Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Clemencia Sánchez

Clemencia Sánchez es una poeta, ensayista y traductora colombiana nacida en Itagüí en 1970. Su obra se caracteriza por la apertura intertextual y un lenguaje equilibrado sutilmente entre la expresión y la experiencia. Ha publicado varios libros de poesía, entre ellos El velorio de la amanuense, Antes de la consumación, Paraíso precario y Recolección en rojo. También ha traducido al español a poetas africanos, ingleses y franceses para el Festival Internacional de Poesía de Medellín, uno de los eventos culturales más importantes de su país.

Su formación académica es amplia y diversa. Es licenciada en Idiomas de la Universidad de Antioquia, donde inició su carrera literaria participando en talleres y revistas. Luego se trasladó a Estados Unidos, donde obtuvo su maestría y su doctorado en Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Cincinnati. Allí se especializó en el estudio de la poesía latinoamericana contemporánea, con énfasis en las voces femeninas. Su tesis doctoral se titula «La poética del espacio en la obra de tres poetas latinoamericanas: Ida Vitale, Blanca Varela y Olga Orozco».

Su poesía ha sido reconocida con varios premios, entre ellos el Premio de Poesía Colombo-Cubano Afranio Parra en 1997 por su libro El velorio de la amanuense. También ha sido invitada a participar en diversos festivales y encuentros literarios tanto en Colombia como en el extranjero. Su obra ha sido incluida en antologías y revistas especializadas, así como traducida a otros idiomas como el inglés, el francés y el portugués.

Clemencia Sánchez es una poeta que explora las posibilidades del lenguaje para crear imágenes y sensaciones que trascienden lo cotidiano. Su voz es personal y reflexiva, pero también dialoga con otras tradiciones y autores que han influido en su escritura. Su poesía es una invitación a leer el mundo desde una perspectiva crítica y sensible, que no renuncia a la belleza ni al compromiso.

El velorio de la amanuense

Escribí la larga estela de tus árboles
A imagen y semejanza de tu dictado.
La luz que quisieron tus ojos
Son hoy de las hojas
Palabras detenidas
Que la arena de las diásporas entierra.
He sido la amanuense del fenecer de los siglos
Recolectora de veranos vacíos
Bajo un olmo fértil que no existe.
He ido a averiguar en la antigua vegetación
De las estepas
El nacimiento de los limos.
Hoy, dueña de voces extrañas,
Paisajes ajenos que no comprendo
Añoro una voz para decir el árbol
Que ronda mis sueños, el nombre de una mujer
Que semeja el descenso de las mareas,
Y el diálogo interrumpido que sostengo
Con el ángel.

SONATA PARA QUE AMANEZCA

Estoy en el fondo de un barco roto
Estoy en el medio de un mar agrietado
Estoy en la orilla de un cielo horadado.

Estoy horadada en el medio de un barco
Estoy agrietada en el fondo de un cielo
Estoy rota en la orilla de un mar.

Estoy en el cielo de un fondo roto
Estoy en el barco de un miedo horadado
Estoy en el mar de una orilla agrietada.

Pronto veré la luz.

Avenida Helen Keller en el cruce de la calle 15

Vaya lugar para una cita de amor.
Aquellos que acordaron el reencuentro
En la Avenida Helen Keller,
En el cruce de la calle 15,
A las cinco de la tarde, hora de Lisboa,
Jamás se encontraron.
Cruzaron tan cerca que no se vieron.
Tropezaron con el viento frío
Que venía de ese muelle
Donde Fernando y los otros
Huyeron como niebla.
La rosa, la misma rosa de Keller,
En las manos de estos amantes,
Afilaba sus espinas,
Justo cuando el día
Auguraba la hora ciega
Del olvido.

LIMOGES

¿Qué me espera en la dirección
que no tomo?

Jack Kerouac

He aquí todos los cielos
que nunca he sido
la pesadilla trenes en la noche
que no se mueven
igual que la risa del guardagujas
ensartando el hilo de sus días.

Ruinas antiguas y mares de otra parte
fluyen adentro como una traición
a lo que busco.
El beso que dejo en los labios de Salomé
esculpe la boca que pierdo
y equivoco desde Heráclito
el rumbo de mi itinerario de hielo.
Perderé de nuevo las estrellas
al descender a la noche
inhabitadas calles de Austerlitz
mármol cielo de la estación Saint Pierre de Corps
donde en una fracción de segundo
vi mi vida toda derrumbarse como un otoño.
A ti te crucé en la Avenida Diderot,
terrible niño Jean Nicolas –
y supe, como saben las algas del silencio,
que la pasión por el oro y la belleza
es la misma pasión por la muerte.

