Poetas

Poesía de Cuba

Poemas de Fina García Marruz

Fina García Marruz. Fue una de las voces más destacadas de la poesía cubana del siglo XX y principios del XXI. Nacida en La Habana en 1923, se inició en la escritura a principios de los años cuarenta y formó parte del grupo Orígenes, que agrupó a figuras como José Lezama Lima, Cintio Vitier, Eliseo Diego y Gastón Baquero, entre otros. Su obra poética se caracteriza por una profunda indagación en la realidad y el misterio de la existencia, con un lenguaje sencillo pero cargado de significado y belleza.

Además de poeta, Fina García Marruz fue una reconocida investigadora y crítica literaria, especialmente dedicada al estudio de la obra de José Martí, el héroe nacional cubano. Trabajó durante muchos años en la Biblioteca Nacional de Cuba y en el Centro de Estudios Martianos, donde participó en la edición crítica de las Obras completas de Martí. También escribió ensayos sobre otros autores como Juan Ramón Jiménez, Rubén Darío, Emily Dickinson y Jorge Luis Borges.

Fina García Marruz recibió numerosos premios y distinciones por su trayectoria literaria, entre los que se destacan el Premio Nacional de Literatura de Cuba en 1990, el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda en 2007 y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2011. Su obra ha sido traducida a varios idiomas y ha formado parte de importantes antologías. Falleció en La Habana en 2022, a los 99 años, dejando un legado poético de gran valor para la cultura cubana e hispanoamericana.

De qué silencio eres tú silencio

¿De qué silencio eres tú silencio?
¿De qué voz, qué clamor, qué quién responde?
Abismo del azul, ¿qué hacemos en tu seno,
hijos de la palabra como somos?
¿Qué tienes tú que ver, di, con nosotros?
¿Cómo si eres ajeno, así nos tientas?
¿Habría sed de no haber agua cierta?
¿O quién vistióme de piedad los ojos?
¿Puedo poseer, pequeña, don inmenso
que faltase a los cielos y a las aguas?
Y él ¿podría morir, sobreviviendo
menor que él, todo el fulgor del cielo,
quedar la tierna luz indiferente
al fuego que, irradiando, ha suscitado?

No, no, memoria…

No, no, memoria del pasado día
vengas sobre este sol y césped santo.
No vuelva yo a invocar refugio tanto
de lo que así se crece en despedida.

Quédeme tu intemperie y mi porfía
de caer, de volver de nuevo a alzarme,
no la raída pasamanería
que alza mi polvo y que tu luz deshace.

No me hartes de mí que hartazgo tanto
no soporta mi poca luz vencida.
Mas mi ayer fue tu hoy: no halle quebranto.

Volver a lo pasado no es mi ruego…
¿Pero y aquel aroma de la vida?
Retenga su promesa, no su fuego.

Italia

En Roma,
la Madona.

En Florencia,
la Doncella.

La Pasión,
en Venecia.

Amica mea.

Toma mi mano…

Toma mi mano,
hazme sentir que estás cerca
en la novedad de esta hora
en que mi mano es nueva en tu mano,
y es mi mano porque tú la tomas
y mi pecho ha quedado silencioso como ella, anhelante,
en el banco arrobado, suspendido por todas las estrellas.

Príncipe oscuro

Nada entiendo, Señor, di lo que he sido.
Virgen es todo acto, el más impuro.
Yo no puedo llegar a esos oscuros
ángeles que he engendrado y que he movido

Acto, reminiscencia de lo puro,
que tan sólo una vez es poseído.
¡Oh su extraña inocencia en lo perdido,
que espera tus nevados ojos duros!

¿Va el tiempo hacia el ayer y no al mañana?
¿Va la estrella al ayer y no al mañana?
¿Va mi sangre al ayer y no al mañana?

Antepasado, hijo mío, realízame.
¡Oh tierra en que he nacido!, realízame.
Acto, príncipe oscuro, realízame.

La noble Habana

¿Por qué, Señora,
el aire, el desafío,
pierna y botín robustos
y pecho de paloma?

¿Por qué, conquistadora,
sobre los raros farallones
de desiguales ángulos
te empinas, desdeñando
abajo el foso oscuro de las aguas?

Castillo de la Fuerza,
Giraldilla,
tu donaire y victoria.

¿Será por eso el acierto
de la profunda gracia del tamaño,
torneado y breve, combado
como jarra, hospedera?

¿Qué sabes tú, Señora
de la Gran Llave,
apoyada en tu propia apertura
a los golfos abiertos?

¿Será lo abierto tu secreto,
noble Habana, Señora,
tu breve corpulencia,
tan graciosa,

tendrá por eso ese perfil de ave
-el pie bien afincado-
y ese ligero aire
fanfarrón?

Retrato de una virgen

Ella no sabe bien lo que ha pasado.
Él era su amigo, y ahora
le ha dicho adiós.
¡Ella que lo veía
como el padre, el esposo
que iba a ser!
Ahora pasea con otra,
van riendo.
Ella no entiende
pero se ha quedado
quieta, como quien espera
una orden, o como el agua
antes de recoger la imagen
del rostro amado.
No se ha entregado al llanto.
No tiene una alborotada
imaginación. Sigue
yendo a sus clases. Cuida
cosas pequeñas: las libretas,
la raya en el orden, igual
que el pelo al levantarse.
Hace lo mismo que antes,
sólo un poco más triste.
La luz que la abandona
la dibuja un momento.
No sabe que está sola.
Ese ignorar la guarda.