Poetas

Poesía de Estados Unidos

Poemas de William Carlos Williams

William Carlos Williams fue un poeta, escritor y médico estadounidense que nació el 17 de septiembre de 1883 en Rutherford, Nueva Jersey, y murió el 4 de marzo de 1963 en la misma ciudad. Hijo de un padre inglés y una madre puertorriqueña de ascendencia francesa, holandesa, española y judía, Williams creció en un ambiente culturalmente rico y diverso. Estudió medicina en la Universidad de Pensilvania, donde se graduó en 1906, y luego se especializó en pediatría en Leipzig, Alemania. En 1910 regresó a su ciudad natal, donde ejerció la medicina y la poesía durante más de 40 años.

Williams fue uno de los líderes del movimiento imagista, junto con Ezra Pound y H.D., y se caracterizó por su capacidad de hacer extraordinario lo ordinario a través de la claridad y la discreción de sus imágenes. Su poesía se inspiraba en los temas y las formas de expresión de la vida americana, desde el lenguaje coloquial hasta las escenas cotidianas. Aunque su carrera fue inicialmente eclipsada por otros poetas, Williams se convirtió en una figura revolucionaria e influyente para las generaciones posteriores, especialmente para los poetas de la generación beat en las décadas de 1950 y 1960.

Williams fue un experimentador, un innovador, un creador de nuevas formas poéticas que rompían con las tradiciones europeas. Su obra más ambiciosa fue Paterson, un largo poema dividido en cinco volúmenes publicados entre 1946 y 1958, que explora la idea de la ciudad como un reflejo de la complejidad del hombre y de América. El poema se basa en la ciudad industrial de Nueva Jersey situada junto al río Passaic y evoca una visión múltiple y dinámica de la realidad.

Williams también escribió prosa, tanto ficción como ensayo. En In the American Grain (1925) analizó el carácter y la cultura americanos a través de ensayos sobre figuras históricas. Tres novelas forman una trilogía sobre una familia: White Mule (1937), In the Money (1940) y The Build-Up (1952). Entre sus cuentos más notables se encuentran “Jean Beicke”, “A Face of Stone” y “The Farmers’ Daughters”. Su obra teatral A Dream of Love (publicada en 1948) se representó en teatros independientes y académicos.

Williams recibió varios reconocimientos por su labor literaria, entre ellos el Premio Pulitzer, el Premio Nacional del Libro y el Premio Bollingen. En 1952 fue nombrado consultor de poesía para la Biblioteca del Congreso, un cargo que luego se conocería como poeta laureado, pero su mala salud le impidió ejercerlo; el nombramiento fue posteriormente revocado, durante una investigación del FBI impulsada por el sentimiento anticomunista.

Williams escribió su Autobiografía en 1951, donde relata sus experiencias personales y profesionales, así como sus encuentros con otros escritores y artistas. Su poesía ha sido traducida a varios idiomas y ha sido objeto de numerosos estudios críticos. Su legado sigue vivo en la literatura contemporánea, como un ejemplo de originalidad, honestidad y vitalidad.

CANCIÓN DE AMOR

Yazgo aquí pensando en ti: –
La mancha del amor
ya está sobre el mundo!
Amarillo, amarillo, amarillo
carcome las hojas secas,
mancha con azafrán
las cornudas ramas que descansan
pesadamente
contra un suave cielo púrpura!
No hay luz
solo una mancha densa como miel
que gotea desde una hoja a otra
y de extremidad a extremidad
arruinando los colores
del entero mundo-
Tú lejos allá bajo
el orillo rojo-vino del Oeste.

PARA DESPERTAR A UNA SEÑORA MAYOR

La vejez es
un vuelo de pajaritos
que pían
rozando
los árboles secos
encima de una capa de nieve.
Ganando y perdiendo
son golpeados
por un viento oscuro-
Pero qué?
Sobre ásperos tallos de maleza
La bandada ha descansado,
la nieve
está cubierta con rotas
cáscaras de semillas
y el viento es atemperado
por el agudo piar
de un montón.

