Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Isaías Gamboa

Isaías Gamboa (1872-1904) fue un destacado poeta y educador colombiano cuya obra trasciende el tiempo y el espacio. Criado en una familia imbuida de ideales de libertad y justicia, su infancia en los verdes paisajes de Cali le otorgó una fuente inagotable de inspiración. Desde temprana edad, mostró un talento innato para la poesía, alimentado por lecciones privadas de gramática y literatura de Alcides Isaacs, hermano del renombrado escritor Jorge Isaacs.

Gamboa emprendió una travesía que lo llevaría desde El Salvador hasta Chile, dejando una marca indeleble en cada lugar que tocó. En El Salvador, se destacó como educador y contribuyó a la Sociedad Científico-Literaria La Juventud Salvadoreña. Aprendió varios idiomas y realizó traducciones notables de obras literarias, demostrando su versatilidad como lingüista.

Su poesía refleja una sensibilidad única y una profunda conexión con su tierra natal. Su obra cumbre, «Ante el Mar», es un testimonio conmovedor de su destreza poética y su visión del destino errante que marcó su vida.

En Chile, Gamboa se integró en un círculo literario vibrante, compartiendo experiencias y conocimientos con influyentes figuras como Pedro Antonio González y Samuel Lillo. Su poesía, influenciada por el modernismo de Rubén Darío, captura la esencia del movimiento de las olas marinas, simbolizando su propio viaje incesante.

La salud frágil de Gamboa lo llevó a su prematura partida en 1904, pero su legado perdura. Su ciudad natal, Cali, lo honra con la Escuela Isaías Gamboa y un parque que lleva su nombre. Su poesía sigue siendo parte integral de la educación en El Salvador y Chile, recordando a este poeta colombiano que trasciende fronteras.

Isaías Gamboa no solo dejó una huella imborrable en la literatura latinoamericana, sino que también inspiró a generaciones posteriores de poetas y escritores en su propia familia. Su legado poético, plasmado en obras como «Ante el Mar», perdura como un testimonio eterno de su talento y su profunda conexión con la naturaleza y la humanidad.

La vida

¿Quién nos envió a este mundo? Cómo hubiera
podido el hombre adivinar cuán llenos
de espinas y de sombras y de cienos
los rumbos son de la existencia entera!

¿Por qué no hubo libertad primera
para elegir, desde los hondos senos
de la nada anterior? -Yo habría al menos
no emprendido tan lúgubre carrera!

Y estoy aquí, por do el humano avanza,
con su fe engañadora que perece,
borrada la divina lontananza;

y al fin de tanta lucha sólo alcanza
la tumba en cuyo fondo desparece
también engañadora, la esperanza!

El dolor

Primero es un crepúsculo en que amaga
la última huella de la luz del día,
incendiar el ocaso todavía
que por el éter moribunda vaga.

Tal la esperanza fiel que nos halaga
del placer en la fúnebre agonía,
el que aún persiste, muerta la alegría,
pero que al fin, como el fulgor se apaga.

Después viene la sombra, no la noche
en que el cielo magnífico un derroche
de lujo sideral lleve en su manto;

es el hondo pavor del desconsuelo,
la velada invernal en que hay un duelo,
sordos gemidos y rumor de llanto.

Lo sombrío

Cuando el alma, ya sola, es un desierto,
y hay en la mente tristes reflexiones,
y hay en el corazón vacilaciones
que anuncian el supremo desconcierto;

Y todo en derredor mírase incierto,
y tienen amargura las canciones,
y sombras de perdidas ilusiones
rondan en torno del ideal ya muerto;

y por la herida del dolor se lanza
el tesoro del bien que el pecho esconde,
amor, piedad, ternura y esperanza,

entonces hasta el cielo se oscurece,
vuélvese el alma a AQUEL que no responde,
y en la duda suprema lo escarnece.

Una noche de Cleopatra

Pensamiento de Catulle Mendes

Sombrío en la atrevida pasión que le devora,
del Nilo en la ribera, bajo la blanca luna,
está un mancebo egipcio de ignota, humilde cuna,
absorto ante el palacio de la mujer que adora.

¡Cleopatra! Y ella, insomne también en esa hora,
agítase en su lecho: el ansia la importuna
de nuevo, extraña dicha, pues ya no encuentra una
que no haya conocido la reina triunfadora.

¡Ay! exclamó. Y el grito, cual mágico reclamo,
coincide con el trémulo silbar de una saeta
que agita en un papiro tres cifras: «Yo te amo».

