Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de Lucrecia Panchano

Lucrecia Panchano es una poeta costumbrista colombiana que nació alrededor de 1940 en Guapi, Cauca. Su obra poética es un testimonio histórico y cultural de la Región Pacífica colombiana, donde retrata las tradiciones y las luchas de la población afrodescendiente. En este artículo, te presentamos una breve biografía de esta escritora que se ha destacado por su compromiso social y su sensibilidad artística.

Lucrecia Panchano creció con su abuela materna, sin conocer a su madre hasta la edad adulta. Desde muy joven sintió vocación por la enseñanza y a los trece años fue nombrada maestra rural, trabajando con la comunidad indígena Emberá. Allí les enseñó a leer y a escribir durante seis años, hasta que se trasladó al departamento de Valle del Cauca en busca de su madre biológica.

En 1960 se casó y tuvo dos hijos, pero se separó poco después y regresó a Guapi por un año. Luego se mudó a Buenaventura, donde consiguió un empleo como operadora de radio en la empresa Puertos de Colombia. Fue allí donde inició su carrera literaria en 1965, publicando sus primeros poemas en el periódico El Puerto.

En 1970 ganó el primer premio en un concurso sobre costumbres de la Región Pacífica colombiana, con un trabajo sobre la vida de los cholos, una comunidad indígena. Siguió escribiendo crónicas y poesías para diversos medios de comunicación de Cali y Buenaventura, hasta que se jubiló en 1982 y se instaló definitivamente en Cali.

A pesar de no tener estudios universitarios, Lucrecia Panchano se ha formado como autodidacta y ha desarrollado una obra poética de gran valor literario y social. Sus poemas reflejan su oposición al racismo y a la guerra, su defensa de los derechos de los afrodescendientes, su amor por la naturaleza y su cultura del Pacífico, y sus propias vivencias y sentimientos.

Ha publicado tres libros: Resonancias de un churo (2004), Ecos de mi litoral (2007) y Hurgando en mis ancestros (2010). Por su trayectoria literaria ha recibido varios reconocimientos, como menciones honoríficas de la Contraloría Municipal de Cali y de la Universidad del Valle, la Medalla al Mérito en Poesía Helcías Martán Góngora, la Palma de Oro al Mérito Herencia Ancestral y la invitación del presidente español José Luis Rodríguez Zapatero para presentar su libro en España.

Lucrecia Panchano sigue escribiendo y viviendo en Cali, junto a su esposo, sus cuatro hijos y sus numerosos nietos y bisnietos. Su obra es un ejemplo de compromiso social y sensibilidad artística, que nos acerca a la riqueza cultural y humana de la Región Pacífica colombiana.

África grita

En tu fisonomía, pelo y piel, África grita.
Grita en la mezcolanza de la pigmentación,
grita en el alma, allí donde lo noble de todo ser habita,
y hace eco, en los vericuetos de la imaginación.
África grita en las mil voces del ancestro
como fuerza telúrica, estremece nuestro ser.

Grita todo lo suyo, que también es lo nuestro
en todos nuestros actos y nuestro quehacer.
África grita, en todo aquello que significa vida
y en el dolor sin nombre de siglos de opresión.
África grita, en la esperanza y en la fe perdida
y en las reconditeces de nuestro corazón.

África grita, no para inventariar un pasado infamante
ni hacer recordatorios de humillante racismo.
África grita, para impulsarnos a seguir adelante
para que nuestra identidad no se vaya al abismo.
África grita en la sangre que corre por las venas
y hace del corazón, lugar de confluencia.

Grita en nuestras alegrías, también en nuestras penas
y releva en raíces, su física presencia.
En todo cuanto existe y nuestro entorno agita
África con vehemencia y sin ambages grita.

Los manglares

Amos en la heredad de los esteros,
príncipes orgullosos de los mares,
los vientos les enseñan sus cantares,
y son del litoral, tiernos señeros.
Majestuosos y altivos se levantan,
¡los nativos manglares!

Oficiando de insomnes centinelas,
escudriñando ignotas lejanías,
las auroras y ocasos de los días,
y el mágico vaivén de blancas velas,
al paso de los años se agitan,
¡los nativos manglares!

Hincan sus laberintos de raíces,
para erguidos otear el horizonte,
en sus ramas anidan los sinsontes,
y sus renuevos se llenan de matices,
con su vistosidad, el entorno encanta,
¡los nativos manglares!

Dioses en el Olimpo del paisaje,
refugio de emigrantes criaturas,
del mar conocen calmas y bravuras,
y disfrutan las caricias del oleaje,
ante las tempestades no se espantan,
¡los nativos manglares!

Pero el hombre inclemente lo depreda,
sin valorar sus múltiples bondades,
sin pensar que de sus verdes mocedades,
tras la criminal tala nada queda.
Al infinito cuentan sus pesares,
¡los nativos manglares!

Carimba

Carimba. Marca de abominable esclavitud
que todo nos robó, excepto la conciencia
que en nosotros releva su física presencia
y enfatiza en el negro, su máxima virtud.

Carimba… marca indignante del vasallaje
que quiso destruir todas nuestras raíces.
Y aunque hoy presentamos diferentes matices,
somos supervivientes de infame coloniaje.

Después de varios siglos de ignominia y dolor
y con esa fe suprema que el negro vivifica,
por llevar en su ancestro ese, ¡algo! superior.
Carimba… Ahora es símbolo de libertad y amor
con un significado que el negro dignifica
y es la expresión auténtica de altivez y valor.

Como la muerte

Tu amor es para mí como la muerte,
definitivo, cierto, inexorable.
No se puede evitar lo inevitable
dueño eres de mi vida y de mi suerte.

Y es inútil que trate de evadirlo,
porque es como la muerte poderoso
y cuando más me empeño en herirlo
él se torna más fuerte y más hermoso.

Yo sé bien que inútil es luchar
por apartar tu amor de mi camino.
Si estás en mi reír, en mi llorar,
en mi dicha, en mi calma, en mi pensar.

Eres del corazón el palpitar
por mis venas te siento circular
sellando cual la muerte mi destino.

Currulao pa’ el Señor

A Mercedes Montaño (in memoriam)

Hubo un tropel en el cielo
y tremenda algarabía
es que toditos corrían
desde todos los confines
ángeles y serafines
santos y santas querían
saber lo que había pasado,
quién era el que había llegado,
qué alboroto producía
con una triunfal entrada
a aquel recinto sagrado.

Y con folclórica tonada
a San Pedro preguntaban
que estaba en la portería
si informarles él podía
quién causaba ese desvelo.

Y fue el Espíritu Santo
quien a todos puso al tanto
explicándoles a su amaño.
«La causa», dijo, «señores,
de esta celestial revuelta,
es que llegó Mercedes Montaño
a hacer currulao al cielo».

Ella les dijo sonriendo:
«Es que aquí nos dimos cita
Petronio Álvarez, Margarita,
Dalia, Agustina y demás gentes,
Gregorito el marimbero
cuyo saber amerita
que a esta Corte del Creador
traigamos nuestro folclor
el mejor del mundo entero».

Afrodescendencia

Afrodescendencia, inevitable consanguinidad
que atravesó, distancias y fronteras…
que desafió, pigmentación e identidad,
que superó, escollos y barreras.

Sangre que quema, corazón que aprieta.
Es África que grita entre las venas,
ancestro que aprisiona, que sujeta,
que exige libertad y no cadenas.

Madre África distante y latente,
grito sin eco, rabias contenidas…
siempre y por siempre estarás presente,
eres parte vital de nuestras vidas.

Madre África, somos tu descendencia
y en la sangre llevamos tu presencia.