NANTUCKET

Flores a través de la ventana
lavanda y amarilla

cambiadas por las cortinas blancas-
olor a limpio-

resplandor de la tarde tardía
sobre la bandeja de vidrio

una jarra transparente, el vaso
volteado, junto a

una llave yaciente –y la
inmaculada cama blanca

El viento sube

La tierra
se ve arrasada
Los árboles
las puntas del tulipán
brillantes
se ladean y
se vuelcan—

Suelto, flota
tu amor
¡Vuela!

Dios mío, qué es
un poeta— si
es que lo hay
hombre
cuyas palabras
mordisquean
el camino
a casa— que es real
en forma
de movimiento

En cada punta de una rama
nueva
sobre el torturado
cuerpo del pensamiento
que aprieta
la tierra
está el camino
hacia la última
punta de la hoja

El descenso

El descenso nos llama
como nos llamó el ascenso
La memoria es como
un logro,
una especie de renovación
casi
una iniciación, nuevos espacios abiertos
habitados por hordas
y por tanto, no implica
nuevas especies—
pues su movimiento
se dirige hacia destinos nuevos
(aunque hayan sido abandonados)

Ninguna derrota se compone sólo de derrota— pues
el mundo que abre siempre es un lugar
hasta entonces
insospechado. Un
mundo perdido,
un mundo insospechado,
nos llama a nuevos lugares
y ninguna blancura (perdida) es tan blanca como
el recuerdo de la blancura

Con la tarde, el amor despierta
aunque sus sombras
vivas por el brillo
del sol—
somnolientas ahora se abandonen
al deseo
El amor sin sombras surge ahora
comienza a despertar
conforme la noche
avanza.

El descenso
hecho de desesperanza
sin logros
cae en la cuenta
del nuevo despertar:
que es el revés
de la desesperanza.
Así, lo que no logramos,
lo negado al amor,
lo que hemos perdido antes—
se hace descenso
sin fin, indestructible.

Ventisca

Cae la nieve:
años de furia detrás de
horas que flotan perezosas
—la ventisca
arrastra su peso
más y más hondo ¿tres días
o sesenta años, eh? ¡Después,
el sol! una maraña de
copos azules y amarillos
—árboles que parecen hirsutos
sobresalen en los callejones largos
por encima de una soledad salvaje.
El hombre se da vuelta y ahí
—su huella solitaria extendida
sobre el mundo.

Dolencia

Me llaman, y yo voy.
El camino está helado
pasada la medianoche, un polvo
de nieve preso
en las huellas rígidas de los autos.
La puerta se abre.
Sonrío, entro y
me sacudo el frío.
He aquí una mujer enorme
de su lado de la cama.
Está enferma,
quizás vomita,
quizás está pariendo
a su décimo hijo. ¡Alegría! ¡Alegría!
La noche es un cuarto
oscuro para los amantes,

¡a través de las persianas el sol
pasa una aguja de oro!
Le corro el pelo de la cara
y miro su miseria
con compasión.

Llegada

Y sin embargo uno llega de algún modo,
termina desabrochando los botones
de un vestido
en una habitación desconocida—
siente el otoño
gotear sus hojas de seda y lino
entre los tobillos de ella.
El cuerpo sórdidamente venoso emerge
retorcido sobre sí
¡como un viento invernal…!

A una pobre vieja

masticando una ciruela en
la calle una bolsa de papel
está en su mano

le saben bien
saben bien
a ella saben
bien a ella

puedes notarlo
en su modo de darse
a la mitad del todo
chupada en su mano

le queda el consuelo
de ciruelas maduras
que parecen llenar el aire
y saben bien.

Joven sicomoro

¿Sabes?
este árbol joven
cuyo tronco redondo y firme
entre el mojado

pavimento y la coladera
(donde el agua
gotea) se alza
corpóreo

en el aire
con un impulso
ondulante a la mitad—
y luego

se divide y mengua
disparando
nuevas ramas hacia
todas partes—

se cuelga capullos
se adelgaza
hasta reducirse
a dos

ramas
excéntricamente anudadas
que se doblan
como cuernos superiores

El resurgimiento

Tarde o temprano
llegaremos al final
de la lucha

para restablecer
la imagen la imagen de
la rosa

pero aún no
dices extendiendo
el tiempo indefinidamente

por
tu amor hasta que una
primavera entera

reencienda
el violeta en las propias
orquídeas

y así por
tu amor el mismo sol
es reavivado

el poema.