Y este mensaje, digno de un rey o de un poeta,
de la deidad obtiene, para quien la idólatra,
la gracia del capricho soñado por Cleopatra…..

Amor oculto

De Félix Arvers

Hay en mi alma un secreto, y es su clave
eterno amor de pronto concebido,
un mal sin esperanza, que he debido
matar en mí, pues «ella» nada sabe.

¡Ay! cuántas veces ignorado y grave
al lado suyo voy, sin que atrevido
implore nunca ni haya recibido
el dulce bien que mi tormento acabe.

Aunque Dios la hizo buena e inocente
seguirá su camino, indiferente
al murmurio de amor que va en su huella;

Y al leer estos versos, sin que nada
le diga «tuyos son», emocionada
dirá sin comprender: «¿Quién será ella?»

Poesía

(En el álbum de Emilia Moll)

¿Sabes qué es poesía?
Es una luz como la luz del día que todo vivifica, alumbra y dora
y todo lo hermosea.
Es un sueño en el alma soñadora
y en la mente una idea!

Es en el sentimiento
lo más dulce y más hondo
que reside en el fondo
del propio corazón y le da aliento.

Es la creación entera
en todo cuanto hay bello:
El ave, el nido, el árbol, la pradera,
la hermosa primavera
con sus flores, y el sol con sus destellos.

Es la tarde encantada
que en el lecho azul de cándidos encajes
se aduerme sosegada
tiñendo con su lumbre los celajes.

Es la noche de luna
Que se refleja en límpida laguna.
Son todos los aromas
de todos los jardines, las sonrisas
de los niños, el soplo de las brisas,
y el arrullo de amor de las palomas.

Todo esto, amiga mía,
Es poesía, y sobre todo esto,
Dios, como ideal de su creación ha puesto
A la mujer, ideal de poesía!

María

En la novela de Jorge Isaacs.

¡Paisajes de mi patria, gratísimos aromas
De conocidas flores, arrullos de palomas
Que oí en las selvas vírgenes de mi país natal;
Recuerdos de la infancia, primer amor, estrellas
De noches encantadas!. .. Estas páginas bellas
Guardan tu magia celestial!

Y pasa por las hojas del último poema
El estremecimiento de una angustia suprema,
La agonía de un ángel, la muerte de una luz.
Después… el cierzo helado que en los naranjos zumba,
La luna melancólica sobre una humilde tumba
Y un ave negra en una cruz!…

Noche de luna

¡Noche de sin igual melancolía,
de amor y de misterio! Triste y sola
a la luz de la Luna yo veía
alejarse fugaz sobre la ola
la barca en que se iba mi alegría.

Mas tú, oh Luna, testigo de mi duelo,
magnificencia indefinida, fuiste
en medio de mi pena mi consuelo!
Por eso yo te invoco si estoy triste,
por eso yo te amo, luz del cielo!

Tu claridad que sobre el mar riela
alumbraba con pálidos reflejos
la blanquecina espuma de la estela:
ruta falaz por donde el alma vuela
en pos de un bien que desparece lejos.

Diciendo adiós a mi ventura errante,
seguí, seguí sus luminosas huellas
con la mirada inquieta y anhelante,
hasta que el barco en el confín distante,
sus luces confundió con las estrellas.

Tú, Luna, fuiste allí mi compañera,
tu, blanca flor de celestial corola,
al verme triste en la fatal ribera
parecías decirme: «No estás sola;
yo velo por tu amor, sufre y espera».

Hoy vuelvo a tí, mi dulce confidente;
ya no hay tristezas en el alma mía;
esa noche de horror tuvo su Oriente;
mírame amable, mírame sonriente…
¡He venido a contarte mi alegría!

Hechicera

Oye traidora! En mi vergel secreto
Cuya entrada clausuró el olvido,
Has penetrado, porque yo he sentido
Pasar tu sombra con rumor discreto.

Bien me lo dice la sonrisa leve
Que retoza en tus labios, juguetona,
Y el inquieto mirar que te traiciona
Cuando quiere decirlo y no se atreve.

¿Cómo entraste a tan cerrado huerto?
¿Qué buscabas allí, qué pretendías?
¡Una mansión sin luz, sin alegrías,
Jardín sin jardinera, ya desierto!

Niña curiosa inquieta y hechicera,
Te asomaste a mi alma, mas no sabes
Que están cantando allí todas mis aves,
Porque vieron en tí la primavera.

Oh! vuelve, ven, detente un solo instante,
Una hora no más, niña querida…
Quédate siempre, y que tu vida
Sea el dulce objeto de mi vida errante.

