Poetas

Poesía de Costa Rica

Poemas de Joaquín Gutiérrez Mangel

Joaquín Gutiérrez Mangel fue un escritor y dirigente comunista costarricense, nacido en Limón el 30 de marzo de 1918 y fallecido en San José el 16 de octubre de 2000. Fue el creador del famoso personaje infantil Cocorí, miembro de la Academia Costarricense de la Lengua y Premio Nacional de Cultura Magón 1975. Fue un polifacético personaje del mundo de las letras: periodista, cronista de guerra, novelista, cuentista, poeta, traductor, editor, profesor universitario y político. Viajó por varios países y escribió diarios, crónicas y memorias. En el año 1999, el diario costarricense La Nación lo consideró la figura literaria nacional más importante del siglo XX.

Entre sus obras más destacadas se encuentran Cocorí (1947), Puerto Limón (1950), Murámonos Federico (1973), La hoja de aire (1968), Manglar (1947) y ¿Te acordás, hermano? (1978). También tradujo obras de Shakespeare como Hamlet, Macbeth, El rey Lear y Julio César. Algunos de sus libros han sido traducidos a diversos idiomas y han recibido premios internacionales como el Rapa Nui, el Casa de las Américas y el Mundial de Literatura José Martí.

Joaquín Gutiérrez Mangel fue un hombre comprometido con su tiempo y con su pueblo. Militó en el Partido Comunista y fue candidato a la vicepresidencia de la nación en dos ocasiones por la coalición de izquierda Pueblo Unido. También fue un defensor de la paz y la democracia en América Latina. En 1973 se vio obligado a abandonar Chile después del golpe militar de Augusto Pinochet contra el gobierno de Salvador Allende. En 1992 se le otorgó el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad de Costa Rica.

La poesía de Joaquín Gutiérrez Mangel es una expresión de su sensibilidad, su compromiso social y su amor por su tierra. Su primer libro, Poesía (1937), revela una voz juvenil y romántica, que busca la belleza y el ideal. Su segundo libro, Jicaral (1938), es un homenaje a la vida rural y a la naturaleza de su país. En Manglar (1947), se percibe una mayor madurez y una conciencia crítica de la realidad social y política. Puerto Limón (1950) es un canto nostálgico a su ciudad natal y a su infancia. Te acordás, hermano (1978) es un testimonio de su experiencia como cronista de guerra y de su solidaridad con los pueblos oprimidos. Del Mapocho al Vístula (1953) es un libro de viajes que refleja su curiosidad por otras culturas y su visión cosmopolita.

Su poesía se caracteriza por un lenguaje sencillo y directo, que busca la comunicación con el lector. Su estilo es coloquial y a veces humorístico, pero también puede ser lírico y emotivo. Su poesía tiene un tono conversacional y confesional, que invita a la reflexión y al diálogo. Su poesía es también una poesía comprometida, que denuncia las injusticias y las desigualdades, que defiende los valores humanos y que celebra la esperanza y la libertad.

En resumen, su poesía es una poesía valiosa y original, que refleja su personalidad y su época. Su poesía es una poesía que nos habla de sus sueños, sus luchas, sus viajes, sus amores y sus recuerdos. Su poesía es una poesía que nos acerca a su mundo y a su voz.

A Carmen Lyra

Que en paz descanses, linda camarada,
y que jamás nos dejes.
Sé que un día cuando se llene el aire
de banderas de rojo púrpura podrás,
tal vez, volver a estar contenta,
y una noche en que estemos todos juntos;
Manuel y Carlos Luis, Luisa y Calufa,
Guzmán y Arnoldo vuelve, regresa,
y con tu voz tan suave cuéntanos, cuentos.

A LA DEFENSA DE MADRID

Madrid,
desde tus balconcillos,
miras en las montañas al enemigo.
No tienen tus plazoletas,
el verde suave
de la primavera
y por tus bocacalles,
como un escalofrío
cruza el hambre.
Pero tienes, ¡que sí!
lleno de pólvora el aire
y vigilantes los ojos
y estremecida la carne.
En los huertos de las casas
no crecen los limonares
y hay lutos de sombras húmedas
y hay quejidos de las madres,
tendidos en las aceras
como eternos funerales.
Y no se ríen ya los niños
y no florecen los parques.
Rojo y negro. Negro y rojo
A sabor ácido sabes.

Tus mejores hijos tienen
ojeras de uva redonda,
la fatiga y el pesar
de verte tan dolorosa,
les ha cubierto de plata
sus cabellos de oro y mora.
Sin embargo,
con el fusil, va el soldado!
y éste tiene corazón
y quiere para enterrarlo
la tierra suya
que hace tiempo le robaron.
Y tienen las viejecitas
vivas las fuentes del llanto
y en el ardor de sus ojos
les humedecen las manos
y las mozas, mozas fuertes,
se aproximan a besarlos
y les dan el heroísmo,
con el licor de sus labios.

No pasarán por Madrid,
dice el gitano
y lo dice el extremeño
y el castellano.

