Poetas

Poesía de Perú

Poemas de Manuel Nicolás Corpancho

Manuel Nicolás Corpancho de Alarcón, nacido el 5 de diciembre de 1830 en Lima, Perú, fue mucho más que un poeta y diplomático. Representando el espíritu temprano del romanticismo en su país, Corpancho fue una figura central en la vibrante escena literaria limeña del siglo XIX. Integrante de la «bohemia» literaria, su influencia se extendió junto a la de otros notables como Ricardo Palma y Carlos Augusto Salaverry.

Hijo de Carlos Corpancho y María de Alarcón, Corpancho fue destinado a seguir los pasos de su padre en la medicina. Sin embargo, su verdadera pasión yace en las palabras, manifestada a través de su primera composición poética, una Oda a América, publicada en 1847. Fundador del periódico literario El Semanario de Lima en 1848, Corpancho estableció su presencia en el mundo de las letras desde temprana edad.

El debut teatral de Corpancho llegó en 1851 con su drama «El poeta cruzado«, marcando el inicio del romanticismo teatral en el Perú. Su talento precoz no pasó desapercibido, y al año siguiente, el gobierno auspició su viaje a Europa para perfeccionarse en medicina. Sin embargo, fue su pasión por la poesía y la literatura lo que lo llevó a continuar su camino en la pluma y la tinta.

En México, como ministro plenipotenciario del Perú, Corpancho desplegó una intensa actividad diplomática, laborando incansablemente por fortalecer las relaciones entre su país y México en tiempos de intervención extranjera. Sin embargo, su vida fue truncada trágicamente cuando, tras ser expulsado del país, pereció en un naufragio en el Golfo de México a la joven edad de 32 años.

El legado literario de Corpancho vive a través de sus obras, desde dramas como «El poeta cruzado» y «El templario o los godos en Palestina«, hasta poemas épicos como «Magallanes» y «Brisas del mar. Recuerdos«. Su incansable espíritu patriótico y su contribución a la literatura hispanoamericana lo convierten en una figura inolvidable en la historia cultural del Perú.

AL MARISCAL RAMON CASTILLA

El pueblo te elevó noble guerrero
Defendiste en la lid su santa causa
Y al ruido del cañón fuiste el primero
Que la bandera de paz levanta.

El valor te ilumina y justiciero
La patria libras de extranjera planta
Y más radiante en tu fulgor postrero
Cual sol de libertad tu luz encarna.

Hijo de las batallas: el destino
Sus bellas horas quiso reservarte
Y en el triunfo el ángel fue tu camino.

¡Ilustre magistrado! Tu estandarte
fue la Constitución. Mi frente inclino
y uno al pueblo mi voz al saludarte.

LA HAMACA DEL JARDIN

Ya que su frente serena
La blanca luna ha mostrado,
Ven á dormirte á mi lado
En la hamaca del jardin.
Aquí, al compas de las auras,
Que van meciendo las flores
Se sueñan dulces amores.
Mi dulce serafín.

Es grato entre la arboleda
Que besan los arroyuelos,
Mirar tus dulces ojuelos
Bañados de compasión.

Y al mecido de la hamaca
Ver flotando tus cabellos,
Y estampar en todos ellos
El beso de la pasión.

La buenas-tardes se ha abierto
Cayendo el sol á Occidente:
Hermosa, tu alma inocente
Abre así á mi puro amor.
Y entonces verás cuan grato
Bajo la espesa enramada
Es gozar, enamorada,
Del perfume de la flor.

Ven! No tardes…! Nuestra frente
Acaricia el manso viento
Y este blando movimiento
Dulce sueño presta al fin.
Y al olor del chirimoyo,
Bajo el plátano acojida,
Quiero verte adormecida
En la hamaca del jardin.