Poetas

Poesía de Colombia

Poemas de José Antonio Calcaño

José Antonio Calcaño Paniza (Cartagena de Indias, 21 de enero de 1827 – Caracas, 1897) fue un destacado escritor colombiano, reconocido por su profunda influencia en la literatura y el periodismo del siglo XIX. Hermano del también respetado autor Mariano Arístides Calcaño, José Antonio Calcaño dejó una marca indeleble en la cultura literaria de su época.

Nacido en el seno de una familia de sólida ascendencia, su padre Juan Bautista Calcaño y Uraín, un prominente jurista y gramático de origen italiano, y su madre Josefa Antonia Paniza de Ayós, con raíces en Cartagena y España, establecieron desde su origen una rica herencia literaria. La familia, compuesta por doce hijos, la mayoría de ellos escritores, vivió tiempos turbulentos debido a las revueltas políticas, lo que llevó al padre a trasladar a su familia a diversas ciudades en busca de seguridad y oportunidades.

Tras un periplo marcado por mudanzas y desafíos, José Antonio Calcaño finalmente estudió literatura y filosofía en la Universidad Central de Venezuela (UCV), donde cultivó su pasión por el periodismo y la poesía. Junto a Félix Soublette, fundó «Las Brisas del Avila» y contribuyó a «Ecos del Avila». Su erudición en los clásicos españoles, así como en la literatura italiana, inglesa, francesa y alemana, lo elevó al rango de erudito, comparado a menudo con figuras notables como Abigaíl Lozano.

Su compromiso con la literatura y la lengua española se manifestó a través de su membresía fundadora en la Academia Venezolana de la Lengua y su papel como director de la misma. Fue, además, un colaborador correspondiente de la Real Academia Española, y su discurso en el traslado de los restos de Simón Bolívar demostró su arraigado patriotismo y erudición.

Calcaño no solo se destacó en las letras; también incursionó en la composición musical y tocaba la flauta y el piano. Tras más de dos décadas como Cónsul de Venezuela en Liverpool, Inglaterra, regresó a Caracas, donde dejó un legado literario diverso: desde líricos poemas con un toque romántico hasta relatos filosóficos y piezas teatrales. Entre sus obras más renombradas se encuentran «La danza de los muertos», «El ruego de la inocencia», «El canto de primavera» y «Bolívar en Santa Marta».

José Antonio Calcaño, un defensor de su fe católica, dejó una impresionante producción literaria que abarcó temas diversos y enriqueció la cultura literaria tanto de Colombia como de Venezuela. Su legado perdura en las páginas de sus obras y en la memoria de aquellos que valoran la riqueza literaria y filosófica de la época en que vivió. Su fallecimiento en 1897 en Caracas marcó el cierre de una vida dedicada al enriquecimiento cultural y literario de la región.

Redención

Muéveme tu bondad, que me acaricia,
a esperar el perdón; pero no cabe
que remitas en mí culpa tan grave,
sin hacer menoscabo a tu justicia.

Es tal la magnitud de mi malicia,
que tu misma clemencia hallar no sabe
medio ni pena que mi crimen lave;
y aún dictando mi muerte, me es propicia.

Haz, pues, lo que a tu gloria corresponde;
vuelve la faz del llanto de mis ojos,
y sólo ve como ofenderte pude.

¡Descarga! ¡Es santo tu rigor! Mas dónde
el rayo me herirá de tus enojos,
que la sangre del Cristo no me escude.

Reflexión

La vida es un proceso de estallidos y calmas,
siempre en forma ascendente.
Cielito azul todos los días, cansa.

El sembrador

Sudorosa la faz, desnudo el pecho,
de simientes henchida su escarcela,
bajo el sol que furioso le flagela,
va sembrando el buen hombre su barbecho.

Al pasar, vida siempre en el estrecho
surco reciente que su pie nivela;
en tanto sorda cólera revela
el áspide traidor que está en acecho.

Y siempre así, bajo el flagelo ardiente,
cegado por su afán a ver no alcanza
la serpentina piel que flores miente.

A la postre hallará, como el Divino
Ser que sembraba el bien y la esperanza,
la traición y la muerte en su camino.

Compás de espera

Espero
La brisa, hecha un ovillo,
duerme en el centro del jardín.
El sol metió sus dedos entre el árbol
y lo mantiene inmóvil.
¿Qué será lo que estamos esperando?
La paciencia es un nimbo de santo
que paraliza el cráneo.
En un rincón del alma
están colgando las ideas, cabeza abajo.
Todo está seco y quebradizo.
De esperar tanto y sin saberlo y tan extático,
se me van a salir los ojos en silencio y sin sentirlo.
Ni los alambres de las hierbas tiemblan.
El colibrí recorre
su cuerda floja
hecha aire.