¡No pasarán!, contesta
el clamor de los balazos
y no pasarán, ¡que no!
se lleva el eco, en los brazos,
el grito de la resistencia
y por doquier va sembrándolo.
Las ventanas se cerraron solas
el 7 de noviembre
y se apretaron las calles
el 7 de noviembre
y se abrazaron las casas
mirándose los ojos
el 7 de noviembre
y se pudrieron los lodos
y se secaron las eras
y en las cazuelas
hirvió el aceite.
El 7 de noviembre
3 veces el 7 de noviembre
y en los bazares
juguetillos de la muerte,
3 veces el 7 de noviembre
y conservas frías las sienes,
pero los puños cerrados
bajo las defensas crecen.

A manos llenas!, te vistes
hazañas de limpia ropa
y bebes racimos dulces,
de las acciones heroicas.
No has de permitirle a un moro
babear tu carne olorosa,
no podrán los militares
marchitarte con sus botas,
que en tu temblor de tragedia
yo miro sangre de gloria!

Madrid, Madrid, Madrid,
Roja como la vid,
la vid que te da la sangre,
la vid que enciende el fusil,
la vid de lo hermoso y lo nuevo,
la vid que has de concebir,
para embriagar a los pueblos
con el dulzor del carmín.

Madrid de la revolución,
la más hermosa, Madrid

Chabela

Fueron tus cinco dedos de alga suave
la mano que desee tanto a mi ausencia.
Tu voz de abeja la añoró mi oído
en tierra extraña.

Si antes pensaba regresar un día
otra vez a la patria, era tan sólo
por irte a ver, por conversar contigo,
tocar tu puerta.

De día, de noche, por el aire limpio
tu voz me llega aún, siento tus pasos,
riego con fuego las espigas rojas
que en mi sembraste.

Y ahora cierro los ojos y te miro
mi pequeño ramito de retama,
dulce Chabela, flor de pura arcilla,
que en paz descanses.

Tú que fuiste la hermana de tu pueblo,
la que adelgaza la palabra agreste,
la que desarma la actitud agriada
y a todo ríe.

¿Dónde los tristes reclinar pudieran
ahora sus cabezas si les falta
tu regazo moreno de torcaza,
cojín tan blando?

Todos los niños cuando dicen agua,
cuando dicen geranio, vellón suave,
tricopilia o patita de conejo,
Chabela dicen.

Fuiste la Ofelia de los hombres rudos,
la magnolia crecida en dinamita.
También en la maestranza, en los motores,
se oye tu nombre.

No tenías ningún pan y diste tantos,
panecillo tú misma, pan de greda.
Te pagamos dejándote, sabiéndote
llena de pánico.

No tienes nada ahora, ¡nada tienes!
en cambio nosotros todos te tenemos.
Somos avaros de lo que dejaste.
Tú sigues dando.

Seré como querías, como me hiciste,
más firme, más rebelde. Sé que al serlo
te tendré más cercana. Y he de hacerlo
por agradarte.

Tajaron tu raíz de fina pulpa,
te arrancaron de cuajo y te zahirieron,
y te aventaron como yerba mala,
a ti, flor pura.

Fuiste por los caminos extranjeros
ya nublados los ojos, torturada,
tropezabas, caías, el labio pálido,
la voz tan trémula.

Y ahora, ¡qué vinagre y crueldad ácida!
¡qué horrible golpe!, ¡qué perfil de sangre!
Tú que quisiste regresar un día
no te dejaron.

Se elevaba tu grito: ¡No he hecho nada!
quiero volver, quiero voler, dejadme.
Eras sólo una sombra de canela
hecha pedazos.

— Quiero volver — decías, y te callaban—
a mi pueblo, a mi casa de claveles —,
Y te arrojaban lejos, implacables,
triste Chabela.

Tan grande tu deseo que lo lograste.
Tuviste que morir para lograrlo.
Ya ciega para siempre tu mirada
no eras temible.

Dijeron: —¿Qué nos pueda hacer ahora?,
qué puede hacernos si —cristal quebrado—
su voz no puede ya ni amenazarnos?
¡Ahora que venga!

Y fuiste y te llevaron los obreros
hasta la tierra en brazos, en tu caja.
Te sabían muerta y todos te besaban
niña dormida.

Dulce Chabela, casi transparente,
párpado humilde, pequeñita antorcha,
dónde te fuiste, dínoslo, Chabela,
para seguirte.

¿Qué te hace falta? Di, ¿de qué te acuerdas?
¿Cala la lluvia los terrones grises?
¿Has perdonado ya lo que te hicieron?
¿Estás llorando?

Estas palabras son de enamorado,
nunca he probado un licor más dulce.
Tanto bebimos de él, tanto bebimos
que lo acabamos.

Que en paz descanses, linda camarada,
y que jamás nos dejes. Sé que un día
cuando se llene el aire de bandera
de roja púrpura

podrás, tal vez, volver a estar contenta,
y una noche que estemos todos juntos:
Manuel y Carlos Luis, Luisa y Calufa,
Guzmán y Arnoldo,

también los que murieron: Federico,
Vaglio, Montiel, la compañera Rosa,
vuelve, regresa, y con tu voz tan suave
cuéntanos cuentos.

¡En las calles la fiesta de los pueblos!
¡La Victoria final! Pero ninguno
querrá ir y perder una palabra
de Tío Conejo.

Y si algún hijo de tus enemigos
se va acercando al mágico conjuro
de tus maravillosas aventuras,
¡déjalo que oiga!