Poetas

Poesía de México

Poemas de Efrén Rebolledo

Efrén Rebolledo fue un poeta mexicano nacido en la ciudad de Actopan, una de las más pobres de México, en el año 1877 y fallecido en Madrid en 1929. Habiéndose recibido de Abogado en la universidad, incursionó en la diplomacia, lo cual le permitió viajar a Japón, país en el que permaneció durante siete años, China, Francia, Noruega, España y Holanda. Una de las experiencias que impulsaron su actividad cultural fue la obtención de una beca por parte del instituto Científico y Literario de Pachuca. Además, fue fundador de la Revista Moderna, donde también trabajó, y director de Pegaso.

Efrén publicó siete poemarios, entre los que destacan «Cuarzos«, «Hilo de corales«, «Rimas japonesas» y «Libro de loco amor«, para muchos considerada su obra más sobresaliente. También cultivó la narrativa, género en el que encontramos su novela «Salamandra«. Sus viajes por Oriente repercutieron directamente en su obra, brindándole una riqueza muy particular y una fusión estilística y temática sin precedentes en el modernismo. Sus poemas «El beso de Safo» y «La tentación de San Antonio» son una clara muestra de sus provocativos versos y, al situarlos en el contexto social en el que fueron escritos, resulta interesante imaginar la reacción de sus lectores.

El duque de Aumale

Bajo la oscura red de la pestaña
destella su pupila de deseo
al ver la grupa de esplendor sabeo
y el albo dorso que la nieve empaña.

Embiste el sexo con la enhiesta caña
igual que si campara en un torneo,
y con mano feliz ase el trofeo
de la trenza odorífera y castaña.

El garrido soldado de Lutecia
se ríe de sus triunfos, mas se precia
de haber abierto en el amor un rastro,

y gallardo, magnífico, impaciente,
como un corcel se agita cuando siente
la presión de su carga de alabastro.

Los besos

Dame tus manos puras; una gema
pondrá en cada falange transparente
mi labio tembloroso, y en tu frente
cincelará una fúlgida diadema.

Tus ojos soñadores, donde trema
la ilusión, besaré amorosamente,
y con tu boca rimará mi ardiente
boca un anacreóntico poema.

Y en tu cuello escondido entre las gasas
encenderé un collar, que con sus brasas
queme tus hombros tibios y morenos,

y cuando al desvestirse lo desates
caiga como una lluvia de granates
calcinando los lirios de tus senos.

Posesión

Se nublaron los cielos de tus ojos,
y como una paloma agonizante,
abatiste en mi pecho tu semblante
que tino el rosicler de los sonrojos.

Jardín de nardos y de mirtos rojos
era tu seno mórbido y fragante,
y al sucumbir, abriste palpitante
las puertas de marfil de tus hinojos.

Me diste generosa tus ardientes
labios, tu aguda lengua que cual fino
dardo vibraba en medio de tus dientes.

Y dócil, mustia, como débil hoja
que gime cuando pasa el torbellino,
gemiste de delicia y de congoja.

Tristán e Isolda

Vivir encadenados es su suerte,
se aman con un anhelo que no mata
la posesión, y el lazo que los ata
desafía a la ausencia y a la muerte.

Tristán es como el bronce, oscuro y fuerte,
busca el regazo de pulida plata;
Isolda chupa el cáliz escarlata
que en crespo matorral esencias vierte.

Porque se ven a hurto, el adulterio
le da un sutil y criminal resabio
a su pasión que crece en el misterio.

Y atormentados de ansia abrasadora,
beben y beben con goloso labio
sin aplacar la sed que los devora.

Salomé

Son cual dos mariposas sus ligeros
pies, y arrojando el velo que la escuda,
aparece magnífica y desnuda
al fulgor de los rojos reverberos.

Sobre su oscura tez lucen regueros
de extrañas gemas, se abre su menuda
boca, y prodigan su fragancia cruda
frescas flores y raros pebeteros.

Todavía anhelante y sudorosa
de la danza sensual, la abierta rosa
de su virginidad brinda al tetrarca,

y contemplando el lívido trofeo
de Yokanán, el nubil cuerpo enarca
sacudida de horror y de deseo.

El beso de Safo

Más pulidos que el mármol transparente,
más blancos que los blancos vellocinos,
se anudan los dos cuerpos femeninos
en un grupo escultórico y ardiente.

Ancas de cebra, escorzos de serpiente,
combas rotundas, senos colombinos,
una lumbre los labios purpurinos,
y las dos cabelleras un torrente.

En el vivo combate, los pezones
que se embisten, parecen dos pitones
trabados en eróticas pendencias,

y en medio de los muslos enlazados,
dos rosas de capullos inviolados
destilan y confunden sus esencias.