Poetas

Poesía de Cuba

Poemas de José Joaquín Palma

José Joaquín Palma nació el 11 de septiembre de 1844 en Bayamo, una ciudad de la provincia de San Salvador, en el oriente de Cuba. Desde niño mostró su amor por las bellas artes y la literatura. En 1864 fundó una pequeña publicación periódica llamada «La Regeneración de Bayamo», donde expresaba sus ideas independentistas y liberales.

En 1868 se unió a la guerra de los Diez Años, el primer intento de los cubanos por liberarse del dominio español. Fue ayudante del líder revolucionario Carlos Manuel de Céspedes y redactor del periódico «El Cubano Libre». Debido a su participación en la guerra, tuvo que salir de la isla y exiliarse en varios países.

En 1873 se refugió en Honduras, donde recibió una medalla de oro por su poesía y publicó su primer libro, «Poesías de J. Joaquín de la Palma». En 1878 se trasladó a Guatemala, donde fue acogido con cariño y respeto. Allí ocupó el cargo de secretario del ex-presidente Marco Aurelio Soto y colaboró con varios medios de comunicación.

En Guatemala también escribió la letra del Himno Nacional, que fue musicalizado por el compositor Rafael Álvarez Ovalle. La letra original sufrió algunos cambios en 1934 por el poeta José María Bonilla Ruano, pero conserva el espíritu patriótico y poético de Palma.

José Joaquín Palma fue un poeta romántico, que se inspiró en el amor, la naturaleza, la patria y el exilio. Su obra se caracteriza por su musicalidad, su sencillez y su sentimiento. Algunos de sus poemas más conocidos son: «A mi madre», «A mi esposa», «A mi hija», «A Guatemala», «A Cuba» y «A Bayamo».

José Joaquín Palma murió el 2 de agosto de 1911 en Ciudad de Guatemala, a los 66 años de edad. Su cuerpo fue trasladado a Cuba en 1950 y sepultado en el cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba. Su nombre es recordado con admiración y gratitud en ambos países, que lo consideran un hijo ilustre y un ejemplo de patriotismo y cultura.

Himno Nacional de Guatemala

Guatemala feliz… ya tus aras
no ensangrienta feroz el verdugo:
ni hay cobardes que laman el yugo
ni tiranos que escupan tu faz.

Si mañana tu suelo sagrado
lo profana invasión extranjera
tinta en sangre tu hermosa bandera
de mortaja al audaz servirá.

CORO

Tinta en sangre tu hermosa bandera
de mortaja al audaz servirá
que tu pueblo con ánima fiera
antes muerto que esclavo será.

De tus viejas y duras cadenas
tú fundiste con mano iracunda
el arado que el suelo fecunda
y la espada que salva el honor.

Nuestros padres lucharon un día
encendidos en patrio ardimiento,
te arrancaron del potro sangriento
y te alzaron un trono de amor.

CORO

Te arrancaron del potro sangriento
y te alzaron un trono de amor
que de patria al enérgico acento
muere el crimen y se hunde el error.

Es tu enseña pedazo de cielo
entre nubes de nítida albura
y ¡ay de aquel que con mano perjura
sus colores se atreva a manchar.

Que tus hijos valientes y altivos
ven con gozo en la ruda pelea
el torrente de sangre que humea
del acero al vibrante chocar.

CORO

El torrente de sangre que humea
del acero al vibrante chocar,
que es tan sólo el honor su presea
y el altar de la patria, su altar.

Recostada en el Ande soberbio
de dos mares al ruido sonoro
bajo el ala de grana y de oro
te adormeces del bello quetzal.

Ave indiana que vive en tu escudo
paladión que protege tu suelo,
¡ojalá que remonte su vuelo
más que el cóndor y el águila real!

CORO

¡Ojalá que remonte su vuelo
más que el cóndor y el águila real,
y en sus alas levante hasta el cielo
Guatemala, tu nombre inmortal!

Tinieblas del alma

¡Las mujeres!
Esos misteriosos seres
hacen la vida querida
para amargarnos la vida;
y de lo bello al través,
con halagos seductores
cubren el alma de flores
y las marchitan después.

