Poetas

Poesía de Argentina

Poemas de Francisco López Merino

Francisco López Merino (La Plata, 6 de junio de 1904 – 22 de mayo de 1928), fue un poeta argentino. A los dieciséis años publicó Horas de amor con nueve poemas en forma de folleto que luego fuera autocensurado. En 1921 escribió Fragmentos de un libro inconcluso, colección inédita de poemas dividida en tres secciones: «El espejo de mi interior», «Del eterno femenino» y «Cantos». El poema «El alma se me llena de estrellas…» de esta colección fue incluido en 1923 en el libro Tono Menor. En 1925 publicó su último libro, Las tardes.

Publicó sus poesías en diarios y revistas del país, entre otros, en el diario El Cronista de la ciudad de Chascomús, y en La Plata en los periódicos El Día y El Argentino y la revista Crónica Social. Los diarios más significativos del país (La Nación, La Prensa, La Razón, Crítica, El Día y El Argentino) elogiaron los méritos literarios del joven escritor.

Formó parte del «Comité Yrigoyenista de Intelectuales Jóvenes» junto a (entre otros) Leopoldo Marechal, Raúl González Tuñón, Nicolás Olivari, Sixto Pondal Ríos y Jorge Luis Borges, quien era su presidente.

El alma se me llena de estrellas

El alma se me llena de estrellas cuando pienso
que moriré. Imagino espirales de incienso
decorando la caja mortuoria; luego el canto
triste de las campanas. (Igual que en viernes
santo
llorarán las campanas porque yo fui creyente,
porque yo hablé de Cristo melancólicamente.)
Después, ese silencio divino que buscaba
día a día en la vida, pero que no encontraba.
Después, la paz profunda.

Y al poco tiempo, acaso,
se esfumarán mis ojos en el pálido ocaso
del recuerdo… Y entonces el compañero amado
dirá que fui una llama de luz que se ha
apagado.
Y la amiga lejana de mis días adversos
abrirá el cofrecillo lírico de los versos
y volcará las hojas pálidas de las rosas
que yo gusté ofrendarle en las tardes hermosas.
Mientras tanto la muerte no llega…
Pienso en ella
y en mi alma florece de emoción una estrella.

De viaje

Un niño, frente a mí, va mirando el paisaje;
sus ojillos descubren las flores campesinas
y como el tren se lanza por valles y colinas
este niño se llena de emoción en el viaje.

Silabea palabras que apenas oigo, asombra
esta mirada suya penetrante y tranquila,
se dijera que ansia que su clara pupila
aprisione los bellos pormenores que nombra.

Los demás, abstraídos, el paisaje olvidamos.
El pensamiento nuestro cesa de hilar, reposa…
Yo me he dicho ante el niño que admira el
cielo rosa:
él es el más poeta de los que aquí viajamos.

Versos a la calle de mi novia

Vives en una calle donde siempre es domingo.
Por esa calle única se derrama septiembre
con sus campanas lentas, su aroma de glicinas
y su tristeza casi alegre.

Un ángel invisible limpia la luz del aire:
la luz eternamente fácil que te contiene.
En sus cielos pacíficos una tarde sin nombre
se ha detenido para siempre.

Tal vez por esa calle llegara hasta tu infancia:
seto de lilas, libro de oraciones celestes,
agua de primavera, tu nombre y senda clara
que conduce a una calle donde es domingo
siempre.

Calle

Amo el silencio humilde de esta calle
ennoblecida de árboles serenos
por donde nunca pasó otra alma
que no sea la del viento…
Las nubes se detienen a mirarla
con sus ojos etéreos,
y saben, por la ausencia de las hojas,
si está en ella el otoño o el invierno.
Amo el silencio humilde de esta calle
ennoblecida de árboles serenos
por donde caminé tantos domingos
con mi pequeño huerto de recuerdos…
Cuando yo muera, amigo, habrá quedado
en esta calle lo mejor que tengo:
El rosal escondido de mis penas
y la música vaga de mis sueños.

Las tardes

Siempre estás como ausente de la tarde. ¿Qué lago
invisible y lejano recogerá tu imagen?.
Líquido estremecido por un perfil tan vago
se tornará sensible cuando los astros bajen.

Temo quebrar la magia de tus vírgenes sendas
con la torpe palabra que mi labio pronuncia.
Tendré que ser más leve para que me comprendas,
o tú bajar al mundo como agua que renuncia.

Siempre estás como ausente de la tarde. ¿Qué brisa
se lleva tu silencio cargado de leyendas?.
De paisajes soñados se nutre tu sonrisa
Tendré que ser más leve para que me comprendas.

Mis primas, los domingos…

Mis primas, los domingos, vienen a cortar rosas
y a pedirme algún libro de versos en francés.
Caminan sobre el césped del jardín, cortan flores,
y se van de la mano de Musset o Samain.

Aman las frases bellas y las mañanas claras.
Una estatua impasible las puede conmover.
Esperan la llegada de las tardes de otoño
porque, tras los cristales, todo de oro se ve…

Y vienen los domingos a cortar rosas. Saben
que el eco de sus voces para mí grato es.
Entre las hojas quedan sus risas armoniosas;
ellas seguramente se ríen sin saber.

Mis primas, cuando llueve, no vienen. Dulcemente
aparto los capullos que el viento hará caer;
hago un ramo con ellos y pongo bajo el ramo
un volumen de versos de Musset o Samain.

Libro de estampas

Viejo libro de estampas siempre fresco a mi anhelo
de buscar la invisible huella de sus pupilas.
Ella vivió el ambiente puro de cada cielo
y detuvo su asombro frente a un seto de lilas.

Quién sabe qué silencio musical le dio un lago
y qué ramo de rosas los canales dormidos…
Para su fantasía, del matiz tenue y vago
se elevaba una estela diáfana de sonidos.

¡Cuántos ensueños truncos errarán todavía
por las sendas sin nombre de estos quietos paisajes!
¡Cuánta leve nostalgia, cuánta melancolía
tejida en el transcurso de fantásticos viajes!