATIVOS PARA UNA FIESTA DE LA AMISTAD

Antes de llegar a esta tierra prometida
yo vi llorar a las magnolias
sobre los charcos del campo
en el otoño.
Y ví el reclamo de la hembra insatisfecha
sobre la carpa del trampero
en la montaña.
Y estuve también helándome en la nieve
y navegando en canoas
ocultas por la espuma
de los rápidos.
Confiaba en la cautela de los juncos
enamorando al viento que llegaba
y bajo el lomo de las olas espumosas
miré a los alces cargar su infidelidad
sobre sus frentes.
Yo era un árbol que paseaba por la yesca
y en esos avatares aprendí
que la amistad es patrimonio
de los que apuntan al mañana.
Por eso hoy, que regreso a mi peñasco prometido,
invito a mis amigos verdaderos
para que vengan a mi casa
y me conozcan:
soy amigo del águila y el cóndor.
Con ellos aprendí a conocer
la altura del amor
sobre sus nidos
y disfruté en sus alas los gritos del abismo.
Por eso hoy sé lo que vale la ternura desde lo alto
y sé que la amistad la inventó Dios
para tener un pretexto a su regreso.
Vengan entonces a mi casa. Hoy haremos fiesta
por la amistad que todo lo engrandece
haremos fiesta por el reclamo de la hembra
sobre la carpa del trampero en la montaña.

UN ÁRBOL PARA LOS QUE SE AMABAN EN SECRETO

Cuando yo fui un árbol
le tenía miedo al leñador
y a su silencio
y de puro jactancioso permitía
que en mí se fomentara el amor
de los búhos
en las sombras.
A veces escuchaba llorar a las camelias
y era su lloro trasnochado
como el reclamo invicto de Dios
sobre el estío.
Tenía por eso mi propio duende
para trabajar misterios.
Porque era un árbol bueno. Pero era antes que bueno
un árbol para aquellos
que se amaban en secreto
yo mismo era un secreto –
En mí se perpetuaban las palabras
que los tiernos amantes se decían
y terminaba amando a esos amantes
que se amaban.
Con el tiempo comprendí
que estaba lleno de amor
sin reclamarlo
y quería caminar por las orillas de los ríos
para conversar mis experiencias
con la fauna.
No me gustaba ser un simple espectador:
quería ser también protagonistas
de amores victoriosos.
Y como era un árbol
de vez en cuando me ponía alas
para mirar desde arriba
mis raíces.
De modo que,
qué me van a decir a mí,
de las viejas alturas
las gaviotas.