Tú interpondrás en mi dolor un velo
Cuando al umbral de mi santuario llegues,
Y ante mis ojos con amor despliegues
El áureo manto de tu blondo pelo!

Para ti

Oh! nunca vieras tú, mortal alguno
Tan feliz como yo. Princesa mía!
Ir a tu lado, oír tus dulces frases
Y ver el alma en tu candor de niña!
¡Quién me dijera que a la ausencia triste
Seguir pudiese tan hermoso día,
Y que tanto dolor al fin tuviera
La recompensa de tan alta dicha!
iGracias a tí, mi reina idolatrada,
que haces amable con tu amor mi vida;
Flor que perfumas mi mortal sendero
Astro que en medio de mi noche brillas!
¡Cuánto te amo! Deja que esta frase
Pensando en tí por siempre la repita,
Ay! y que llegue el venturoso tiempo
En que a tí sola, sin cesar la diga!

Flor

Fue en una lenta hora
en que me hallaba triste
cuando una flor me diste,
la flor de nuestra dicha precursora.
Era como tus labios encendida;
Yo la besé con la pasión más loca
de todas las pasiones de mi vida,
porque soñaba así besar tu boca!
Se marchitó a la tarde;
Pero es ya seca nuestra flor simbólica:
porque ya en mi ser arde
la melancólica
enfermedad de amor, a cuyo encanto
hay tanta dicha y se padece tanto!

Rimas

El alma estremecida
por alguna pasión loca se entrega
al vaivén impetuoso de la vida;
hasta que el día de la calma llega
roto el columpio, la ilusión perdida.

Me han preguntado,
niña querida,
me han preguntado
quién eres tú.
Yo les he dicho
que eres la vida,
que eres la gracia,
que eres la luz…

Que amor te lleve en su turgente ola
y no importa, no importa dónde vayas;
la ilusión embellece y tornasola
las más desiertas y arenosas playas.

Música… blando arrullo que nos sume
en un éxtasis santo;
flor en que los sonidos son perfume;
voz celestial de incomparable encanto.

Tus ojos son como un país remoto
de vagas costas en lo azul perdidas,
o cual dos flores de sagrado loto
en un lago purísimo dormidas.

Encantos

La última luz del sol sobre una cima;
Un paisaje del mar que me recuerde
otras costas, un rayo de la luna
entre las ramas que la brisa mueve;

El perfume sutil de las violetas;
Un ideal para mi inquieta mente;
una música triste, un canto dulce
y una rima de bécquer.

Sus ojos

Ojos fascinadores,
Verdes como la ola, y como ella
Luciendo entre inquietudes y fulgores;
Claros si en la faz bella
Vese la calma; y límpidos y azules
Cual los del éter insondables tules,
Si están de amor y de ternura llenos;
Ojos que siendo buenos,
De pronto se hacen raros y temibles
Y negros en las cóleras sombrías;
Ojos indefinibles,
Culpados ¡ay! de las tristezas mías!

Dolora

La existencia viene a ser
una sombra y un albor,
mucho bien que causa amor
y mucho mal que temer.
El Dolor con el Placer
siguen nuestra ruta incierta:
cuando llamen a tu puerta,
para sorprender tu vida,
que el Dolor te halle dormida
y el Placer te halle despierta.

La sonrisa del retrato

Pintaba un gran artista la figura
De una mujer; pero en la boca había
Un rasgo que a su genio se escondía,
Que escapaba al pincel y a la pintura;
Una sonrisa de ideal belleza,
Que era como un destello de ternura
Perdido en una sombra de tristeza.

De repente el pintor, en la ansia loca
Del genio que al crear se inmortaliza,
En un golpe de luz trazó en la boca
La secreta expresión de la sonrisa.

Miró su obra el artista un largo rato
Con la muda ansiedad del embeleso.
Y, después, en un íntimo arrebato
Acercóse frenético al retrato;
Y borró la sonrisa con un beso.

El retrato de la sonrisa

Al dulce sonreír de su alma pura,
Tu espíritu cansado, que dormía,
Sentiste despertar; en armonía
Tu pecho de hombre, que el dolor apura
Con el suyo vibró; de su belleza
Una luz desprendióse de ternura,
Envuelta en vaga sombra de tristeza.

Y luego, en tu ansia loca
Por besar ese labio que electriza
y en lo infinito del misterio toca,
¡No viste la expresión de su sonrisa!