Sus inocentes engaños
se llevaron mis creencias,
y aquellas arborescencias
de aquellos primeros años:
mas no lloro
ese perdido tesoro;
porque en sus ojos ardientes.
Bebí el amor a torrentes,
y amor todo lo creó;
¡de amor al soplo fecundo
de las tinieblas el mundo
derramando luz brotó!

Con su aliento soberano
deifica el ser más mezquino
y lo humano hace divino,
y lo divino hace humano:
por do pasa
purifica, eleva, abrasa
¡cuánto palpita y se mueve
la vida en el amor bebe!

¡amor¡¡principio eternal!
Fuerza, sombra, melodía,
luz, calórico, armonía
del concierto universal!

¡Y yo amé fecundo el riego
bebió el alma estremecida
de ese elixir de la vida
en una boca de fuego.

¡Qué hechicera
es esa impresión primera
de una amorosa mirada
allá en la noche callada!
¡Y qué suaves impresiones
sentimos, si en dulce exceso,
el sacramento de un beso
desposa dos corazones¡Ella era un lirio del río,
blanca y pura cual ninguna,
hecha de rayos de luna
y de gotas de rocío.

Su mirar
era el suave luminar
de una estrella cuando asoma
medio oculta en verde loma:
ella en su rostro reunía,
como en espléndida corte,
a la belleza del norte
la gracia del mediodía.

Décimas a la patria

¡Mañana…! cuando la aurora
abra las puertas al día,
y el ave vierta armonía
de su garganta sonora,
nuestra enseña redentora
dará al viento su hermosura,
¡ella!, que por ser más pura
y honrar más al patrio suelo,
le robó su azul al cielo
y a la nieve su blancura.

(…)

En esta noche inmortal
aquí el pueblo se congrega
a las notas, su alma entrega,
de nuestro Himno Nacional;
Él será el numen triunfal
que ilustrará nuestra historia,
él nos guiará a la victoria,
al volar de cumbre en cumbre,
gritando a la muchedumbre
¡por la patria y por la gloria!

(…)

¡Guatemala!, entre laureles
alzas la frente festiva
tú, la descendiente altiva
de los reyes cakchiqueles;
ciñe tus lindos joyeles,
y al son de tu himno marcial,
abre con mano triunfal
tu primera exposición,
¡ejemplo de paz y de unión
de la América Central!

A la Memoria de César Conto

Y ¿qué es la tumba?… La Historia
Dice con voz inspirada:
Para el mercader, la nada,
Y para el sabio la gloria.

Conto, con tus ideales
Te alzaste en perpetua guerra
Del fango vil de la tierra;
¡Vives con los inmortales!

Con acentos soberanos
Vibró tu lira armoniosa,
Y fue tu espada radiosa
Segadora de tiranos.

El genio tu fama abona
y hoy te dan con amor fiel,
Guatemala, su laurel
Y Colombia, una corona.

Y yo en haces de luz varia
Ciño a tu nombre glorioso,
El reflejo más hermoso
De mi estrella solitaria…

Ahora a repetir voy yo,
Lo que dijo en otro día,
Un poeta que aun vivía,
A un poeta que murió.

Muy lejos de su floresta
Exhaló su alma de bardo,
Viajero que arroja el fardo
Al fin de la áspera cuesta.

Vagó con el alma herida
Sin sentir nunca alborozo;
Y es la historia de su vida
Una lágrima, un sollozo.

Como fuente cuyo cauce
Queda seco en primavera,
Y deja por su ribera,
Aquí una rosa, allá un sauce…

¡Oh, Conto!, mi voz escucha,
Vuelve a tu paterna orilla,
Te llama el mar de la Antilla
Que a sus pies se agita y lucha…

Mas si no has de hallar asilo,
Si has de rodar por las ondas
Como Moisés por el Nilo,
No Conto, no le respondas.