Como en un sueño de Pedro lastra

Hoy, tarde de mayo rendida por la lluvia
de dulces presagios,
he vuelto a ser inmortal y alada
semejante a esas niñas
que ríen para siempre
deteniendo en sus pupilas
el imperio del sol,
el vuelo eterno del mar
de sus secretos corazones.
Será acaso un parpadeo del tiempo
o un manojo de agua entre los labios
y casi he comprendido
la belleza
la lluvia
los paisajes tristes que me habitan
y que en silencio me festejan.

Paraíso precario

Entonces vuelve a empezar
el día en mis manos.
Aquí se cierra el cielo
en su larga aporía
de nubes que sueñan el sol
y aves que regresan
congeladas del vuelo
de la noche.
De lo que resta,
vendrá otro día luminoso,
esquivo y anónimo
entre las hojas del tiempo,
extranjero entre nosotros,
iluminado fantasma
de una alegría indecible
perdida ya en el viento
de la memoria,
y tu cuerpo feliz renovado
de libertad,
y yo escribiendo
la sombra adusta
de otro paraíso precario.

Igual que su tristeza

¿Por qué lloras,
blanca niña?

Canción Sefardí

Como ese rostro que al paso del desierto
Parece una caravana de tristezas antiguas
Y agua de sed de tiempo sin río.
Como esa espera que vista a la sombra
De las dunas, mira el cielo en la huida
De sus alas y es también un poco de luz
Que se lleva el día.
Como esa tristeza que bajo su rostro
Ocultan las niñas nómadas de la grey
Del amor salvaje, sus pasos de arena
Fundando una arcadia de polvo
En las manos del viento.
Igual que su tristeza sería esta canción,
Y como la letra de esa canción.

SED DE ESPACIO

Daré mi vida por la torre
en que duerme la princesa.

No pido más.
Diminuto es el lugar
donde reposa mi deseo
y desprecio
los caminos que tejen el bosque de oro
de los avaros.
Un sueño me desvela
unos ojos cerrados me dan la luz,
a mí,
que no conozco el agua que baña
a los dichosos
que no he visto las tierras lejanas
donde suenan los tambores más dulces.

Daré mi vida por la torre
en que duerme la princesa.

Strawberry Fields Forever

Por la vendimia del sueño,
Recolección en rojo
De todo lo perdido,
He vuelto a nombrarte
Campos de cerezo
Y flor de mis grosellas.
Pletórica ausencia
Primitiva, hay una
Palabra que vuelve
En ti y fija la forma
De los sueños.

PEQUEÑA CANCIÓN COREANA

Seguirá el corazón
La senda infinita de la alegría,
La brisa que trae el rumor
De la paz y el vuelo de la flor.
Los campos, verdes y frescos,
verdes y nuevos,
Alientan el rojo sol de mis pasos.

Seguirá el corazón
La senda infinita de la alegría
La senda infinita de la mañana.

Primer romance

Caminé tantos cielos de
Nombres de lejanas tierras
De minerales nombres
Y vegetales palomas de
Cielos que no recuerdo.
Te imaginé misteriosa
En tu tarde de perdidos desiertos –
Blanca niña, mientras cantos
Primigenios
De primitivas flores
Me decían tu nombre,
Paloma vegetal.
Y caminé toda la tarde
De un siglo solo por saber
Por qué llorabas sin consuelo,
Blanca niña.

CANTINELA

La música
es encontrar el silencio.

Es suavizar
los martilleos del zapatero,
su noche solitaria
de clavos y espinas.

Es el vaso de agua
que dejamos en la noche
para los muertos
que regresan
a calmar
su sed de palabras.

La música
es encontrar el silencio
y la infancia perdida.

Es amortiguar
en nuestro corazón.
los martilleos
del zapatero.

Es encontrar ese tiempo
que nos precedió,
el de antes de nacer,
el de antes de respirar,
el de antes de ver la luz.

La música
es encontrar el silencio.

Una canción polaca

Llevo conmigo los fragmentos
De tu cielo y guardo en mis días
Tu único día, pequeño sol de triste nombre
Que fue mi patria cuando tu nombre
Fue mi única patria.
Soy el niño que nadie recuerda
Cuando mueren las hojas de un árbol
Quieto a la sombra tu nombre, Cracovia.
Sobrevivo entre despojos de azules horas
Y en mi corazón de fracturados soles
Aves limpias borran el dolor de mi único día
Cuando revives en mí.

Casida del niño sin manos

Llevo en mis manos una rosa herida
Como si llevara mis manos heridas,
Como si fueran mis manos la herida
De una rosa que ha herido mis manos.
Llevo el viento en mis manos
Donde llevaría la rosa
Que llevarían mis manos
De ser el viento mis manos en la rosa.
Y así vivo, triste monarca
De una estrella triste –
Como todo lo que pasa
O las cosas que se le parecen,
Mientras pienso en bandadas
De lejanos abrazos.