Si la vieras, hallarás el retrato
Del virginal y místico embeleso
Con que te mira en tímido recato.
¡Aparta! no la beses insensato!
¡No borres su sonrisa con tu beso!

Ante el mar

Mi pensamiento como una golondrina,
pasa rozando el mar con sus alas,
y mi imaginación,
pájaro salvaje y
vagabundo, recorre distancias inmensas,
atravesando velozmente los aires.

Byron

A mis ojos vacilantes, vagos, húmedos y tistes
que reflejan tus destellos áureos, lívidos y rojos
a mis ojos, bajo el cielo, contra el cual furioso insistes
con tu rabia de Satán.
Otra vez en mi camino, cual te he visto tantas veces,
apareces, en mi ruta de cansado peregrino,
¡Turbio mar!

Sobre el muelle tembloroso de tus alas incesantes
se retuercen, gimen, gritan
y se agitan, anhelantes de catástrofe fatal,
te contemplo, mar brumoso,
mar rugiente y espantoso, mar hirviente,
¡Ronco mar!

No has cambiado, siempre el mismo
siempre el móvil y profundo, vago abismo,
que en sus vórtices quisiera lo existente sepultar,
no has cambiado, no has cambiado, mas mi vida, sí, la mía,
que es distinta, muy distinta de cual era en aquel día
que te vi por vez primera,
muy distinta el cual era,
¡Fúlgeo mar!

Bien recuerdo En los anhelos de mis locas esperanzas escrutaron sus pupilas tus azules lontananzas,
mas allá de lo visible, mas allá
yo era el pájaro atrevido que escapábase del nido,
y al mirar de las gaviotas el constante y ágil vuelo
bajo el cielo, yo quería
ir como ellas y con ellas do tu imperio acabaría,
¡Raudo mar!

Y partí… Fue una mañana. Fajas grises
extendían sus cortinas y tapices
sobre fúlgidos umbrales,
sobre muros de palacios celestiales
en el limite ilusorio de la azul inmensidad,
y el acaso
iba abriendo en tus olajes los senderos a mi paso,
los senderos que la suerte ha trazado en mi existencia
conduciéndome a la muerte
¡Negro mar!

Y riberas
extranjeras
me esperaban, diferentes
tierras, pueblos, lenguas, gentes
con que no soñé jamás
y contrastes de alegrías
del amor, melancolías
del dolor, acerbas penas
insondables, cual tus aguas de amargura siempre llenas,
¡Torvo mar!

Y otra vez ante mi vista
te presentas! Y mi pecho se contrista,
se estremece, languidece,
cuando veo con pesar
que no tengo aun rendida y acabada
la jornada, la espantosa, gran jornada de la vida,
¡Luengo mar!

En mi alma
y en tu alma que conozco yo ,la calma
nunca ha sido, ?nunca! … Siento
que algo tuyo en mi se agita, tus tormentas, tu tormento,
tu inconstancia, tu amargura,
tus protestas a la altura con tu voz de tempestad,
y cual tu, también he ido, viajador de polo a polo,
siempre adusto, siempre grave, siempre triste, siempre solo,
Vasto mar.

Hoy ¿ A dónde? Ya la nave
que me espera, tiene un rumbo
¿Y mañana? ¿Quién lo sabe?
Es mi suerte como un tumbo que de playa en playa rueda,
Sin que nadie decir pueda
De do viene, a donde va!

Triste, mísero despojo del naufragio de la vida,
mi existencia, como un ave cuyas alas están rotas,
a regiones siempre ignotas
por tus ondas va impelida, va impelida,
¡Lento mar !

Yo, el errante peregrino
a quien dio fatal destino varia senda,
¿dónde plantaré mi tienda?
¿a qué golfo de ventura mi barquilla arribará?
En el frío desamparo de la ausencia sobre un atrio,
he soñado en los vergeles de mi hermoso suelo patrio…
Mas su imagen no me alegra.
En su cielo se ha extendido una torva nube negra…
Profanando el sacro Monte,
yo me acojo bajo el ancho pabellón de tu horizonte,
¡Libre mar !

¡Leve el barco! Si está escrito
que parezca lejos, solo y olvidado, oh infinito
mar, recíbeme y sepúltame en el fondo
de tus lóbregas entrañas, lo más hondo, lo mas hondo
tal que nadie pueda hallarme ni turbarme
¡Nunca más !

Y al arrullo de tus olas, cadencioso como un canto,
duerma yo mi último sueño misterioso bajo el manto,
de tus cándidas espumas, de tus iris, de tus brumas,
¡Verde mar!