Si ha de ser tu vida ansiosa
Arbol que el ábrego trunca,
Cúbrete con doble losa.
¡Conto!, no despiertes nunca…

Descansa en paz en tu lecho;
Que allá muy lejos retumba,
Voz de temporal deshecho,
Y aquí cuidan de esa tumba,
La Libertad y el Derecho.

En un Álbum

(Grace Moulton)

Abro tu libro… y en él
quisiera en dulce tributo
dejarte el excelso fruto
de la lira o el pincel.
Pero el estro indocto y cruel
cuerdas y lira destroza;
la musa no se alboroza
y huraña, estéril y vieja,
como la tarde se queja
como la tarde solloza.

Tú que en el fragante abril
bordando ilusiones vives,
que luz del alba recibes
y perfumes del pensil;

Tú que festiva y gentil
huellas flores a tu paso,
tú que eres sol sin ocaso,
mereces cual don divino,
pinceladas del de Urbino
y estrofas de Garcilaso.

Cuando en brillante salón
dices una rima hermosa,
va de tus labios de rosa
en ondas al corazón.
La gracia, la inspiración,
el arte y el sentimiento
vibran en tu dulce acento,
que imita con poderío,
el suave rodar del río,
el blando gemir del viento.

Cuando en noches de placer

al compás del piano cantas
con inefable poder,
Tu voz se siente correr
como de fuente argentina
la música peregrina,
o bien finge arrobadora,
ritmos del aura que llora,
notas del ave que trina.

Te dio el bulbul su cantar,
su ardiente savia el verano,
y el antílope africano
la mirada y el andar.
Te dio nítido azahar
su albura de aroma henchida,
la aurora su sien ceñida
de rizos áureos y leves,
y yo las últimas nieves
del invierno de mi vida.

La Locomotora

Himno
(Ya muy enfermo y en su lecho escribió esta
composición, que fue la última que hizo.)

¡Salve! patria afortunada
porque hoy llega vencedora
la veloz locomotora
a tu hermosa capital:
Cómo luce decorada
de festones y banderas,
por la música arrullada
del vapor y del metal;
y su frente coronada
por la enseña del quetzal.

Ya se viene suavemente
como un cisne sobre el agua;
ya remeda la corriente
del Motagua bullidor
o ya en rápida carrera
con estrépito rugiente
cruza el túnel, salva el puente
en frenético temblor,
ostentando en su alta frente
la bandera bicolor.

Mensajera de bonanza
de riqueza y luz henchida,
nueva fuerza y nueva vida
ha venido a difundir;
ella es numen y es venero
de fecunda bienandanza,
y en su frente de arduo acero
se ven altas refulgir
la concordia y la esperanza
revelando el porvenir.

Guatemala está de fiesta:
se saludan los dos mares
Y olorosos los pinares
dan al viento su canción.
Hoy el Presidente en nombre
del trabajo y del derecho,
de su triunfo satisfecho,
rinde un lauro a la nación
con la banda sobre el pecho
y la fe en su corazón.

A RAFAELA

Hija de Álvaro Contreras.
Hoy que de otoño al aura gemidora
Se deshoja la flor de la ilusión,
Al recordar tu infancia encantadora
Me duele el corazón.

¡Cómo ha cambiado el
tiempo! A sus estragos
Y llorando las dichas que perdí.
Pienso en la tierra de los grandes lagos
Y te recuerdo a ti.

Pienso en tu padre, espíritu brillante,
Alma fundida al fuego tropical;
Su palabra terrible y fulminante

¡Era luz y puñal!
Y en aquellas dulcísimas veladas

En que tú, niña, con gentil candor.
Nos recitabas cuentos y baladas
De algún encantador.

Ya eres mujer; en tus pupilas bellas
Temblar los sueños mágicos se ven;
Han crecido tus formas, y con ellas
Tu hermosura también.
En antes, la viola que se pierde
Entre las frescas hojas del gramal.

Mientras hoy eres la palmada
verde del suelo tropical.
Al mirar la radiante primavera
Que te corona, exclamó sin querer:
Más la quisiera viola que palmera,
Más niña que mujer.